MÁLAGA

SEGUNDA PLANTA: ARQUEOLOGÍA


La segunda planta del Museo de Málaga alberga la colección de Arqueología, cuyas piezas tienen una procedencia diversa: los objetos que dieron origen a esta colección que formaban parte del antiguo Museo Loringiano (del Jardín Botánico-Histórico "La Concepción"), los hallazgos efectuados en la Alcazaba de Málaga, las piezas encontradas en las intervenciones del Instituto Arqueológico Alemán en la provincia de Málaga, los materiales encontrados en las excavaciones realizadas por el propio museo y por la Universidad de Málaga, etc. Antes de hacer el recorrido por esta colección, merece la pena echar un vistazo al patio de Columnas, que desde aquí toma otra perspectiva.

La exposición museográfica comienza con un gran panel en el que se menciona de manera especial la colección Loringiana, así como pequeñas esculturas romanas y un video en el que se explica el origen de la colección. Enseguida desembocamos en el espacio del distribuidor de la gran escalera, el llamado vestíbulo de las matronas. Aquí vemos el mejor conjunto escultórico del museo compuesto por piezas romanas que estaban expuestas a la intemperie en el Jardín Botánico. Destacan las llamadas Matronas Sedentes de mediados del siglo II d.C., que son tres esculturas de mármol de gran tamaño, formada cada una de ellas por dos partes: la primera es el torso propiamente dicho y la segunda la que va desde el inicio de los muslos. Las cabezas y las manos, hoy perdidas, eran piezas que se labraron aparte y que después se encajaban en las oquedades del conjunto. Todas visten una stola (clase de túnica plisada que llega hasta los pies), aunque la escultura de mayor tamaño presenta una mejor transparencia, con el juego de los pliegues más rico y variado. Su aspecto y elaboración han hecho pensar a los estudiosos que las tres proceden del mismo taller.

Con toda probabilidad se tratan de esculturas utilizadas en el culto de la Cártama romana, lugar donde fueron encontradas en 1747. Por otro lado, en el Cortijo de los Alejo, en las cercanías de Cártama, se encontró una cabeza de gran tamaño de Juno o Ceres que finalmente terminó en la colección Arrese en Corella (Navarra). Se cree que aquella cabeza corresponde con la de la escultura de mayores dimensiones, por lo que si así fuera, se asemejaría del todo a la Ceres de Emerita Augusta (Mérida), aunque de mayor tamaño. Justo detrás de estas esculturas vemos un conjunto de bustos y enseres de mármol, también datados en el siglo II, procedentes de la colección de Villacevallos que luego pasaron a la Colección Loringiana. Tras atravesar la puerta comienza el espacio denominado Galería que homenajea a aquella colección y en el que vemos una serie de ánforas y tres interesantes esculturas de mármol: una masculina de entre los siglos XVII y XVIII, un fauno del siglo II y una Venus también del siglo II.

Así comenzamos ya con el recorrido por las diferentes salas que conforman la colección de Arqueología, la cual está organizada cronológicamente, desde la Prehistoria hasta Al-Ándalus. El primer espacio expositivo está dedicado a las Cuevas de Málaga: aquí se exponen los restos arqueológicos encontrados en diferentes cavidades de la provincia, concretamente se han registrado 19 yacimientos del paleolítico y 25 del neolítico (algunos en un mismo lugar). Nada más entrar vemos unas vasijas de arcilla de la Cueva Tapada, las cuales están datadas entre el 5500 a.C. y el 3050 a.C. Más adelante se exponen una mandíbula y un fémur (40.000 AP) pertenecientes a dos adultos de entre 25 y 30 años y hallados en la cueva de Zafarraya: se trata de los restos mejor conservados hasta la fecha en la península Ibérica. En otra vitrina se pueden ver cantos tallados y enseres domésticos (15000 – 11000 AP) de sílex, piedra, hueso y concha, procedentes de la cueva de Nerja y de la cueva del Hoyo de la Mina.

En las siguientes vitrinas se habla del tránsito del paleolítico al neolítico y de la evolución del ser humano que pasó de vivir en cuevas y ser cazadores a convertirse en agricultores y ganaderos. En la cueva de las Tres Tinajas en Alozaina proceden cuatro vasos cerámicos que fueron encontrados en su disposición original, en el fondo de una sima de 42 metros, cuyo acceso original quedaría cegado por un terremoto. Con los vasos se encontraron semillas, que permitieron datarlos a inicio del Neolítico, por lo que son unas de las cerámicas mas antiguas de Andalucía. Además, es destacable la calidad técnica de su ejecución y decoración, a lo que hay que unir su excepcional estado de conservación. Esta sala termina con un panel donde se sitúan las pinturas rupestres de la provincia de Málaga, haciendo especial hincapié en las de la Cueva de la Pileta.

A continuación, llegamos a la sala dedicada a la Arquitectura Megalítica, en la que se habla del megalítico, con sus grandes dólmenes, así como de la Edad de los Metales. De aquella época se descubrieron en la provincia de Málaga enterramientos que estaban excavados en la roca, denominados hipogeos. Aquí se exponen, entre otras piezas, los ajuares de la Edad del Cobre encontrados en la necrópolis de Alcaide (Antequera), que cuentan con muchas puntas de flecha de sílex (4.500 A.P.) y piezas halladas en el Dolmen de la Cuesta de los Almendrillos (Alozaina), como punzones, azuelas, escoplos, etc.., datados hace 5.000 años antes del presente (A.P.). Igualmente son importantes unas pequeñas cabezas de cobre conocidas como “Venus de Benaoján”.

La siguiente subsección se titula “Fenicios e indígenas”, comenzando por un pequeño recorrido por los primeros asentamientos fenicios de Toscana, Chorreras y Moro de Mezquitilla. Después toma especial protagonismo la necrópolis de Trayamar, en la que se exponen piezas de este cementerio fenicio del siglo VII a.C. situada junto al río Algarrobo (aunque destruido en parte por la construcción de casas y una autopista). Entre esas piezas vemos una colección de lucernas encontradas en dos sepulcros. Estos objetos eran utilizados tanto para iluminar el interior de las cámaras funerarias, como para ser una luz que ayudaba al espíritu a encontrar su camino hacia el más allá. Pero la pieza estrella de esta sala es el Medallón de Trayamar, joya de oro decorada con una escena simbólica mediante las técnicas del repujado y granulado, en la que vemos, en la parte inferior, una serpiente sagrada Uraeus, en cuyas cabezas se posan halcones de Horus que miran hacia el centro, lugar donde se sitúa un disco solar y una media luna que porta un ave con las alas extendidas.

Hay que destacar tanto los grandes paneles cronológicos y de situación geográfica que nos vamos encontrando en nuestro recorrido, como los que ofrecen una información “extra” a la exposición. En esta segunda planta, por ejemplo, vemos uno dedicado a diferentes aspectos del pasado fenicio, como son los objetos exóticos. Aquí se habla del llamado Vaso egipcio de Churriana, identificado así por el canónigo y filólogo Francisco Pérez, cuando lo vio en 1782 en la colección de antigüedades que el conde de Villalcázar tenía en su finca El Retiro, sin saber que en su proximidad había unas tumbas fenicias descubiertas después. Nunca se confirmó que ese vaso procediese de un yacimiento malagueño. No sería hasta el siglo XIX cuando Manuel Rodríguez, conocedor del sarcófago antropomorfo encontrado en Cádiz, atribuyó al mismo periodo algunos hallazgos malagueños, algunos de los cuales hoy está desaparecidos.

Muy cerca, en otra vitrina independiente, se expone el tesoro de Cerro Colorado de finales del siglo III a.C. e inicios del II a.C., consistente en tres vasijas que fueron encontradas repletas de plata en todas sus formas, medio de pago habitual durante la Antigüedad. Las vasijas fueron enterradas en el suelo de una de las viviendas del poblado de Cerro Colorado (Benahavís), durante la I Guerra Púnica entre Roma y Cartago. En su contenido abundan lingotes, monedas (muchas de ellas recortadas) y anillos, entre los que destaca uno con la representación de la diosa Tanit. Entre las monedas encontramos algunas de las ciudades púnicas de Gadir y Ebussus, otras procedentes de Campania, imitaciones de Ampurias y otras monedas emitidas por la familia Bárquida, quienes impulsaron el dominio cartaginés en Iberia, las cuales se encuentran entre las más antiguas de la península. Algunas piezas tienen la representación de un elefante, símbolo de Cartago, o del dios Melqart, representado como el Heracles griego.

De esta manera llegamos a la sala titulada Necrópolis de Chorreras, por el ajuar funerario del siglo VIII a.C. expuesto en el centro de la sala (uno de los conjuntos más completos y mejor conservados de esa época), aunque también se expone piezas de otras necrópolis. Aquel ajuar data del siglo VIII a.C. y está compuesto por un recipiente de piedra arenisca, con una urna de alabastro en el interior, donde se depositaban los restos óseos de una persona, acompañado como ajuar de un escarabeo (amuleto con forma de escarabajo pelotero, que era símbolo de la resurrección). La urna se cerraba con una piedra y se sellaba con plomo fundido, mientras que en el exterior se depositaron dos jarros cerámicos de engobe rojo y un pithoi (una jarra de tamaño grande) que estaba tapado con un plato y pintado en rojo y negro.

En la vitrina que discurre a su alrededor vemos mas objetos interesantes, como los fragmentos de hierro, bronce y fayenza de una punta de lanza y regatón, falcata, greba o espinillera, fíbula, anillo y escarabeo, todos ellos datados a finales del siglo V a.C. e inicios del IV a.C. y encontrados en la necrópolis de Arroyo Judío en Cártama. Este conjunto formaba parte del armamento de un guerrero íbero, el cual era una posesión absolutamente personal, por lo que, tras fallecer, eran inutilizados para impedir que se usaran de nuevo y se colocaban en la tumba. Estos datos hacen pensar que las comunidades ibéricas vivían en unos casi permanentes conflictos internos y que tenían una mentalidad aristocrática y heroica.

En la misma vitrina haciendo esquina, podemos ver diferentes vasos de almacenajes, como, entre otros, un ánfora púnica de Malaka, un gran vaso ibérico de entre los siglos V-III a.C. para almacenaje, o un tonel de arcilla, rara vez conservado completo, de entre los siglos V y IV a.C. y encontrado en el cerro de la Tortuga. Este ultimo es un tipo de recipiente que servía para el transporte de sólidos o líquidos a lomos de animales de carga, para lo cual también era necesario complementarlo con la artesanía del esparto. Este hecho es una prueba más de la existencia de cierta movilidad comercial por tierra en aquella época.

Entre las joyas expuestas, nos han llamado la atención un colgante con escarabeo del siglo VIII a.C. hallado en la necrópolis de Lagos (Vélez Málaga) que cuenta con un jeroglífico egipcio con el nombre del faraón que vivió casi seis siglos antes Tutmosis III. Al lado vemos los adornos personales de oro de miembros de familias importantes de la ciudad fenicio-púnica de Malaka, encontrados en el hipogeo de santa Ana del siglo VI a.C. El modo en que se trabajó la orfebrería en algunas joyas, ha hecho pensar a los estudiosos que existía un taller local que producía estos objetos. También asociada a aquella ciudad, se expone un ajuar del siglo VI a.C. encontrada en una de las tumbas localizadas en el margen derecho del río Guadalmedina. Está formado por cuentas de collar, pendientes y amuletos, algunos típicamente fenicios y otros de origen egipcio, como el ojo de Horus.

Y así llegamos a la interesante Tumba del Guerrero, primer enterramiento que se ha encontrado en la península Ibérica conservado intacto y que contenía un individuo inhumado con indumentaria de un guerrero griego, que en su día estaba situada en la parte extramuros de la ciudad fenicia de Malaka. Antes de ver la tumba propiamente dicha, en un expositor se encuentran algunos de los objetos encontrados en ella, como un casco de estilo corintio, el mas habitual en el periodo arcaico en Grecia, aunque se fabricó en otros muchos lugares. En España, además de este, existen otros dos cascos, el de Jerez de la Frontera y el de Huelva. A su evidente propiedad defensiva hay que añadirle su decoración, consistente en palmeta, serpientes y águilas, ornamentación que lo haría más vistoso en el combate, lo que nos indica que perteneció a un guerrero de alto rango.

Al lado se expone una pátera con rosetón central de plata, que de nuevo indica el alto rango del personaje enterrado, la cual era siempre llevado por el guerrero. Éste debía ir al combate aseado por si encontraba la muerte poder partir con la mayor dignidad posible. Si resultaba herido, sus cortes debían ser limpiadas y tratadas con aceites y ungüentos, por lo que este recipiente para la higiene personal era un elemento indispensable en el equipo de un militar. Al lado podemos ver un quemaperfumes fenicio-púnico de doble cazoleta de arcilla, en el que se quemaban sustancias aromáticas durante el funeral. El que aquí vemos contenía todavía los restos de carbones que se emplearon en la ceremonia. Este objeto, al igual que el casco, se encontraron fuera de la tumba, con la estructura cerrada por razones desconocidas a día de hoy.

Aquí también vemos un colgante con entalle de Sejmet de oro, plata y cornalina que cuenta, en su reverso, con un grabado de esta diosa, divinidad de las guerras justas, que posee cuerpo humano y cabeza de leona. Dejamos el expositor a nuestra espalda y ascendemos por una leve rampa para ver la tumba. Comprobamos que la cámara mortuoria estaba excavada en el propio terreno natural, revistiéndose con grandes sillares de piedra arenisca local perfectamente ejecutados, constituyendo una arquitectura de la tradición fenicia de gran calidad. La cámara se encontraba cubierta por un tejado de madera plano o a dos aguas y, probablemente, un túmulo exterior señala el enterramiento. En unos paneles laterales podemos ver fotografías del proceso de excavación de esta tumba.

Empieza ya la subsección dedicada a la época romana, a la que se dedica mucho más espacio y que cuenta con todo tipo de materiales patrimoniales de gran riqueza y variedad, como esculturas, cerámicas, ánforas, epígrafes, mosaicos, etc.… La exposición se realiza, en vez de estrictamente cronológico, por grupos según el uso de los objetos. Nada más entrar a la sala, en el centro, vemos una esculturilla de bronce del siglo II a.C. que representa a Hércules-Melkart. Es en la zona del estrecho de Gibraltar donde se han encontrado un mayor número de pequeños bronces que representan a Hércules. El éxito de su culto en ciudades fenicio-púnicas se ha explicado por la asimilación de esa divinidad con el dios Melkart (forma fenicia del dios Baal), tras caer bajo la influencia de Roma.

Junto a esta vitrina, se sitúa un expositor donde se exponen más restos romanos de entre los siglos I y IV encontradas en la antigua Malaca, capital fiscal de la región que vivió una etapa muy prospera gracias al comercio del garum, riqueza que se reflejó en diferentes construcciones como en el teatro romano. Enfrente, junto a la pared, podemos ver diferentes pedestales, uno de ellos, encontrado en Cártama y del siglo II, fue un encargo de Lucio Porcio Victor para sostener una escultura de la diosa Venus Augusta.

Hablábamos anteriormente de la romanización, pues bien, un buen ejemplo de ese proceso lo tenemos en Acinipo, en la serranía de Ronda, que comenzó siendo una fortaleza ibérica asentada en lo alto de un promontorio que dominaba un camino natural que va hacia el valle del Guadalquivir y que, desde comienzo del siglo I, experimentó un rápido proceso de romanización, levantándose unas termas y un magnifico teatro, cuyos majestuosos restos es lo más destacado actualmente en el yacimiento. Aquí se expone un balsamario de bronce de entre los siglos I y II encontrado en las termas de la ciudad, acompañado de un aplique con forma de Júpiter, también de entre los siglos I y II, hallado en Eras de Peñarrubia (Teba).

La siguiente sala está dedicada a la industria y la fuente de riqueza de la Málaga romana, además de profundizar en las necrópolis, en cuyo centro vemos una tumba de una mujer, acondicionada con cristales para poder ver el pequeño ajuar encontrado en su interior. Alrededor de ésta se han colocado diferentes objetos interesantes: en el expositor del fondo, a modo de anexo con la siguiente sala, vemos un grupo de esculturas de entre los siglos I y II que decoraba una villa romana y consistente en una escultura tumbada que personificaba a una divinidad acuática, rodeada de representaciones del dios Baco. Y precisamente aquí, en el extremo del expositor, podemos ver la cabeza de este dios datada a finales del siglo I d.C., siendo la única parte de una escultura completa de bronce que ha llegado a nosotros. Su cabello se trabajó mechón a mechón, lo que denota que se hizo con un gran afán perfeccionista. Justo enfrente, colgadas de la propia pared, vemos los restos de unas pinturas murales de entre los siglos I y II que decoraba la parte residencial de una villa romana, ubicada en Fuengirola.

Y precisamente la siguiente sala profundiza mas en las villas romanas: aquí destaca el mosaico del Nacimiento de Venus del siglo II-III, de 7,40 por 4.50 metros. Este mosaico fue descubierto de manera casual a mediado de la década de 1950, cuando un vecino de la localidad de Cártama se encontraba realizando obras de cimentación en una vivienda, apareciendo a algo más de un metro de profundidad. Su decoración consiste en un emblema central, en el que aparece Venus desnuda, sujetando su manto con la mano izquierda, mientras se recuesta sobre una concha. Debajo de ella vemos dos delfines, animales consagrados a esta diosa. Se trata de una Venus “Anadyomene” (saliendo del mar) que, tal como se cuenta en el mito, nace de la espuma de las olas. Esta escena se encuentra rodeado de otras ocho metopas que contiene cada una un ave en su interior.

Este tipo de motivo no fue muy habitual en los mosaicos de Hispania, sin embargo, tuvo una larga tradición en el mundo romano, como se aprecia en algunas pinturas de Pompeya. No se sabe a que edificio perteneció este suelo, aunque su temática marina ha hecho pensar que podría haber pertenecido a una zona termal o relacionada con el agua. Si embargo, tampoco se descarta que pueda haber sido el pavimento de alguna dependencia de una gran domus destinada a la relación social, como el oecus o el triclinium, donde tenían lugar grandes acontecimientos, celebraciones o banquetes.

Junto a esta pieza, se encuentra el resto de otro mosaico del siglo IV d.C. con la representación del mito de Bellerofonte matando a Quimera, una de las primeras piezas arqueológicas de este museo, al ingresar aquí en el año 1905, tras ser hallado en un corrimiento de tierra. Este mosaico formó parte de una imponente villa romana situada a los pies de Gibralfaro, conocida como Puerta Oscura, que es un buen ejemplo para explicar la evolución de la ciudad romana de Malaca: a partir del siglo III, las clases pudientes abandonaron sus residencias del centro de la ciudad, que empezó a convertirse en una zona industrial de salazones, para alojarse en villas de lujo situadas en el entorno cercano. Según el mito, Bellerofinte pidió asilo al rey Petro, pero Antea, la reina, se enamoró de él, pero aquel la rechazó. Ofendida, lo denunció al rey, quien como castigo lo envió a Licia para que lo matases, pero Yobates, el monarca de ese reino, le encargó una serie de trabajos peligrosos, como el que se representa aquí: matar a la Quimera.

El recorrido continúa por una exposición del periodo visigodo, con unas pocas piezas para ilustrarlo. Entre ellas destacamos restos de adornos personales encontrados en una necrópolis de Segovia, como unas fíbulas de puente con motivos vegetales, un broche de cinturón decorado con adornos geométricos, una placa y hebilla de cinturón de bronce y hierro fundidos, que cuenta con una ornamentación en pasta vítrea (cerámica vidriada) que sigue la técnica del mosaico de celdillas y un collar de cuentas de cerámica, pasta vítrea, ámbar y piedra.

De la provincia de Málaga, concretamente de Cártama, procede un caño visigodo de entre los siglos VI y VII. Se realizó con mármol de la sierra de Mijas, con un caño de agua y decorado con motivos geométricos y cristianos. En un principio, en 1903 el epigrafista Manuel Rodríguez dató la pieza en época moderna, no siendo hasta muchas décadas después cuando se pudo confirmar su origen tardo antiguo.

Por último, llegamos a la subsección dedicada a la época hispanomusulmana, con una extensa recopilación de piezas procedentes del periodo de Al-Ándalus. Entre los siglos XI y XII, Malaqa alcanzó gran protagonismo en Al-Ándalus, cuya muestra más evidente fue la construcción de la Alcazaba. Durante la primera mitad del siglo XX, ese monumento fue objeto de diferentes excavaciones, lo que dio lugar a una enorme colección arqueológica, que va desde maderas a cerámicas, pasando por piezas de bronce y piedra como columnas, capiteles, lozas, etc. Fue en aquel siglo cuando en España comenzaron a surgir destacados islamistas, dos de ellos, Francisco Javier Simonet y su discípulo Francisco Guillen, eran de origen malagueño. Aquel primero colaboró en la lectura de los epígrafes islámicos de Málaga y Almería para el “Catalogo de la colección Loringiana”.

Entre esas piezas destacan las cerámicas decoradas con la técnica de la cuerda seca, encontrándose entre los grupos de mayor belleza de los recuperados en la Alcazaba. Esa forma ornamental se inició en el siglo X y tuvo su máximo esplendor entre los siglos XIII y XV. La técnica consistía en realizar los dibujos sobre la cerámica ya cocida, mediante óxidos metálicos de hierro, cobre, estaño o cobalto, dando como resultados colores verdes, azules, blancos, etc., separándose entre sí para que no se mezclaran por una línea negra de óxido de manganeso con aceite.

Entre ese grupo, destacamos la Orza de los leones (siglos XI y XII), llamada así por las siluetas de esos animales, acompañados por pájaros, que no representan ninguna escena, sino que son puramente ornamentales, siendo más importante la sintonía entre las formas que la representación de una captación realista. Seguramente, del mismo modo se utilizó los colores: sobre fondo blanco, el amarillo para las formas animales para que resaltaran entre los verdes. Lo que vemos es una reconstrucción creada a partir de muchos fragmentos, aunque ningún elemento del cuello, que probablemente sería muy resaltado. De igual manera destaca una jarra de dos asas (Siglos XIII-XIV) también encontrada en la Alcazaba.

Tanto colgadas en la pared, como en la vitrina podemos ver diferentes ejemplos de estelas y ladrillos funerarios de entre los siglos XIII y XIV. Se tratan de elementos que ornamentaban las tumbas. En la lápida funeraria de Comares del siglo X podemos leer la siguiente frase religiosa: “…el Sabio, no hay compañero para Él… y su profeta…”.

Más adelante, también colgadas de la pared, vemos diferentes muestras de madera de techos y tejados: unas provienen de la Mezquita Mayor que durante la etapa hammudí fue trasladada desde la Alcazaba hasta el lugar que hoy ocupada la actual Catedral, de donde proceden estas piezas de entre los siglos XIII y XIV; mientras que otras maderas son originarias de los dos palacios musulmanes de la misma Alcazaba. De ese mismo monumento procede un capitel de mármol con motivos epigráficos del siglo X que se expone al lado.

Enfrente, en una vitrina, podemos ver más muestras de cerámica, entre las que destaca la llamada Ataifor de la Nao del siglo XIV. Se trata de una cerámica dorada y vidriada (técnica procedente de Oriente, posiblemente de Persia, muy popular en el mundo musulmán), cuya circunferencia propia del ataifor se aprovechó para componer el dibujo de un barco y que utilizando azules y dorados metálicos se logró una embarcación con dos velas hinchadas. La escena es completada por cuatro peces, figuraciones muy raras en el arte hispanomusulmán. El centro de esta sala está ocupado por una fuente con estrellas de ocho puntas y cruces en arcilla vidriada (siglos XIV-XV) procedente del palacio de Buenavista, actual museo Picasso Málaga.

Los musulmanes de Al-Ándalus dejaron en la arquitectura y urbanismo una marca visible de sus creencias, especialmente con la construcción de mezquitas (según algunas fuentes y estudios arqueológicos, hubo al menos doce en la ciudad de Málaga). De una de aquellas mezquitas, situada en la actual calle san Juan, procede una pila de abluciones del siglo XIII que se encuentra expuesta aquí: tiene forma rectangular y cuenta con dos orificios para el desagüe. Se encuentra decorado con la técnica de cuerda seca con tonos verdes y negros, sobre fondo blanco. El centro está ocupado por una composición geométrica que contiene un epígrafe que traducido dice “Felicidad y dicha”, mientras que en los extremos dice “Prosperidad”.

Vamos a terminar el recorrido por la segunda planta del museo de Málaga dedicado a la arqueología con la boca o brocal de un pozo de entre los siglos XII y XIII decorada con epigrafias y motivos geométricos. Bien es conocido que los musulmanes de aquella época adoraban el agua, con ella se purificaban antes de ir a rezar, incluso llenaban sus jardines de fuentes y canales, así como con pozos con bocas como la que vemos aquí expuesta. Debido a ello, aquellas brocas se decoraban con alaifas del Corán sobre la salud y la vida plena. Existe documentación del geógrafo ceutí Al-Idrisi que escribió sobre el agua y los pozos de la “Malaqa” andalusí, según él, y los propios hallazgos arqueológicos, eran frecuentes la presencia de pozos en los patios de las casas de la mediana.

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