MÁLAGA

MUSEO IDEADO ORIGINALMENTE POR EL PROPIO PICASSO


El germen inicial de este museo hay que buscarlo en el año 1953, cuando el propio Picasso, junto con el entonces delegado provincial de Bellas Artes de Málaga Juan Temboury, manifestó su deseo que tener en su ciudad natal un espacio donde exponer sus obras, pero desafortunadamente el proyecto no llegó a ver la luz. A raíz de las exposiciones “Picasso clásico” y “Picasso, primera mirada” que tuvieron lugar en 1992 y 1994 respectivamente, Christine Ruiz-Picasso, viuda de Paul Ruiz-Picasso (hijo mayor del artista), inició contactos con el ayuntamiento de Málaga para retomar en el año 1996 aquel proyecto fallido de su suegro. De esta manera se creó la Fundación Museo Picasso Málaga Legado Paul para gestionar las 233 obras donadas por Christine y Bernard Ruiz-Picasso, nuera y nieto del artista, institución que dirige en la actualidad el museo. Aquel proyecto de 1953 se hizo realidad finalmente en octubre de 2003 cuando fue inaugurado el Museo Picasso Málaga por los entonces reyes de España Juan Carlos I y Sofía.

Para exponer aquellas donaciones, que constituyen el núcleo principal de la colección permanente y que de manera periódica es complementada por préstamos de obras seleccionadas de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso (FABA), el gobierno de Andalucía adquirió el palacio de Buenavista. El origen de este inmueble se sitúa en el año 1530, cuando Diego de Cazalla, regidor de la ciudad, lo mandó construir en estilo renacentista para ser su residencia. Desde el siglo XVI fue uno de los edificios civiles más señeros de la ciudad por su privilegiada situación y sobre todo por su poderosa torre mirador. Su sencillo esquema, compuesto por un patio porticado alrededor del cual se reparten dos pisos, hizo que se utilizara para diferentes menesteres a lo largo de la historia sin necesidad de transformar su estructura.

Durante los años 50 del siglo XX alojó el Museo de Bellas Artes, para después, ya entrado el siglo XXI, fue objeto de reconversión para adaptarlo a su nueva función de Museo Picasso, proyecto que fue realizado por Richard Gluckman, Rafael Martín Delgado e Isabel Cámara. Para ello se derribaron dos casas situadas en la parte de atrás del museo y se construyeron una sala de exposiciones temporales y un salón de actos. De esta manera, se yuxtapuso la arquitectura contemporánea con la renacentista del palacio. Entre las obras más importantes que tuvo el edificio antiguo fue el cambio de lugar de la escalera para conseguir una recepción más amplia, la instalación de lucernarios con dos capas de vidrio para controlar mejor la luz, la musealización y adaptación de los restos arqueológicos encontrados en el subsuelo del palacio, etc.…

Nos disponemos ya a realizar el recorrido por su colección, para lo cual es necesario hacer una cola bastante larga para conseguir los tickets, por lo que recomendamos comprarlos desde la web oficial del museo y así ahorrar mucho tiempo. Las obras expuestas en este espacio suelen cambiar periódicamente, por lo que es un museo muy vivo. La colección está constituida por la permanente del Museo Picasso Málaga (MPM) constituida, como hemos señalado anteriormente, por las 233 obras donadas por Christine y Bernard Ruiz-Picasso, y la colección de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso (FABA), institución que colabora de manera continuada con este museo, realizando diferentes actividades, exposiciones temporales y prestamos de obras que se suelen renovar con frecuencia, por lo que quizás alguna de las obras que comentemos aquí no esté expuesta en el momento de tu visita.

En total más de 230 obras de arte entre pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, etc., las cuales son todo un catálogo de la variedad de estilos, materiales y técnicas, además de las innovaciones revolucionarias, que Picasso utilizó durante su carrera artística. Comenzamos nuestro recorrido por la planta baja del palacio, topándonos en primer lugar con diferentes fotos y textos biográficos a modo de introducción en la figura de Picasso. También vemos un audiovisual donde podemos ver a Pablo Picasso pintando mediante trazados uno de los animales, junto con las palomas, que más ha representado: el toro.

A continuación, de modo cronológico se va haciendo un recorrido por las obras del artista, desde el año 1894 hasta el 1972, un año antes de su fallecimiento. De esta manera la primera sección que encontramos es la titulada “Damas y caballeros” donde se exponen una serie de retratos datados entre el año 1894 y 1906, entre ellos podemos ver el óleo sobre madera titulado “Fernande con matilla” (París, 1906).

Enseguida nos adentramos en la sección “Cubismo: cuerpos” con obras de 1906 a 1914. Aquí se expone un gran tapiz de lana de casi tres metros de altura por más de dos y medio de ancho, basado en la pintura de Picasso “Las señoritas de Aviñón” de 1907, cuya original se expone en el MOMA de Nueva York, en Estados Unidos. Esta que vemos es una obra realizada por Jacqueline de la Baume-Dürrbach, tejedora que tenía un estudio en Cavalaire, y el maestro cubista. En la parte izquierda inferior, justo debajo de la “firma de Picasso”, podemos ver una A dentro de una C, se trata de la marca registrada de aquella tejedora. El malagueño empezó su compromiso con la tapicería como expresión artista en 1928, cuando colaboró con la modista Marie Cuttoli, que tenía un taller en Argel, en la que ella y otras mujeres hacían tapices para venderlos en París. Cuttoli introdujo el tapiz en el siglo XX, persuadiendo además a los artistas de vanguardia para que diseñaran para este medio tradicional.

Este tapiz fue creado en 1958, pero antes esta artista ya había recreado el “Arlequín” de Picasso de 1920 (reproducción que se encuentra actualmente en el National Gallery of Art, Washington DC) y luego la obra “Guernica” de 1937, cuya recreación se encuentra hoy en día en la sede de las Naciones Unidas. En la obra que nos ocupa, Dürrbach reemplazó los colores mezclados del original con transiciones nítidas entre parches de color de bordes duros, siendo, en términos de técnica, más moderno que el original. Picasso quedó encantado con el resultado, de hecho, dijo "mis invitados piensan que es horrible y hablan de sacrilegio. No pueden ver mis colores en él, pero eso es precisamente lo que me atrae ", según el historiador John Richardson, el pintor les decía a sus visitantes que la versión tejida era “mucho mejor que la original”.

A continuación llegamos a la sección “Cubismo: bodegones”, en el que se exponen trabajos de 1911 a 1922. Aquí nos llama la atención una de las esculturas de la exposición: “Copa de absenta” (París, 1914). Esta bebida, de sabor amargo y alta graduación alcohólica, fue muy popular en los rincones bohemios de la Francia de principios del siglo XX. Para beberla se vertía la absenta sobre un terrón de azúcar situadas en una cucharilla perforada, al que se le añadía agua fría. Esta obra, genuinamente cubista, fue realizada por Picasso originalmente en cera, añadiéndole después una cucharita para beber absenta. Después tuvo una edición de seis ejemplares en bronce pintadas con distintos colores. Para reforzar la sensación de transparencia, el artista fraccionó en partes el cristal, sugiriendo así el contenido del vaso. Este tema fue ampliamente representado en obras de Manet, Cézanne o Toulouse-Lautrec, artistas que posiblemente influenciaron en él.

En la misma sala que la anterior se encuentra la sección “Clasicismo moderno”, con creaciones de 1922 a 1923. En esta parte del museo se expone la obra titulada “Las tres Gracias” (París, 1923) que hace referencia a personajes que encarnan el concepto de belleza, el encanto, la fertilidad, la generosidad y la amistad, según el precepto clásico. Además, estas diosas de la mitología griega eran capaces de dotar a los hombres de los atributos necesarios para ser artistas. Esta obra en grisalla (técnica en la que se utiliza una paleta monocromática) forma parte de la revisión de la iconografía clásica que Picasso hizo a mediados del siglo XX, cuando se encontraba en Antibes (la antigua ciudad griega de Anfípolis), sumergiéndose en el helenismo. Para Picasso en el arte no hay pasado ni futuro, una obra debe vivir siempre en el presente, si no fuera así, no merecería la pena detenerse en ella, y pone como ejemplo el arte griego, egipcio y de otros grandes pintores de otras épocas, cuyas creaciones no son arte del pasado, sino que siguen estando vivos en el presente.

Aquí trata aquel tema en un lienzo de grandes dimensiones, en cuyo fondo neutro y uniforme de imprimación gris colocó tres estilizadas figuras femeninas esbozadas al carboncillo y resaltadas por finas capas de pintura blanca, lo que les confiere la apariencia de esculturas. Como dato curioso, la figura central posee un rostro, cuyos rasgos recuerdan a los de Olga Khokhlova (bailarina rusa con la que se casó y con quien tuvo un hijo, Paulo), mientras que las otras dos figuras probablemente estén inspiradas en las caras de Sara Murphy y la condesa de Beaumont.

Continúa el recorrido por “Modelos, bañistas y mujeres desafiantes”, con obras realizadas entre los años 1927 a 1933. En este apartado se exhibe el óleo sobre lienzo de 187 por 128 centímetros titulado “Bañista con balón” (Dinard, 1929). Aunque hemos visto poco, ya nos hemos dado cuenta que el arte de Picasso se basa en una transformación constante, claro ejemplo de ello (y más que veremos durante el resto del recorrido) es esta obra, donde el artista da un nuevo giro convirtiéndose en una figura destacada del surrealismo, por lo que en aquellos años 30 es a la vez clásico y surrealista.

Esta planta baja se completa con una gran sala destinada a exposiciones temporales y con la pequeña exhibición de cerámica picassiana titulada “Hecho de tierra”, cuyas piezas están datadas entre los años 1931 y 1962. El título de esta sección hace referencia al hecho de que Picasso, al igual que hacían los pintores rupestres prehistóricos, usó tierra, huesos y fuego para crear arte. Se sintió fascinado con la arcilla con barniz crudo que, al someterse al calor intenso, se transformaba, es decir, la materia sufría una metamorfosis cuyos resultados finales frecuentemente eran diferentes a la idea original. Pablo Picasso descubre el universo de los alfareros en el sur de Francia, comenzando a producir piezas de manera continuada en la fábrica de Madoura de Vallauris. El artista tuvo una gran atracción por este lugar, no sólo por sus viejas casas y sus antiguos hornos de leña, sino también por la facilidad que le brindaron los propietarios de Madoura, Suzanne y Georges Ramié, para experimentar con este arte primigenio, con el que se le abría una oportunidad para descubrir nuevas formas con diferentes materiales.

De esta manera el malagueño aprendió no sólo las técnicas tradicionales de la alfarería mediterránea, sino también las de decoración mediante engobes, óxidos y esgrafiados, además de la cocción con horno de leña de tipo romano. En una vitrina de esta sala vemos diferentes ejemplos, desde un jarrón que por su forma es llamado “Cabeza de mujer” (Vallauris, 1951), platos decorados con diferentes escenas, como toros, vasijas con naturalezas muertas, etc. Pero quizás la que más destaque de todas estas piezas es la llamada “Insecto”: se trata de una vasija (conocido en la Provenza como gus, y utilizado para guardar agua o vinagre) a la que Picasso le dio forma de un animal de seis patas: las asas por las que se pasaba una cuerda para colgarlo en la pared, aquí parecen las patas del insecto, mientras que la boca es la cabeza. Por tanto, estamos ante un buen ejemplo para entender la filosofía del artista de transformas objetos cotidianos en algo nuevo, piezas familiares que a la vez desprenden un aire enigmático. A pesar de ello, Picasso no utilizaba la técnica para crear ideas preexistentes, sino más bien, utilizaba la propia técnica para amplias sus límites, logrando efectos que otros artistas hubieran tachado de imposibles.

En relación a la escultura picassiana, en el momento de nuestra visita al museo tenía lugar una exposición temporal titulada “Picasso escultor. Materia y cuerpo”. En apariencia la pintura eclipsó la escultura de Picasso, aunque para él no se trataba de una cuestión secundaria, sino mas bien una forma de expresión igual de válida que la de la pintura, siendo dos vertientes complementarias. La primera vez que se organizó una exposición de sus esculturas fue en 1966 en París, mientras que un año después se hizo en la Tate Gallery de Londres. Hasta ese momento sus obras escultóricas habían recibido escasa atención critica.

“Picasso escultor. Materia y cuerpo” fue la primera gran exposición en España dedicada a esta faceta artística de Picasso. La exhibición estaba compuesta por obras que demuestran la importancia del cuerpo humano para este artista, quien lo entendía como una totalidad, pero también como fragmentos. Las obras en tres dimensiones se distinguen, al igual que el resto de producción artística picassiana, en la innovación y la utilización de técnicas y materiales poco ortodoxos. Picasso también llevó los principios cubistas que utilizó en la pintura, a la escultura. En definitiva, su obra es entendida como una alternancia entre el modelado y la construcción, tanto en hierro soldado, como en madera o chapa de metal, añadiendo además el vacío como nuevo elemento, algo crucial para la escultura moderna. El último material que utilizó Picasso fue la chapa recortada y doblada, alguna de las cuales serían un modelo a pequeña escala de otras obras monumentales que se construiría con hormigón o acero corten.

Entre las obras destacadas que formaban parte de esta exposición temporal encontramos “La dama oferente” (1933), prestada para la ocasión por el Museo Reina Sofía de Madrid. Se trata de una figura femenina monumental y desproporcionada modelada en yeso en 1933, a partir de la cual se fundió en bronce en 1972 o 1973. En este ultimo año se colocó en la tumba de Picasso, en el castillo de Vauvenargues, uno de los dos ejemplares que existen de esta escultura, el otro es el que vemos en esta exposición temporal. El yeso original también dio lugar a otra hecha de cemento, que actualmente ha desaparecido, y que fue una de las cinco esculturas que Picasso presentó junto a su famosa obra “El Guernica” en el pabellón de España de la Exposición Internacional de París de 1937.

Destacan también: “Mujer en el jardín” (1930-1932), que resume muy bien los postulados cubistas y surrealistas, la obra en yeso de “Cabeza de mujer” (1937), las de bronces “Mujer con naranja” o “Mujer con manzana” (1934), “Cráneo (Cabeza de muerto)”, realizado en el año 1943 en el contexto de la II Guerra Mundial, etc. La exposición también se complementa con una serie de figuras pequeñas de bronce realizadas en los años 40 en Boisgeloup, una selección de piezas de manos y cabezas en bronce, ensamblajes de madera pintada y creadas en los años 50 en la Costa Azul, concretamente en Vallauris, y pruebas con chapa recortada y pintada de obras como “Cabeza de hombre barbudo” (1954) o “Sylvette” (1954).

Antes de abandonar la planta baja, entre el patio y la librería, se encuentra la sección “El taller de Picasso. Photocall”, mediante el cual podemos irnos a nuestra casa con una foto en el taller del artista. Es una experiencia bastante divertida, consistente en subir a la tarima adaptada para tal fin, mirar al objetivo y cuando estemos listos pulsar con el pie un pedal situado en el suelo, tras lo cual en una pantalla veremos la fotografía resultante. Con nuestra foto de recuerdo, ahora sí ponemos rumbo al sótano donde se encuentran los restos arqueológicos fenicios, romanos y partes originales del palacio del siglo XVI.

Terminada la visita a los yacimientos arqueológicos nos dirigimos a la primera planta en la que continúa la exposición permanente (recuerda que las obras suelen rotar, en el momento de tu visita unas pueden no estar y sin embargo exponerse otras diferentes) repartidas en las salas V a la XII. Así el paseo continúa con la sección “Metamorfosis y abstracción” que comprende el periodo de 1927 a 1932: en estas obras Picasso demostró cómo el deseo era capar de dividir el cuerpo en fragmentos independientes, los cuales se irían encontrando y disfrutando una de la otra, en apariencia al azar. En otras pinturas y esculturas, sin embargo, reinterpretó la figura como una forma geométrica, mediate esferas y pirámides, incluso la transformó en una masa retorcida de tentáculos.

A continuación encontramos la sección “El minotauro y otros monstruos” en la que se exponen una selección de obras datadas entre 1928 y 1938. De todos los alter ego de Picasso, sin duda el minotauro era el más famoso. El artista, muy inspirado en la tauromaquia española, modeló la imagen de este monstruo mitológico dándole su sello personal al trasladarlo a su propio mundo y recreándolo en momentos precisos de su vida, como años problemáticos o de transición. De esta manera el minotauro pasa a ser una proyección del propio Picasso, una válvula de escape que utiliza como una máscara tras la cual el malagueño disimula esa dualidad. La primera vez que Picasso pintó este ser mitológico fue en el año 1928, el periodo más prolífico fue el que va desde 1933 al 1938, después de manera episódica en 1940, 1953 y 1958, mientras que el último lo representó en ese último año.

En 1928 el minotauro es simplemente una cabeza situada sobre dos patas gigantes, en la Suite Vollard es un alegre comensal, posteriormente dionisíaco que disfruta de las orgias del escultor y sus modelos y que acaba muriendo en la arena a manos de un joven con un estoque; en 1935 la minotauromaquia aparece en un escenario teatral, en 1938 su efigie perdura en algunos cuadros, en 1940 es una bestia hibrida, en 1953 se metamorfosea de nuevo y en 1958 su apariencia es más la de un toro que la de un minotauro. Por supuesto en esta exposición no podía faltar algunos ejemplos, como la pintura titulada “Bodegón con minotauro y paleta”, la última de una serie de cuatro cuadros que Picasso realizó en noviembre de 1938. En él, en una atmósfera inquietante y misteriosa, vemos objetos relacionados con la cultura, como un libro, una vela, pinceles y una paleta, todo ello unido a la destrucción representada por la cabeza del propio toro o minotauro.

Otra de las obras que nos ha llamada la atención es “Sueño y mentira de Franco” (París, 1937), consistente en un libro ilustrado y editado como carpeta que contiene dos aguafuertes y un poema de Pablo Picasso. Aquí podemos ver un facsímil de la cubierta y del poema “Fandango de lechuza”, igualmente se exponen los estampados sobre papel de las planchas originales hechas con aguafuerte con aguatinta al azúcar sobre cobre. Es evidente, pues, la adhesión de este artista a la causa republicana y su apuesta en favor de la libertad de su país natal, para lo cual representó a Franco de una manera muy grotesca, deforme y agitado, mintiendo y destruyendo. El libro, hecho a manera de un cómic, cuya secuencia se debe leer de derecha a izquierda ya que en la impresión quedó invertida, lo realizó meses antes de iniciar el Guernica, incluso las últimas viñetas nos recuerdan la iconografía de esa pintura. Se editaron mil ejemplares, cuyos beneficios fueron destinados al fondo de socorro de la República Española.

La siguiente sección lleva el título de “Miradas implacables” y está constituido por retratos realizados entre los años 1934 y 1939. Entre 1927 y 1936 la nueva y joven musa de Picasso, Marie-Thérèse Walter, inspiraría su obra, como en el óleo sobre lienzo de 1938 titulado “Mujer con sombrero”, en el que el artista combina la vista frontal y lateral propia de aquella época. A comienzos del verano del año 1936, coincidiendo son su estancia en Mougins, Picasso comenzó a tener como referente para sus retratos a Dora Maar, cuyo rostro se convirtió para él en una obsesión ligada a su constante búsqueda de innovaciones y representaciones de la cabeza humana. Quizás por ello las primeras versiones eran retratos muy estudiados de la primera impresión de sus rasgos, explorando cada línea, expresión y gesticulación de la chica, que después representaría con ternura al combinarlos a menudo con fantasías poéticas.

La siguen dos secciones diferentes, pero que se complementan entre sí, que contienen obras de un convulso periodo: “La anatomía del terror”, con piezas de entre los años 1936 a 1948 con desnudos en los que es palpable el terror del comienzo de la II Guerra Mundial y figuras oscuras sufriendo la contienda; y “Rostros de guerra y paz”, con trabajos de los años 1944 a 1950, en la que vemos también retratos de Françoise Guillot, que se convirtió en su compañera después de la guerra, pintándola con vivos colores, como una flor radiante para celebrar el renacimiento de Francia. La combinación de estas obras, unas llenas de color y otras tristes y oscuras, reflejan los sentimientos de Picasso durante la guerra y la postguerra, en las que además vivió una época personal complicada (pero también de las más creativas de su vida), al alejarse de París por el inminente inicio de la guerra y trasladarse a Royan con su nueva amante Dora Maar, su ex amate Marie-Thérèse Walter y su hija Maya.

Dora Maar también quedó representada en la obra “Mujer con los brazos levantados” (Paris, 1936), cuadro con un claro carácter ornamental. En esta pinta vemos a aquella mujer con la cabellera negra extendiéndose por detrás de la cabeza, como si estuviera tumbada y la perspectiva de nuestra vista fuera desde arriba. Es importante señalar que en aquellos tiempos en Estados Unidos tenía lugar la Gran Depresión que asoló el mundo rural, mientras que en Alemania se va a inaugurar una exposición de “arte degenerado”, en la que se condena el movimiento moderno.

Se accede a continuación a la sección “Bestiario”, en el que se exponen representaciones de animales realizadas por Picasso entre 1941 y 1960. Una de las obras más sorprendentes por su extremada sencillez es la titulada “Cabeza de toro” (1943), ya que está compuesta por un simple sillín y un manillar de bicicleta. Es un buen ejemplo para comprender mejor el universo picassiano, en el que el artista transformaba la realidad de elementos comunes y, tras recombinarlos y soldarlos, creaba una escultura que es todo un poema visual, con un toque dramático y a la vez cómico. Ambos objetos están liberados de su función primigenia por la que fueron ideados y son perfectamente reconocibles, poseyendo una ambigüedad y una doble vida, que era todo un principio para Picasso, al posicionarse contra las imposiciones de la pintura como mera representación de la imitación de la realidad.

Centrándonos en los animales, a Picasso les gustaba mucho, no sólo en su vida diaria en la que siempre estaba acompañado de ellos, sino también en su bestiario en el que los pintó reiteradamente, sobre todo aves, perros, gatos, cabras y, como hemos visto, toros. En sus obras sometió a estos seres a continuas metamorfosis, a las que le atribuía valores simbólicos. Pero las palomas fueron para Picasso antes que un símbolo, una realidad vivida, puesto que su padre tenía un palomar, por lo que desarrolló ese tema desde sus primeras obras y en diferentes momentos de su carrera. De esta manera este animal se convertiría en el predilecto de su bestiario, en especial durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, época en la que la paloma se convirtió en un símbolo mundial de la paz, a partir de sus litografía del congreso de la Paz de 1949.

El óleo “Tres palomas” (Cannes, 1960) posee una disposición geometrizante a partir de las formas angulosas. En él vemos en un extremo a una de las aves en su tronera, mientras que, en el otro y en segundo plano, se sitúa una salida que deja ver la luminosidad azul del día. Es precisamente eso lo que le diferencia de las pinturas de palomares de su padre que los representaba con una composición cerrada, detallista y con tonos ocres, mientras que Picasso les daba a sus creaciones libertad formal, cromática y especialmente mental.

Inmediatamente comienza la sección “Paisajes carnales”, con obras datadas entre los años 1944 a 1971. Entre ellas destaca el óleo “Susana y los ancianos” (Niza, 1955) en el que se representa una escena del Antiguo Testamento, la cual ha sido reproducida por numerosos pintores, especialmente por el italiano Tintoretto que fue muy estudiado por Picasso. El cuadro cuenta la historia de Susana, la bella esposa de Joaquín quien era un rico judío en el Exilio Babilónico. Ocurre que la mujer es vista desnuda y deseada por dos ancianos que habían sido nombrados jueces, poniéndose de acuerdo para sorprenderla sola y abusar de ella para así perjudicarla.

En cuanto a la escultura, en esta sección podemos ver dos: “Mujer desnuda con los brazos abiertos” y “Mujer”, ambas representan a Jaqueline Roque, la segunda y última esposa de Picasso, realizadas en Cannes en el año 1961, el año en que contrajeron matrimonio. Las dos obras metálicas están realizadas con chapa recortada, doblada y pintada y, en general, rememoran los papeles recortados que Picasso hizo no sólo cuando era niño y creaba figuras elementales, especialmente animales, sino también en los años cuarenta, durante la Segunda Guerra Mundial. Este método permitió al artista decidir dónde y cómo doblar el metal, además de experimentar con el tamaño y el reparto de los espacios vacíos. Por tanto, este tipo de escultura fue un invento de Picasso como la forma permanente de aquellos papeles recortados, aunque otras voces señalan que este material lo comenzó a utilizar de manera simultánea a los juguetes hechos con ese mismo metal que creaba para sus hijos.

La siguiente sección “Regreso al mediterráneo” contiene obras realizadas entre 1948 y 1960, cuando Picasso ya estaba instalado en el sur de Francia. Aquí también se exponen tanto obras pictóricas como cerámicas, entre ésta última destacamos un plato circular de gran tamaño (Cannes, 1957), inspirado en los modelos mozárabes que tenía el centro con forma convexa, y que en Francia es conocido como “plat espagnol” (es decir, plato español). Para su decoración se inspiró en los objetos de la Antigüedad, en este caso consiste únicamente en un busto de un fauno, uno de los motivos que Picasso utilizó frecuentemente en sus cerámicas, tanto en platos, como cuencos, azulejos, vasijas, estatuillas… Al igual que el fauno, el artista también representó a otros habitantes del mundo clásico como centauros y flautistas en anteriores esculturas y grabados.

Entre las pinturas destaca la titulada “Jacqueline sentada” (Paris, 1954), la cual forma parte de una serie de retratos de su nueva musa, Jaqueline Roque Hutin, que Picasso pintó en su estudio de la rue des Grands-Augustins de París. En estas obras se observa el impacto inicial como fuente de inspiración que provocó la mujer en el artista, seleccionando aquellos rasgos que para él transmitían tanto su aspecto físico como su temperamento, como era costumbre en Picasso cada vez que retrataba la imagen de una mujer. En este lienzo colocó la figura delante de tres franjas de colores (rojo para el suelo, amarillo para el espacio de detrás y azul para el cielo), lo que hace pensar que el escenario que representó era al aire libre, bajo el sol del Mediterráneo. En contraste con las pinturas tardías de Jaqueline, en la que aparece desnuda, aquí su cuerpo compacto está formado por una forma triangular casi plana, con un vestido de rombos que se pliega únicamente en la zona de las rodillas.

La siguiente sala está dedicada a las “Miradas familiares” con retratos realizados entre 1962 y 1965. El recorrido por el museo Picasso Málaga finaliza en la sección “El niño sabio”, en la que se exponen obras de 1970 a 1972, justo un año antes de su fallecimiento. Aquí vemos, entre otras obras, la titulada "Niño con una pala" (Mougins, 1971), pintura realizada por el artista cuando contaba con casi 90 años, por lo que probablemente es su ultima gran pintura que tiene relación con su infancia. El clásico doble perfil en este caso podría significar la dualidad de un anciano y el niño que fue un día.

El óleo sobre lienzo titulado “Hombre, mujer y niño” (Mougins, 1972) pertenece a los últimos años de vida de Picasso, en los que los “mosqueteros” (personajes relacionados con Rembrandt, referente de Picasso en los últimos tiempos) y que protagonizaron abundantes obras, en las cuales, además, el artista reflejó temas clásicos de su producción, como es la masculinidad y la paternidad. Esta obra, junto con otras muchas, fue expuesta en el Palais des Papes de Aviñón después de la muerte de Picasso, que ocurrió el 8 de abril de 1973. En esta pintura utilizó líneas regulares que reproducen las crestas del cartón ondulado que una vez empleó en sus collages. Los espacios vacíos y calados de las tres figuras nos hacen pensar en algunos ejemplos de su escultura. El extraño sombrero de la mujer recuerda las composiciones biomórficas (“bio” o vida y “morfo” que significa forma) del "estilo óseo" que impregnó sus obras entre los últimos años veinte y su etapa surrealista.

De la misma época, en la que el artista se mueve con mucha libertad en la composición, cromatismos y temática, y en la que representó retratos de personajes estrafalarios con jubones, espadas, etc., es el cuadro titulado “Mosquetero con espada” (Mougins, 1972), el cual también fue expuesto en la última exposición autorizada por Picasso celebrada en el Palais des Papes de Aviñón. Esta obra contiene muchos trazos negros que conviven con el resto de la composición hecha a base de una combinación de trazos largos, cortos y puntos bastante coloridos. En este retrato, y en otros de la misma época, Picasso mezcló diferentes iconografías, como el Siglo de Oro español, los toreros del siglo XIX, la España canalla del siglo XVII, etc. que se disimulan con la imagen de los mosqueteros, aunque los pinceles fueron cambiados por dagas o espadas.

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