MÁLAGA

ANTAÑO CONOCIDA COMO PLAZA DEL GENERAL RIEGO


Esta plaza está situada en el lugar donde en época romana se levantaba un anfiteatro, mientras que con los musulmanes fue el sitio donde se encontraba la Puerta de Granada, uno de los accesos de la antigua muralla, llamada así por ser aquí donde se entregaron las llaves de la ciudad en el año 1487, aunque los musulmanes la conocían con el nombre de “Bib al-malaab” o “Puerta del teatro”. En épocas posteriores acogería el mercado, declarado franco y feriado en septiembre de 1489, tomando desde entonces el nombre de plaza del Mercado. El nuevo uso de este espacio hizo que se comenzaran a construir diferentes edificios a su alrededor: al norte el convento de la Paz, al este el hospital de santa Ana y al oeste el convento de los Mercedarios, edificio que hizo que se conociera como plaza de la Merced.

Su configuración actual la toma en el siglo XVIII cuando se plantan árboles y se crea un jardín central. Tras años de abandono y tras la visita del general Riego en 1822, precursor del Trienio Liberal o Trienio Constitucional, quedó asociada a su nombre. En aquella época el romanticismo estaba en pleno auge en Europa, por lo que la plaza fue renovada y se le dio cierto aspecto de salón decimonónico. Por ello fue uno de los lugares más plasmados de la ciudad, ya que es plásticamente muy llamativa para los pintores e ilustradores, llegando a ser tradicionalmente un lugar en el que han vivido muchos artista en diferentes épocas: Bernardo Ferrándiz durante el siglo XVIII, el pintor valenciano Juan Nepomuceno Ávila durante el XIX, el escultor Diego García Carreras (autor de los leones y jarrones de la fachada del Ayuntamiento de Málaga), etc.

En uno de los extremos de la plaza, en las llamadas Casas de Campos, donde originalmente se levantaba el convento de la Paz, se encuentra el edificio donde nació Pablo Picasso. Este fue el lugar donde el artista dio sus primeros pasos, por ello se instaló en diciembre del año 2008 una estatua de bronce dedicado al pintor y escultor universalmente conocido. Fue realizado por Francisco López Hernández, quien representó a Picasso sentado en un banco mientas sostiene un cuaderno en una mano y un lápiz en la otra. La proporción de la escultura no es a tamaño natural, puesto que es ligeramente superior con respecto a la verdadera estatura del artista. La obra invita al visitante a sentarse a su lado y tomarse una foto, simulando estar sentado junto a Picasso. Recientemente, cerca se ha instalado otra escultura de un hombre mayor anónimo, cuyo propósito es la de concienciar sobre la soledad no deseada de las personas ancianas.

En el centro de la plaza llama poderosamente la atención un obelisco: es el monumento a José María Torrijos. Fue construido por Rafael Mitjana en 1842, tras la muerte de Fernando VII, para acoger los restos de este general y sus cuarenta y ocho compañeros fusilados en la playa de san Andrés durante la revolución liberal de 1831 contra el poder absolutista de Fernando VII, rey unánimemente considerado el monarca más nefasto por todos los historiadores de cualquier época en toda la Historia de España. Aquel capítulo está plasmado magistralmente en la pintura al óleo sobre lienzo “Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga” realizada por Antonio Gisbert Pérez, expuesta en la actualidad en el museo del Prado de Madrid.

Como hemos señalado, más que un monumento en sí, se trata de un cenotafio en el que reposan los restos de aquellos héroes, concretamente en la bóveda subterránea situada a los pies del obelisco. Se construyó gracias a los donativos de la gente, enterrándose en su interior diferentes objetos simbólicos, simbolismo que se refuerza aún más al haberse construido con arena de la playa donde fueron asesinos, lugar en el que al principio pensó ubicarse este monumento. El obelisco, de igual manera de fuerte carga simbólica, está decorado con diferentes coronas de bronce en forma de laurel, asentándose sobre tres cuerpos cuadrados: en el central se sitúa una placa en la que podemos leer una dedicatoria del pueblo de Málaga, mientras que en el cuerpo superior se encuentran inscritos los nombres de estos caídos. Como curiosidad, si te fijas bien en el tercer cuerpo del obelisco, comenzando desde abajo, la piedra se encuentra ligeramente desplazada, esto es debido a un terremoto acaecido en el año 1884, y dejado así tras las recientes reformas que sufrió la plaza, como testigo de una parte más de la historia malagueña.

A unos pocos pasos de la plaza se encuentra el teatro Cervantes, inaugurado en diciembre de 1870, tras sustituir al anterior llamado del Príncipe Alfonso que fue destruido por un incendio en la segunda mitad del siglo XIX. Las crónicas de la época alabaron el nuevo teatro, resaltando la capacidad de entre 2.300 a 2.400 personas, su escenario de gran tamaño, su ornamentación interior y, sobre todo, su magnífica concepción espacial. El nuevo edificio sería diseñado en estilo eclecticista por Gerónimo Cuervo González, quien a su vez requiere la colaboración del pintor valenciano Bernardo Ferrándiz y Antonio Muñoz Degrain.

Es a Ferrándiz a quien se le encomienda la pintura del telón de boca, cuya particularidad es que el artista se autorretrató en la figura de Mefistófeles, y del techo de la sala (1870), en el cual representó una alegoría de la ciudad de Málaga en el siglo XIX, en la que vemos la figura de las Bellas Artes en el centro, a cuyos pies se extienden representaciones de diferentes sectores de la economía en auge en aquella época que dio lugar a una clase social acomodada y culturizada que propició la construcción de este edificio: agricultura, alfarería, industria, transporte, pesca…

A lo largo de los años el teatro sufre una serie de cambios, llegando incluso a ser abandonado y quedar prácticamente en ruinas. En 1950 el edificio se reforma y se adapta a la normativa vigente, además de hacerse cambios que alteran aún más su diseño original, distribución y elementos arquitectónicos. En 1984 el Ayuntamiento de Málaga adquiere la propiedad e inicia su cuidadosa recuperación y la dota de materiales, dispositivos e instrumentos exigidos por las normativas técnicas vigentes, reduciendo definitivamente el aforo en 1171 personas. Entrado ya el siglo XXI el teatro ha sido objeto de reformas posteriores, como la restauración de la pintura del techo, la instalación de una plataforma hidráulica en el escenario, el cambio de la solería y el pavimento de madera del patio de butacas, la instalación de un elevador, etc.

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