Tras ascender desde la planta baja, nos encontramos ya en el primer piso, cuyo recorrido lo comenzamos en el espacio denominado Maritime Heritage que alberga una exhibición permanente desde el año 1991. Aquí se muestra el rico patrimonio marítimo de la India a través de diversos artefactos, como maquetas de barcos, uniformes, banderas, fotografías, dioramas, etc. No hay que olvidar que el océano está tan arraigado en la cultura india que posee varios nombres para referirse a él, además está asociado religiosamente con el surgimiento de la vida y la riqueza, así como con la primera de las encarnaciones del dios Vishnu. No en vano, la actividad marítima en la india se remonta al año 3.000 a.C., como así lo corroboran la evidencia arqueológica, la escultura, la pintura, incluso la literatura.
Aquella actividad marítima estaba constituida principalmente por el comercio, aunque también se hacia inevitable que los barcos se construyeran y se mantuvieran para proteger los intereses marítimos y la soberanía sobre los mares. Debido a ello tuvo lugar un florecimiento cultural y religioso entre las naciones comerciantes, siendo muy notable la difusión de la cultura india por el sudeste asiático, quizás el único caso en el mundo en que una nación difunde su religión y cultura sin necesitad de declarar guerras, ni recaudar impuestos.
La actividad marítima fue predominantemente realizada por los reinos de la India peninsular, siendo los más destacados los reyes Chola, Pandya, Chera, Satavahana y Kalinga. Los imperios Maurya y Gupta también se involucraron en una actividad marítima considerable. El predominio de la India sobre sus mares circundantes declinó hacia el siglo XII, cuando los árabes tomaron la iniciativa. Posteriormente, la hegemonía pasó de ellos a los portugueses a principios del siglo XVI, después fueron reemplazados por los holandeses durante un breve intervalo y luego por los ingleses, allanando el camino para la colonización de la India. Tras ello, hubo varios intentos indios de recuperar el control de los mares, destacando los heroicos, pero de corta duración, realizados por Kunjali Marakkars de Calicut Navy y Kanhoji Angre de Marathas.
Le sigue la galería titulada Thanjavur and Mysore Paintings que alberga pinturas de las dos escuelas más famosas del sur de la India: Mysore y Tanjore. Los temas importantes de las escuelas de Tanjore y Mysore incluyen pinturas del visnuismo que retratan imágenes de los dioses hindúes Krishna, Rama, Vishnu y sus otras encarnaciones, y del shaivismo que retrata varias formas de Shiva, Parvati, Kartikeya, Ganesha y otras deidades de Shaiva, además de contener retratos de varios reyes y patrones reales.
Las pinturas de Tanjore, que llevan el nombre de la antigua ciudad de Tanjavur en Tamil Nadu, emplean láminas de oro y plata, piedras preciosas y semipreciosas, cuentas, espejos y metales en polvo además del uso de colores primarios: rojo, verde, azul, negro y blanco para representar figuras claves. Por su parte, la escuela de pintura de Mysore surgió en el sur de Karnataka durante el reinado de Maharaja Mummudi Krishnaraja Wadiyar y presenta una amplia variedad, desde murales hasta pinturas estilísticas sobre tela, papel y madera.
En la galería se exponen alrededor de ochenta y ochos pinturas, de las que vamos a comentar algunas de ellas, comenzando con la obra maestra en la que se representa al rey de Maratha Shivaji II rindiendo homenaje a Navaneeta Krishna de alrededor del 1825-50. En ella se representó al niño Krishna sentado en su trono de oro y con una olla de mantequilla en sus diminutas manos, ampliamente conocido como Navaneeta Krishna, es el tema más realizado por los artistas de Tanjore. Aquí el niño regordete Krishna es más un bebé adorable que una imagen divina, presentando una gran inocencia infantil, mientras que sus ojos traviesos y su sonrisa cautivan al espectador. Bajo los arcos y flanqueando a Krishna se sitúan Yashoda y Rohini, mientras que a la derecha de niño Dios, se encuentra el gobernante de Tanjore, Shivaji II, quien gobernó desde 1833 hasta 1855 y llevó el arte de Tanjore a grandes alturas.
El mismo tema y durante el mismo período se realizó la tela pegada sobre madera con lámina de oro y piedras semipreciosas en la que vemos al Niño Krishna sentado en un trono de oro. El niño Krishna se representa como un rey enjoyado y sentado en un trono dorado contra un almohadón. El dosel dorado del trono está decorado con lámparas colgantes de pared de estilo colonial del siglo XIX. A sus lados se sitúan dos damas que sostienen un loro, una bola de mantequilla, un pavo real y una flor. La majestuosa figura de Krishna, adornada con joyería tradicional del sur de la India, está magníficamente pintada.
Otra obra maestra del estilo Tanjore que vemos en Museo Nacional de la India es la pintura en la que se representa la coronación de Rama en Ayodhya de alrededor del 1825-50. Se trata de una pintura de gran tamaño (2,70 por 2,49 metros) que perteneció a la colección de la familia real de Tanjore. En ella vemos al dios Rama con Sita sentado en el trono después de la ceremonia de su coronación. Se encuentra acompañado por Lakshmana, Bharata, Shatrughana, Hanuman y varios nobles y sabios. Rama gobernó por la justicia, la veracidad, los valores humanos, la rectitud y las metas de mejoramiento de todos por igual.
Otra obra interesante es la titulada “Ceremonia de boda de Siva & Parvati y Sita & Rama Estilo Mysore”, datada a finales del siglo XVIII. Se trata de una pintura que se encuentra dividida en dos partes: en el panel de la derecha se ve a Brahma sentado frente a un yajna, el altar de fuego que solemniza el matrimonio de Siva y Parvati; mientras que, en el panel de la izquierda, se muestra al sabio Vashishta sentado en un altar de fuego para celebrar el matrimonio de Rama y Sita. En ambos paneles, dioses y sabios son testigos de estas dos bodas divinas.
Otra de las pinturas importantes es la llamada Punchmukhi Hanuman, de principios del siglo XIX. En esta obra, de estilo Tanjore del período Maratha, se representó a Punchmukhi o el aspecto de cinco caras de Hanuman que se remonta al Ramayan, donde Hanuman asume cinco encarnaciones como Hanuman, Narsimha, Varaha, Hayagriva y Garuda para apagar cinco lámparas en cinco direcciones diferentes al mismo tiempo o para matar a Mahiravan, el rey de Patala. Las cinco direcciones son Garuda al oeste, Narsimha al sur, Varaha al norte, Hanuman al este y Hayagriva como akasha, el cielo.
Volvemos a salir al pasillo circular o rotonda, donde por cierto podemos ver magníficos ejemplos de escultura india, para adentrarnos a la sala llamada Coins, es decir la colección numismática y epigráfica. La acuñación india tiene una larga y rica tradición histórica que proporciona una fuente clave de información sobre los cambios políticos y económicos, además de reflejar el desarrollo cultural y estético de diferentes períodos y regiones.
La siguiente sala que visitamos es la denominada Central Asian Antiquities, donde se exponen más de doce mil objetos datados desde el siglo III al XII aproximadamente, provenientes de la región de Xinjiang del Turkistán chino y descubiertos por Sir Aurel Stein durante una de sus expediciones a lo largo de la ruta de la seda durante sus tres expediciones en 1900-1901, 1906-1908 y 1913-1916. Aquí se exhiben varias pinturas murales, estandartes de seda, esculturas de madera y terracota, objetos de cerámica y porcelana y objetos hechos de hierba, cuero, fibra, oro y plata.
La Ruta de la seda al cruzar por una parte central y crucial para el comercio de Asia, los frecuentes movimientos de personas de diferentes regiones, religiones y culturas dieron como resultado el surgimiento de una tradición cultural compuesta. Por lo tanto, muchas de las obras de arte de Asia central poseen elementos helenísticos, sasánidas, uigurianos, chinos, tibetanos e indios.
Desde aquí se accede a la siguiente sala, la titulada “Silk paintings from the library cave of Dunhuang”, es decir pinturas en seda de la cueva de la biblioteca de Dunhuang, en la provincia de Gansu en China. Pertenece a un complejo llamadas cuevas de Mogao, también conocidas como las Grutas de los Mil Budas o Cuevas de los Mil Budas, declaradas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
La Cueva de la biblioteca, o Cueva 17 de las Cuevas de Mogao, contenía casi 50 000 manuscritos antiguos, estandartes y pinturas de seda, bordados de seda fina y otros textiles raros que datan del siglo I al XI d.C. Todavía se desconoce cuándo y por qué se ocultó esta cueva y todo su contenido. El descubrimiento de la Cueva de la Biblioteca en 1900 junto con su contenido ha sido aclamado como el mayor descubrimiento del mundo de la cultura oriental antigua. Este importante patrimonio proporciona una referencia invaluable para estudiar la compleja historia de la antigua China y Asia Central.
El centro de la sala la preside una estatua de bronce de Buda del siglo XV, es decir del período Ming de la República Popular China. Buda está sentado sobre un pedestal de loto con las piernas cruzadas y con las manos expuestas en dharmachakra mudra (famoso gesto budista con la mano utilizado en la meditación) que simboliza poner en movimiento la Rueda del Dharma, lo que indica la interdependencia de toda la vida a través de las leyes del Dharma. Otro elemento importante es un fragmento textil de seda bordado del siglo IX-X en el que se muestran la figura de los Mil Budas, es decir la escena de Sravasti, en la que Buda realiza dos milagros al ser desafiado por los seis maestros de Rajgriha: en el primer milagro camina sobre el aire, mientras que en el segundo se transforma en múltiples imágenes que flotan en el aire.
Aquí también se exponen pinturas de las Cuevas de los Mil Budas de Bezeklik, en las que se representa la famosa escena Pranidhi. Se tratan de pinturas de gran tamaño que representan la "promesa" o "pranidhi" de Sakyamuni de su vida pasada. Este tema se puede ver en muchas de las cuevas de Bezeklik, pintadas en las paredes a ambos lados de un corredor circular, en una sucesión de múltiples paneles. La pintura que vemos aquí consta de 15 fragmentos, presentando tres secciones: en la primera se puede ver a Buda de pie sobre un loto, su cabeza y cuerpo están rodeados por un halo, adornado con motivos geométricos y florales; en la segunda se representa a Buda vistiendo una prenda interior mientras su cuerpo está cubierto con una túnica de color azafrán; la última y tercera sección está asociada con el Mahaparinirvana o la muerte del Señor Buda y representa a una banda de músicos y un monje anciano en un dolor absoluto.
También destaca el Mandala de Avalokitesvara, una pintura de seda datada en el siglo IX-X d.C. Se trata de un estandarte rectangular en el que se representa al Avalokitesvara con mil brazos, sentado en un asiento de loto, quien es conocido como Mahakarunika (el Gran Compasivo). Las esquinas superiores muestran el Sol y la Luna Bodhisattvas. La pintura representa elementos indios y chinos: rasgos faciales, ropajes y representaciones florales. Los mil brazos de Avalokitesvara con un ojo en cada palma no son solo para presenciar los sufrimientos de la humanidad sino también para ayudar e iluminar a todos con el conocimiento del “Bodhisattva”. Junto a esta obra, vemos otra pintura sobre seda del siglo VIII – IX, en el que se plasmó el tema del Paraíso de Amitabha.
La planta primera se completa con la visita de la sala Manuscripts, donde se expone una colección de cerca de 14.000 manuscritos en varios idiomas y escrituras como, además del sánscrito clásico o dialectos sagrados como el pali, el prakrit, el persa, el árabe, el chino, el birmano o el tibetano. También cuenta con manuscritos traducidos al hindi y sus muchas formas dialécticas como Rajasthani, Maithili, Awadhi, Braj, Bundeli, etc. La colección abarca desde el siglo VII hasta el siglo XX d.C., tratando una gran cantidad de temas y diversas escuelas y provincias. Entre los materiales con que se fabricaron estos manuscritos se encuentran el pergamino, la corteza de abedul, la hoja de palma, el papel, la tela, la madera y los metales. Algunos de esos manuscritos están fragmentados, mientras que otros están completos, de los cuales unos 1000 están ilustrados, mientras que otros son sólo caligráficos, aunque las letras se encuentran tan ornamentadas que casi se transforman en imágenes. Terminado el recorrido por este primer piso, nos dirigimos ya a la segunda planta.
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