OPORTO (PORTO)

IGLESIA DE SAN FRANCISCO


Iniciamos el recorrido por el interior de la iglesia, para lo cual es recomendable adquirir, justo en la misma entrada de la misma y por un euro, un folleto explicativo que te informará de cada elemento importante de la iglesia. Así, una vez dentro, comprobamos que el templo está formado por tres naves y cinco tramos, conteniendo varios retablos realizados por distintos maestros talladores de distintas épocas. Efectivamente, el dorado predomina aquí, de hecho, se cree que se utilizaron más de 300 kilos de oro para realizar el pan de oro que cubre las diferentes obras. Incluso se dice que hay tanto oro que en épocas anteriores fue cerrada al culto porque era demasiado ostentosa en comparación con la pobreza que la rodeaba.

Giramos justo a nuestra derecha, topándonos con un nicho que contiene un retablo neoclásico policromado que imita el mármol, cuya sobriedad arquitectónica, combinado con el escaso uso de elementos decorativos dorados, hacen que este retablo sea un ejemplo representativo del barroco tardío. En él vemos un medallón central rodeado con guirnaldas en simetría, detalle que recuerda el gusto por el neoclásico, lo que permite datar la obra en las últimas décadas del siglo XVIII. Sin embargo, la escultura románica que contiene y que representa a san Francisco de Asís es el único elemento de imaginería que se conserva de la primera iglesia (siglo XIII). A su lado, cerca de la entrada, podemos ver un sepulcro medieval hecho de piedra no identificado.

Le sigue el retablo de los Santos Mártires de Marruecos (retábulo dos Mártires de Marrocos), uno de los que más llama la atención de la iglesia. Fue realizado por Manuel Pereira da Costa Noronha en 1766. En él se puede ver, en la parte inferior central, la representación de san Guálter a quien, según cuenta la tradición, se le debe la introducción de la orden franciscana en el país. La parte baja del retablo está formada por un grupo escultórico que cuenta el episodio del martirio de los frailes franciscanos en Marruecos, noticia que causó una gran conmoción en Portugal, lo que hizo que aumentara la devoción a san Antonio de Lisboa. La representación es muy visual, puesto que recrea varios momentos de aquel martirio. Por su parte, la zona superior del retablo está formada por la representación en relieve de los Mártires de Nagasaki en Japón de 1597, en el que se muestra los momentos de suplicio, mediante la crucifixión, de aquellos hombres, algunos de los cuales eran misioneros franciscanos.

Enseguida vemos la capilla de Nuestra Señora de la Soledad (capela de Nossa Senhora da Soledade), obra realizada por Francisco Pereira Campanhã en el año 1764. Este oratorio privado consagrado por la familia Pinto Monteiro (cuyo escudo se puede ver en el extremo superior) es el mejor ejemplo de talla dorada rococó de la ciudad. Está presidida por la escultura de Nuestra Señora de la Soledad, que llora la muerte de su hijo mientras que, debajo del altar, se sitúa la imagen de un Cristo yacente. Todo el conjunto está cubierto con tallas de madera dorada que confiere al espacio dinamismo y movimiento, culminado por la reja monumental que limita el acceso a la capilla, la cual es una obra maestra de la talla rococó portuguesa.

El exterior de la capilla sigue el mismo modelo compositivo que la que se encuentra en frente, en la otra nava lateral de la iglesia, creando unidad en la talla de madera. En los nichos podemos ver las imágenes de, a la izquierda, san Diogo de Alcalá y san Bernardo de Claraval y, a la derecha, san Pascual de Bailón y san Bernardo de Corleone, con dos arcángeles en el nivel superior.

Seguimos el paseo por esta nave lateral derecha y el siguiente retablo con el que nos encontramos es el de la Anunciación de Nuestra Señora (retábulo da Anunciação de Nossa Senhora), realizado por Manuel Pereira da Costa Noronha en 1750 en estilo rococó. En la zona central superior se encuentra la representación de la Anunciación que sigue el modelo habitual, esto es la Virgen arrodillada mientras que el Arcángel san Gabriel le dice que será la madre de Jesús, siendo ambos iluminados por una paloma, símbolo del Espíritu Santo. En el retablo también vemos otras imágenes: san Miguel Arcángel, san Juan Evangelista, san Andrés, san Juan Bautista y, en el centro inferior, san Gonzalo. Estamos ante el que fuera el primer retablo rococó de la iglesia, cuyo estilo es evidente en sus motivos asimétricos, las conchas y las líneas sinuosas, aunque también tiene algunos detalles del barroco joanino y, en la mesa del altar, elementos neoclásicos.

A continuación, llegamos a otra capilla familiar, la de los Carneiro (Capela dos Carneiro) mandada construir por João Carneiro en 1525, como así lo indica la inscripción de la pared izquierda. Se accede a ella por un pórtico de estilo gótico tardío, en el que las columnatas que flaquean el arco están rematadas por la figura de un cordero o Agnus Dei, símbolo de san Juan Bautista y del apellido de la familia (ya que carneiro en portugués significa cordero), igualmente vemos este animal, ya en el interior, en la clave de la bóveda. Y precisamente en las nervuras de la bóveda del siglo XVI, y en la parte interna del arco, se pueden apreciar los vestigios originales de policromía azul y dorada. La capilla presenta una arquitectura que era la habitual entre la élite renacentista, y cuyas características se atribuye al taller de Diogo de Castilho. El retablo se integra perfectamente en el estilo del espacio, destacando la gran altura que alcanzan sus ornamentos, característica propia del estilo rococó. En su base se encuentra la mesa rectangular original del altar que, a diferencia de la mayoría de las otras de la iglesia, permanece inalterada. En el centro del retablo se encuentra una pintura renacentista del siglo XVI que representa el Bautismo de Jesucristo, atribuido a André de Padilha. En este cuadro aparece, en el lado izquierda, el donante o encargado de la pintura que no es otro que João Carneiro.

Llegados a este punto, y antes de centrarnos en el altar mayor, vamos a hablar de las dos capillas situadas en sus laterales, empezando por la de la derecha, la de los Brandão (capela dos Brandão) consagrada en 1543. Recibe este nombre porque es la capilla funeraria de esa familia, a quien pertenece las sepulturas de dos de sus miembros, las de Fernão y de Diogo Brandão. El sarcófago de aquel primero está sostenido por tres esculturas de leones (el del centro sostiene el escudo de armas de la familia) y enmarcada por un arco renacentista que contiene dos medallones con dos bustos (probablemente los de Fernão Brandão y su esposa). En la pared de enfrente se sitúa la sepultura de su padre João Brandão, de 1501 que presenta el mismo esquema decorativo renacentista. En cuanto al retablo, dedicado a los Reyes Magos, posee una composición manierista, cuya parte inferior parece haber estado decorada anteriormente en color dorado, incluido la mesa neoclásica del altar.

La zona del nicho central superior, donde vemos las esculturas de los Reyes Magos, es la más antigua de la iglesia, ya que puede datarse con alta probabilidad en la primera mitad del siglo XVII. Los paneles tallados ahuecados que dejan pasar la luz en el nivel superior fueron añadidos posteriormente sustituyendo probablemente a pinturas, imágenes o paneles con relieves. Debajo se encuentran las esculturas de la Virgen del Carmen a la derecha, de san José en el centro y san Juan Damasceno a la izquierda. Antes de dirigirnos a la otra capilla, merece la pena detenerse un momento en esta parte para obtener una visión general de la iglesia, pero hacia el otro extremo de las naves.

Entre las divisiones de los muros del crucero, en el espacio resultante entre las dos capillas laterales y el altar mayor, se encuentran cuatro retablos que cuando se construyeron tuvieron que adaptarse a la anchura limitada disponible, a lo que había que añadir la gran altura del transepto, por lo que se resolvió con una solución insólita en el esquema estructural: se optó por la construcción de tres niveles desde el suelo hasta la base de las columnas (lo habitual eran dos), y a partir de ahí, se añadieron dos hornacinas en línea, en las que se colocaron dos esculturas o relieves sagrados. Con esta solución, la mejor alineación posible, confiere a estos espacios cierta grandiosidad. De derecha a izquierda los retablos representan a: Nuestra Señora de Candelaria (con los bustos relicarios de san Francisco de Neri y San Francisco de Sales), y el relieve de Cristo Resucitado; le sigue el altar de san Buenaventura, con San Jerónimo; a continuación, el de san Benito, con Nuestra Señora del Monte Carmelo, y finalmente el de san Francisco, flanqueado por san Juan y san Pedro de Mogliano, coronado por un relieve de la Santísima Trinidad.

La otra capilla lateral, la de la izquierda, es la de san Antonio (capela de Santo António), cuyo arco tallado de 1724 fue realizado por Luís Pereira da Costa, uno de los mayores escultores de Oporto, que también participó en la talla del altar mayor que veremos después. Su decoración se caracterizaba por pertenecer al barroco pleno, estilo que lucía la capilla, incluido el altar a san Antonio, aunque fue cambiado posteriormente por el que vemos hoy de estilo rococó, al igual que el resto del retablo. Presenta un diseño dinámico que juega con los espacios cóncavos y convexos, además de estar ornamentado con conchas, volutas y hojas. En el centro podemos ver la imagen de san Antonio, mientras que a los lados se encuentran san Francisco Javier, a la izquierda, y san Cayetano a la derecha, dos santos importantes para la iglesia por a su labor en extender la doctrina.

Nos centramos ya en el magnífico Altar Mayor (Retábulo-mor) de la iglesia de san Francisco de Oporto, el cual está vinculado a los retablos del crucero con la talla de madera dorada que lo corona y que sobresale del techo del presbiterio, uniéndose a una gigantesca cenefa del arco cruzado que descansa sobre los altares laterales. Este arco triunfal está profusamente decorado, además luce el escudo de armas de la familia Sá, ya que se le concedió en 1550 el permiso para usar el presbiterio como panteón. Coronando toda la composición se encuentra el escudo de la Orden de san Francisco, que luce dos brazos en alto, uno desnudo que representa el de Cristo, y el otro, el de san Francisco de Asís en el momento en que fue estigmatizado por Cristo, completándose la composición del escudo con la cruz y la corona de espinas en el centro. Todo el conjunto está atribuido Manuel da Costa Andrade, y probablemente realizado entre los años 1740 y 1753 en estilo barroco tardío. Para su construcción aquel tallista se inspiró en la composición decorativa del barroco italiano, que luce una riqueza ornamental, consistente en festones, guirnaldas, flores suspendidas verticalmente, ángeles en poses teatrales, cabezas con alas, etc.

La exuberante decoración se conjuga con el trabajo de talla de su interior. El retablo tipo baldaquino, que en aquel momento era un modelo nuevo en Portugal, cubre el trono central mediante seis niveles, en cuya cima había una custodia que exponía el Santísimo Sacramente, sin embargo, en la actualidad vemos una imagen de un Cristo crucificado. Todo ello enmarcado en una estructura coronada por la paloma del Espíritu Santo en la que no falta el escudo de armas de la familia Sá. En el altar mayor se encuentran las esculturas de santo Domingo, a la izquierda, y san Francisco, a la derecha, que ponen de manifiesto la estrecha relación entre estas dos órdenes mendicantes. En los muros laterales del presbiterio se colocaron las imágenes (de izquierda a derecha) de san Jácome, san Sebastián, santo Domingo, san Francisco, san Juan de Prado y san Juan Capistrano.

Nos adentramos ahora en la otra nava lateral, la de la izquierda, en la que encontramos en primer lugar el retablo de santa Lucía, el cual fue diseñado por Francisco do Couto e Azevedo y realizado por Manuel da Costa Andrade en 1740 por encargo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de los Esclavos, aunque once años después sufrió algunas modificaciones por mandato de la Cofradía de Santa Lucía. La escultura de san Benito, que en la actualidad se encuentra en el altar del lateral izquierdo, estaba anteriormente en el centro, en el lugar que ocupa hoy santa Lucía, mientras que a la izquierda se sitúa la imagen de san Cristóbal y a la derecha, las de san Diego y san Patricio.

Le toca el turno a una de las tallas más exuberantes del tema tratado de toda Portugal, el retablo del Árbol de Jesé (retábulo da Árvore de Jessé). Fue realizado por Filipe da Silva y António Gomes en el año 1718, quienes decidieron representar la genealogía de Cristo mediante la forma de un árbol, cuyas raíces crecen a partir del cuerpo yacente de Jesé, mientras que las diferentes ramas sostienen las imágenes de doce reyes de Judá (destacando el rey David que está situado en la primera rama a la derecha), quienes fueron los predecesores de José que se sitúa en la parte superior del árbol.

Esta escena se basa en la interpretación de los textos del Antiguo Testamento y de los Evangelios de san Mateo y de san Lucas, desarrollándose aquí el tema de una manera extensa con motivos eucarísticos sobre una base equilibrada. La obra culmina, tras la escultura de san José, con la imagen de la Virgen María con el Niño, lo que hace referencia a la devoción mariana que existía, especialmente con la Inmaculada Concepción, como así hace alusión la iconografía con la que se le ha representado. Finalmente, en la parte superior del retablo se halla la imagen alegórica de la Iglesia, de la Fe y la Sabiduría.

Hay que señalar que durante las obras de renovación de esta obra realizadas por Manuel Carneiro Adao, se cambió la imagen de la Virgen para adaptarla al gusto estéticos de la época, sin embargo, la mayoría de sus elementos originales se mantuvieron. En las hornacinas, a ambos lados del Árbol, se sitúan las imágenes de san Joaquín, santa Ana, los padres de la Virgen y, en la zona inferior, las de los cuatro Doctores franciscanos que escribieron sobre la Inmaculada. En la base del retablo, y empotrada encima del altar neoclásico, podemos ver una urna de cristal que contiene la escultura de Nuestra Señora del Buen Viaje o de la Buena Muerte que anteriormente se encontraba bajo el retablo de los Santos Mártires de Marruecos, y que representa el último viaje que realiza cada cristiano hasta abrazar la muerte, el fin de la vida física y el comienzo de la vida espiritual eterna.

Siguiendo por esta nave lateral, el siguiente que vemos es el retablo de Nuestra Señora de la Rosa (Retábulo de Nossa Senhora da Graça ou da Senhora da Rosa) que fue diseñado por Francisco do Couto e Azevedo y ejecutado por el tallista Manuel da Costa Andrade, tras ser encargado por la cofradía de Nuestra Señora de las Gracias en 1743. De nuevo vemos en este retablo una exuberancia decorativa propia del barroco jaonino, compuesta por elementos elegantes y escenográficos que enmarcan los nichos que contiene las esculturas y los vanos centrales donde se encuentran las dos pinturas. De ellas, en el óleo sobre lienzo de la zona superior se representó a san Jerónimo Ermitaño siendo auxiliado por intervención divina, dándole agua y pan, aunque no es original de este retablo.

Por su parte la pintura mural de la zona inferior fue descubierta durante las obras de restauración del año 1908, presentando características de la escuela italiana. La obra está datada en el siglo XV y es atribuida a António Florentim, pintor del rey João I, o a Álvaro Pires de Évora, quien se formó en Italia. En la pintura se representó a la Virgen con el Niño en presencia de dos santos, san Juan Bautista y san Juan Evangelista, y de una pareja de donantes, que se cree que son el rey João I y la reina Filipa de Lencastre. Los nichos laterales contienen las esculturas de santa Isabel y santa Clara, en la zona inferior, y las de santa Margarita de Cortona y María Magdalena, en la parte superior. Por otro lado, la mesa del altar fue sustituida posteriormente y actualmente es de estilo neoclásico.

Ya estamos a punto de finalizar el recorrido por el interior de la iglesia de san Francisco, pero antes de abandonar el templo, nos acercamos a la capilla de Luis Alvares de Sousa fundada por él en 1474 y cuyo escudo de armas de su familia, emparentada con el rey Fernando I, está esculpido en el arco de piedra caliza gótica, otro elemento superviviente de la Edad Media que aún se pueden ver en la iglesia. Por la fecha, la calidad del trabajo realizado y por el material que se empleó se cree que el arco de esta capilla fue realizado por el de Diogo Pires-o-Velho. En su interior alberga un retablo rococó de la segunda mitad del siglo XVIII con tallas de madera doradas y policromadas que imitan el mármol, y ornamentos consistentes en guirnaldas, cintas, lazos, etc. Lo que más sorprende de este retablo es la delicadeza de sus perfiles ondulados inspirados en los paneles franceses, especialmente en la mesa de altar. Finalmente, el nicho central del retablo está ocupado por una escultura de san Antonio de Lisboa.

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