El Castillo condal fue construido en el siglo XII para ser la residencia de los vizcondes de Carcasona, los Trencavel, los señores feudales de la zona, quienes a su vez servían a los condes de Toulouse. Entre los años 1209 y 1229 tuvo lugar la cruzada albigense, en la que esta ciudad tomó partido por los cátaros. Finalizada la contienda, que tuvo como resultado la derrota de aquellos, el rey de Francia tomó la ciudadela y su castillo, pasando a ser gobernada por un senescal real.
Así fue como Carcasona, tras el tratado de Corbeil de 1258, se convirtió en un punto estratégico por encontrarse situado justo en la frontera entre el Reino de Aragón y el de Francia, por lo que toda la ciudadela se transformó en una importante plaza del destacamento militar. A partir de mediados del siglo XVII el lugar fue perdiendo paulatinamente importancia militar, hasta tal punto que mucha de la piedra del castillo se utilizó para otras construcciones. En el siglo XIX, el nacimiento de nuevas ideas, hacen que se idealice lo medieval.
En ese contexto se otorga el trabajo de rehabilitación de la ciudadela y del castillo a Viollet-le-Duc, habitualmente acusado de alejarse de la realidad para acercarse a los ideales románticos de la Edad Media. Tras estas breves reseñas históricas, nos disponemos a visitar el castillo y las murallas: tras adquirir los tickets (que sirven para ambas atracciones), nos adentramos en el espacio semicircular de la barbacana que era la primera línea de defensa de la entrada oriental al castillo, en caso de que el enemigo estuviera dentro de la ciudadela.
Se construyeron un sistema de defensas que resguardaba el palacio de los asaltos desde el exterior, pero también desde el interior de la ciudadela, lo que denota el clima de desconfianza que se instauró en el siglo XIII, ya que los habitantes de Carcasona no estaban muy contentos con la familia de Trencavel, los nuevos señores. La mencionada barbacana está comunicada con el interior del castillo a través de un puente de piedra del siglo XVII que salva un foso seco, os recordamos que en esta ciudadela nunca ha habido un foso con agua. Durante la Edad Media, un puente de piedra, que terminaba dos metros antes de llegar a la entrada, y dos móviles de madera cruzaban el foso y daban acceso a la puerta principal.
A continuación, el puente finaliza delante de dos torreones gemelos que enmarcan la puerta principal de entrada al castillo, los cuales están dotados de saeteras con huecos adaptados al manejo del arco o de la ballesta. Sobre la portada de acceso se encuentra un matacán, y su interior estaba dotado de un eficaz sistema de defensa consistente en dos rastrillos y un pesado batiente que abrían y cerraba una doble puerta, mecanismo que veremos con más detalle más adelante, cuando visitemos su interior.
Así desembocamos en el Patio de honor, presidida por un olmo real, y donde se hallaron los cimientos de una villa galorromana. También hubo aquí, en la ampliación del palacio del siglo XII, una capilla dedicada a la Virgen María y que fue destruida durante la Revolución Francesa, hoy vemos una marca en el suelo donde se indica su ubicación, en la plataforma norte, en la parte trasera del patio. Recomendamos echar un vistazo alrededor de este espacio cuadrado, puesto que si nos fijamos bien en las fachadas podemos ver los contornos del antigua palacio feudal. Los dos cuerpos de edificios principales se articulan en torno a la Torre del homenaje.
La Torre del homenaje, símbolo y sede del poder señorial, forma parte del palacio construido por los Trencavel, en cuya fachada se pone de manifiesto varias etapas constructivas. Por encima de la línea de orificios podemos ver los vestigios de un almenado que indica que hubo una fortificación realizada, probablemente, a principios del siglo XIII, más concretamente durante el turbulento periodo en que tuvo lugar la cruzada contra los cátaros. Ese almenado fue rellenado cuando al torreón se le añadieron más metros de altura durante el siglo XIII.
En su interior se conservan unas pinturas que datan de finales del siglo XII, descubiertas en 1926 por Pierre Embry, en las que se representa un combate entre caballeros cristianos y sarracenos, que veremos más tarde con más detalle. Accedemos ya al interior del edificio, donde vemos un audiovisual de diez minutos titulado “Sur les traces de la cité”, proyectado en una pantalla panorámica muy grande. En ese video se cuenta la historia y las diferentes etapas de construcción de este castillo.
La visita continua en la siguiente estancia, llamada sala de las maquetas, donde, como su propio nombre indica, veremos una maqueta de madera de la Ciudadela a escala 1/100, que nos permite tener una vista completa del conjunto y situar el castillo en él. En ella se representan los recintos, las puertas, la ampliación de la barbacana, la barbacana occidental destruida en 1816, el Castillo condal, la basílica y el teatro. El interior de la ciudadela no está realizado, por lo que da una falsa impresión de vacío. Esta obra fue realizada por el artesano de Carcasona Louis Lacombe (1856-1933), apodado "Cigalet", quien dedicó cuarenta años de su vida a su realización para que ahora los visitantes podamos disfrutarla. Por ello, esta maqueta fue clasificada con el título de monumento histórico en abril de 1961.
Desde la Torre del Homenaje salimos a la torre vigía, para desembocar en el muro sur del Cour du midi, tras el cual realizamos ya el recorrido por el camino de ronda que bordea el perímetro rectangular del castillo, conduciéndonos por diferentes galerías. Desde ellas encontramos muchos miradores desde donde ver ambos patios del castillo, además del paisaje que se extiende hacia el oeste, hacia el valle del Aude.
El Cour du midi o Patio sur estuvo parcialmente cubierto desde el siglo XIII al XV, en cuyo piso, sostenido por pilares y ménsulas de piedra, se encontraba una sala ceremonial, la cual estaba calentada por una chimenea e iluminada por una ventana gótica. Debajo de esa sala, en el patio, aun se puede ver el pozo del castillo. Aquí también vemos la torre vigía, también conocida como Torre Pinte, una de las pocas torres cuadradas de la ciudadela, datada en el siglo XII. Tiene una altura de 30 metros, lo que la convierte en la más alta del castillo, permitiendo así vigilar los alrededores.
Siguiendo el camino de ronda, llegamos a acceder al interior del segundo piso de la puerta de acceso este, comentada anteriormente. Aquí vemos con más claridad cómo funcionaba el sistema de rastrillos y los pesados batientes que abrían la doble puerta. Los rastrillos eran accionados en salas de control situadas en diferentes plantas que no se comunicaban entre sí, para evitar posibles traiciones de los soldados. En el suelo vemos una abertura, actualmente protegida, por donde pasaba el mecanismo del primer rastrillo, además de servir como matacán desde donde lanzar diferentes objetos a fin de repeler la incursión hostil. El segundo rastrillo se encontraba en la primera planta, mientras que, en el tercer piso, constituido por un suelo de madera sobre la segunda planta, permitían el acceso rápido de los defensores a la almena.
Pasamos ahora por los cadalsos, es decir, galería de madera situadas a unos cuarenta metros sobre el nivel del suelo, desde las que se reforzaban las defensas del castillo, lanzando igualmente proyectiles a los asaltantes y facilitando el disparo de ballestas en sentido vertical para impedir que los soldados enemigos se aproximaran. Los cadalsos, cuyo origen se remonta al siglo XIII, se dejaron de construir en madera para hacerlas en piedra, puesto que eran más resistentes al fuego, dando lugar a los matacanes. Los cadalsos se extienden a ambos lados de la Tour des casernes.
A finales del siglo XIX, el célebre arquitecto Viollet-Le-Duc había diseñado bocetos en perspectiva de estos cadalsos. Cuando murió en 1879, los trabajos de restauración de las murallas de la Ciudad ya estaban muy avanzados. Fue su antiguo alumno y sucesor, Paul Boeswillwald, quien completó las restauraciones siguiendo sus planos y en particular los de los cadalsos que probablemente se construyeron en los primeros años del siglo XX. A lo largo de los años la madera ha tenido varios problemas, el principal fue su descomposición debido al mal tiempo. Entre los años 2017 y 2018 se procedió a reemplazar las tablas dañadas, lo que permitió abrir de nuevo el paseo por los cadalsos.
Tras cruzar la Tour du degré y tras pasar por el ángulo en el que se une la esquina norte del muro con la oeste, encontramos la Tour de la chapelle o Torre de la capilla, llamada así porque la desaparecida capilla del castillo, anteriormente comentada, se apoyaba sobre esta torre. Durante la construcción del recinto del castillo en el siglo XIII, el muro de ronda debió rodear la capilla para unirse a la torre, es por eso que no está situada en el ángulo del patio, es decir, justo en la esquina de unión de ambos muros.
A esta altura de nuestro paseo por el camino de ronda del castillo hemos aprendido que las escaleras de caracol que hemos tomado a lo largo del recorrido se idearon porque obligaban a los atacantes a quitarse la parte baja de su armadura, puesto que los ralentizaban, y así poder cortar las piernas desnudas de éstos a través de las aspilleras que se encontraban a una altura concreta para lograr tal fin. También hemos conocido que a través de los matacanes y cadalsos nunca se arrojaban agua o aceite hirviendo, puesto que eran demasiados caros, además de vitales. Sin embargo, sí se lanzaba otros objetos como piedras o arena ardiendo, la cual se filtraba en las rendijas de las armaduras.
Volvemos al interior del complejo del castillo para visitar en esta ocasión el Museo Lapidario que alberga una colección arqueológica de objetos encontrados en Carcasona y alrededores y consistente en piezas que datan de la época antigua hasta el siglo XVII, principalmente de la Edad Media. Este museo se abrió al público en 1927 por iniciativa del Ayuntamiento de Carcasona y del Ministerio de Bellas Artes. El primer conservador de la colección fue Pierre Embry, quien se encargó de preservar y restaurar los elementos más bellos esculpidos descubiertos en las diferentes obras.
El museo se divide en diferentes salas que están dedicadas a un periodo, aunque la primera de ellas homenajea al mencionado Pierre Embry. En esta sala vemos diferentes canecillos que representan a hombre y mujeres que vivieron en la ciudad o en sus alrededores durante la Edad Media. Pudieron haber sido artesanos o comerciantes que trabajaron en sus tiendas, puestos o directamente en la calle. En el siglo XIII, los habitantes de la ciudadela ejercían oficios que tenían relación con la alimentación, construcción, textil, etc. Aquí vemos, además, el busto original de la Dama Carcas, probablemente datado en el siglo XVI.
En esta sala también se exponen, en una vitrina, unas obras de alabastro que representan tres episodios de la Pasión de Cristo, es decir, la Flagelación, la Crucifixión y el Descendimiento de Cristo al limbo. Estos tres relieves, que datan del siglo XV, proceden de un retablo de la desaparecida iglesia de Saint-Sernin. A la derecha de estas piezas, vemos otros dos episodios: la Sepultura y la Resurrección. El uso del alabastro estuvo muy extendido entre los siglos XIV y XV gracias a que es una piedra blanda, fácil de esculpir que se endurece al contacto con el aire.
La siguiente es la sala gótica, en la que se exponen ménsulas, balas de cañón de piedra, una pila, ventanas góticas de un palacio particular de la Bastida de Saint-Louis, capiteles, lápidas, claves y esculturas. Entre estas obras destaca una figura yacente de un caballero, datado a finales del siglo XIII. Está hecho de piedra arenisca y procede de la abadía de Lagrasse.
Al caballero se le representa acostado, con un animal a sus pies (probablemente un león) y su espada en el lado izquierdo. Su indumentaria consta de cota de mallas de hierro que protege su cabeza, el cuello y gran parte del cuerpo, y cubierto por una sobrevesta de tela en el que se ve su escudo de armas. En la Edad Media, un caballero era primero un luchador a caballo y luego un noble que formaba parte de la orden de caballería, la cual fue primero una función militar al servicio de un señor antes de convertirse en una institución.
Accedemos ahora al interior de la Torre del homenaje, el cual pudo haber sido construido o remodelado entre el 1130 y 1150, en tiempos de Roger de Béziers, albergando una sala ceremonial en el primer piso, donde nos encontramos ahora mismo, decorada con un mural. Dicha sala se mencionó por primera vez en 1158 con el nombre de camera rotunda (sala redonda). En definitiva, este mural se encuentra en la parte más aristocrática del castillo. Durante la Edad Media el gusto estético era muy importante y los colores vivos muy apreciados. Para conseguir los colores se utilizaba la técnica del temple, es decir se trituraban los pigmentos con agua y se diluían con pegamento o algún tipo de grasa de animal u otras materias orgánicas, como el huevo.
Para realizar el mural, normalmente se utilizaba la técnica al fresco que consiste en aplicar los colores sobre el yeso aun fresco, pero en Carcasona se empleó una técnica mixta llamada mezzo fresco, en el que se traza sobre el yeso fresco los contornos del dibujo de la escena. La sala cuenta con una bóveda de cañón semicircular de 5 metro de altura, la cual está pintada de un azul celeste obtenido del lapislázuli. Originalmente la sala estaba completamente decorada con pinturas, las que aún son visibles corresponden con la parte superior, ya que fueron las que menos sufrieron los roces de cuando se utilizó como cuartel en 1877. En este mural se representa una batalla entre caballeros cristianos y sarracenos, aquellos portan cascos cónicos normandos, estandartes, cotas con mangas tres cuartos y escudos de cometas, mientras que los sarracenos llevan escudos redondos. Las pinturas, que estaban bajo un encalado, fueron descubiertas por Pierre Embry en 1926.
Le sigue la sala románica, en la que se exhiben capiteles en el que se puede ver el bestiario medieval, esculturas, un sarcófago merovingio y cruces discoidales. De entre todas las piezas destaca la fuente de abluciones de mármol blanco, datado en la segunda mitad del siglo XII, procedente de la abadía de Lagrasse, cuyos monjes tenían que lavarse el cuerpo o parte del mismo como medida higiénica y purificadora antes de las comidas y antes de entrar a la iglesia El exterior del tanque está decorado con follaje, uvas, flores y pájaros. El agua fluía a través de los doce mascarones con forma de cabeza humana o de león.
El espacio expositivo de este museo termina en la sala romana, donde vemos sarcófagos, ánforas, cabezas esculpidas, etc. Entre las obras destacamos la copia de un cipo funerario de Caius Julius Niger (el original está en Alemania), nacido en Carcasona a finales del siglo I a. C. y muerto en las orillas del rio Rin en Maguncia alrededor del 40 d. C., a la edad de 45 años. Se incorporó al ejército romano, como muchos otros soldados del departamento de Aude, sirviendo durante diecisiete años en la 2ª legión de Augusto, creada en el año 43 a.C. Su epitafio incluye catorce versos grabados que dan testimonio de una determinada cultura literaria, algunos de los cuales evocan la estancia de esta legión en la Alta Germania antes de su llegada a Bretaña, otros su nostalgia y la dificultad de la vida en los campos. Con esta sala finalizamos la visita al castillo, ahora con el mismo ticket de entrada nos disponemos a visitar la parte superior de las murallas de Carcasona.
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