Antes de centrarnos en el museo propiamente dicho, conviene hablar primero de la peña Juan Breva, la cual fue fundada en el año 1958 por Francisco Bejarano Robles con el objetivo de ser un centro de estudio del flamenco, en el que se velaría por su pureza y desde el que se pudiera difundir por la provincia de Málaga todas las artes del flamenco. El nombre de la peña homenajea a Juan Breva, uno de los cantaores flamencos más importantes de la historia del flamenco, de hecho está considerado como el más grande de Málaga. Esta peña es, junto con la de La Platería de Granada o Los Cernícalos de Jerez de la Frontera, uno de los templos flamencos más antiguos del mundo.
Siguiendo la premisa comentada anteriormente, los miembros de la peña comenzaron a coleccionar grabaciones antiguas que pronto se ampliaría a otros objetos relacionados con este arte musical como mantones de manila, trajes, abanicos, obras de arte, etc. Estas piezas darían forma a lo que sería la colección que desembocaría en el origen del museo en el año 1974, el cual está albergado en una de las dependencias de la peña, concretamente en una casa popular del siglo XIX. La planta baja del edificio acoge el bar y la sala de reunión de los peñistas, en el que, además, cada sábado y viernes tiene lugar actuaciones flamencas (previa reserva y tras el pago de unos 20€). Tal es la labor de esta peña que el Ministerio del Interior del gobierno español la declaró como de utilidad pública.
El Museo de Arte Flamenco de la Peña Juan Breva está compuesto por más de cinco mil piezas, entre las que destaca una colección de más de dos mil quinientos discos, una de las más importantes de España, en la que se incluyen ejemplares del siglo XIX y grabaciones de todas las épocas de grandes intérpretes del cante jondo. El espacio expositivo del museo se reparte en las plantas primera y segunda, conectadas por unas escaleras en las que, a través de diferentes carteles, aprenderemos más sobre la peña, cantantes y el flamenco en sí.
Nos disponemos a realizar un recorrido por la primera planta, en la que vemos diferentes discos, no sólo de vinilo, sino también de pizarra (datados en los primeros años del siglo XX) que se reproducía en gramolas, como la que aquí vemos y que perteneció a la Niña de los Peines, e incluso cilindros de cera grabados (de finales del siglo XIX, principios del XX) que se reproducían con fonógrafos, aparatos inventados por Thomas Alva Edison, como el que aquí se expone fabricado por Bettini de Nueva York en 1889.
Y hablando de discos de vinilos, que por cierto eran escuchados en gramolas de bocina o tocadiscos, de los que vemos aquí varios modelos, se exponen, entre otros artistas, los de Antonio de Canillas, quien fue nombrado en el año 2018 hijo predilecto de Málaga a título póstumo, tras su fallecimiento en abril de 2018. De igual manera se expone la Saeta de Oro otorgada a este cantante por Radio Nacional de España en el año 1970. Y es que Canillas está considerado como el padre de la saeta malagueña y uno de los grandes defensores del cante puro de la provincia malagueña.
Sea cual sea el soporto, el aficionado al flamenco puede encontrar en este museo grabaciones de figuras tan importantes en este arte musical como Cayetano Muriel “Niño de Cabra”, Paca Aguilcra, Antonio Pozo “El Mochuelo”, Antonio Chacón, Sebastián El Pena, la Niña de los Peines, Manuel Torres, el Cojo de Málaga, y un largo etcétera, sin olvidar siete discos que conforman la discografía completa de Juan Breva. Pero además se exponen importantes fondos bibliográficos de los diferentes artistas, como fotografías originales, carteles, panfletos, recortes de prensa, etc.
Y precisamente el museo peña Juan Breva no sólo bebe de la música, que indudablemente es su razón de ser, sino que también exhiben más elementos relacionados con el cante jondo, como obras pictóricas: entre ellas vemos los retratos sobre óleo de las bailaoras Rita Ortega realizado en 1854, o el de Paula García “La Paula” (que por cierto, cuyo manto original se exhiben junto a la pintura), entre otras.
De igual manera vemos varias litografías, como una de tema popular realizado por Virgilio Galán en el año 1971 en el que se representa al característico cenachero, es decir un vendedor de pescado que iba ofreciendo el producto que transportaba en cenachos hechos de esparto y cáñamo a los posibles clientes, para lo cual iba pregonándolo por las calles de Málaga. Se trata, junto con el biznaguero y el boquerón, de un símbolo popular estrechamente relacionado con esta ciudad del sur de España.
Otra litografía que nos ha gustado es la de un autor anónimo francés que representó a finales del siglo XVIII una escena en la que se baila un fandango, uno de los palos fundamentales del flamencos. Se trata de un claro ejemplo de la pintura romántica de finales de aquella época, en la que se idealizó todo el tópico del costumbrismo español y que está muy bien representada y explicada en otro imperdible de Málaga: el museo Carmen Thyssen.
Aquí también hay cabida para la escultura, entre ellas vemos una figurilla de terracota que representa a una bailaora realizada por el escultor imaginero José Dueñas Rosales (junto a la cual se exhibe el mantoncillo original de Enriqueta Reyes Porras “La Repompa”), las figuras de Lladró inspiradas en el cantaor El Piyayo y el tocaor Juan el Africano, la pequeña escultura inspirada en Raquel Meyer, los barros malagueños de los años cincuenta y sesenta que representa una juerga flamenca, en la que no pueden faltar cantaores, bailaores, guitarristas y palmeros o las figuras en bronce de un busto del cantaor Antonio Fernández Diaz "Fosforito" y la de “El Piyayo” realizada por María del Carmen Martín.
Terminado el recorrido por esta primera planta, ascendemos a continuación a la segunda, donde también se exponen carteles, fotografías, pinturas, esculturas, instrumentos musicales, gramolas, batas de cola, etc.… Así, vemos el chaleco y chaquetilla de baile de Pepito Vargas del año 1950, junto al cual se encuentra colgado el retrato de Lola Romero de la Cruz, quien fue propietaria de la casa que albergó el famoso Café de Chinitas, de hecho, se considera que la peña Juan Breva fue la heredera de aquel famoso bar donde tenía lugar actuaciones flamencas.
Entre las esculturas podemos destacar el trofeo del primer premio de Cantes de Marchena (Sevilla) concedido a Pepe Marchena, junto al cual también se exhibe la gorra y el pañuelo de este cantaor, quien concibió la colombiana, único palo flamenco creado en el siglo XX. Pepe Marchena está considerado como uno de los grandes en la época de la Ópera Flamenca, destacando con estilos como fandangos, tarantas y malagueñas, además de introducir recitativos en el cante y mezclar diversos estilos.
Aquí también, mediante la exposición de objetos, se profundiza más en la figura de Antonio Ortega Escalona que, debido a que su abuelo era vendedor de brevas y otros frutos, fue apodado como Juan Breva. Con diez años ya estaba cantando verdiales y fandangos lagareños, mientras que estaba aprendiendo a tocar la guitarra. Su primera actuación en público fue siendo un muchacho en una taberna llamada café La Paloma que estaba situada en la calle actual de Alarcón Luján. Fue allí donde fue descubierto por don Rogelio Ramírez, un capitán militar que se ofreció a buscarle trabajo en cualquier café de Málaga. De esta manera, con 22 años de edad, su primer debut artístico fue en el café del Sevillano, más tarde conocido como del Señor Bernardo (donde años después conocería al guitarrista Niño de Lucena, con el que le vemos en varias fotografías). El resultado fue que gustó tanto al público que a partir de ahí no dejaría de trabajar en diferentes sitios. Poco a poco Juan Breva fue remodelando sus cantes, especialmente los fandangos veleños o bandolás de Vélez Málaga, su tierra natal, además de tener la habilidad de acompañarse a sí mismo con la guitarra mientras cantaba. El 1883 fue un año de mucho trabajo para este artista, recorrió diferentes lugares de España, incluso actuó para el rey Alfonso XII, quien, favoreciéndole con su amistad, le hizo volver a palacio en reiteradas ocasiones, actuando incluso en el Teatro Real de Madrid. Su última actuación fue a comienzos de 1918 en el teatro Principal de Vélez Málaga, aunque realizaría alguna salida a las ventas de la Caleta. En junio cantó en el de Joselito, y al poco de terminar se encontró mal y pocos días después, el 8 de junio de 1918, falleció en su domicilio de la calle Canasteros 5.
Y precisamente este museo tiene un pequeño rincón dedicado a los verdiales. En él podemos ver gráficamente mediante un grupo de figurillas cómo se compone una panda, con sus característicos sombreros de verdiales, símbolo del folclore malagueño por excelencia. En otra vitrina podemos ver uno de ellos, además de otras piezas pertenecientes al mundo verdialero, como la también característica vara de mando, palillos o el pandero.
Otro de los malagueños ilustres que se homenajean aquí es Gregorio Sánchez Fernández, popularmente conocido como Chiquito de la Calzada, que con 62 años de vida se hizo muy famoso en España gracias a su peculiar e innovador sentido del humor, creando frases que aún hoy en día perdura en el imaginario del país, todo un fenómeno sociológico. Pero este artista en su origen fue un gran cantaor: con tan sólo ocho años subió por primera vez a un escenario, a partir de lo cual tomó el apodo de “Chiquito” por ser niño y “de la Calzada” por el nombre de la calle malagueña donde nació. El museo exhibe la medalla y título de Hijo Predilecto de la Ciudad de Málaga, otorgados in memoriam a este gran artista, humorista y cantante.
Especialmente importante es la colección de guitarras del museo de Arte Flamenco Juan Breva, compuesta por una veintena de ellas, entre las que se encuentran algunas que tienen una antigüedad de más de dos siglos. Igualmente se expone una de las guitarras que era propiedad de Juan Breva, la cual fue realizada por el guitarrero Soto y Solares de Sevilla. También se dice que una de ellas perteneció, o al menos fue utilizada, por el mismísimo Federico García Lorca.
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