Hora o Chora de Tinos mantiene la misma estructura laberíntica, típica de las Cícladas, que invita al visitante a pasear y explorarla perdiéndose por sus calles. La fisionomía de la ciudad surgió en el periodo comprendido entre los años 1715 y 1745, coincidiendo con el abandono del castillo situado en Exomvourgo, cuando se vivía un período de paz y prosperidad gracias, sobre todo, al final de las incursiones piratas que permitió un asentamiento con puerto. La “ciudad de San Nicolás”, como se llamaba a Hora por la iglesia homónima del puerto, tomó su forma definitiva después de la inmigración de personas de Creta, Eubea y otros lugares. Sus habitantes se dedicaron al comercio, restringiendo a los agricultores a los pueblos del interior.
Comentábamos que hasta aquí llegaron personas de otros lugares de Grecia, como Creta o Eubea, y es que este flujo migratorio de multitudes de refugiados que llegaron a la isla hizo que el número de habitantes de la ciudad aumentara en el segundo cuarto del siglo XIX. Los habitantes de Chora continuaron ocupándose de las actividades comerciales, aunque en un rango menor. La Chora de Tinos es una ciudad muy pintoresca, ya que, al tradicional encalado blanco de las paredes, hay que añadir muchos elementos de mármol, piedra muy común en la isla, con la que se han realizado diferentes piezas y esculturas desde siglos atrás.
Otra de las características de las calles de Chora de Tinos son sus espacios estrechos, que están pavimentados con las características losas de Karystos, cuya particularidad son sus tonos que va del verde, marrón, gris y azul. En el camino nos toparemos con preciosos arcos y, por supuesto, con pintorescas puertas con escalones encalados que conducen a su interior. El blanco puro de las paredes se complementa con las abundantes buganvillas que dan toques rosas o verdes, además de otras plantas que los habitantes del Chora plantan en grandes macetas de barro.
Mientras se pasea por las callejuelas se irá descubriendo antiguas mansiones e iglesias, villas con amplios jardines, cañadas y fuentes, y casas con blasones, todo ello muestra del desarrollo urbano de la ciudad en el período comprendido entre los siglos XVIII y XIX, buena prueba de la prosperidad económica y social de aquellos años. Buen ejemplo de la importancia industrial de la época la encontramos, cerca de la iglesia metropolitana de los Taxiarcas, en una callejuela donde hoy se encuentran los bares musicales que en su día fue un importante foco comercial, ya que aquí se producía el monopolio del combustible y la sal.
Muy bonita es la calle Evangelistrias que conduce desde el puerto hasta la iglesia de la Virgen María Evaggelistria, una antigua vía peatonal pavimentada llena de pequeñas tiendas construida a mediados del siglo XIX, en la que se venden todo tipo de recuerdos, como iconos pequeños y grandes, bordados locales, joyas, collares de cuentas, dulces tradicionales, etc., y conforme se va acercado al templo, vemos velas de cera de todos los tamaños, ofrendas, pequeñas botellas para almacenar el agua bendita, etc. La paralela, la avenida Megalocharis se construyó más tarde, en los años 50 del siglo XX, por ello es más ancha y accesible para los coches, contando además con una larga alfombra para los fieles que se dirigen al templo de rodillas o a cuatro patas.
Es en la propia calle Evangelistrias, más o menos en su inicio, se encuentra, junto con el edificio de las autoridades locales, una fuente de mármol llamada Kato Vrysi construida en 1798, es decir, data prácticamente de cuando se creó el asentamiento de Chora. Se trató del principal manantial que surtía de agua a la ciudad por aquel entonces.
Uno de los distritos más pintorescos es el de Malamatenias, llamado así por la iglesia de Kimiseos tis Theotokou (Malamatenia), cuya principal característica es su imponente entrada de mármol. En el siglo XVIII emigraron hasta aquí unos cretenses que trajeron consigo un icono de Panagia Megalomatas. En aquel tiempo la iglesia homónima estaba dedicada originalmente a san Jorge, cuyo icono se remonta al siglo XVII. En el siglo XVIII la iglesia necesitó de unas obras de ampliación, al tiempo que también se instalaron diferentes elementos de mármol, como los marcos de las puertas en las que se representó a san Jorge y a la Virgen.
A pocos pasos se encuentra la iglesia de Agios Nikolaos que actualmente es católica, pero no siempre fue así: hasta el año 1715 era ortodoxa, pero en ese año, durante la dominación turca en Tinos, después de un acuerdo entre los dogmas católicos y ortodoxos, se realizó un intercambio entre esta iglesia y la iglesia metropolitana de los Taxiarcas (ángeles), la cual hasta ese mismo año era católica. Y así fue como pacíficamente ambas iglesias cambiaron su dogma religioso.
La iglesia metropolitana de los Taxiarcas se cree que tuvo su origen durante los años de dominación veneciana, aunque fue renovada por completo en 1759, como así lo demuestra la inscripción sobre la entrada. La iglesia está considerada como un museo de arte postbizantino, sobre todo debido al presbiterio de madera dorada y sus iconos. Según la creencia popular, el presbiterio fue construido en Constantinopla en el siglo XVIII, siguiendo la tradición bizantina y barroca. Se considera uno de los biombos más bellos del presbiterio (8 metros de largo), ya que está adornado con perforaciones que le dan el aspecto de un fino encaje, dando un efecto de fragilidad entre los iconos que lo rodean. Todo ello, así como el hecho de que la iglesia albergara el icono de la imagen de la Anunciación durante el período en que se estaba construyendo la iglesia de la Panagia Evaggelistria, hace que esta iglesia sea especial y atraiga a muchos visitantes.
Por su parte, la iglesia metropolitana de los Taxiarcas se sitúa en el distrito de “Pallada”, barrio que, según una teoría recibe su nombre precisamente por sus numerosas casas adosadas (palatia) en el paseo marítimo, mientras otras voces sostienen que su nombre deriva de "palantzes", una balanza que se utilizaba para pesar mercancías. En la actualidad es en este barrio donde se celebra el marcado al aire libre, en el que se vende pescado y productos locales. Aquí también se encuentra, en el borde del barrio, la iglesia de san Antonio.
El puerto de Tinos también merece un paseo, se encuentra repleta de tabernas, restaurantes y cafeterías, establecimientos donde tomar algo mientras se disfruta de la vista del mar y el perfil de otras islas circundantes. Aquí, lo primero que llama la atención es una especie de rotonda de mármol situada en la plaza Pantanassi, entre el muelle y las calles de Chora, realizada en los años 20 del siglo XX. Aunque funciona como una ronda para el tráfico de vehículos, su función principal es para festividades religiosas, en especial el del Viernes Santo, cuando en esta plataforma se encuentran las procesiones sepulcrales de las cinco iglesias parroquiales de la ciudad.
Pero en el puerto también encontramos dos monumentos conmemorativos que merecen ser visitados: junto al faro del antiguo puerto, tras cruzar un parking que le quita encanto, se sitúa el Monumento Elli, diseñado y construido por el escultor local N. Paraskevas, que recuerda el hundimiento del buque llamado así que participaba en la celebración de la Asunción el 15 de agosto, y que fue hundido por un torpedo de un submarino italiano en 1940, durante la II Guerra Mundial. Junto al monumento se encuentra uno de los cañones que tuvo el buque que ha sido restaurado para ser utilizado en fiestas importantes. El otro monumento se encuentra en el extremo sureste, junto a la Fundación Cultural de la Isla de Tinos, que homenajea a los Héroes Caídos.
La Institución Cultural de Tinos fue fundada en el año 2002 y se encuentra albergada en el interior de un edificio de estilo neoclásico de principios del siglo XX, uno de los más importantes de la isla que funcionó como hotel y hospital, hasta que en el año 1977 fue comprada para albergar aquella institución, cuya misión es la de estudiar y promover la historia, la cultura y la tradición de la isla de Tinos. Su interior cuenta con salas de conferencias y exposiciones, igualmente posee una biblioteca con libros sobre Tinos y las Cícladas en general. También hay una exposición permanente dedicada a la obra del maestro escultor de la isla de Tinos, Giannoulis Halepas.
Si seguimos avanzando hacia el sur, dejando el puerto a nuestra espalda, nos toparemos con una escultura de mármol que representa a una sirena que se encuentra entre las rocas del mar. Y es que si Copenhague, Pirán e incluso Naxos tienen su sirena particular, Tinos no podría ser menos teniendo en cuenta su historia con el mar. Si seguimos bordeando el mar, algo más allá vemos una extraña casita que no logramos saber qué es y que también se encuentra dentro del mar, sobre unas rocas, ¿quizás una casa de verano para gatos? Finalmente, si caminamos ahora por una calle que se bifurca, la odós Kazanova, tras un corto paseo estaremos en el cabo Pasakrotiri, donde se encuentra el Memorial de las Guerras Balcánicas que conmemora a los guerreros que murieron en aquellas contiendas. Desde aquí se obtienen buenas vistas sobre el mar, el propio puerto y el resto de la isla.
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