El paseo del Muelle Uno es una de las diferentes zonas en que está compuesto el puerto de Málaga, el cual fue fundado en época fenicia. Y es que la estratégica ubicación del puerto hizo que, con el tiempo y bajo control de diferentes civilizaciones (fenicios, cartagineses, romanos, musulmanes y cristianos), cobrase importancia, como en tiempos romanos por su papel en el comercio del garum, o en la Edad Media que, gracias a la cercanía con el norte de África, el desarrollo comercial fue muy notable. En 1588, tras haber sido enviada una petición al rey Felipe II para la construcción de una nueva zona portuaria, se arrojó la primera piedra. Durante el siglo siguiente siguió cobrando importancia, por lo que tanto el puerto, como los muelles que lo componen sufrieron constantes cambios y ampliaciones.
Pero es en el siglo XVIII cuando vivió uno de los cambios más importantes: por orden del rey Carlos III la muralla que separaba el puerto de la ciudad fue destruida para unir ambas partes. A esto hay que añadir que el tráfico con América se abrió, trayendo más prosperidad a la ciudad. De aquella época es la capilla, mientras que el faro, conocido como Farola, se levantó en 1817 (profundizaremos más en ambos edificios después). Los siguientes años supusieron un periodo de inestabilidad e incertidumbre, ya sean por las epidemias o por las instalaciones del puerto que quedaron obsoletas. Aun así, todavía seguiría cambiando: en 1876 se amplía la superficie portuaria ganado terreno al mar, lo que hizo que se construyera una larga zona ajardinada, el actual parque de Málaga.
Terminada la Guerra Civil Española, el puerto seguiría creciendo lentamente, pero de manera constante. En 1998 el entorno sufrió de nuevo un plan de renovación para facilitar el desarrollo de nuevos tráficos, así como permitir el atraque de grandes cruceros. Un momento clave sería en el siglo XXI, cuando la superficie formada por el muelle 1 y la esquina de los muelles 1 y 2 fue transformada para albergar comercios de ocio, recreo y restauración, además de quedar perfectamente integrado el puerto con la ciudad. Desde 2011 se abrió y el Palmeral de las Sorpresas en el muelle 2 y, como decimos, un centro comercial al aire libre en el muelle 1 que cuenta con diferentes bares, restaurantes, tiendas, boutiques, etc. repartidas en aproximadamente 10.000 m², aparte alrededor de 29.000 m² es terreno de uso público.
Iniciamos el recorrido desde el extremo más occidental del muelle 2, para detenernos en una de las señas de identidad de la ciudad, junto el biznaguero y el burrito Platero: el cenachero. Esta estatua de bronce fue realizada en 1968 por Jaime Fernández y se sitúa entre los Pilares del Puerto y la oficina de información turística, en un espacio ajardinado. Representa a este personaje que era común ver en las calles de Málaga, ya que iban vendiendo pescado fresco que era depositado en dos platillos de cenachos hechos de esparto que mantenía en equilibrio. En esta escultura podemos ver como iba vestidos los cenacheros tradicionales: con un fajín y un sombrero para evitar el calor.
Estamos ya de pleno en el antiguo muelle dos, y lo primero que nos llama poderosamente la atención son las impresionantes estructuras que en verano dan sombra y en invierno dejan pasar la luz: el Palmeral de las Sorpresas, que ocupa el lugar donde antes se levantaban antiguos silos. El espacio se ha reconvertido en un bonito lugar que cuenta con zonas verdes, áreas de recreo con columpios, áreas donde descansar y relajarse mientras se mira al mar, etc.
El Palmeral de las Sorpresas destaca notablemente sobre el resto de instalaciones, ya que la pérgola, con sus casi 400 palmeras, forma una enorme escultura que nos acompañará durante 400 metros del paseo paralelo al mar. Para crear este resultado se buscó un modelo de referencia del Mediterráneo, llegando a la conclusión que la palmera, y en concreto la estructura de su cultivo, era el ideal. Estos árboles se cultivan en cuarteles de 20 por 20, separadas entre sí tres metros. El tamaño de esos cuarteles es fruto de la experiencia milenaria, pues de esa manera se creaba un microclima protegido del sol y el viento, para así garantizar la supervivencia de la planta, sobre todo en climas tan duros como el norte de África. Esa idea se vio reforzada con el Palmeral de Elche, en el que las plantaciones se convierten en espacios escénicos.
Siguiendo la idea anterior, junto a este singular palmeral, hacia el norte, se crearon diferentes recintos o cuarteles con varias personalidades, cuidando el mobiliario y la plantación, garantizando así que estén en su máximo esplendor, al contar con especies de distintos periodos de floración. Por otro lado, a lo largo del paseo vemos tres edificios de la estación marítima, los cuales tienen formas de cajas cúbicas que cuentan con paredes de cristal traslucido. Desde aquí, y separando el paseo del mar por un cristal, podemos ver la zona de atraque de los barcos, entre ellos algunos de lujo.
El Palmeral de las Sorpresas se diseñó como una gran pérgola con una estructura mixta de vigas de acero y pilares esbeltos que transmiten una sensación de ligereza, pese a tener once metros de altura y estar separadas unos 25 metros, es decir, cuenta con solamente 16 puntos de descarga. De ellos cuelgan una secuencia de 265 lamas de hormigón armado blanco de trazas variables de 14 metros de longitud y 18 centímetros de espesor. Si el diseño estructural fue complejo, lo fue aun más su prefabricación in situ y su montaje, para lo cual fue necesario diseñar un robot que se movía gracias a unas vías implantadas en la zona superior de las vigas.
Durante la noche, el Palmeral de las Sorpresas y su entorno cambian drásticamente: las fachadas de los tres cubos se iluminan, el agua de las fuentes baila con la luz, mientras que el espacio vegetal la luminosidad se encuentra entrelazada con los aboles y otras señalan el itinerario de paseo. El Palmeral de las Sorpresas desemboca en la plaza del Ocio, zona de conexión con la Málaga de Levante, y bisagra para unirse con el muelle de ocio situado en el propio muelle 1.
Es precisamente en esta esquina donde se encuentra el Centre Pompidou Málaga, cuyo edificio es conocido como “El Cubo”, por su emblemática claraboya exterior de cristal de 16 metros diseñado por Daniel Buren, siendo éste el elemento más emblemático y con personalidad del entorno. El museo ofrece un recorrido por el arte de los siglos XX y XXI mediante exposiciones temporales y semipermanentes compuestas por obras prestadas por el Centre Pompidou de París, uno de los museos más importantes del mundo moderno y contemporáneo.
A partir de aquí comienza el muelle 1 donde se encuentran diferentes tiendas, boutiques, bares, restaurantes, etc. Es desde aquí mismo donde se pueden realizar también diferentes actividades náuticas, sobre todo las diferentes excursiones en catamarán que ofertan un amplio abanico de opciones: desde ver la puesta del sol en el mar, a navegar mientras se disfruta de una paella, o rentar un barco para una ruta por el mediterráneo, con chapuzón incluido, en definitiva, ocio náutico para todos los gustos y todos los bolsillos.
A pocos pasos se encuentra la capilla del puerto de Málaga, cuyo origen hay que buscarlo en el 1531, cuando se levantó un oratorio que contenía la imagen de Nuestra Señora del Mar y que estuvo a cargo de los Frailes Mínimos de san Francisco de Paula. El edificio fue destruido durante los asedios de las armadas de Flandes, por lo que en 1649 se volvió a reconstruir al comienzo del actual paseo de la Farola.
Los avances de ampliación de las obras del puerto supusieron que el oratorio fuera trasladado, convirtiéndose el edificio en capilla. Este pequeño templo de estilo barroco y de ocho por ocho metros fue inaugurado en 1725. El último traslado, debido a nuevas obras, fue en los años 70 del siglo XX, quedando en su actual ubicación, para lo cual fue montada y desmotada piedra a piedra. La capilla cuenta con dos plantas: la baja donde había una imagen de la Virgen y en la que los marineros rezaban antes de navegar, y la primera que servía de vivienda al capellán. Delante de su fachada se ha construido recientemente una alberca rectangular como elemento ornamental.
En el final del itinerario se encuentra otro de los símbolos malagueños por excelencia: la Farola. Su construcción finaliza en el año 1817, en tiempos de Fernando VII, según diseño de Joaquín María Pery, y desde entonces los habitantes de la ciudad la llaman cariñosamente como la farola, nunca faro, de hechos es uno de los poquísimos en España que tiene un nombre femenino. A lo largo de su historia ha sufrido diferentes reformas: en 1885 para reparar los daños del terremoto del año anterior, dotándola de un nuevo aparato luminoso; en 1909 se amplía la vivienda del farero, mientras que tras la Guerra Civil Española fue objeto de reforma por los daños sufridos, a pesar de estar apagado y pintado para dificultar la visión durante la contienda.
Este edificio, cuyos 38 metros de altura podemos hoy apreciar sin la dureza de los silos y galpones portuarios, ha sido fuente de inspiración de poetas y artistas a lo largo de los siglos, entre ellos Pablo Picasso, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Paco Hernández, María Victoria Atencia, Enrique Florido, Emilio Ocón, José Ruiz Blasco, etc., etc. Pasada la Farola, justo en la esquina, un espigón se mete hacia el interior del mar, aquí merece la pena detenerse un rato para ver una bonita panorámica de Málaga, con la torre de la catedral, el Palmeral de las Sorpresas, la Alcazaba, la arboleda de la Alameda, el castillo de Gibralfaro, etc. Todo ello, con el mar en primer plano.
A partir de aquí, hacia el este, comienza el barrio de la Malagueta, en el que destaca la popular playa de la Malagueta, tanto para malagueños como para turistas. Posee una extensión de 1,2 kilómetros de longitud y 45 metros de anchura media. Su arena es oscura y su oleaje generalmente es moderado, por lo que la convierte en una playa familiar, más aún cuando tiene habilitada una zona de juegos infantiles. Aquí se pueden alquilar hamacas, sombrillas y equipos náuticos, además el paseo marítimo que la circunda cuenta con una variada oferta de ocio, entretenimiento y gastronomía. El epicentro del barrio es la plaza de toros de la Malagueta, diseñada en estilo neomudéjar por Joaquín Rucoba, e inaugurada en 1876. Su interior acoge el Centro Cultural La Malagueta, en el que tiene lugar exposiciones, conferencias y todo tipo de eventos.
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