Tarambados o Tarampados es un pequeño pueblo tradicional ubicado a 4 kilómetros de la Chora de Tinos, más o menos en el centro de la isla, a 338 metros sobre el nivel del mar. Está situado en un entorno privilegiado, en el pequeño valle donde se encuentra el singular conjunto de palomares que se distinguen del resto de la isla por su tamaño, su belleza y su diseño artístico que veremos después. Esta pequeña villa tiene su origen a principios del siglo XVIII, bajo dominio veneciano, por ello ha mantenido la religión católica hasta nuestros días. Es evidente que, a pesar de su tamaño, el pueblo tiene un encanto especial con sus estrechas calles, típicamente cícladicas, compuestas por casitas blancas que, al igual que ocurre en el resto de la isla de Tinos, presentan diferentes elementos de mármol.
Estamos pues, en uno de los pueblos más pintorescos de la isla, en el que perderse para vere esas casas tradicionales, repartidas en una estructura evidentemente cicládica. Las calles están protegidas por numerosas arcadas de madera que fueron utilizados como escondites durante las incursiones de los piratas. Uno de ellos, situado al sur y datado en la época medieval, podría decirse que sirve de majestuosa entrada al pueblo. Para resaltar más la belleza de este arco, se colocó sobre él la imagen de una Virgen con el Niño, bajo la cual se lee “santa Madre de Dios, sálvanos”, una plegaria para pedir seguridad en los momentos de asedio de los piratas. Seamos religiosos o no, este primer arco ya nos está avisando de lo bonito que es Tarambados.
Empezamos el paseo y, tras atravesar el arco comentado anteriormente, a los pocos pasos desembocamos en una coqueta placeta donde encontramos por un lado una taberna, cuya terraza en ese momento estaba ocupada en parte por los lugareños que charlaban alegremente mientras se tomaban un café, y por otro el elemento más destacable de esa estampa, un arco situado al lado: su parte superior ya nos anuncia que las formas geométricas son algo más que simples motivos ornamentales, como veremos después en los palomares.
Las calles laberínticas hacen que, por casualidad, lleguemos a la iglesia ortodoxa de Agios Charalampos, o san Caralampio, del siglo XVIII. Aquí cada 10 de febrero se celebran las fiestas en honor a este santo, momento en que es tradicional encalar por dentro y por fuera la iglesia. Es entonces cuando las mujeres limpian los alrededores del templo, pulen los candelabros y decoran el santuario con flores. Tras finalizar la misa se sirven dulces típicos en el patio y comienza la fiesta que a veces culmina en la plaza principal con bailes ‘balo’ y ‘syrto’ al son de músicos que tocan instrumentos basados en el violín. La gente que celebra su onomástica abre sus casas al público, habiendo decorado sus mesas con hermosos juegos de vajilla y manteles blancos. Se sirve una gran variedad de platos locales con abundantes cantidades de vino hasta altas horas de la noche con ofrendas de psarakia, merengues, pasteli y xerotigana junto con raki casero.
Continuamos el paseo y comprobamos que una de las particularidades de Tarambados son sus letreros realizados con losas de mármol, en las que se han representado mediante grabados los contornos de los rincones más representativos del pueblo, junto con su correspondiente flecha que indica la dirección que hay que seguir para llegar a ellos. A pesar de ser un pueblo muy pequeño, este tipo de ayudas se agradecen enormemente. Y gracias a esa ayuda llegamos a la iglesia católica de Agios Mixalis o san Miguel, cuya festividad es el 29 de septiembre.
Hablando de religión católica, aquí en Tarampados vivía una monja de la orden franciscana que soñó en varias ocasiones con la Virgen María, quien le indicó donde debía ir para encontrar su icono. Después de varios intentos, la monja convenció a los lugareños para que lo buscaran y, por fin, el icono fue encontrado bajo un montón de juncos, como así se lo señaló la Virgen María. El icono, que representa a la Virgen con el niño en brazos, fue descubierto a principios del siglo XVII, pero está fechado en el siglo XV. En un primer momento el hallazgo fue trasladado a la iglesia de Agios Mixalis de Tarambados, pero los días siguientes el icono desapareció para aparecer de nuevo en el lugar donde fue encontrado, por lo que allí se construyó la iglesia de Panaghia de Vryssi, cerca de la playa de Aghios Romanos. Actualmente se conserva en la iglesia de Archanghelos Gabriel de Tarambados por seguridad, pero en víspera de su celebración el 14 de agosto, se traslada a Vrissi. El icono es considerado milagroso entre los creyentes, por lo que aquel complejo es el lugar de peregrinación católica mas grande de la isla de Tinos.
Seguimos descendiendo por una escalera la ladera de esta parte del valle y ya poco a poco vamos viendo los edificios más característicos de Tarampados, los palomares. Pero antes de hablar de ellos, merece la pena descansar un rato en la capilla, también católica, de Agios Loukas o san Lucas, desde donde se obtiene una bella panorámica del valle de Kambos y sus palomares.
Desde aquí, bajando la escalera se llega a un puente de piedra, bajo el cual se conservan antiguos lavaderos. Si volvemos sobre nuestros pasos y cruzamos el puente, comienza una ruta senderista que conduce hasta Agapi, pasando por Smardakito y Komi, además de andar muy cerca de algunos palomares durante todo el recorrido. Por el lado contrario a la anterior ruta, también hay un camino que discurre entre cauces, manantiales, árboles, juncos y vegetación que es ideal para huir de los calurosos días de verano.
Ahora sí, nos detenemos en los palomares, el sello distintivo de la isla de Tinos, de los que se estima que hay entre 800 y 1300. Aunque existen palomares en muchas islas Cícladas, es aquí donde se encuentran los más bellos y mejor conservados, datados entre los siglos XIII y XVI. Fueron los venecianos quienes comenzaron a criar estas aves tras descubrir el buen sabor de su carne y que sus excrementos eran un estiércol de gran calidad. Los venecianos ya contaban con hábiles artesanos que inmediatamente ampliaron su capacidad para construir casas artísticas, capillas, molinos de viento y elaborados palomares. La primera evidencia escrita oficial de la existencia de estas estructuras data de 1726, cuando se menciona una casa en ruinas en las inmediaciones de Komi.
El derecho a criar palomas estaba reservado a los nobles venecianos hasta que finalmente abandonaron la isla, tras lo cual los lugareños continuaron con esta práctica única que continúa hasta la actualidad. En Tinos la mayoría de los palomares se concentran en la zona central y centro-oriental de la isla y en los valles de Agapi, Potamia, Tarambados, Leivadas y Kardiani. Se trata de las zonas más fértiles de la isla, donde hay alimento para las palomas y sus excrementos siguen siendo utilizados como fertilizante en los campos de cultivo agrícola. De hecho, ya en 1701, el viajero Piton de Tournefort escribió que Tinos era "la isla mejor cultivada" del Egeo.
En este valle se conservan alrededor de veinte de ellos, distribuidos por las laderas de la colina, mirando hacia el agua, cerca de los cultivos y con un cierto ángulo teniendo en cuenta el viento y el entorno para facilitar el aterrizaje y despegue de estas aves, mientras que la puerta de entrada a la planta baja normalmente se encontraba en el lado norte. Los palomares de Tinos, verdaderos monumentos de la arquitectura popular, son estructuras de pizarra y cal construidas como si de una pequeña fortaleza se tratase con varios niveles, en cuya planta baja fue utilizada para almacenar las herramientas y utensilios agrícolas, mientras que las palomas, los pájaros de Afrodita, vivían (en algunos de ellos siguen viviendo) en el primer piso. Los nidos de las aves son agujeros cuadrados en filas simples o dobles en la pared del palomar, de cuya parte inferior sobresalen unas losas de piedra para que se puedan posar estos animales.
Estos palomares fueron diseñados siguiendo tanto patrones geométricos, como triángulos, rombos, cuadrados, etc., como no geométricos, como las formas de cipreses, del sol, etc. Se cree que estos elaborados patrones son la razón por la que las palomas se sienten atraídas por estos palomares. En los alrededores también se conservan algunos de los molinos de viento, parte integrante de la cultura de las Cícladas, que en su momento funcionaban en Tinos, una isla de viento, por lo que este tipo de construcciones fueron muy comunes para aprovechar su potencia. Los palomares han influido tanto en la arquitectura de Tinos en general que incluso hoy en día se pueden ver algunas casas construidas siguiendo los mimos patrones geométricos.
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