Estamos ante uno de los monumentos andalusíes mas importantes de España, a pesar de lo cual nunca se ha le ha llegado a realizar un estudio arqueológico global que aclare sus predecesores y arme una cronología histórica de la evolución de la Alcazaba. Se sabe que anteriormente a su construcción la colina estaba ocupada por los fenicios y después por los romanos. Con la llegada de los musulmanes la ciudad carecía de importancia estratégica y con pocos habitantes, por lo que simplemente se reaprovechó la muralla romana existente como elemento defensivo. Han sobrevivido pocos restos de la Alcazaba del periodo andalusí, puesto que se integraron en la fortificación del silo XI. Aun así, gracias a las crónicas de aquella época se sabe que ya existía una estructura defensiva desde muy temprano, concretamente en el periodo emiral, desde la segunda mitad del siglo VIII. Así, con la creciente importancia del puerto de Málaga que empezaría a tener un carácter estratégico y por los frecuentes y devastadores ataques de los normandos, las estructuras defensivas sufrieron diferentes obras de consolidación y ampliación que hasta el siglo IX eran muy débiles.
De igual manera, en el siglo X, en pleno periodo califal, se levantaron muros y torres construidos con sillares, que provocaron que, para regularizar el terreno, se demoliesen edificaciones previas a la Alcazaba taifa, lo que hizo que la fortificación previa desapareciera. Por tanto, es partir del año 1016, con el surgimiento de las taifas, cuando Málaga cayó en manos de la dinastía Hammudí, el momento en que se puede tejer una historia mas sólida sobre la Alcazaba. Fue en esa época cuando se levantó una gran estructura defensiva, haciendo desaparecer prácticamente a la anterior. Se incorporaron a la fortaleza funciones palatinas, administrativas y residenciales, igualmente la primera torre del Homenaje es de ese mismo periodo, aunque posteriormente fue recubierta en la etapa nazarí.
En los sucesivos periodos musulmanes, la Alcazaba fue reformada y ampliada en varias ocasiones: en el periodo de la taifa zirí, a partir del 1056 se le dota de un doble muro que discurría por el terreno irregular del cerro, se reformó el palacio hammudía, se levantó el barrio de viviendas y los baños. Pero fue en la etapa nazarí cuando la fortaleza tuvo un periodo de grandes reformas y trasformaciones. Desde el siglo XI hasta el XV la Alcazaba sufrió reconstrucciones y restauraciones que le han dotado de una amplia variedad de diferentes tipologías de sistemas constructivos.
Tras estas pinceladas históricas, nos disponemos a visitar la Alcazaba de Málaga, para lo cual accedemos desde la entrada situada cerca del teatro Romano. El paso para introducirse al interior del recinto no es muy diferente a como fue durante la Edad Media, es por ello que esta primera parte del recorrido está protegida con las denominadas fortificaciones de ingreso, las cuales fueron diseñadas exclusivamente para la defensa del acceso a la fortaleza, mediante un sistema de murallas, adarves, torres (como la exterior o albarrana, en cuyas esquinas podemos ver grandes sillares procedentes del teatro romano), puertas en recodo y ascenso o en zigzag por estrechas vías, lo que hacía que la entrada al recinto fuera prácticamente inexpugnable. La puerta Principal es la primera que nos encontramos en el ascenso, cuenta con un arco de medio punto de ladrillo y en su cuerpo se observa secciones de sillares también de ladrillos posiblemente anteriores al siglo XI. Su apariencia actual es del 1493, es decir de época cristiana, por lo que pudo haber sustituido a otra anterior en recodo.
A continuación nos topamos con el acceso a la torre de la puerta del Horno, que constituye el primer giro de ciento ochenta grados del recorrido. La puerta está construida con doble arco de ladrillo: la de arriba es de descarga y la de abajo es apuntada. Tras pasar por ella encontramos a nuestra derecha la torre que cuenta con un gran arco apuntado de ladrillo, además de una pequeña estancia descentrada con respecto a la puerta anterior y que está cubierta con una cúpula también de ladrillo.
El recorrido sigue en ascenso por una estrecha rampa protegida por torre, muros y adarve, hasta llegar a la puerta de la Bóveda Vaída. Fue construida en el siglo XI, aunque sufrió diversas reconstrucciones en el XIV. Se trata de la primera puerta en recodo que encontramos, aunque en esta ocasión la puerta está constituida por dos accesos independientes unidos por un patio, formando una U: el primer paso se realiza por una torre con dos arcos apuntados que da paso a un pequeño patio, cuya función fue la de servir para atacar verticalmente al intruso; el segundo, de mayores dimensiones que aquel primero, es de la propia torre que está cubierto por una bóveda vaída de ladrillo, de donde toma el nombre.
Este último acceso cuenta con una serie de arcos: uno primero de medio punto de ladrillo que fue renovado en el siglo XVI, el segundo de herradura del siglo XI, después va la bóveda mencionada anteriormente, para a continuación dar paso a otro arco de herradura sobre fustes de columnas romanas, después otro arco de herradura de piedra y ladrillo del siglo XI, y el último, más alto que los anteriores, lo constituye un arco rebajado con dovelas de piedra apoyado sobre columnas romanas reutilizadas. La parte superior de la torre con su habitación es obra de una restauración de los años 40 del siglo XX. Tras atravesar esta puerta, seguimos el ascenso por un camino protegido por adarves y torres que desde el año 1700 hasta los años 40 del siglo XX, era un túnel que estaba cerrado por bóvedas que sostenían construcciones militares, entre las que se incluía la residencia del Alcaide.
La siguiente, de acceso y salida directos, es la puerta de las Columnas que posee tres arcos: el de la primera cara que es de herradura apuntado enmarcado por una moldura o alfiz, y sostenido por columnas romanas de mármol blanco y capiteles corintios reaprovechados. El arco interno es de herradura ligeramente apuntado, también de ladrillo, mientras que el último, el de salida, igualmente es de herradura con alfiz en el que se van alternado las dovelas de piedra y ladrillo, cuya composición recuerda a los arcos califales en rojo y blanco de la mezquita de Córdoba. Aquí, al igual que el primer arco, también vemos fustes romanos y capiteles corintios reaprovechados.
Tras salir de la puerta, a nuestra derecha vemos, bajo el adarve, una serie de arcos muy bajos de medio punto que constituyen las únicas huellas supervivientes de las instalaciones militares del siglo XVIII y que desaparecieron en los años 40 del siglo XX. Al lado unas escaleras nos permiten llegar hasta el propio adarve (es decir el camino estrecho situado sobre la muralla) desde donde obtener una visión general de la calzada recorrida en este tramo de la fortaleza. Volvemos a bajar la escalera y retomamos el paseo, encontrando, en el mismo tramo de muralla y a escasos metros, una salida cerrada con reja que daba acceso a la Haza de la Alcazaba, esto es el espacio resultante entre la segunda línea de murallas y el lienzo de muralla que protege la comunicación entre la fortaleza y el mar, es decir la coracha marítima.
El ascenso continúa en un paseo entre torres, muros y adarves a derecha e izquierda, incluso atravesamos otra puerta no reconstruida, hasta desembocar a la torre de la puerta del Cristo del siglo XI, aunque el aparejo de soga y tizón de su interior (método constructivo en el que los sillares se van alternando: unos se colocan por su lado más largo y otros por el más corto) data del siglo X. La puerta se construyó en recodo, en forma de L, cuyo arco de entrada de ladrillo es de herradura apuntada, teniendo en su clave una dovela de piedra con una llave esculpida, al igual que ocurre en la Puerta de la Justicia de la Alhambra de Granada, y cuyo significado no se conoce con exactitud, aunque es posible que sea la representación del poder de abrir y cerrar las puertas del cielo que según el Corán le fue concedido a Mahoma. Un poco más arriba, sobre el arco, sobresalen dos ménsulas de piedra que son los restos de un matacán defensivo y que en la actualidad sujetan un escudo nobiliario fragmentado que fue colocado aquí durante la restauración de los años 40 del siglo XX.
El interior de la puerta del Cristo está conformado por cinco arcos, tres de ellos de herradura apuntada, cubriéndose los espacios resultantes con bóvedas, que contienen bastantes restos de revoque original, destacando la central, hecha de ladrillo y vaída (es decir, con forma semiesférica cortada por cuatro planos verticales), que conserva restos de revoque ocre. En el centro de la bóveda destaca un dibujo de lacería rojo, pintado con almagra u óxido, visible sobre uno de los muros verticales. El nombre de la puerta procede de la época en que la torre era una capilla que albergaba en su interior un retablo que contenía la imagen de un Cristo, cuya hornacina podemos ver hoy. Aquel retablo fue retirado en el siglo XVII, mientras que, en fechas más tempranas, en el año 1960, tras la restauración del recinto, la torre fue transformada en vivienda, por lo que hubo que demoler la zona superior. Por tanto, mas o menos desde la altura de la ventana hacia arriba, es de nueva construcción.
De igual manera, la salida de la puerta se monumentalizó durante aquellas restauraciones de los años 40 del siglo XX, diferenciándose claramente dos fábricas: la inferior de mampostería y la superior de ladrillo. Tras atravesarla, justo enfrente podemos ver uno de los silos de la Alcazaba excavados en la roca caliza que fue utilizada como prisión y, más hacia la izquierda restos de “opus signinum” (material de construcción compuesto básicamente por trozos pequeños de ladrillo o tejas, mezclados con cal y luego golpeados con un pisón) que formaban parte de una pileta romana, posiblemente para almacenar garum. El muro y la torre que discurre junto a esa pileta posee en la base grandes sillares romanos reaprovechados, lo que indica que fue levantado en el período emiral o califal.
Bien, saliendo de la puerta del Cristo tenemos dos opciones: girar a la izquierda para visitar la zona palaciega o a la derecha para llegar al recinto inferior. Decidimos dirigirnos a este último, el cual está constituido por un gran espacio que rodea por completo el recinto superior, en el que se asienta la zona palaciega. Este era el lugar donde los soldados realizaban sus vidas, tanto cotidianas como militares. Desde esta zona se pueden apreciar los muros de la parte sur del recinto superior, compuesto por numerosas y pequeñas torres muy cercas unas de la otra.
Pero esta parte de la fortaleza también contiene torres importantes, como la situada en el en el ángulo superior del recinto: la imponente torre del Homenaje. Fue construida en la etapa taifa, aunque durante el periodo nazarí, en el año 1057, fue revestida para darle más grosor y macizada en su parte baja, mientras que el gran arco de ladrillo en su cara este, que pudo haber servido como acceso independiente desde la medina al interior de la primitiva Alcazaba, fue taponado. Aquellas reformas hicieron que ocupara una de las casas del barrio de viviendas del siglo XI que existe en la zona interior que no es visitable. En esta zona baja de la torre se conservan fábricas de todo tipo: sillares, ladrillos, tapial, etc.
Desde aquí ya es visible los restos de un camino zigzagueante construido entre muros para comunicar la Alcazaba y el castillo de Gibralfaro, denominada coracha terrestre. Una coracha es una muralla que sale del recinto para proteger el acceso a otro recinto, incluso un rio o el mar. La mayor diferencia de éstas y las torres albarranas es que desde estas últimas se puede disparar, mientras que una coracha tiene un carácter meramente defensivo. El significado militar de esta coracha terrestre llegó a ser emblemático, al ser incorporadas por los Reyes Católicos al escudo de la ciudad.
Y el nexo de unión entre la coracha interior y la Alcazaba es la torre de los Abencerrajes o del Socorro, cuya puerta daba acceso a la misma para así mantener comunicados la Alcazaba y el castillo de Gibralfaro. La torre también cuenta, en uno de sus lados, con un baluarte en forma de cubillo que servía para guarnecer la entrada. Delante de nosotros una puerta con cancela impide el paso del visitante a la cara norte y este de la fortaleza, donde se sitúa, entre otros espacios, la torre de los Abencerrajes y el barrio de viviendas, ya que esta zona se encuentra cerrada al público por encontrarse en proyecto para su restauración.
Volviendo sobre nuestros pasos echamos un vistazo a la muralla inferior de la zona sur de la Alcazaba que se nos muestran con una gran altura, de hecho, son las de mayor tamaño de toda la fortaleza. Es desde este lienzo donde vemos los restos de la coracha marítima que transcurrían perpendicularmente en pendiente hacia el mar. De vuelta a la puerta del Cristo, en esta ocasión ponemos rumbo a la zona palaciega y residencial de la Alcazaba.
Lo primero que nos encontramos es una gran explanada ajardinada, que se asoma desde su mirador a la bahía de Málaga, con canales y fuentes, llamada patio de Armas o plaza de san Gabriel. Aquí no se han conservado ningún elemento original, su aspecto actual, realizado con materiales muy sencillos como piedra y ladrillos, que combinados dan como resultado un diseño geométrico, se le dio a mediados del siglo XX tras los trabajos arqueológicos. En aquellas excavaciones se encontraron enterramientos cristianos que debió pertenecer a la parroquia de san Luis, anteriormente mezquita de la Alcazaba.
Desde el patio de Armas ya se puede ver la puerta de los cuartos de Granada, a partir de la cual comienza el recinto superior, donde realmente se sitúa la zona de los palacios y residencias, sector en el que discurre una serie de canalillos por donde discurre el agua y que nos acompañará en la mayor parte de nuestro recorrido. La puerta de los cuartos de Granada está formada por una alta torre que fue demolida casi por completo hasta el arranque de los arcos en el año 1854. Fue reconstruida y restaurada en 1938 por el arquitecto Fernando Guerrero Strachan, quien siguió para tal menester un grabado de 1839 publicado por Guillén Robles en su obra “Málaga Musulmana”. En aquellas reconstrucciones, Guerrero Strachan le dio a la puerta más altura que la que tenía originalmente, pues tenía la intención de acondicionar en su interior diferentes estancias, donde se expondrían las piezas de cerámica encontradas en las excavaciones.
Pero antes de atravesar la puerta y ver su interior, recomendamos desviarse un poco del recorrido hacia la izquierda de la puerta de Granada. Aquí se abre una pequeña abertura arqueada, cerrada por una reja y por tanto no visitable, y a través de la cual se puede ver el bonito espacio que se encuentra entre la muralla del recinto superior y la del inferior. Si nos fijamos bien, podemos distinguir perfectamente un silo que, al igual que los otros que se encuentran en la fortaleza, fueron utilizados en época cristiana como mazmorras.
Volvemos a la Puerta de los Cuartos de Granada, conocida como del Tinel o de los Arcos, y nos disponemos a cruzarla. Esta potente torre, que protege por su extremo este el recinto superior, a pesar de haber sido reconstruida, aún conserva restos originales del periodo califal (aparejo a soga y tizón) y del siglo XI (mampostería entre filas horizontales de ladrillos). Se trata de una puerta de acceso directo, aunque en este caso doble, formado por pequeños pasillos en zigzag, reinventados en los años 40 del siglo XX. El primer paso, un pequeño patinillo a modo de buhedera, está decorado con una fuente de pared que contiene un pez del siglo XVIII y, tras unas cortas escaleras, un segundo paso, con una muralla que lo corta obligando a realizar un recodo a cielo abierto, en el que vemos una bañera neoclásica que hace la función de fuente y que rememora a las romanas.
Estamos ya de pleno introducidos en el recinto superior, la zona más alta del cerro que contiene los Cuartos de Granada, es decir los dos palacios (uno taifa y otro nazarí) y el barrio de viviendas del siglo XI, que incluye aljibe y baños (no visitable). Este espacio se adapta perfectamente a su forma alargada, extendiéndose tanto como el propio perímetro de la muralla lo permitió, y protegido por su extremo oeste por la torre de los Cuartos de Granada y en por el este por la torre del Homenaje. También es la parte más antigua de la fortaleza y la que mas reformas ha sufrido en sus usos, ya que ha desempeñado funciones administrativas y residenciales, así como haber sido sede del gobierno de la ciudad.
De esta manera desembocamos en el llamado patio de la Mazmorra, nombre que recibe por el silo que hay en su centro. Este entorno está compuesto, por un lado, por una fuente y por otro por el comentado silo, siendo proyectado geométricamente a la manera de los jardines hispanomusulmanes y como un espacio verde a modo de terrazas por el arquitecto Fernando Guerrero Strachan. Poco se sabe de la distribución original de este espacio, puesto que los restos arqueológicos encontrados no dieron pista alguna. Desde el adarve que rodea este patio, así como al resto del palacio, se puede obtener bellas panorámicas de la ciudad, con el teatro romano, la bahía sur y el norte del centro histórico.
Dejamos a nuestra espalda este patio y, tras subir unos escalones, llegamos al palacio de Taifa, uno de los más importantes de esta zona, al ser el primero que se construyó en la Alcazaba de Málaga. Vamos a ir haciendo un recorrido por sus diferentes partes, comenzando por el patio de los Surtidores del siglo XI, del cual sólo se ha conservado el pabellón sur, habiendo desaparecido el del lado norte. Su nombre proviene de dos surtidores de agua que se conservan en medio del patio, actualmente en desuso. En época cristiana esta era la zona donde residía el alcaide, pero cuando se trasladó a la zona baja, todo el espacio fue ocupada por viviendas populares hasta el año 1933, momento en que se iniciaron las excavaciones arqueológicas, encontrándose in situ los elementos que permitieron levantar el actual palacio.
El pabellón sur está compuesto por varias zonas, presentando en su fachada un pórtico de tres arcos, a los lados dos festoneados y otro central angrelado y de mayor dimensión, que fue renovado en los siglos XIII o XIV. Sus dos finas columnas, de las que la de la derecha es original, están coronadas con capiteles cuadrangulares decorados con motivos vegetales, de clara inspiración nazarí, mientras que uno de los cimacios conserva su epigrafia con letras blancas sobre fondo rojo de época nazarí que dice “y no hay vencedor sin Dios”.
Inmediatamente después, tras éste se encuentra un pórtico con triple arquería de herradura, uno de los elementos más característicos de este palacio, ya que los reyes de taifas, con la intención de imitar su grandeza, siguieron aquí los modelos califales que podemos ver en el Salón Rico de Mediana Azahara en Córdoba, es decir la división del arco en dovelas con estuco rojo y blanco y tallado con ataurique (rica ornamentación consistente en motivos vegetales que utilizaban mucho los árabes). Las columnas cilíndricas sin baza son finas y se construyeron en madera que después fue recubierta de yeso. Los capiteles son de tipo granadino sobre el que se sitúa un cimacio de piedra rojiza, un elemento arquitectónico que sirve para aumentar el plano de apoyo.
A la derecha del pórtico se encuentra otro de los considerados puntos de mayor interés de la visita a la Alcazaba: el pabellón de los Arcos Lobulados, sala limitada en sus cuatro lados por arcos polilobulados y entrecruzados del período zirí y de clara inspiración del arte califal cordobés, como se puede apreciar en la actual mezquita-catedral de esa ciudad, aunque en este caso se utilizaron materiales más pobres. Está conformada completamente por piezas originales del siglo XI, momento en que se construyó con un objetivo puramente decorativo, ya que se pretendía dotar de mayor representatividad política esta zona del palacio. Desde estas salas, separados por un pequeño patio, se accede a la torre de Maldonado y sala de la Armadura Mudéjar.
Vamos a visitar aquella primera, la torre de Maldonado, que ocupa el lugar en el que se levantaba una mezquita real donde los reyes de taifas cumplían con sus deberes religiosos. Posteriormente, cuando los almohades ocuparon Al Ándalus, fue remodelada y agregada a la parte defensiva de la fortaleza, y cuyo aspecto nos ha llegado a día de hoy.
En aquella reforma se la dotó de la triple arquería con arcos angrelados, que es original, a través de la cual se accede al interior y que le da cierto carácter representativo. La arquería está sostenida por dos columnas de mármol, también originales, con la inscripción de textos del Corán que dicen “Dios, no hay Dios si no él, señor del trono, el excelso en una” y “Dios, no hay Dios sino Dios, en él confío, a él volveré en la otra”.
En su interior también se ha conservado los restos de un friso con decoración de lacería (ornamentación con motivos vegetales), bajo la cual discurre un texto epigráfico que traducido dice “La gloria de Dios perpetua. La gloria de Dios eterna”. Esta sala también estuvo ocupada por viviendas modernas que fueron demolidas en 1933 para conseguir así su aspecto actual.
Junto a la torre discurre un pasillo que, tras pasar debajo de un arco de herradura, desemboca en la sala de la Armadura Mudéjar, llamada así por contar en su techo con una bella armadura de madera de sección trapezoidal. Este espacio fue muy reformado en el siglo XVI, tras la conquista, momento en que fue cubierto con esta armadura, actualmente rehabilitada y que se ha mantenido en su lugar de origen. Su parte más ornamentada es el centro, en el que podemos ver estrellas y cinco piñas de mocárabes, de las que la central es de mayores dimensiones. De igual manera, cuenta con molduras renacentistas de mútulos, hojas greco-romanas y pequeñas hornacinas en los frisos o aliceres. Como dato curioso, aquí fue donde durmió Felipe IV en el año 1625 cuando visitó Málaga. En el centro de la sala podemos ver hoy una maqueta de la Alcazaba que fue realizada en el año 1960.
Tras terminar el recorrido por el palacio de Taifas, enseguida comenzamos el paseo por el palacio Nazarí, donde la presencia del agua es más intensa que en el resto de instalaciones del recinto. Está compuesto por dos patios rectangulares con pabellones en los extremos más cortos: el de los Naranjos y el de la Alberca, ambos construidos sobre otras edificaciones anteriores de época taifa. Esta zona fue nuevamente levantada y muy restaurada durante las obras de la década de 1940, aunque siguiendo la planta de la construcción original, en base de la cual se levantaron los edificios actuales de modo historicista que seguía los alzados de los palacios granadino, para lo cual se utilizaron techumbres y cubiertas reutilizadas de otros espacios del monumento.
Por tanto, la distribución fue clara, se colocaron los huecos de las puertas y las albercas según los hallazgos arqueológicos, aunque no se pudo determinar si las arcadas estaban sostenidas por columnas o pilares, ni la distribución de las alcobas, ni la altura de las salas, ni tampoco el tipo de cubierta que tuvieron.
El patio de los Naranjos se articula en torno a dos alberquillas, de las que aparecieron sus trazas originales y sus azulejos. En él se enfrentan dos pabellones al norte y sur, con habitaciones a cada lado con usos museísticos, que se encuentran cubiertas con bóvedas rectangulares o esquifadas pintadas por Hermenegildo Lanz, mientras que las columnas recrean las de los palacios nazaríes de Granada. En algunas de esas salas se exponen restos decorativos originales, como partes de arcos con dovelas adornadas de atauriques, encontrados en las excavaciones de la zona. En otras cobijan una exposición titulada “Técnicas y usos de la cerámica en la Málaga musulmana de los siglos XI-XV”, en la que de manera didáctica se cuenta el proceso de fabricación y distribución de la cerámica en aquella época, a partir de fragmentos hallados en las excavaciones en la ciudad de Málaga y también de reproducciones de piezas encontradas en la Alcazaba.
A éste le sigue el patio de la alberca o del Arrayán que se articula en torno a una gran alberca central. En sus dos extremos se levantaron dos pabellones que, al igual que el patio anterior, tienen usos museísticos, exponiéndose en la sala norte, entre otras piezas, parte del pavimento original.
En el extremo norte del pabellón se levantó una torre-mirador, ya que en las excavaciones arqueológicas se encontraron restos de una, al igual que el arranque de unas escaleras. Por su parte la sala del pórtico sur se encuentra cubierta por una techumbre de madera que fue traída desde uno de los pabellones militares demolidos en la zona del túnel, comentado anteriormente.
Finalmente, al otro lado de estos patios, cerrada al público de momento, se encuentra el patio del Aljibe y el barrio Castrense o de Viviendas, levantado en el siglo XI y compuesto por un conjunto de ocho viviendas, algunas de ellas con dos plantas, que contaban cada una de ellas con retretes y saneamiento, así como un sistema de aguas pluviales y residuales que eran evacuadas fuera del entorno amurallado. El barrio se compone de calles muy estrechas que se repartían alrededor de un patio interior. Se calcula que aquí Vivian unas 50 personas que trabajaban en el servicio del rey o gobernante. Esta parte del recinto superior, al contrario que el palacio Nazarí, se descubrió en buen estado, gracias a que no se construyó encima. Para su preservación se levantaron en algunas de las casas una techumbre, mientras que otras fueron reconstruidas en la década de 1970.
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