A poco menos de 15 kilómetros del Chora de Tinos se encuentra este bonito pueblo tradicional de montaña con edificios blancos, rodeado de naturaleza, y uno de los pueblos más antiguos de la isla que ha sabido conservar su esencia. En concreto las casas se distribuyen de forma de anfiteatro, extendiéndose por la pendiente de la colina, entre chumberas y árboles. Aquí viven unos 200 habitantes, la mayoría de los cuales son católicos, quienes principalmente se ganan la vida dedicándose a la agricultura o criando ovejas o ganado. En la Edad Media se llamaba “Pasaje”, ya que era necesario atravesar todo el pueblo para llegar al Castillo de Xombourgo, que por aquel entonces era la capital de la isla.
Ocurrió que en el siglo XVIII la iglesia parroquial de Nuestra Señora pasó a estar dedicada al patrón del pueblo, Agios Agapitos, lo que hizo que el asentamiento cambiara su nombre por otro nuevo: Agapi. El pueblo no solo presume de esta bonita palabra que en griego significa “amor”, sino que también lo hace por poseer una arquitectura tradicional de sus edificios, los cuales conservan elementos tradicionales de la isla de Tinos, como dinteles decorados con motivos populares.
Iniciamos el paseo desde la zona norte, donde una calle formada por escalones nos da la bienvenida y nos invita a adentrarnos entre las calles del pueblo, para refugiarnos del calor del verano. Enseguida nos damos cuenta que, efectivamente, se trata de una villa típica cicládica pero con elementos singulares propias de la Tinos, con callejones pavimentados, salpicados por arcos, escaleras y bonitos rincones.
Pero antes de atravesar el primer arco que nos encontramos, vemos un cartel muy explicativo de las diferentes opciones que existen para las rutas de senderismo. Concretamente se trata de la ruta M4, llamada ruta del agua y los castillos, con sus diferentes variantes denominadas M4A y M4B. Entre ellas se encuentran los senderos que unen Agapi con Volax (2,1 kilómetros que se realizan en 45 minutos), con Koumaros (3,8 km en 1h y 20 minutos), con Exomvourgo (4,5 km en 1h y 40 minutos), etc.… Por supuesto, cada ruta posee diferentes desniveles del terreno, normalmente de unos 300 metros.
Ahora sí atravesamos el pintoresco arco que contiene un largo pasaje que al parecer es uno de los más grandes de la isla de Tino. Dentro de esta galería, colgado en las vigas del techo, cuelga un letrero de madera que escrito en griego indica que estamos en el “Túnel del amor”, por lo que todas las parejas que pasen por debajo deben darse un apasionado beso, no en vano estamos entrando al pueblo del amor. Por otra parte, dentro del propio túnel, a la derecha, se accede a un ‘kafeneion’, una cafetería típica, desde cuyo balcón se obtiene una bella panorámica del valle.
Ya estamos introducidos de pleno en el pueblo y enseguida nos topamos con una de las fuentes de mármol que surten de agua fresca y potable a los habitantes y visitantes. Como ocurre en algunos dinteles de las puertas de las casas, en esta fuente podemos ver esculpidos motivos florales. Por otro lado, cerca se encuentra la antigua escuela que se adaptó para albergar en su interior un museo de fotografía, con el fin de registrar y guardar las imágenes de la isla.
A pocos pasos se encuentra la iglesia responsable de que el pueblo tenga el actual nombre, como ya explicamos anteriormente, la de Agios Agapitos. Destaca su blancura que contrasta con el tono azul, presentando en las puertas y ventanas molduras de mármol, como no podría ser de otra manera. El 18 de agosto de cada año se celebra un gran festival en honor a este santo que dura toda la noche, con actuaciones musicales y delicias culinarias. Si lo tuyo es el turismo religioso, no puedes dejar de visitar el santuario de Panagia Vourniotissa, situado a 4 kilómetros al norte del pueblo. En él se guarda el icono que, según la tradición, fue encontrado por unos pescadores de Sklavochorio el 8 de septiembre de 1670 (por cierto, el famoso pintor griego Nikolaos Gizis nació en aquí, en Sklavochori, en el año 1842).
En el paseo incluso te encontrará con pequeños detalles que nos hacen comprender el nivel de seguridad y confianza que hay en el pueblo en particular y en toda la isla en general: estamos hablando de manualidades que los vecinos de Agapi realizan con sus manos y que las ponen a la venta a cambio de algunas monedas, que se encuentran sin ninguna supervisión, simplemente se confía en los visitantes. Suelen ser suvenires hechos con determinadas piedras y pintadas con el típico ojo que ahuyenta la mala suerte, o diferentes representaciones como animalitos (abejas, mariquitas, etc.) o flores, corazones, etc. Sin duda es una oportunidad de adquirir recuerdos originales por el precio justo que consideremos.
El espacio más grande que encontraremos en Agapi es la plaza Agapitos Filippousis, situada justo debajo de la antigua oficina de la comunidad, donde se sitúa un antiguo manantial con su agua corriendo continuamente desde dos caños de mármol, y unos lavaderos tradicionales. En el centro se encuentra el monumento que rinde homenaje a los fallecidos nacidos en este pueblo, durante las diferentes guerras que Grecia ha vivido. Finalmente, en el otro extremo de la plaza hay una cafetería y una pequeña tienda de comestibles.
Ya hemos visto que Agapi está construido en forma de anfiteatro en una ladera de montaña, bajo la cual discurre un pequeño valle llamado Griza que está atravesado por un arroyo que en la antigüedad fue uno de los ríos más grandes de la isla de Tinos. Hoy, el agua y el paraje verde crean un bonito paisaje, enfatizado por pintorescos puentes y aún más por los palomares tradicionales de Tinos que se encuentran repartidos por la zona, además de un antiguo molino de agua.
Aquí vemos buenos ejemplos de estos edificios que constituyen todo un ejemplo de arte popular en la isla de Tinos, si bien, los más famosos y mejor conservados se encuentra en las inmediaciones de Tarambados, muy cerca de aquí. Y no es de extrañar que la mayoría de estos palomares se encuentren en esta parte central y centro-oriental de la isla, ya que son las zonas más fértiles, donde abunda el alimento para las palomares y a su vez, sus excrementos son un fertilizante de calidad para los cultivos, utilizados ya desde la época veneciana, además de por su sabrosa carne. La primera evidencia escrita oficial de la existencia de estos singulares edificios es del año 1726, cuando se hace referencia a un palomar en ruinas en Spilia, cerca de Komi.
Lo que distingue a los palomares de Tinos del resto de Grecia es su ornamentación exterior, construido siguiendo tanto patrones geométricos, como triángulos, rombos, cuadrados, etc., como no geométricos, como formas de cipreses, sol, etc., ya que se piensa que estos patrones llaman la atención a las palomas. Se estima que existen en la isla de Tinos unos mil quinientos palomares, los cuales, como ocurre aquí, fueron construidos en laderas orientados hacia el agua, mirando hacia el lado más resguardado y teniendo aperturas hacia el sur. Constan de dos plantas: la inferior era utilizado como almacén para las herramientas de trabajo en el campo, cuya puerta estaba situada en el lado norte, mientras que la superior era el palomar propiamente dicho.
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