CARCASONA (CARCASSONNE / CARCASSONA)

CIUDAD MEDIEVAL DE CARCASONA


Turísticamente hablando, por norma general, cuando se habla de Carcasona, se suele referir a la Ciudad Medieval o, como se conoce en Francia, la Cité. Una ciudadela, en la que viven muy pocas personas (alrededor de 50), cuyo acceso es libre las 24 horas del día. Los turistas acceden a su interior a través de una de sus dos puertas principales, la Porte de l’Aude al oeste o la Porte Narbonnaise al este. Normalmente, debido a que está junto al enorme parking y a que está al mismo nivel que la ciudadela, es más habitual entrar a la Cité a través de la Porte Narbonnaise, pero antes, hay que fijarse en el busto de la Dame Carcas que precede dicha puerta. Según la leyenda, en el siglo VIII, durante la ocupación sarracena de la ciudadela, el emperador Carlomagno sitió Carcasona. Tras la muerte del rey Ballak, su esposa, la dama Carcas, tomó el control de la ciudad y tuvo que aguantar el asedio durante cinco años.

El hambre se apoderó de su pueblo y de los últimos defensores, por lo cual, colocó muñecos de paja y disparó escuadras de ballesta desde diferentes puntos para hacer creer al ejército sitiador que todavía quedaban muchos defensores. La situación llegó a tal punto que en la ciudad solo quedaba un cerdito y un puñado de trigo. La dama Carcas entonces decidió cebar al cerdo con ese trigo, para después tirarlo por encima de la muralla hacia el exterior. El cerdo, al chocar contra el suelo, reventó y de su vientre salió un torrente de grano. Enseguida Carlomagno levantó el sitio, pues pensó que sería inútil, ya que había tanto trigo dentro de Carcasona que hasta los cerdos se alimentaban de él.

Antes de que el ejército invasor se retirara, la dama Carcas hizo que Carlomagno entrara para firmar la paz, para lo cual ordenó que las trompetas tocasen “sonidos de Carcas” o en francés "Carcas sonne". Tras conocer esta leyenda, ahora sí, nos acercamos a la Porte Narbonnaise, antiguamente conocida como Porte de Pressan. Para ello atravesamos el pseudo puente levadizo que cruza un foso seco, el cual originariamente no existía, construido en el siglo XIX por Viollet-le-Duc, quien igualmente reconstruyó las almenas y los techos de pizarra. Enseguida llegamos a la barbacana de Saint-Louis que protegía y precede a la puerta.

La Porte Narbonnaise fue construida hacia el año 1280 durante el reinado de Felipe III el Temerario. Lo primero que salta a la vista son sus dos altas torres de espuelas que protegen la propia puerta de forma ojival, encima de la cual, en el interior de un nicho, se sitúa la escultura de una virgen del siglo XIV, mutilada durante la Revolución Francesa. El interior de la puerta guarda un gran cuarto de guardia, la torre norte posee una profunda cisterna, mientras que la sur posee una bodega para almacenar alimentos.

Desde aquí, antes de entrar a la ciudad propiamente dicha, ya podemos ver el paseo que discurre por las lizas entre las murallas y que resulta muy interesante y una buena alternativa gratuita al recorrido sobre las murallas. Este espacio, de algo más de un kilómetro de circunferencia, fue nivelado en el siglo XIII, cuando se levantó el segundo lienzo de la muralla. A la izquierda de la puerta, las lizas bajas, que van desde la propia Porte Narbonnaise hasta la Porte d'Aude, tienen una longitud aproximada de 500 metros. En ese tramo se encuentran los restos de la antigua muralla del Bajo Imperio del siglo IV, caracterizada por contener parapetos de piedras de pequeño tamaño, a menudo interrumpido por una parte de ladrillos.

Las lizas bajas terminan en una zona acondicionada para acoger torneos, previo pago, durante los meses de verano. Aquí se celebran Tournoi de Chevalerie, es decir las justas medievales que recrea un torneo de la época, en el que se verá (con tres pases al día y con una duración de unos 45 minutos), además de las luchas típicas medievales que todos tenemos en mente, combates cuerpo a cuerpo, y con armas reales, de caballeros occitanos contra caballeros cátaros, además de toda clase de acrobacias sobre los caballos y doma clásica.

En sentido contrario, desde la Porte Narbonnaise las lizas altas se abren a la derecha, dirigiéndose hacia el norte hasta la Porte d'Aude, discurriendo en aproximadamente 600 metros. En esta zona veremos las murallas galo-romanas y las nuevas reconstrucciones realizadas durante el reinado de Felipe III el Temerario, fácilmente reconocibles por el uso de piedras en relieve. Durante esas obras se reconstruyeron todo el ángulo sur, la torre cuadrada del Obispo y la torre de Saint-Nazaire. En cambio, en la parte sureste, el muro interior sólo sufrió pequeñas alteraciones que se alternan con el parapeto romano.

Nos adentramos ya al interior de la ciudad amurallada y llegamos a uno de los 22 pozos que abastecía de agua a la ciudad, el Grand Puits. Actualmente son dos los más famosos, el que nos ocupa y el que está situado más al sur, más pequeño y, por tanto, recibe el nombre de Petit Puit, en contraposición con aquel. El pozo grande o Grand Puits posee un brocal de 2,60 metros datado en el siglo XIV y sobre el cual se sostenían tres pilares monolíticos renacentistas, de los que aún se conservan dos que estaban conectados en su parte superior por 3 vigas, de las que se suspendía, de cada una de ellas, una polea, que permitía así a tres personas sacar agua simultáneamente.

Justo enfrente se encuentra la Maison hantée o Casa encantada. Su interior acoge una atracción de terror, repartida en una quincena de estancias acondicionadas como una mansión de trescientos metros cuadrados, cuyas puertas se deben cruzar en unos 10 segundos sin saber qué te encontrarás exactamente o por dónde te asustarán, por lo que la atracción durará unos veinte minutos. Debido a su contenido, a pesar de no ser ni violentas ni sanguinarias, su visita no está recomendada para personas sensibles, con problemas cardiacos, mujeres embarazadas o niños demasiado pequeños.

Otro de los espacios curiosas de la Cité es el Musée de l'Inquisition o Museo de la Inquisición, donde se exponen diferentes artilugios usados para torturar a los herejes, con una pequeña explicación del uso de los mismo. Algunas de esas piezas están colocadas sobre maniquíes para comprender mejor su función, algunos de ellos son muy explícitos. Además del espacio expositivo, el museo cuenta con unos calabozos fríos y oscuros, que hacen la visita más completa.

Paseamos por la rue Viollet-le-Duc y nos topamos con la entrada al Château Comtal y a las murallas, tras lo cual desembocamos a la Place du Château, anteriormente llamado Place Royale y, desde la Revolución Francesa, Place de la Révolution. Aquí se encuentra el Monument a Jean-Pierre Cros-Mayrevieille, quien fue historiador, arqueólogo y filántropo y una de las personalidades que salvó de la destrucción la Cité de Carcasona. Este monumento, situado en el mismo lugar donde antaño había un abrevadero, fue realizado en 1910 por Jean Rivière, si bien, la base cónica y la ornamentación que representa las murallas de la ciudad fue realizado por Paul Boeswillwald.

Desde aquí llegamos a la Place Marcou, la cual se encuentra abarrotada de terrazas donde comer o beber algo. Aquí se encuentra el monumento dedicado a Théophile Marcou, nacido en Carcasona en 1813, cuyo busto de bronce podemos ver sobre el pedestal. Fue diseñado por Théophile Barrau e inaugurado el 7 de julio de 1901. Marcou estuvo inscrito en el colegio de abogados, además de ser el fundador de clubes y periódicos republicanos. Proscrito el 2 de diciembre de 1851 se exilió a Barcelona, para posteriormente ser expulsado de España. Fue alcalde de Carcasona (hizo instalar la red de distribución del agua corriente en la ciudad antigua en 1872), presidente del consejo general, diputado y senador. Murió en París en 1893.

Adosada a esta animadísima plaza se encuentra un espacio arbolado situado junto a la muralla y cerca de la Porte Narbonnaise, perfecto para descansar y refrescarse a la sombra en verano, y mucho más tranquilo que su vecina. Aquí vemos una Cristo crucificado formado por un pedestal de piedra, una cruz de hierro forjado y un Cristo de hierro fundido.

En el otro extremo de las murallas, al oeste, se sitúa la Porte de l'Aude que se enfrenta al río que tiene el mismo nombre. Esta puerta, de aspecto típicamente medieval, se extiende por la barbacana del Aude, parcialmente destruida en 1816 para construir la iglesia de Saint-Gimer, de la que solamente se conserva la rampa rodeada de muros almenados. Desde esta zona se obtienen unas bellísimas vistas sobre la propia puerta y las murallas.

Seguramente te habrás fijado en la sucesión de círculos concéntricos que se abren desde la Porte de l'Aude y se extiende sobre los propios muros de la Cité como una onda en el agua. Se trata de una obra realizada por el artista franco-suizo Felice Varini en 2018 para celebrar los 20 años de la inclusión de Carcasona en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En un principio las ondas eran amarillas y eran efímeras, puesto que se retirarían en un mes, pero las huellas dejadas por aquellas tiras de aluminio pegadas a los muros aún son visibles a día de hoy, ya que el liquen de las paredes al privarse de luz y oxígeno se degradó generando el contraste. El efecto visual resultante es asombroso para unos y horroroso para otros, el debate está servido.

Desde esta zona es visible la église Saint-Gimer, construida entre los años 1849 y 1859. Es una de las tres iglesias diseñadas por Viollet le Duc, quien le otorgó al edificio una arquitectura caracterizada por su visión personal del gótico. Antes de la construcción de esta iglesia, ya había en la zona una capilla dedicada a san Gimer, la cual fue erigida en el siglo XVII en el mismo lugar donde estuvo la casa natal de este obispo de Carcasona del siglo X, famoso por su caridad hacia los pobres. Los elementos y muebles de la antigua capilla se trasladaron a la nueva iglesia.

Tomamos ahora la rue du Four Saint-Nazaire y nos preguntamos el por qué de su nombre. Con casi dos mil años de historia, la Ciudadela de Carcasona ha visto cambiar varias veces el nombre de sus calles, cuya evolución es una verdadera fuente de información: nos dice mucho sobre la historia de esta ciudad, de sus habitantes, pero también reflejan los momentos políticos de la época. Así durante la época Antigua, la denominación de las calles correspondía a una función puramente práctica, destinada a identificar el espacio, como Place du Grand-Puits (Plaza del pozo grande), rue du Moulin (calle del molino), o la que nos ocupa, rue du Four Saint-Nazaire, es decir que aquí antiguamente había un horno, además de ir hacia la basílica Saint-Nazaire. Después de la Revolución Frances muchas de las calles se cambiaron en honor a grandes hombres de la Patria y se borraron cualquier referencia al poder real y religiosa durante la Primera República.

En definitiva, los sucesivos regímenes políticos optaron por dedicar las calles a los grandes hombres que encarnaron sus valores. Así, la rue Saint-Nazaire se convirtió en rue Garibaldi y la plaza Saint-Sernin toma el nombre de Hoche, gran general de la Revolución. La antigua rue Saint-Bernard que conducía al convento del mismo nombre pasó a llamarse rue Diderot en 1883, el mismo año que el Consejo Municipal decide honrar la memoria de dos héroes de la preservación de la Cité: Eugène Viollet-le-Duc que da su nombre a la calle que pasa delante del castillo y Cros-Mayrevieille que se lo da a la antigua rue Narbonnaise. Los nombres de las calles también celebran eventos importantes en la vida de la nación, como la rue de la Paix.

Ya en el siglo XX se homenajeó a las grandes figuras de la historia de la ciudad. Así, la Sociedad de las Artes y las Ciencias de Carcasona expresó su deseo de que las calles de la Cité se relacionasen con hechos de su pasado, recordando tanto los acontecimientos famosos como a los hombres que la defendieron, la construyeron, la conservaron o la restauraron. Se sucedieron los debates hasta que al final se eliminan del callejero nombres como Hoches, Diderot y Garibaldi, ya que eran personajes demasiado ajenos a la Cité, sin embargo, nombres como Dame Carcas, el conde Roger, Agnès de Montpellier, Adélaïde de Toulouse, el vizconde Trencavel o Théophile Marcou pasaron a llenar el nuevo callejero. Incluso, en febrero de 1970, la antigua Place St-Nazaire tomó el nombre de Auguste Pierre Pont, ya que la dedicación de este hombre religioso fue ejemplar.

Tras este breve toque histórico de los nombres de las calles, llegamos ya a la Basilique Saint-Nazaire o basílica de san Nazario. Cerca de este templo encontramos otros sitios interesantes, como el Petit Puits o Pequeño pozo del siglo XIV. Con un diámetro de aproximadamente 1,60 metros, se encuentra excavado en la roca llegando a una profundidad de 21,40 metros (frente a los 39,45 metros del Grand Puits documentados en 1808, aunque Viollet-le-Duc, cincuenta años después, midió una profundidad de 30,20 m). El travesaño que une los dos pilares es de gres y de una sola pieza, mientras que en la cofia se sellaron poleas de bronce.

Muy cerca se encuentra el Musée de l'Ecole o Museo de la Escuela, donde se recrea el ambiente de un colegio comunal de educación primaria de la III y IV Repúblicas. El espacio expositivo se divide en cinco salas, donde se exponen los objetos didácticos utilizados en las escuelas desde 1880 hasta la década de 1960, entre ellos encontramos la excepcional colección de proyectores antiguos. En la sala de escritura se ofrece la oportunidad al visitante de probar una pluma gala con su respectiva tinta púrpura. Además de su exposición permanente, el museo ofrece también otros eventos temporales hechos a partir de su fondo documental.

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