Situada en la calle Armiñán se encuentra este edificio, conocido como la casa de los Condes de la Conquista, levantado por el capitán general y gobernador de Filipinas Pedro Vasco y Vasco a mediados del siglo XVIII. En la actualidad esta casa palacio alberga un espacio museístico privado fundado por Juan Antonio Lara quien a lo largo de los años consiguió reunir más de seis mil piezas originales adquiridas en muchos de sus viajes.
Es por ello que se trata del primer museo privado de Andalucía, donde tienen cabida el mundo de la comunicación, la arqueología, la ciencia, el arte, la religión, etc... Las dos plantas del museo se dividen en diferentes salas: sala de relojes, de armas, fotografía y cie, Fray Leopoldo, instrumentos científicos, sala Romántica, arqueológica, brujería e Inquisición. Vamos a ir haciendo un recorrido por cada una de ellas.
Sala-museo de Relojes: aquí podemos admirar diferentes tipos de relojes de oro y esmalte de los siglos XVIII y XIX de origen francés, inglés, español y suizo. Y es que desde que el hombre es hombre ha sentido la necesidad de medir el paso del tiempo utilizando, ya desde la antigüedad, las clepsidras o relojes de agua, o los que contaban el tiempo a partir de la proyección de las sombras que proyectaba la luz solar.
Pero será en el siglo XVII cuando comienzan a concebirse los primeros, e imprecisos, relojes de bolsillo. En esta sala se exponen diferentes ejemplos de relojes de bolsillos de los siglos XVIII y XIX. Los hay de señora, con tapas repujadas e incrustaciones, diferentes formas y decoraciones etc... y uno más grande llamado de "carruaje". También vemos un interesante grupo de relojes franceses de sobremesa del siglo XIX.
Sala-museo de Armas: las piezas que se exponen en esta sección corresponden a armas de fuego y armas blancas datadas de entre los siglos XVII al XX. De esta manera podemos ver muestras de estuches de duelo, trabucos de bandoleros y un rifle de siete cañones que era utilizado por los capitanes de navío para disuadir posibles motines a bordo.
Es reseñable que esta colección está compuesta por armas de distintas nacionalidades, como española, inglesa, francesa y belga. Destacamos una pistola francesa del siglo XVIII que presenta, tanto en la empuñadura como en el cañón, decoraciones labradas e incrustaciones de metal.
En otra vitrina se exponen un conjunto de escopetas datadas en la segunda mitad del siglo XIX, se tratan de armas de cañón largo que se utilizaban únicamente para cazar. En una de ellas (la número 5) podemos leer una fecha tallada, otra de ellas (la 6) es del tipo de doble pedernal o doble cañón, fabricada en Éibar (Guipúzcoa). Es curiosa la ornamentación de algunas, como la número 8 que presenta en su culata una decoración a base de color verde y ocre.
Seguimos admirando curiosas armas como una denominada "de avispero" del siglo XIX, con varios cañones que disparan de uno en uno, o el juego de dos pistolas de duelo bellamente decoradas del siglo XVIII y firmadas por Andreas Erttel.
La vitrina dedicada al revólver contiene este tipo de arma cuya característica es que lleva la munición dispuesta en un barrilete o tambor. Aunque su origen es de principios del siglo XIX, se considera a Samuel Colt el fabricante del primer revólver moderno, realizado en el año 1835. Aquí nos llama muchísimo la atención uno muy curioso que se hizo en Chicago en 1883.
En la parte dedicada a las armas blancas, vemos dos vitrinas en las que se exponen espadas de gala de los siglos XVIII y XIX. Podemos admirar espadas roperas españolas del siglo XVII y otras militares del siglo XIX. Se exponen, además, diferentes tipos de condecoraciones militares y civiles del siglo XX.
Alrededor del patio encontramos varias vitrinas en los que se conservan diferentes colecciones, colocadas armónicamente entre sí, como la de la máquina de vapor, la de figuras de personajes de época, la de tocadiscos, receptores de radio, la de teléfonos, la de telégrafos...
Entre esas colecciones destaca la de la máquina de coser compuesta por diferentes piezas de diferentes marcas y nacionalidades, datadas en el siglo XIX; también destaca la colección de máquinas de escribir de los siglos XIX y XX, y la de gemelos de ópera datados de entre los siglos XIX y XX.
La colección de pipas y cachimbas es especialmente bella debido a la ornamentación que presenta la mayoría de estas piezas. En ellas vemos representaciones de animales, vegetales, de desnudos femeninos, de bustos, escenas de caza, etc...
El patio en sí mismo merece una pausa, actualmente está techado y en su centro se sitúa una fuente. Alrededor se encuentran diferentes carruajes datados en tiempos de los bandoleros, por ello también vemos esculturas de cartón piedra que los representa.
Sala-museo instrumentos científicos: se exponen todo tipo de instrumentos científicos, desde medidores, generadores, acumuladores eléctricos, hasta microscopios, elementos de navegación, casco de buzo, diferentes tipos de tornos, etc... Todo este material está datado de mediados del siglo XIX y principios del XX.
Sala-museo de fotografía y cine: esta interesantísima exposición alberga diferentes piezas datadas entre los siglos XVIII y XIX. En la parte dedicada a la radio encontramos diferentes cámaras de fuelle para negativos de vidrio.
También vemos un modelo de cámara del tipo Sanderson Tropical Hand Camera (1905-1910) desarrollada por el escultor inglés Frederick H. Sanderson. La particularidad que posee es que mediante la manipulación de los diferentes tirantes y tornillos que tiene, se posibilita movimientos horizontales, verticales y de basculación de tal forma que se consigue diferentes distancias relativas de los paneles del objetivo y de la película, lo que posibilitaba que la fotografía obtenida no tuviera distorsiones significativas.
Otra de las cámaras que destacamos es la utilizada por el pintor y fotógrafo rondeño Miguel Martín Sánchez (1889-1974). Además, en la misma vitrina, aparte de más modelos de cámaras y complementos, vemos diferentes fotografías tomadas con ellas, incluidos algunos daguerrotipos.
Otras de las piezas tratadas extensamente en este espacio expositivo son las Linternas Mágicas, el predecesor del cine, este era el sistema que se utilizaba antes de que el cinematógrafo proyectara, hacia 1890, las imágenes en movimiento. Como decimos en las linternas mágicas las imágenes permanecían inmóvil, aunque hubo avances para intentar ofrecer la impresión de movimiento, así, en algunas de estas piezas, era posible deslizar la diapositiva.
Otro tipo de dispositivo fue el Caleidoscopio en el que a través de una pequeña manivela colocada a la derecha se conseguía la animación. Durante un tiempo se consideró a Athanasius Kircher como el creador de la linterna mágica, si bien, y aunque en 1646 publicara Ars Magna Lucis et Umbrae (La gran ciencia de la luz y la oscuridad), no sería hasta 1671 en que, en su segunda edición, mencionara el invento, cuando en 1659 sí lo hizo Christiaan Huygens que mencionó en un manuscrito un aparato capaz de proyectar imágenes.
Otro tipo de linterna mágica podrían ser los Microscopios Solares, aparatos que mediante la luz del sol amplificaba y proyectaba imágenes sobre una pantalla. Se colocaba en una oquedad de la pared o ventana, de modo que el espejo se quedaba en el exterior para captar los rayos del sol, este espejo se orientaba hacia el eje óptico del aparato que proyectaba la imagen ampliada e invertida sobre una pantalla situada en el interior de una habitación que permanecía a oscuras.
La exposición también alberga los llamados Taxiphote, aparatos utilizados para la visión estereoscópica o 3D, para ello se utilizaban dos imágenes casi idénticas colocada cada una frente a cada ojo, haciendo que el celebro las interpretara superponiéndolas una imagen encima de la otra. Se trata de una invención de Jules Richard de principios del siglo XX, cuya particularidad es que se puede regular el enfoque, variar la distancia de los oculares y cambiar las fotografías automáticamente.
Las imágenes que se utilizaban, y que aquí vemos algunos ejemplos, están realizadas en soporte de vidrio. Las temáticas de las mismas podían variar, desde vistas de ciudades, escenas cotidianas, actos reales, desfiles militares, actos civiles, etc...
A finales del siglo XIX los hermanos Lumière, Auguste y Louis, inventarían el cinematógrafo, tras la petición paternal de que profundizaran en las imágenes animadas de Thomas Edison y otros pioneros de la época. De esta forma, el 28 de diciembre de 1895 tuvo lugar la primera exhibición pública del cinematógrafo Lumière en Paría. La primera película grabada con el nuevo dispositivo fue Sortie des Usines Lumière à Lyon. A partir de ahí se allanó el camino para perfeccionar este nuevo invento.
Seguimos haciendo un recorrido por la parte dedicada al mundo del celuloide en el que encontramos diferentes proyectores cinematográficos de 35 milímetros, el que más impone por su tamaño es el de fabricación española, Supersond, de mediados del siglo XX. Además, vemos otros proyectores de 16mm.
La sala también contiene proyectores de 9,5 milímetros, incluso los aparatos patentados por Pathescope Ltd. en Gran Bretaña durante los años previos a la II Guerra Mundial. Este formato fue muy popular en Europa, sobre todo para películas caseras y copias de películas para ser proyectadas por particulares, si bien los rollos tenían sus limitaciones al ser, generalmente, de 9 metros de largo.
Capilla de Fray Leopoldo: el Museo Lara contiene también entre sus paredes una pequeña capilla dedicado a este beato que nació en 1864 en Alpandeire (Málaga) y murió en 1956 en Granada. Se trata de un fraile capuchino que goza de gran devoción por los católicos andaluces, ello es debido a que la mayor parte de su vida transcurrió como fraile limosnero por las calles de Granada, siendo muy conocido por su generosidad y entrega con los más necesitados. Fue nombrado Beato por la Iglesia en septiembre de 2010.
Sala-museo Romántica: bajo este nombre se han agrupado una serie de piezas que hacen referencia al mundo de las artes decorativas y a la estética femenina. Aquí se expone una colección de abanicos, una colección de porcelana francesa, otra de muñecas y finalmente una dedicada al arte en el vidrio.
A pesar de que los primeros abanicos ya existían en época egipcia y en la antigua China, habría que esperar hasta el siglo VII d.C. cuando se inventaría en Japón el abanico plegable tal y como lo conocemos hoy. En el siglo XVI llegó a Europa llegando a popularizarse en el siglo XVIII completamente, siendo España uno de los países donde más arraigo tuvo.
Sala-museo de la Brujería e Inquisición: la mayor parte de la planta baja está dedicado a estos temas. Es muy interesante e impactante la parte dedicada a la Santa Inquisición, en esta exposición conocemos más sobre el modus operandi de aquella institución que perduró, en el caso de España hasta el año 1834, durante el reinado de Isabel II, aunque ya su abolición fue aprobada en 1812 en las cortes de Cádiz. El Tribunal de la Santa Inquisición se creó, teóricamente, para los cristianos, pero al haberse hecho efectiva la expulsión de los judíos en 1492 y no haber libertad religiosa, se extendió a todo el mundo.
La Inquisición no actuaba de forma arbitraria, sino conforme al derecho canónigo. Para llevar a un acusado hasta el Tribunal primero era necesario ser acusado, para ello tras la misa del domingo, el inquisidor leía el llamado "edicto de gracia" en el que se enumeraban las posibles herejías y se animaban a los feligreses a descargar sus conciencias. Se denominaba edicto de gracia porque se ofrecía la posibilidad de reconciliarse con la Iglesia sin padecer castigos severos. Existían también personas que eran denunciadas por otras, permaneciendo los acusadores en el más absoluto anonimato, lo que propició denuncias falsas causadas por envidias y rencores. Tras la denuncia, el caso era examinado por los "calificadores" quieres determinaban si había herejía y por tanto el reo debía ser detenido. En la práctica este tipo de detenciones eran preventivas, incluyendo el del embargo de sus bienes, provocando a menudo que los familiares del acusado quedaran en la miseria. En 1561 se dictaron instrucciones para subsanar esta situación. Todo ese proceso se realizaba en el más absoluto secreto, incluso el reo podía pasar meses y años en prisión sin saber de qué se le acusaba.
En el proceso se realizaban una serie de entrevistas, tanto a los denunciantes como al acusado, al que se le asignaba un abogado defensor (miembro del tribunal) cuyo único fin era la de animarle a decir la verdad. El interrogatorio era anotado escrupulosamente por el notario del secreto. Para defenderse tenía dos posibilidades: encontrar testigos favorables (abonos) o demostrar que su acusación era falsa (tachas). Es importante señalar que las tortura para hacer confesar se utilizó únicamente con los judíos y protestantes que eran acusados de herejía a partir del siglo XVI, aplicándose sin distinción de sexo ni edad, incluyendo a niños mayores de 14 años como a ancianos. Más adelante veremos algunas de los procedimientos de tortura empleados por la Inquisición.
Una vez concluido el proceso, los inquisidores se reunían junto a un representante del obispo y los llamados consultores, para votar el caso y emitir una sentencia que podía ser: el acusado es absuelto; el proceso podía ser suspendido (el acusado queda libre pero bajo sospecha); el acusado podía ser penitenciado (por lo que debía abjurar públicamente de sus delitos) y condenado a un castigo, como el sambenito, el destierro temporal o perpetuo, multas condenas e incluso remar en las galeras. El acusado podía ser también reconciliado, es decir que se reconciliaba con la Iglesia Católica, pero sufría algunas penas más severas como condenas de cárcel, galeras, azotes, etc... Y finalmente el castigo más grave era la relajación al brazo secular, esto implicaba la muerte en la hoguera. Si el condenado se arrepentía se le estrangulaba con el Garrote vil antes de quemar su cuerpo, si no, era quemado vivo. Se calcula que murieron quemadas 2000 personas.
El Sambenito consistía en un saco bendito (del que degeneró su nombre) de lana y normalmente de color amarillo con la cruz de San Andrés con forma de aspa, que se acompañaba con un sombrero cónico denominado coroza. Los condenados debían llevar esta indumentaria durante un tiempo, a veces podía ser meses y otras toda la vida, una vez cumplido el plazo el sambenito se colgaba de la iglesia donde pertenecía al hereje para que nadie olvidase su culpa, para ello se escribía sobre él su nombre y el de su familia, el crimen cometido y el castigo sufrido.
No obstante, en la historia que rodea a la Inquisición hay más leyenda que verdad, incluso muchos de los aparatos de tortura expuestos aquí no llegaron a utilizarse, sino que se tratan de inventos de los escritores románticos del siglo XIX. Aun así, los procedimientos de tortura más empleados por la Inquisición fueron la garrucha, la toca y el potro. La primera consistía en colgar al reo del techo con unos pesos atados a los tobillos y soltarlo violentamente; la toca consistía en introducir en la boca un paño y obligar al torturado a beber agua, provocando una sensación de ahogo; el potro, el más utilizado, consistía en atar de pies y manos al acusado en un torno y hacerlo girar, provocando disloques e incluso desmembramientos.
Otros instrumentos de tortura son la "Doncella de hierro de Núremberg", la cual no está comprobado realmente si se utilizó en aquella época, sólo existen referencias. La pieza que vemos en el museo es una copia hecha en 1828 de este famoso artilugio de tortura del siglo XV. Su interior posee unos clavos que penetraban en el cuerpo de la víctima, estos clavos eran desmontables y se podían cambiar de lugar para obtener un amplio abanico de posibles mutilaciones y heridas.
Las Máscaras Infamantes, que tenían gran variedad de formas, tenían la función, desde el año 1500 al 1800, de humillar públicamente a las personas condenadas a llevarlas, y por tanto estaban expuestas a insultos y agresiones. Este castigo se aplicó, sobre todo, a aquellas personas que estaban en desacuerdo con las leyes y el orden vigente, la inmensa mayoría eran mujeres a las que se aplicaba lo de "la mujer calla en la iglesia". Las aquí expuestas proceden de Alemania.
Las Jaulas Colgantes eran unas especies de armazones metálicos que se suspendían en el aire cerca de los ayuntamientos, palacios y cortes de justicias. De esta forma se daba escarmiento al resto del pueblo o a veces, era la comunidad la que requería justicia sobre algún hecho que los hubiera conmovido. Las víctimas permanecían en su interior, a merced de las inclemencias del tiempo, desnudas o semidesnudas, hasta que morían de inanición. A menudo, anteriormente, habían sido torturadas y mutiladas e incluso, ya en el interior de la jaula se les apedreaba o se les introducían gatos salvajes y otros animales. Una vez muertos, los cadáveres se dejaban en descomposición.
La Picota de Tonel era una pieza utilizada para el castigo público aplicado sobre todo a los borrachos, pero también para los ladrones, a los que practicaban la sodomía y el incesto. Había dos tipos de picotas: la que tenía el fondo cerrado, donde una vez situada la víctima, se llenaba con orines, estiércol o agua podrida; y las que tenían el fondo abierto para ser transportados por los castigados acarreando su peso a cuestas por las calles.
En la Silla de interrogaciones, compuesta por afilados clavos, el reo debía sentarse desnudo. Los clavos, que por medio de los cinturones presionaban el cuerpo contra la silla, se clavaban en toda la zona trasera de la víctima. A veces, para que el sufrimiento fuera mayor el inquisidor mandaba calentar los pichos, colocando ascuas ardiendo debajo, para que entrasen mejor en la piel y quemase a la víctima, ocasionándole un mayor sufrimiento.
Muy relacionado con este tema es la persecución y caza de brujas, aunque eso era más propio de las Inquisiciones de Europa Central que de España donde prácticamente no se les persiguió. La llamada caza de brujas tuvo lugar entre los siglos XV y XVIII, como decimos, mayormente en los estados centroeuropeos que estaban bajo la autoridad nominal del Sacro Imperio Romano Germánico y en la Confederación Helvética.
En la actualidad se piensa que tuvieron lugar aproximadamente entre 110.000 y 60.000 ejecuciones que tuvieron que ver con el tema de la brujería o la hechicería. La principal acusación contras las supuestas brujas era la demonolatría (o adoración al diablo), por lo que los tribunales locales abrían un proceso que era muy poco realista.
Las sospechosas eran sometidas a diferentes tipos de tortura para hacerlas confesar, los cuales en muchos casos solían acabar con sus vidas antes del juicio y, si confesaban, eran quemadas en la hoguera. Para desenmascarar a una bruja había diferentes maneras, las principales son: pesarlas, puesto que se creía que no pesarían más de 5 o 6 kilos para poder volar; pincharlas, de esta manera si sangraban por alguna marca de la piel sería obra del demonio; quemarlas, ya que el fuego no afectaba a las brujas; hundirlas en agua, si se hundían eran inocentes, pero se solían ahogar; hacerlas llorar, puesto que se pensaban que no podían hacerlo…
Se creía que las brujas realizaban hechizos y pociones mediante la magia negra para hacer morir o enfermar a personas o al ganado o desencadenar fenómenos meteorológicos que destrozaran las cosechas. Además, como hemos señalado, tenía la capacidad de volar. En aquella época los teólogos tenían dividas sus opiniones, unos decían que lo hacían físicamente y otros mediante sueños inducidos por el diablo.
En cuanto a esto último se ha relacionado, en épocas más recientes, con el consumo de ciertas drogas conocidas en Europa, tales como el beleño, la belladona y el estramonio. Este último era una hierba muy común entre las brujas que ocasionaba fuertes alucinaciones tras ser ingerido mediante una infusión o tras ser fumado. La belladona es considerada la reina de las plantas en brujería. Su nombre proviene de la dulzura que adquirían las mujeres al usar el colirio obtenido. Se pensaba que, con esta venenosa planta, era con la que las brujas podían volar. Otras drogas que producían alucinaciones eran extraídas de los anfibios.
Y es que alrededor de estas mujeres que practicaban la magia negra existe todo un mundo de seres mitológicos y fantásticos. En el museo se hace un recorrido por esa temática extendiéndolo a todo el mundo mágico y sobrenatural, exponiendo objetos que representan a extraños seres, como una sirena.
Entre esos seres se encuentra el Ave del Infierno, un ser mágico que podía mutar repentinamente su aspecto tanto en un ser humano como en un monstruo carnívoro. Su apariencia de hereje fue lo que hizo que a partir del siglo XVI comenzara la caza de brujas comentada anteriormente.
Sin embargo, la figura de una bruja o brujo en otros países no es sinónimo de maldad o de demonio, en Angola, Congo y Gabón el Nkisi se representa mediante un brujo y significa Medicina de Dios. Esta figura es tan importante que cuando dos poblados que están en guerra van a firmar la paz lo hacen ante el Nkisi, y después del juramento cada parte introduce un clavo en la pieza para que el procedimiento sea beneficioso para ambos.
En la exposición se hace una reflexión mediante la recreación del busto momificado de la condesa Erzsebet Bathory (siglos XVI-XVII). Con ella se plantea que la realidad es siempre superada por la imaginación y que la maldad humana supera a la supuesta maldad diabólica. Esta condesa, perteneciente a una familia noble húngara, acostumbraba a lavarse y alimentarse con sangre humana, para ello mantenía prisioneras a 650 mujeres jóvenes, que iban desangrando según ella lo necesitaba.
Sala Arqueológica: en esta pequeña colección podemos ver una selección de diferentes piezas de la Edad del Bronce, etruscas, fenicias, griegas y romanas, entre las que se encuentran monedas, ánforas, diferentes tipos de armas ofensivas, esculturas...
Finalmente, para poner fin a la visita a este completo museo llegamos al sótano, donde se reproducen diferentes escenarios de la vida agrícola, artesanal y popular del siglo XIX, además de un tablao flamenco y una bodega del siglo XVIII, todos los espacio están muy bien ambientados, cuidados hasta el más mínimo detalle.
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