El castillo de Gibralfaro es un tipo de fortificación que se corresponde con los modelos tardíos del siglo XIII. Su nombre proviene del toponímico “jabal” que en árabe significa monte y de faros (Φάρος) que en griego significa faro. Poco se sabe de la ocupación anterior a la etapa musulmana del monte Gibralfaro, sólo se puede afirmar con seguridad que a partir de ese periodo la fortificación cobraría importancia. Aunque algunos estudiosos atribuyen los trabajos iniciales de una fortificación alrededor del 787 a Abderramán I, sería entre los años 1344 y 1354 cuando Yusuf I la consolidó y amplió, con el objeto de albergar las tropas y proteger la Alcazaba que se situaba en un nivel inferior, quedando en un estado de evidente vulnerabilidad. Para ello también mandó construir la coracha terrestre para unir esta fortaleza con aquella otra. Tras su muerte, los trabajos fueron continuados por su hijo Muhammad V, quien adaptó el sistema de protección a los avances de la artillería y las tácticas militares.
Tras la conquista de Málaga por los Reyes Católicos, el castillo albergó a las tropas castellanas, utilizándose como cuartel de soldados, así como prisión. Para ello se destinó importantes partidas presupuestarias para la reparación y conservación de las dos fortificaciones, debido a su valor militar dado por su posición estratégica desde donde se domina toda la ciudad y la bahía. Pero tras terminar la Guerra de Independencia quedó dañado, puesto que las tropas francesas, que se habían asentado en el castillo, tras ser vencidas y obligadas a marcharse en 1812, volaron todo lo que habían construido (el acuartelamiento, las defensas exteriores, la torre Nueva y la batería del malecón; parte del almacén de pólvora se salvó), quedando a partir de entonces abandono.
En definitiva, esta fortaleza siempre ha sido una atalaya desde donde vigilar los accesos a la ciudad por tierra y mar. Vamos a comenzar nuestro recorrido por el castillo de Gibralfaro, para lo cual recomendamos subir hasta la cima usando algún medio de transporte (como autobús o taxi) y, tras finalizar la visita, bajar dando un paseo de camino hacia la Alcazaba. No recomendamos llegar hasta la cima andando, sobre todo si no estas en buena forma física o si vas en los meses de verano. Tras adquirir los tiques, andamos por una parte de la barbacana que es el espacio exterior que discurre alrededor de la muralla, hasta llegar a un arco que sirve de entrada al recinto.
En esta primera parte de la fortaleza podemos apreciar las obras de restauración para convertir la zona en un parque público, llevadas a cabo por el Ayuntamiento en 1938. Aquí se encuentra el antiguo edificio del polvorín, actual centro de Interpretación, y en el extremo norte el pozo Airón, fundamental para el suministro de agua excavado en la roca y que actualmente alcanza una profundidad de 36 metros, pero se sabe que en 1880 tenía 45 metros. El exterior de este pozo presenta una pileta rectangular pegada al muro, donde se decora con un remate curvo de mampostería y ladrillo. Pero este no es la única fuente de agua, existen diversos aljibes dispersos por la fortaleza que recogían el agua de lluvia.
Nos disponemos ahora a visitar el que fue el antiguo polvorín del castillo de Gibralfaro que desde el año 1998 acoge el centro de Interpretación y cuyo interior está formando por dos naves separadas por pilares que sostiene una bóveda de cañón apuntado. En su exterior podemos ver encadenados de ladrillos en las esquinas, siguiendo la tradición mudéjar, así como unos llamativos contrafuertes de ladrillos encajados en los dos muros largos del edificio. Para ir abriendo boca, cerca de la puerta se expone un cañón del siglo XVI, utilizado para repeler los posibles enemigos que venían por la costa, como los piratas berberiscos asentados en el norte de África, y quienes eran asiduos a atacar la costa mediterránea andaluza.
El espacio expositivo es de carácter militar, mostrando a través de una pequeña exposición la historia de la vida del castillo cuando era una guarnición militar y vigía costero entre los años 1487 y 1925. El recorrido comienza por el lado derecho, donde vemos una maqueta de la ciudad de Málaga actual, sobre la cual se han destacado el trazado del perímetro de la ciudad amurallada musulmana tal y como se encontraban en 1791, según el plano de Joseph Carrión de Mula, importante personaje en esta época (a él le debemos el plano más importante de la ciudad realizado en aquel año) que fue cartógrafo y desempeñó la función de vigía del puerto, desde su puesto de observación situada en la torre más elevada del castillo.
Las siguientes vitrinas exponen uniformes, armas, planos con la evolución urbana, muebles y diverso material relacionado con el mundo militar, que están datados desde los siglos XV al XX, así como diferentes instrumentos de navegación, juegos de naipes y sellos. A través de esos objetos conoceremos más sobre la evolución de la guarnición, la cual estaba estrechamente ligada al porvenir de la población a la que pertenecía, así como los detalles de su rica historia en la que destaca el siglo XVIII que fue muy importante para el recinto y la ciudad.
De nuevo en el exterior, una escalera situada a la izquierda de la salida del recinto nos lleva hasta la cima de la torre Mayor o del Homenaje que con sus diecisiete metros de altura es una autentica torre mirador, no en vano era el punto más privilegiado para la vigilancia del castillo. Aquí podemos ver una de las seis garitas que se conservan en el castillo y de las que hablaremos después. La parte superior de la torre es un espacio bastante amplio desde el que disfrutar de unas bellas panorámicas de Málaga y su costa, así como poder apreciar mejor la pequeña torre situada en el ángulo este. Esa torre tiene una estrecha escalera en su interior que asciende varias plantas hasta conducir a lo que era la habitación para la guardia. Desde la torre Mayor un camino sobre la muralla conduce hasta la parte superior de la torre que daba acceso al adarve o camino de ronda.
Volvemos sobre nuestros pasos y descendemos de la torre Mayor, tomando rumbo hacia el oeste. En nuestro camino nos volvemos a topar con otra garita, situada junto a otro aljibe. Ya vimos otra en la torre mirador y es que este tipo de construcciones también merecen ser comentadas, ya que en la fortaleza se conservan un total de seis garitas que siguen tres patrones diferentes: un primer modelo, como el que vemos aquí, cuenta con seis lados coronado por una cupulilla, un segundo modelo, más numeroso, son cuadrangulares con la esquinas achatadas, rematadas por cupulillas semicirculares, y finalmente, un tercer modelo formado por pequeñas garitas circulares situadas en algunos ángulos de la muralla.
Justo enfrente de la garita tenemos otro mirador desde donde tener buenas imágenes de Málaga, su puerto, la bahía y la plaza de toros. Justo debajo, en un edificio de ladrillo, podemos ver dos hornos de pan en muy buen estado de conservación. La construcción de estos hornos, junto con los aljibes de agua, estaban enmarcados en un contexto de necesario autoabastecimiento. Junto al horno tenemos nuevamente un espacio donde obtener imágenes de Málaga.
Desde aquí mismo podemos empezar a caminar por el adarve o camino de ronda que recorre todo el perímetro de la muralla. Si nos asomamos hacia el exterior podemos ver, paralelo a la muralla, a un nivel inferior y separado unos pocos metros, la barbacana que ha llegado hasta nuestros días completa. Sin embargo, hay dificultades para adjudicar su autoría, algunos autores señalan que, basando en estudios recientes, la barbacana se pudo haber construido en época cristina, en cambio, otros estudiosos no lo tienen tan claro.
Iniciamos el recorrido por el adarve o camino de ronda, comprobando que la planta del castillo es irregular, ya que se adapta al terreno de la cresta, también irregular, de un alargado monte a 130 metros sobre el nivel del mar. Los lienzos de la muralla poseen numerosos huecos o quiebros que sirvieron para una mejor defensa, evitando así los ángulos muertos. De igual manera, está rematada por merlones o parapetos defensivos con forma piramidal.
Así mismo el recinto cuenta con un total de ocho torres, unas cuadrangulares, otras semipoligonales y otras semicirculares, la mayoría de las cuales son macizas. A pesar de ello, y teniendo en cuenta la longitud de su perímetro, son muy escasos los bastiones existentes. La fortaleza, al haber estado en uso durante siglos, presenta diferentes técnicas constructivas: desde mampostería irregular de piedra o mezclada con ladrillos, a ladrillo enlucido o desnudo y también tapial.
Si ahora miramos hacia el interior del recinto, comprobamos que, debido a su uso militar y a las muchas intervenciones en época cristiana, se han conservan muy pocos restos árabes. A ello, hay que añadir lo comentado anteriormente: durante la Guerra de la Independencia partes de la fortificación fue volado por las tropas francesas cuando abandonaron la ciudad. Entre los edificios que han desparecido vamos a mencionar una antigua mezquita que tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos se convirtió en la ermita de san Luis.
Seguimos paseando por el adarve mientras disfrutamos de las panorámicas de la ciudad y el mar y llegamos a la torre de arranque de la coracha, punto en el que podemos apreciar muy bien la coracha terrestre, construida por Yusuf I y formada por dos lienzos de murallas paralelos y separados para dejar un ancho espacio en su interior. Se dirige en zigzag bajando el monte en dirección a la Alcazaba, con la que es unida. En algunos de sus quiebros se levantan torres cuadrangulares y una circular, mientras que, en el interior, durante la ocupación francesa, se construyó un muro perpendicular para dividirla en dos secciones.
Desde aquí, si miramos hacia el interior del recinto, ya obtendremos una vista general del antiguo patio de armas, en cuyo centro vemos un aljibe. Ahora nos encontramos ya en el extremo oeste de la fortaleza, concretamente encima de la puerta de acceso original, a la que se accedía desde la coracha terrestre. Esta puerta fue construida también por Yusuf I con forma de ‘qubba’ (estructura con base cuadrada y cúpula), lo que reforzaba su carácter simbólico.
El paso se realizaba en recodo, encontrando en primer lugar un espacio al aire libre que fue utilizado a modo de matacán. El siguiente paso se encuentra cerrado por una gran bóveda vaída (es decir con forma de semiesfera cortada por cuatro planos verticales) y decorada con ladrillos cortados y en el centro un lazo de ocho cerámicas vidriadas blanca, negra y verde. El conjunto cuenta con arcos apuntados de ladrillo que articulan el espacio. El resto de los muros fueron construidos igualmente con ladrillo, aunque hay algún zócalo en el que se utilizó mampostería con grandes piedras.
Esta puerta de acceso está dominada por la llamada torre albarrana Blanca, una gran torre externa al cerco amurallado de la fortificación, es decir que se construyó fuera de los muros, y que fue unida a él por un recto adarve. Su planta es semicircular y en su interior se pueden ver distintas y pequeñas estancias abovedadas construidas con ladrillo y destinadas a un uso militar, aunque también fueron utilizadas como prisión en varias épocas. Al entrar vemos un hueco abierto en el techo, mientras que en el suelo se observa una abertura enrejada correspondiente a un aljibe.
Ya sólo queda regresar al punto de partida y dar por finalizada la visita al castillo de Gibralfaro. Para ello es posible seguir el recorrido por el camino de ronda o adarve hasta desembocar cerca del centro de Interpretación. Otra opción es seguir el camino por el interior y observar su vegetación, que recrean un jardín-huerto, como era costumbre entre los árabes de la época (los cronistas cristianos, tras la conquista, en sus descripciones de Málaga mencionaron la abundancia de almunias o huertas). Para ello se ha colocado varios carteles en diferentes puntos, hablando de las plantas utilizadas en aquellas épocas (también existen vegetación anacrónica que también se explica), sobre todo en el camino que asciende hacia el centro de Interpretación, por lo que es un buen broche final a la visita del castillo de Gibralfaro.
Una vez en el exterior de la fortaleza, recomendamos seguir el camino serpenteante que baja hasta llegar al centro de Málaga, concretamente a la Alcazaba. Recordamos que la mejor forma para llegar al castillo de Gibralfaro es primero hacerlo con coche, taxi o autobús (os aseguramos que la cuesta es bastante pronunciada si decides hacerlo a pie). La bajada se puede hacer con un agradable paseo, deteniéndonos en el mirador de la coracha para ver otra panorámica de Málaga y el mar, aunque desde la fortaleza hemos hecho muchas fotografías. Es buen plan porque no hay que hacer tanto esfuerzo y además se puede ir viendo los muros de la coracha terrestre.
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