El pueblo de Apiranthos o Aepiranthos, considerado por muchos visitantes como la joya de la corona de la isla de Naxos, se encuentra a una altura de 650 metros. Está construido con forma de anfiteatro en las laderas del Monte Fanari, quizás por ello ha conservado a lo largo de los siglos un carácter único que lo hace diferente a los asentamientos del resto de las islas Cícladas. De hecho, los lugareños suelen decir que aquí nada dice que estemos en una isla, sino más bien en un asentamiento del norte de la Grecia continental. Y es que su autenticidad se ha conservado casi intacta desde la época de los venecianos, en cada rincón del pueblo y en cualquier lugar que se mire: en sus estrechas calles, en sus arcos, en sus torres defensivas, en sus casas de dos plantas, etc.
Esto que comentamos no sólo es aplicable a la arquitectura y al ambiente de la villa, sino también a las costumbres y tradiciones que se remontan a siglos atrás, sin ir más lejos sus orgullosos habitantes han conservado su propio dialecto local del griego que difiere del resto de Naxos y, quien tenga un buen oído, notará que su verdadero origen se encuentra en los pueblos de las montañas de Creta, por lo que se cree que muchos de los habitantes de Aepiranthos descienden de aquella isla, concretamente de Sfakia y Anogeia. Esta idea se refuerza con las similitudes que la villa tiene con Creta en temas culturales, morales y costumbres, así como en la habilidad en la poesía y la música.
Sin embargo, también existe la versión que asegura que los habitantes del pueblo provienen de las costas de Asia Menor. Sin ir más lejos, algunos estudiosos señalan que el nombre de la villa fue dado unos años antes de la Guerra de Independencia Griega, cuando algunas antiguos habitantes de Perinthos en Constantinopla huyeron hasta aquí para evitar las persecuciones de los otomanos. Otros, sin embargo, señalan que el nombre significa “lleno de flores” o “infinito de flores”. Sea como fuere, la primera vez que esta villa se mencionó fue en el año 1413 en el libro “Liber insularum archipelago” del viajero Christopher Buondelmonti, quien la describió como un notable pueblo.
Lo primero que vemos, nada más aparcar el coche en uno de sus parkings, es el monumento a las Víctimas de la Guerra que está compuesto por un obelisco de mármol, en cuya cara principal vemos un relieve que representa el dolor de las madres que han perdido a sus hijos en la guerra. Después, escrito en griego, se sitúa un poema dedicado a aquellas progenitoras, seguidamente vemos los nombres de los conmemorados tallados en la base del monumento. Desde aquí, sobre la colina, vemos los restos de un antiguo molino de viento.
Accedemos ya al interior del pueblo, topándonos en primer lugar con la iglesia de Panagia Aperathitissa que fue construida en el año 1819 que está precedida por un amplio patio pavimentado y cerrado. Se dice que el templo se levantó aquí, en el lugar mismo donde un pastor de la época encontró el icono de la Virgen María. Exteriormente destaca el cuádruple campanario hecho de mármol blanco que corona toda la fachada principal.
Su interior alberga diferentes iconos realizados con gran detalle artístico, los cuales, junto con otros elementos ornamentales, decoran la estancia. El iconostasio del altar del templo y otros detalles tallados de la iglesia (como las columnas) son, igual que el campanario, de mármol blanco. Durante el periodo estival la iglesia suele estar muy concurrida, especialmente el día 15 de agosto, cuando se celebra la fiesta de la Asunción de la Virgen María.
A partir de aquí, a la izquierda de la iglesia, nace una bonita calle pavimentada de mármol (la única del pueblo que no presenta desniveles) llena de restaurantes y tiendas de artesanía, entre las que destacan los antiguos locales donde se reparaban los zapatos, tiendas donde se manipula el cuero para fabricar monturas de caballos y los talleres donde trabajan todavía hoy las mujeres de Apiranthos, quienes utilizan los tejedores tradicionales, además de bordar para elaborar bonitos textiles.
Aparte de todo lo comentado anteriormente, que llena de orgullo a sus más de mil habitantes, en el pueblo han florecido las letras y las artes, y como buena prueba de ello es que aquí se encuentra desde el año 1964 la biblioteca Nikos Glezos (quien fue ejecutado por los nazis en mayo de 1944) que es, con sus aproximadamente 26.000 títulos, la más grande de todas las islas Cícladas. Por otro lado, Apiranthos cuenta con varios espacios expositivos, donde cultivar y mimar la cultura desde cualquier de sus variantes: el museo arqueológico, el museo Geológico, el museo de Historia Natural, el museo de Bellas Artes y el museo del Folklore.
Enseguida llegamos a una pequeña plaza desde donde se puede ver la torre veneciana de Zevgolis que, a pesar de haberse construido en el siglo XVII sobre una imponente roca, se encuentra en un excelente estado de conservación y que forma parte del Castillo de Apiranthos. Se trata de un buen ejemplo de arquitectura fortificada de la época y una de las dos torres a partir de las cuales se desarrolló este pueblo. Tras la Revolución Griega, el edificio pasó a ser una propiedad privada. Debajo se encuentra la pequeña y sencilla iglesia bizantina de san Antonio.
La calle continúa y encontramos más edificios interesantes para el turista, como el museo Arqueológico (en el que sobre todo se exponen los hallazgos de la época de las Cícladas, es decir, del tercer milenio antes de Cristo, entre las que destaca las losas de Korfi t'Aroni.), la casa del pintor Antonis Katsouro, la casa del profesor de la Universidad de Historia Moderna Vlasi Sfyroeras, etc. Dicho sea de paso, este es el pueblo donde nació Manolis Glezos, el héroe popular, conocido por su participación en la resistencia de la II Guerra Mundial, antes de que su familia se mudara a Atenas; es especialmente recordado por quitar, junto con Lakis Santas, la bandera nazi de la Acrópolis, acto que inspiró al pueblo griego a resistir la ocupación alemana.
Toca pasear y perderse por sus calles pavimentadas con mármol, las cuales forman un laberinto, donde casi es imposible orientarse y donde es necesario subir y bajar pintorescas escaleras y cruzar algunos bonitos arcos. Perderse es toda una delicia, puesto que lo más probable es que desemboques en rincones llenos de encanto. En algunas de esas calles, e incluso desde algunos restaurantes y cafeterías, se obtienen, gracias a la altitud del pueblo, bellas vistas sobre los picos de las montañas y los valles circundantes.
Tras ascender por algunas escaleras y cuestas, escondido entre las estrechas calles, se llega a la segunda torre veneciana más importante de Apiranthos, la de Bardani, aunque también es conocida como torre Sforza, ya que en origen, antes de pasar a manos de los Bardanis, en el siglo XIX era propiedad de la importante familia feudal Sforza-Castri. La primera referencia que nos ha llegado de esta torre es del año 1726, por lo que se supone que fue en esa fecha cuando se construyó.
De igual manera, entre las calles podemos ver numerosas iglesias, algunas de ellas fruto del florecimiento económico y artístico durante la etapa bizantina, entre ellas encontramos la de Anargyroi Katapoliani, la de Metamorphosis Sotiros (Fotodotis), la de Agia Paraskevi, la de Agia Kyriaki, la de Agios Ioannis, etc., etc. Todas ellas típicamente cicládicas, con las fachadas exteriores encaladas de blanco. La iglesia de Agia Kyriaki es la más antigua, concretamente datada del período de la iconoclasia (es decir del siglo IX), por lo que es uno de los monumentos más importantes de los Balcanes.
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