PRINCIPADO DE MÓNACO
(PRINÇIPATU DE MÙNEGU)

CATEDRAL DE NUESTRA SEÑORA INMACULADA


La catedral se levantó en el mismo lugar donde se encontraba una primera iglesia parroquial: en 1247 el Papa Inocencia IV autorizó la construcción de esa iglesia dedicada a san Nicolás, el patrón de los marineros y niños, en la Roca, donde ya existía una fortaleza. Aquel templo estuvo en funcionamiento durante más de quinientos años, pero con las grandes transformaciones de Mónaco por parte del príncipe Carlos III fue derribado al surgir la necesidad de una nueva iglesia que pudiera convertirse en catedral y sede del obispado, ya que el territorio del Principado de Mónaco se separó de la diócesis de Niza.

Así la primera piedra de la catedral actual fue bendecida el 6 de enero de 1875, comenzándose a construir en grandiosas formas eclécticas románico-bizantinas, según el expreso deseo del Príncipe Calos III. La obra finalmente se terminó en el año 1903, aunque no fue consagrada hasta junio de 1911. En 1981, la catedral dio un paso más cuando el Papa Juan Pablo II la elevó al rango de archidiócesis.

En su fachada podemos ver abundantes arcos, frisos esculpidos, canecillos y estatuas, coronada en su zona central por un gran rosetón sobre el cual se sitúa un Pantocrátor. Para su construcción se empleó piedra blanca procedente de la vecina La Turbie. Tras admirar un rato este templo desde el exterior, nos disponemos a acceder a su interior.

Posee una capacidad para albergar a más de mil personas que se reúnen en los momentos más solemnes de la vida del Principado, por ejemplo, el 19 de noviembre para celebrar el Día Nacional de Mónaco, o el 6 de diciembre cuando se entonan canciones corales para celebra la vida de san Nicolás, o el día 27 de enero para celebrar el día de santa Devota, entre otras fechas destacadas.

La nave que vemos actualmente corresponde con el espacio que ocupaba el antiguo cementerio parroquial de la primera iglesia, la cual se levantaba en el emplazamiento del crucero de la actual catedral. Durante los siglos XV, XVI y XVII, se construyeron ocho capillas en los laterales que vamos a ir viendo en nuestra visita al templo.

Comenzamos el recorrido por este templo a través de la nave derecha, donde nos encontramos, en primer lugar, con la chapelle de Sainte-Dévote. En ella se puede ver las reliquias pertenecientes a esta santa, patrona de la ciudad y protectora de la familia real, custodiada en una urna de cristal situada en lo más alto del altar de esta capilla.

La Catedral contiene valiosas obras de la antigua iglesia que la precede, por ejemplo, se pueden ver restos de aquel edificio como capiteles, balaustradas y columnas, dispuestas en el lado izquierdo del actual templo, hasta la Porte Saint-Nicolas, que da acceso al crucero, así como diferentes obras que iremos viendo durante el recorrido.

Le sigue la chapelle de Saint Roman: san Román fue un soldado romano que sufrió martirio por sus creencias cristianas y religiosamente es considerado el protector del Principado. La escultura que le representa y su altar fueron erigidas en 1899 gracias a las donaciones de los habitantes de la Roca y de los miembros del Comité de Fiestas de san Román.

A continuación, vemos un retablo, con unas dimensiones de 184 por 160 centímetros, en cuya imagen central se representa a santa Devota, rodeada de san Jorge y santa Lucía, realizado por un autor anónimo de la escuela de Liguria. En la parte de arriba se encuentran la Crucifixión, rodeado de la imagen de la Virgen de la Anunciación y el Arcángel Gabriel. Esta obra fue donada alrededor de los años 1560 – 1570 por Isabelle Grimaldi (quien está representada en una miniatura, rezando de rodillas a los pies de la imagen central de santa Devota), esposa del Príncipe Honorato I, a la primera iglesia.

Ahora vemos otra de las joyas de la Catedral que proviene de la primera iglesia: el retablo de san Nicolás terminado para el Gran Jubileo del año 1500 por Louis Bréa. Cuando se terminó la primera iglesia en este lugar en el año 1321, san Nicolás era el santo más venerado de Mónaco, por ello, el retablo que vemos fue pagado por toda la población de este país. Durante la persecución de cristianos en el año 310, Nicolás fue capturado y torturado, aunque sobrevivió para convertirse en el obispo de Myra, en la costa sur de la actual Turquía. En este retablo, que cuenta con un tamaño de 2,02 por 2,60 metros, el santo se encuentra sentado en un trono sosteniendo con su mano izquierda una cruz episcopal, mientras que con la derecha levanta dos dedos como señal de bendición.

A la izquierda, al lado de san Nicolás, vemos a san Miguel que atraviesa y pisa a un diablo, mientras que san Estefan, situado a continuación, es golpeado por una piedra en recuerdo de su lapidación. A la derecha del santo, vemos a san Lorenzo con la parrilla de su martirio y a santa María Magdalena quien sostiene en la mano un jarrón blanco en referencia a la escena bíblica en la que derrama perfume sobre los pies de Cristo. En la parte superior, en el centro, vemos un Cristo que se encuentra de pie, frente a su tumba, custodiado por su madre y san Juan, evocando el sufrimiento de Jesús; a la izquierda Brea representa al ángel Gabriel y a la Virgen María en el momento de la Anunciación, mientras que en la parte derecha se encuentra una insólita representación de santa Ana sosteniendo en sus brazos a su hija, la Virgen María, y su nieto, Jesús. Finalmente, en los laterales vemos: en el lado derecho, de arriba abajo: santa Brígida, san Blas, santa Margarita y santa Julia; mientras que en la parte lateral izquierda se representan a santa Bárbara, san Bernardo, santa Clara de Asís y santa Devota.

Llegamos ya a la zona del crucero, lugar donde se hallaba la primera iglesia (recordemos, terminada en 1321), concretamente más o menos aquí se situaba el pórtico de aquel templo que se encontraba orientada transversalmente a la construcción actual, además de contener proporciones mucho más modestas para acoger a una población estimada de unos quinientos habitantes a principios del siglo XV. Actualmente, si alzamos la vista veremos, a unos veintitrés metros de altura, una espléndida cúpula que llena de luz el espacio, mientras que a los lados corre el transepto con esculturas y diferentes pinturas.

Antes de entrar en el deambulatorio, nos fijamos en el magnífico altar mayor y el trono episcopal situados en el presbiterio, ambos fabricados con mármol blanco de Carrara. Por su parte el casquete del ábside se encuentra decorado con mosaicos de teselas doradas en el que se representa a Nuestra Señora con el Niño Jesús, rodeados por ángeles y por el profeta Isaías y san Pedro.

En ese mosaico vemos a la Virgen María situada en el centro de la escena, y sobre su regazo el Niño Jesús que sostiene en una mano un libro, símbolo de la Palabra de Dios hecha carne, mientras que con su mano derecha hace el gesto de la bendición. Esta escena central se encuentra enmarcada por cuatro ángeles. A continuación, junto a ellos, a la derecha se encuentra situado el Profeta Isaías que está abriendo un pergamino en el que se puede leer en latín “la Virgen concebirá y dará luz a un hijo”, mientras que a la izquierda vemos a san Pedro sosteniendo en su mano unas llaves que simbolizan su autoridad para servir la caridad, así como la unidad de la Iglesia. Toda esta escenografía está cerrada, a ambos lados, dos los arcángeles Miguel y Gabriel, situados entre palmeras.

La girola contiene interesantes elementos como capillas, obras de arte, tumbas, etc.… En el inicio del deambulatorio nos encontramos con más reliquias de santa Devota colgadas en la pared. En la girola se distribuyen cinco capillas dedicadas a las siguientes santidades: san Carlos Borromeo, san José, la Virgen María, san Jorge y san Nicolás. Mientras que en el suelo podemos ver diferentes tumbas pertenecientes a la dinastía de los Grimaldi.

En la capilla dedicada a san Carlos Borromeo (nacido en 1538 y fallecido en 1584), vemos la escultura de este santo vestido como obispo, en cuyo lateral se exponen una serie de bandas de procesión del siglo XIX que pertenecen a diversas asociaciones. A sus pies se encuentra la tumba de Carlos III (8 de diciembre de 1818 - 10 de septiembre de 1889), príncipe de Mónaco y duque de Valentinois desde el 20 de junio de 1856 hasta su muerte. Fue el fundador de esta catedral y el ideólogo de referentes en este país como por ejemplo el famoso casino de Montecarlo.

Y ya que hablamos de tumbas, centrémonos en ellas: aquí podemos ver más tumbas de la familia Grinaldi, como una en la que se encuentran los restos de veintiún mientras de príncipes y princesas fallecidos entre 1500 y 1850; la tumba de Maria Pellina Devota (fallecida en 1726), era hija de Antonio I y de su esposa María de Lorena; la de Ludovia Felicitas Victoria (fallecida 1876); la de la condesa Antonieta de Mérode-Westerloo (fallecida en febrero de 1864) quien fue princesa consorte de Mónaco, por su matrimonio con el futuro príncipe Carlos III de Mónaco o la de la princesa Carola Florestadi (fallecida en 1879) la de Alberto I que fue soberano de Mónaco entre 1889 y 1922; la de Ludovico II (o Luis II) que le sucedió y reinó entre 1922 y 1949.

Pero quizás las tumbas más queridas son de personas más contemporáneas, como la de Rainiero III que gobernó entre 1950 a 2005, uno de los monarcas más queridos, no sólo porque trajo bienestar económico y social al Principado al convertirlo en un centro empresarial y turístico, sino también porque fue regente durante el reinado del Príncipe Luis II, su abuelo. Junto a él se encuentra quizás la más venerada y mítica de todas: la tumba de Gratia Patricia, más conocida como Grace Kelly, esposa de aquél. Su compromiso con el Príncipe Rainiero III se anunció en enero de 1956, causando un gran revuelo en Hollywood, a pesar de que la actriz se tuvo que retirar de las grandes pantallas para poder ejercer como Princesa. El 18 de abril de 1956 ambos se casaron civilmente en el Salón del Trono del Palacio de Mónaco. La historia de amor se vio truncada cuando la ex actriz sufrió un accidente de coche el 13 de septiembre de 1982 que le costó la vida con 52 años. Durante el trágico acontecimiento, llevada a su hija Estefanía, quien tenía diecisiete años y quien, a pesar de lo aparatoso del accidente, salió ilesa.

Estamos terminado ya el recorrido por la girola y, justo antes de salir de ella, vemos diferentes cuadros, de los que destaca el retablo de la Piedad realizado en el año1505 por Louis Brea (el mismo autor del retablo de san Nicolás). Brea es considerado un maestro que hizo escuela al marcar el punto de transición entre la pintura medieval y la del Renacimiento. Esta obra, de unas dimensiones de 1,57 por 1,50 metros, es conocida también como “Cura Antonio Teste”, sacerdote que ejercía sus oficios en la primera iglesia y que se hizo representar orando en el panel central abajo a la izquierda.

Nos encontramos ya en la nave lateral, donde de nuevo encontramos otra obra que también perteneció a la primera iglesia dedicada a san Nicolás: la “Pietà des Penitents Blancs” (Piedad de los Penitentes Blancos). Este retablo, que cuenta con unas dimensiones de 2 metros por 1,95 metros, fue realizado entre los años 1530 y 1535 por François Brea, quien era sobrino del ya comentado Louis Brea.

Le sigue el altar dedicado a san Antonio de Padua, también venerado como san Antonio de Lisboa, ya que esa ciudad fue su lugar de nacimiento en el seno de una familia adinerada, bajo el nombre real de Fernando Martins de Bulhão, mientras que Padua fue el lugar donde falleció en el año 1231.

La siguiente capilla está dedicada a san Benito, cuyo altar fue levantado en junio de 1968 con motivo del centenario de la erección de la abadía de Nullius y como respuesta al llamamiento lanzado en Montcassin el 24 de octubre de 1964 por el Papa Pablo VI en favor del culto a san Benito.

La última capilla de esta nave lateral corresponde con el baptisterio, donde se encuentra una fuente bautismal del siglo XVII y un crucifijo de madera de 1637, ambas piezas provienen de la primera iglesia. No podemos irnos de la catedral sin haber visto y comentado el órgano situado en la tribuna por encima del nártex, construido por Jean-Loup Boisseau en 1976 en colaboración con Pierre Cochereau y el canónigo Henri Carol. Años más tarde, el órgano fue reconstruido por maestros organeros belgas, quienes utilizaron madera de calidad procedentes de toda Europa: abetos de los Vosgos para los fuelles, arce para la consola, roble para el frontal... Se trata de un instrumento musical de gran valor no sólo desde el punto de vista musical, sino también desde el arquitectónico, ya que presenta un aspecto decididamente contemporáneo, a pesar de estar inspirado en órganos franceses clásicos. Dispone de 4 teclados, 79 registros y alrededor de siete mil tubos, todo ello con un peso de treinta y cinco toneladas.

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