Los tramos de muralla que hoy perduran en Ronda pertenecen a la época musulmana, cuando la medina debía ser defendida de los ataques de los cristianos, de levantamientos y revueltas e incluso de otras taifas o reinos musulmanes que pretendían anexionar este territorio al suyo. En la medina se encontraba el centro neurálgico de la ciudad, es decir la mezquita, la Alcaicería, los palacios principales y en definitiva todo el poder político, económico y religioso de la antigua Arunda.
La ventaja de la ciudad es que se encuentra encaramada en un promontorio rocoso que le otorgaba un gran valor estratégico y defensivo. Por un lado contaba con la barrera natural del tajo, pero por el otro estaba totalmente desprovista de defensa ya que sus estribaciones era campiña y serranía, de ahí la necesidad de levantar estas murallas. En la configuración de las murallas tienen especial importancia sus puertas, a través de las cuales se controlaban y fiscalizaban el tráfico hacia el interior de la ciudad. Por norma general, las puertas en la cultura árabe siempre estaban orientadas a los puntos cardinales, sin embargo, la especial orografía de Arunda hacía imposible cumplir esta norma.
Situada en el sector sur de la medina destaca la cerca amurallada y la comentada puerta de Almocábar del siglo XIII y reestructurada en tiempos de Carlos V. En esta zona se encontraban los principales arrabales que se extendían de oeste a este. Cerca se encontraba la desaparecida Puerta de las Imágenes, situada en la cuesta de acceso directo a la medina y controlada desde la alcazaba.
En el sector este se sitúa otro gran lienzo del muro que daba acceso a los arrabales islámicos, y la reconstruida puerta de la Cíjara (siglos XII y XIII). Inicialmente estas murallas se construyeron en tapial en el siglo XII para posteriormente, en el siglo XIV, fueron reparadas con mampostería de hiladas de piedras.
En este sector, actual barrio de Padre Jesús, se situaba un arrabal habitado por cristianos mozárabes y judíos, donde se encontraban las manufacturas y curtidurías, además de los baños árabes y una pequeña mezquita que permitían al viajero asearse de cuerpo y alma antes de introducirse en la medina.
Aquí se colocó en 1742 el Arco de Felipe V que sustituía a la antigua puerta árabe de la Puente (muy deteriorada por encontrarse en una zona descubierta para los vientos), durante el reinado del monarca que le da nombre. Este monumento consta de un arco de doble sillería, coronado por tres pináculos y adornado con la concha de los Anjou y el escudo real de los Borbones.
Una vez que se hubiera atravesado la desaparecida Puerta de la Puente se atravesaría un corredor situado entre la muralla exterior y la interior, del cual en la actualidad sólo quedan restos y en el que transcurre un agradable paseo con buenas vistas. Este corredor tenía la función de permitir el desplazamiento de los contingentes defensivos y, en caso de perder la posición, se convertiría en un paso forzado donde el invasor quedaba expuesto a diferentes métodos defensivos, como flechas, piedras, aceite...
En el sector oeste de la ciudad se encuentran las murallas de la Albacára, que defendían los molinos y la zona productiva de la ciudad y que acogía el ganado en caso de riesgo, eran por tanto, una zona de gran importancia logística para la ciudad. Aquí encontramos dos puertas de acceso a la ciudad, las ya comentadas, puerta del Cristo o de los Molinos y la del Viento.
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