Conocida popularmente como la Manquita, por una de sus dos torres que está sin terminar, la Catedral de Málaga tiene su origen en la antigua mezquita Mayor almohade, sobre parte de la cual se comenzó a construir con elementos decorativos de estilo gótico tardío aproximadamente sobre el año 1530, dadas por finalizadas las obras, que no terminadas, en el 1782. La distribución exacta de aquella mezquita es desconocida, aunque sobreviven trazos de su antiguo edificio en el Sagrario, la galería (actual museo) que lo une con el resto del templo cristiano y algunas capillas. Lo que sí se sabe es que la catedral ocupó sólo una parte de la antigua mezquita, no coincidiendo con su estructura. Probablemente la mezquita de Málaga tenía cinco naves: la principal llevaba al mihrab que tenía a ambos lados dos laterales y dos axiales.
Al principio los cristianos utilizaron aquella mezquita sin cambiar su estructura, aunque realizando sólo las reformas necesarias para adaptarla como iglesia, como la adición de altares, imágenes para el culto, pendones, etc. Después, en el año 1498, se construyó una portada gótica (hoy perteneciente a la iglesia del Sagrario) sobre el mismo lienzo de la antigua mezquita, situada justo en frente del actual hospital de santo Tomás, que por aquel entonces era un mesón. Las obras del nuevo edificio de la catedral comenzaron alrededor del año 1530, iniciándose posteriormente el traslado de altares, imágenes, etc. El proyecto original del templo cristiano y sus primeras trazas, hoy inexistentes, fueron realizadas por Diego de Siloé, reconocido autor de prestigio que también proyecto edificios tan importantes como el monasterio de san Jerónimo de Granada, la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda y las catedrales de Granada y Guadix, entre otras.
En una primera fase se levantó sólo la cabecera constituida por pilares con semicolumnas de capiteles corintios. Las obras avanzarían tan lentamente que durante el siglo XVII solamente se construyó el coro. En el siguiente siglo, el XVIII, los trabajos se reanudaron para finalizar el cuerpo de la iglesia mediante grandes pilares con columnas de los que emergen nuevos pilares con pilastras adosadas, las cuales soportaban un entramado de cupulas semiesféricas. En el año 1768 la catedral fue abierta al culto, aunque aún faltaba por terminar las torres y los ornamentos de las capillas de la zona nueva. Las obras no continuaron por la invasión napoleónica y las posteriores desamortizaciones, lo que hace que el templo se mantuviera inconcluso a lo largo de todo el siglo XIX, incluso a pesar del deseo de la reina Isabel II de concluirlo, durante su visita a la ciudad.
Por tanto, la catedral es un proyecto inconcluso que gracias a la evolución de cada una de sus fases constructivas a lo largo de los siglos dio como resultado una estructura compleja con diversidad de estilos. Vamos a realizar un recorrido circular de su exterior, comenzando con la gran portada principal situada al oeste, hacia la plaza del Obispo. Está constituida por una composición barroca ricamente ornamentada, alineada unos metros más atrás con respecto al plano marcado por las dos torres. Su cuerpo central está dividido en dos pisos y tres calles separadas por altas columnas corintias elevadas sobre unas basas. El piso superior de cada una de las calles presenta una disposición similar: poseen tres ventanas, sobra las cuales se sitúa otra que tiene a ambos lados un óculo. La fachada está rematada por una gran cornisa con balconada que conecta ambas torres.
La torre sur aún está inconclusa, se pueden apreciar en su zona superior los fustes de sus columnas al aire. Debería parecerse totalmente a la torre norte, la cual se eleva unos 87 metros de altura, medida que hace que esta catedral sea la más alta de Andalucía. La torre consta de cuatro cuerpos: los dos primeros presentan una armonía estética con la fachada y la otra torre; el tercero, donde se sitúan catorce campanas, repite la misma estructura, poseyendo en cada uno de sus lados una triple arquería idéntica a la establecida en el segundo cuerpo de la parte central. El cuarto y último cuerpo es de forma octogonal, albergando el reloj. Finalmente, la torre se encuentra corona por una cúpula rematada con un cupulino o linterna.
En este punto nos vamos a detener, puesto que la plaza del Obispo (anteriormente llamada plazuela de Gracián de Aguirre) a donde da esta fachada principal de la catedral, merece ser observada tranquilamente, ya que es una de las más importantes de la ciudad desde la antigüedad. Su diseño es el resultado de una traza que tomaba partes del antiguo seminario, de los jardines del Sagrario y parte del palacio obispal. En ella lo primero que vemos es una fuente de mármol gris veteado datado en el año 1785, cuya agua provenía del acueducto de san Telmo, para cubrir las necesidades de la ciudadanía, y es que, al menos desde finales del siglo XVI ya existía aquí una fuente pública.
A un lado se levanta el Palacio Episcopal que fue construido desde el año 1762 al 1772, bajo la financiación del obispo José Franquis Lasso, del cual destaca su fachada principal dividida en cinco calles con tres pisos, en cuya parte central se encuentra un retablo hecho con mármoles rosas, grises y blancos. El interior del palacio acoge el Centro Cultural Fundación Unicaja de Málaga, en el que se realizan exposiciones culturales de diferente índole. Se puede visitar la zona noble del Palacio Episcopal: patio porticado, escaleras imperiales, capilla y jardín privado, destacando de su interior las pinturas de la bóveda elíptica situada sobre la escalera, en la que se representa un triunfo de la Eucaristía, que son en sí mismas una obra de gran belleza, cuya estética está muy relacionada con el estilo de los palacios genoveses.
Seguimos el recorrido exterior de la catedral, en esta ocasión con la fachada norte y sur que presentan dos portadas simétricas e idénticas realizadas por José de Bada. La norte, situada en la calle Cister y punto de acceso actual al interior de la catedral, es conocida como Puerta de las Cadenas, mientras que la sur, que se encuentra en la calle Postigo de los Abades, es llamada Puerta del Sol. Cada puerta está constituida por un arco de medio punto sobre impostas salientes, mientras que la portada, en ambas, se dividen en dos cuerpos: el inferior compuesto por un gran pedestal partido sobre el que se yerguen cuatro columnas corintias, dejando espacio entre cada una de ellas para una hornacina. El segundo cuerpo posee similitudes comunes, aunque las columnas están rematadas por dos frontones triangulares, enmarcando otro gran frontón central curvo, bajo el cual vemos un triple nicho enmarcado por molduras.
En el lateral, justo en la unión con la cabecera, cuatro grandes torreones con forma de cubo enmarcan las puertas que conducen al crucero. La cabecera presenta un gran parecido con una fortaleza, como lo demuestran algunos detalles ornamentales, como sus gárgolas con forma de cañón. El recorrido por el exterior de la Catedral se completa con la única fachada gótica del complejo, comentada anteriormente, perteneciente a la iglesia del Sagrario, situada en el lateral norte. Fue construida por orden del obispo Ramírez de Villaescusa a principios del siglo XVI, destacando por su rico programa iconográfico.
Comenzamos ya nuestro recorrido por el interior de la catedral de Málaga y comprobamos que debido precisamente a aquellas distintas etapas constructivas, es una catedral renacentista-barroca con vocación gótica. Su planta es de cruz latina (rematada por una cabecera de planta poligonal con girola), la cual está compuesta por tres naves de 41,79 metros, aunque las laterales presentan una anchura menor. Las naves están separadas por el denominada “estructura Siloesca” que consiste en grandes basamentos sobre los que se elevan los pilares con medias columnas corintias adosadas, encima de las cuales vemos el “dado brunelleschiano”, elemento arquitectónico en forma de entablamento que sirve como transición entre los pilares y los arcos, permitiendo así aumentar la altura de la nave sin distorsionar la estética de dichas columnas.
Los muros presentan el mismo sistema, a excepción de que a la altura del “dado brunelleschiano” posee una triple arquería de medio punto, por la que entra la luz al interior del templo. Justo encima de aquellas ventanas se sitúa un segundo conjunto de aberturas que están compuestos por una ventana semicircular en el centro y un par de óculos a sus lados. Y es que la luz es un elemento importante de la catedral, ya que le proporciona una mayor belleza estética. Ello precisamente se consigue por la luz tenue que consiguen las vidrieras policromadas, la mayoría de las cuales son modernas, concretamente de entre los siglos XIX al XX, para cuya estética se tuvo en cuenta la seguida en otras catedrales del siglo XVI.
Mención aparte merecen las bóvedas del techo por su excelente decoración y gran altitud. Aunque ornamentalmente presenta una unidad homogénea, hay que diferenciar entre sus dos etapas constructivas: del siglo XVI, en la cabecera, girola y crucero, en los que el eje ornamental está constituido por un elemento de forma elíptica, cerrado, sobre el que se dispone un largo cuerpo piramidal, mientras que el edificio del siglo XVIII sigue el mismo programa decorativo, pero con una mayor presencia de curvas y molduras, siendo la gran novedad de esta última etapa la aparición de palmas acuáticas entrelazadas para las pechinas de las cúpulas.
En cuanto al programa iconográfico está claramente definido en dos áreas: en la obra vieja (siglo XVI) se centra en las virtudes teologales (la fe y la caridad en el anteprebisterio y la anunciación en la cúpula central del crucero) y cardinales (prudencia, templanza, justicia y fortaleza en las cúpulas de las antepuertas del crucero). Por su parte la obra nueva del siglo XVIII el programa iconográfico se estableció mediante parejas: en la primera cúpula del coro se sitúan los arcángeles san Miguel y san Rafael, en la segunda cúpula, sobre el coro, el arcángel san Gabriel y el ángel de la guarda y, en las dos cúpulas del trascoro a san José con el niño y Santo Tomás de Aquino en la primera, y san Hermenigildo y san Fernando en la segunda.
Procedemos ya a recorrer las diferentes capillas que podemos ver en la catedral de Málaga, empezando por su corazón, por el espacio sacro más importante del templo: la capilla Mayor. Su estructura está compuesta por una planta semi-decagonal, acotada por seis pilares unidos por unos entablamentos corridos que a son sostenidos por diferentes arcos de medio punto. Todo ello crea un espacio dividido en dos niveles, cuyo programa decorativo y simbólico corrió a cargo del pintor italiano Césare Arbassia. La parte central inferior acoge el tabernáculo y la imagen de la Virgen María, en torno a los cuales se pueden ver diferentes pinturas situados sobre los arcos de Arbassia que recogen escenas de la Pasión de Cristo: Jesús en casa de Anás, Oración en el Huerto, Última Cena, Jesús ante Pilatos y la Flagelación.
Sobre el friso se encuentran ocho bustos que representan a los Padres de la Iglesia y a los profetas y antecedentes familiares de Jesucristo: los primeros de ellos, que son san Agustín, san Jerónimo, san Gregorio y san Ambrosio interpretan y transmiten el mensaje doctrinal que Jesús trajo al mundo, mientras que el segundo grupo, san Juan Bautista, Abraham, Moisés y David, anuncian la llegada del Mesías. A continuación, en la parte superior, sobre los entablamentos corridos, se sitúan las esculturas de cuerpo completo de una serie de mártires cristianos que representan a la iglesia triunfante: san Ciriaco, san Lorenzo, san Sebastián, san Esteban, santa Catalina, santa Inés, santa Eufemia y santa Paula.
Todo este programa ornamental y simbólico se completa con las representaciones situadas en las bóvedas del presbiterio y del crucero: una serie de figuras alegóricas simbolizan a las virtudes teologales, las virtudes morales y la escena de la Anunciación. Finalmente, todo el conjunto se cierra con dos púlpitos de mármol rojo diseñados por Fray Juan Bautista y realizados por Melchor Aguirre entre 1674 y 1677.
En la capilla Mayor se encuentra una de las imágenes más veneradas de Málaga, la cual, aunque se desconoce su verdadera identidad y origen, es conocida como Virgen de la Victoria. Es por eso que ha sido objeto de estudio y especulación a lo largo de los siglos, realizándose diferentes hipótesis y teorías, pero ninguna ha sido confirmada de manera definitiva (algunos estudiosos señalan que en realidad es una representación de la Virgen del Rosario). Según datos históricos la imagen fue tallada en el siglo XVI por un artista anónimo con una maestría excepcional, aunque hay quien dice que es obra del escultor Pedro de Mena, cuando fue encargada por el obispo de Málaga. Según la tradición popular fue trasladada hasta aquí desde Italia en el siglo XV por el rey Fernando el Católico.
Justo frente a la Capilla Mayor vemos el coro, uno de los conjuntos escultóricos más sobresalientes del estilo Barroco español del siglo XVII por su sobriedad y naturalismo en su decoración, la cual se realizó con las técnicas más depuradas. Su sillería está realizada sobre madera de cedro, caoba y granadillo de América, disponiéndose en tres niveles, en cuyas dos primeras partes se sitúan 44 asientos, mientras que en el último nivel toma forma de ático.
El primer cuerpo cuenta con un tallado consistente en diferentes motivos geométricos, vegetales, animales y alegóricos, así como cabezas masculinas y femeninas. En el segundo destaca los respaldos decorados en los que se ubican las esculturas de la Virgen María Coronada rodeada por Apóstoles, Evangelistas, Doctores de la Iglesia y diferentes santos y fundadores de órdenes religiosas. El tercer y último cuerpo está decorado con una serie de cabezas femeninas talladas, las cuales se encuentran enmarcadas por molduras y rematadas con cresterías.
El conjunto de esta obra de arte fue realizado en tres fases diferentes: en la primera fue Luis Ortiz de Vargas quien se encargó de realizar la estructura general, la Virgen de la Sede del Obispo, los relieves de san Pedro y san Pablo y numerosos elementos decorativos; en la segunda etapa fue José Micael Alfaro quien siguió con los trabajos de su predecesor en los bustos de la crestería y relieves ornamentales, además de abordar la talla del apostolado; finalmente, la gran aportación al coro ocurrió durante su tercera fase, cuando Pedro de Meno, escultor granadino, concluyó las 40 esculturas que faltaban para que la obra estuviera terminada, ya que el realismo y naturalismo que dio a su obra marcan la diferencia y muestran claramente el espíritu propio del barroco.
Desde aquí, y ubicados sobre el coro, a ambos lados, podemos ver perfectamente los dos órganos gemelos fabricados por Julián de la Orden, llamando poderosamente la atención el excelente estado de conservación de ambos. Están considerados como unos de los mejores dentro del panorama barroco español. Los órganos están constituidos cada uno de ellos por unos 4.500 tubos a lo largo de sus tres cuerpos de veintidós metros de altura total. A partir de aquí comenzamos un recorrido circular alrededor del templo para ver sus capillas, comenzando para ello por las del crucero.
La primera que encontramos es la capilla de san Julián, en cuya parte central se encuentra la puerta que da acceso a la sacristía de la catedral. Su historia comenzó en 1637, cuando la población de Málaga sufrió una gran epidemia de peste, encomendándose para vencerla a san Julián, patrón de Cuenca. Cuando la enfermedad remitió, el entonces obispo de aquella ciudad regaló a este templo un lienzo con la representación de la “Aparición de la Virgen de san Julián”, obra de Cristóbal García Salmerón, quedando encomendada desde ese momento a su advocación actual. Pero el elemento más destacable es el cuadro “El convite del Fariseo”, una de las pinturas más significativas del barroco malagueño. Está situada sobre la puerta de la sacristía, y fue realizada por Miguel Manrique, discípulo de Rubens, quien combinó la influencia flamenca, la viveza del colorido, la precisión y el naturalismo español. En esta capilla también podemos ver un ciclo de once lienzos en los que se representa la vida de la Virgen, realizados por Damián Francisco entre los años 1681-1683.
Le sigue la capilla Cristo del Amparo, conocida antaño como capilla del Trascoro, ya que por aquel entonces aquí se situaba improvisadamente el coro, antes de que la antigua mezquita-catedral se convirtiera en el actual templo. Su nombre actual viene dado por el Cristo del nuevo barroco que preside la capilla y que fue realizado por el granadino Antonio Gómez en el siglo XVII por orden del obispo Tomás de Borja. A los pies de esta escultura se sitúa la talla de una dolorosa anónima del siglo XVIII y, a ambos lados, dos vitrinas que contiene las representaciones escultóricas de “El Éxtasis de Santa Teresa” y “Santa María Egipcíaca”, atribuidas a la escuela napolitana del primer tercio del siglo XVIII. En los laterales de la capilla vemos dos altares decorados con obras pictóricas de gran sobriedad cromática de Niño de Guevara, en las que pintó, a la derecha, “Muerte de San Francisco Javier” y, a la izquierda, “San Juan de Dios antes de su muerte”.
A continuación nos topamos con la capilla de la Virgen del Pilar, una de las advocaciones con mayor fervor popular en España. Su retablo es moderno, fue diseñado en 1946 por Enrique Atencia tras los destrozos ocasionados por la Guerra Civil Española. Originalmente la capilla era conocida como de San Gregorio, aunque popularmente se la denominaba la del “Pozo”, puesto que en el siglo XVI tenía uno que abastecía de agua durante las obras de la girola. A la izquierda vemos una Dolorosa, consideradas una de las mejores creadas por Pedro de Mena dentro del modelo de la contemplación, y en el centro el Cristo del Perdón, un crucificado de tamaño natural atribuido al taller de Pedro de Mena. En las paredes laterales se encuentran unas pinturas del malagueño Diego de la Cerda: a la derecha la doble composición de la “Aparición de Jesús Niño a San Antonio de Padua y las tentaciones de San Antonio Abad”, y a la izquierda la “Aparición de San José con el niño a Santa Teresa de Jesús”. A la derecha, arriba, se sitúa un lienzo de la Inmaculada, obra de Niño Guevara del siglo XVII.
Anexa se encuentra la capilla dedicada a la advocación de la catedral, la de la Virgen de la Encarnación. Su origen hay que buscarlo en tiempos del obispo Fray Bernardo de Manrique, el promotor principal de la construcción de la catedral en el siglo XVI, quien pensó que ese lugar sería ideal para su enterramiento, de hecho, su mausoleo se encuentra en el lado izquierdo de la capilla (la única pieza original de la capilla primigenia). Y es que en los años posteriores fue reformada y embellecida, como cuando el obispo Francisco Pacheco encargó su retablo principal al escultor Juan Bautista Vázquez y su decoración pictórica al pintor italiano César Arbasia.
Después, en el siglo XVIII, fue el obispo José Molina Lario (1776-1783) quien la reformó, al elegirla como su lugar de enterramiento (situado en el lado derecho) y cambiar el viejo retablo por el de mármol que vemos hoy, cuyo estilo es clasicista, dividiéndose en tres calles fraccionadas por columnas corintias que sostienen un entablamento partido. En el centro del retablo se sitúa el grupo escultórico de mármol de la Anunciación, mientras que en las calles laterales vemos las imágenes de los patronos de la ciudad: san Ciriaco y santa Paula, sobre quienes unos ángeles portan sus atributos. Las esculturas son obras de Juan de Salazar Palomino, mientras que para la autoría del retablo existen varias teorías: para unos fue realizado por Ventura Rodríguez, correspondiendo la dirección de obra a Antonio Ramos y, a su muerte, a Martín de Aldehuela; sin embargo, para otros estudiosos es una creación de Juan de Villanueva.
Le sigue la capilla de santa Bárbara, lugar que acoge el retablo más antiguo y valioso de la catedral, ya que estuvo instalado en la antigua mezquita-catedral y que ha llegado íntegramente a nuestros días gracias a que la capilla fue tapiada durante la Guerra Civil Española. El retablo es un conjunto realizado en estilo gótico en el año 1524 por el escultor flamenco Nicolás Tiller y el pintor Francisco de Ledesma. En él se representan escenas del Calvario, santa Catalina, santa Apolonia, san Roque, santa Ana con la Virgen y el Niño, los Padres de la Iglesia y los cuatro Evangelistas. La escultura de santa Bárbara fue tallada en el año 1765 por Fernando Ortiz para sustituir a otra anterior. Justo debajo se extiende la tabla con la Misa de san Gregorio hecha por Fernando de Coca en 1523 y único fragmento que se conserva del antiguo retablo de san Gregorio realizado por Nicolás Tiller.
En las obras pictóricas se representaron escenas de la Anunciación, san Francisco, santo Domingo, santo Tomé, san Damián y san Ciriaco y santa Paula, los patrones de Málaga. A ambos lados del retablo, en las paredes laterales de la capilla se sitúan dos altares con pinturas de Juan Niño de Guevara (1632-1698) que son dos de sus obras culmen, con clara influencia de Alonso Cano: “La Asunción” a la derecha y “La Ascensión” a la izquierda.
Seguimos ahora con la capilla de san Francisco de Asís, santo que fundó su orden religiosa mendicante, la primea que se estableció en Málaga. El retablo que vemos es de estilo castellano, datado en el siglo XVII procedente del convento de santa Clara de Plasencia. Su programa iconográfico gira en torno a los santos de la orden franciscana, destacando en el centro a santa Clara y a san Francisco de Asís (obra de Fernando Ortiz). Un Calvario y los escudos de armas nobiliarios de sus benefactores, el marqués de Siete Iglesias y el conde de la Oliva, coronan el retablo.
En ambas paredes laterales de la capilla se encuentran los mausoleos funerarios de dos de los miembros de la iglesia de Málaga más destacados: ambos se llaman Luis de Torres, tío y sobrino respectivamente. La figura yacente del tío es atribuida al escultor italiano Guglielmo Della Porta y la urna y pedestal a Giovanni Antonio Dossio; mientras que el sepulcro del sobrino se atribuye a artistas próximos a la Corte Vaticana de finales del s. XVI.
Completa las capillas del crucero la de la Virgen de los Reyes que, en su tiempo, fue la antesacristía menor del templo, aunque hoy en día da acceso al columbario de los canónigos importantes de la catedral. A la izquierda se encuentra el retablo diseñado por Juan Niño de Guevara y atribuido a Pedro de Mena, donde se sitúa la Virgen de los Reyes, pequeña escultura gótica del siglo XV que originariamente se encontraba en el Altar Mayor y después, en el siglo XVII, fue emplazada a esta capilla dedicada a su nombre como agradecimiento por el fin de la epidemia de la peste. Según la tradición la imagen fue donada a la Catedral por los Reyes Católicos tras la conquista de la ciudad en 1487, de hecho, a ambos lados de la Virgen se sitúan las estatuas orantes de los reyes realizadas por Pedro de Mena, en la que destacan su sencillez, policromía y la expresión de sus rostros.
En la parte central de la capilla, situado sobre la puerta al columbario, llama mucho la atención un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones, en el que se representa la “Decapitación de san Pablo”, obra realizada por Enrique Simonet durante un periodo de pensionado en Roma. La pintura fue premiada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887 celebrada en Madrid.
Iniciamos ya el recorrido por las capillas de la nave de la Epístola, empezando con la de la Inmaculada Concepción, la cual está presidida por un gran lienzo del siglo XVII atribuido a Mateo Cerezo, aunque otros estudiosos creen que en verdad está realizado por Claudio Coello por la dulzura del rostro de la Virgen, su postura y por la influencia de Alonso Cano. En ambas paredes laterales de la capilla vemos dos obras pictóricas de la serie flamenca del siglo XVII: las alegorías de la “Prudencia” y la de la “Esperanza”, ambas atribuidas a Miguel Manrique.
Seguimos avanzando y nos topamos ahora con la capilla de la Nuestra Señora del Rosario, nombre que recibe del lienzo que la preside que representa a la Virgen realizado por el granadino Alonso Cano entre los años 1665 y 1666 y que es considerado una de las piezas más importantes del tesoro artístico de la catedral. Esta obra pictórica, por su cuidada composición, por su tamaño, por la calidad de sus materiales, por la serenidad y equilibro clasista del rostro de la Virgen, deja entrever que el artista tiene gran importancia dentro del barroco español. A ambos lados, en vitrinas, se sitúan las esculturas de madera policromada de san Blas realizada por Fernando Ortiz y la de san Lorenzo Mártir, una pieza anónima, ambas del siglo XVIII. En los laterales de la capilla vemos una talla de la Virgen de Belén realizada por Pinto Barraquero en el siglo XX y, en el lado contrario, la talla de san Luis, obispo de Tolosa, realizado en el siglo XVII por Jerónimo Gómez.
La siguiente es la capilla del Sagrado Corazón que contiene un retablo barroco de madera dorada con once pinturas renacentistas de principios del siglo XVI en las que se representan la vida y martirio de san Pelayo. Su procedencia es de Becerril de Campos (Palencia), cuyo taller presenta características similares a las obras de Berruguete o Juan de Flandes. La hornacina central del retablo contiene la imagen titular del Sagrado Corazón, realizado por Francisco Palma en el siglo XX para sustituir la original desaparecida.
La decoración de esta capilla se completa con las pinturas situadas en ambas paredes laterales que son copias de dos originales de Murillo que en la actualidad se exponen en el museo de Bellas Artes de Sevilla: la de “santa Justa y santa Rufina”, y la de “san Leandro con san Buenaventura”.
La nave de la Epístola se cierra con la capilla del Cristo de las Victorias que durante un tiempo tuvo la función de ser el vestuario de los canónigos, habilitándose como adoratorio en el siglo XIX, cuando se le dio una estructura neo-escurialense, acorde con el gusto estético de la época. También fue conocida como capilla de los Caídos, ya que estuvo dedicada a los fallecidos del bando franquista durante la dictadura española. El retablo que contiene fue realizado por el escultor José Navas Parejo en la primera mitad del siglo XX, mientras que las imágenes son obras de Francisco Pinto Barranquero. En la calle central destaca el Cristo de la Victoria que procede de la iglesia de los Capuchinos y fue realizado en el siglo XVII por Alonso de Mena. En las hornacinas laterales se sitúan las imágenes de los Evangelistas con sus respectivos símbolos.
Desde la nave de la Epístola ya podemos apreciar algunas de las siete hornacinas con sus respectivos altares situados en los laterales y zona trasera del coro, es decir el trascoro. La primera de ellas en ser finalizada fue la capilla del trascoro que contiene el grupo escultórico neoclásico de mármol de Nuestra Señora de las Angustias o Piedad, realizado en el año 1802 por los hermanos Pissani, prestigiosos escultores florentinos. A ambos lados se colocaron posteriormente dos tallas de madera policromada de blanco que emulan el mármol, que representan a san Juan Evangelista y santa María Magdalena, ambas son creaciones del malagueño Salvador León del siglo XIX.
Desde aquí se puede salir al exterior para ver más de cerca la gran portada barroca situada al oeste. De nuevo en el interior del templo, nos disponemos a ver las capillas de la nave del Evangelio, comenzando por la de san Sebastián, la cual está presidida por un retablo neobarroco de madera dorada y policromada del escultor José Navas Parejo. La imagen de san Sebastián del siglo XVII, atribuida al malagueño Jerónimo Gómez, se encuentra enmarcada por columnas corintias. A los pies del retablo podemos ver una pequeña dolorosa de vestir del siglo XVIII tallada por Fernando Ortiz. A la izquierda del retablo vemos una puerta que conduce a la torre norte, donde está los archivos del Cabildo y del Diocesano. En una pared lateral se encuentra el Crucificado del Perdón, realizado por Pedro de Mena.
Le sigue la capilla de san Rafael que está presidida por un retablo de madera dorada y policromada, en cuyo centro se sitúa la imagen del titular de la capilla, san Rafael, obra anónima del siglo XVIII. A los lados se sitúan dos esculturas de Tobías padre e hijo, también datadas en el mismo siglo. Estas imágenes sustituyeron a las originales, puesto que el retablo primigenio fue destruido parcialmente durante la Guerra Civil Española (sólo se ha conservado el ático y la figura alegórica de la Caridad de la parte superior), por lo que, finalizada la contienda, fue reconstruido por el tallista Miguel Sánchez Ruiz y el pintor Luis Ramos Rosa. La capilla se completa con un cuadro de la Anunciación del siglo XVII atribuido a Juan Niño de Guevara, bajo el cual se encuentra el sepulcro de mármol del siglo XX del cardenal Herrera Oria, destacada figura española del catolicismo en el siglo XIX.
Nos queda por ver la última capilla de la nave del Evangelio, la de san José, considerándose como tal en el siglo XVIII. En un primer momento estuvo dedicada a la Virgen de las Angustias, cuando el obispo José Franquis Lasso de Castilla donó un cuadro de la citada dolorosa, patrona de su ciudad natal: Granada. Su advocación actual tiene su origen en el siglo XX, cuando el canónigo José Sánchez donó a la catedral la talla de san José, obra de Fernando Ortiz que recoge las principales características del barroco andaluz con gran influencia italiana. Detrás de la escultura, colgado sobre la pared, vemos un tríptico de la Anunciación realizado por el italiano César Arbassia en el siglo XVI. En las hojas laterales se representan escenas de la Visita de la Virgen a Santa Isabel y la Adoración de los Magos, mientras que en las caras interiores de las tablas aparecen las efigies de San Pedro y San Pablo. Las obras artísticas de la capilla se completan con una serie de pinturas sobre las alegorías de la Caridad, la Justicia y la Fortaleza, además de una talla de madera policromada de un Nacimiento del siglo XVI.
En la capilla de san José se encuentra la puerta de salida del itinerario que acabamos de realizar, pero aún no hemos terminado la visita. Tras cruzar la tienda de suvenires, una escalera a la izquierda nos lleva hasta el primer piso donde se encuentra el museo Catedralicio de Málaga, ubicado en la antigua sala capitular, en la que destaca su artesonado mudéjar del siglo XVI. El museo se divide en dos salones en los que se distribuye una selección de patrimonio pictórico y escultórico, así como diferentes objetos litúrgicos de plata, bordados, etc., procedentes de distintos emplazamientos de la catedral.
La primera sala está dedicada a la pintura y escultura, aquí podemos ver, protegidas mediante placas transparentes de metacrilato, por un lado, obras pictóricas de José de Ribera, Luis Morales, del círculo de Murillo, de la escuela flamenca del XVI y otros. En la pared de enfrente se expone un conjunto de esculturas del barroco español del siglo XVII, entre ellas obras de Pedro de Mena. En el fondo de la sala, en una vitrina empotrada en la pared, se exhiben un simpecado, o insignia de la Virgen, realizado a finales del siglo XVIII por Fernando Ortiz, las figurillas de una Virgen del Pilar y la de un Crucificado, etc.
La segunda sala contiene la hermosa techumbre mudéjar mencionada anteriormente. Es aquí donde se exhiben un conjunto de objetos de orfebrería litúrgicos, sobre todo de plata dorada y marfil, además de cerámicas y tallas, como una cruz procesional, un portapaz, varios relicarios, así como un terno pontificial del obispo Bernardo Manrique, datados todas esas piezas en el siglo XVI. También vemos cálices del siglo XVII y XVIII, un crucificado de marfil de origen filipino, un portaviático utilizado para llevar la comunión a los enfermos, custodias donde se colocaba la hostia después de ser consagrada, vinajeras del XVIII, elementos religiosos que pertenecieron al cardenal Herrera Oria, etc., etc. La silla episcopal del obispo Santos Olivera preside esta segunda sala desde uno de sus extremos.
Finalizada la visita al museo Catedralicio, es posible, antes de abandonar definitivamente el interior de la catedral, acceder a una zona ajardinada donde se encuentra la escultura de la Virgen de la Victoria y diferentes fragmentos de campanas, como yugos o contrapeso. Opcionalmente se puede visitar las cubiertas de la catedral, para lo cual se debe adquirir un ticket aparte. El recorrido se hace a través de una escalera estrecha de la torre norte que tiene más de doscientos escalones, después las terrazas intermedias de las capillas y finalmente otra escalera de uno de los cubillos del siglo XVI. Así se ascenderá a casi cincuenta metros para obtener, no sólo una visión diferente de las propias bóvedas externas, sino también una panorámica de la ciudad de Málaga. Hay que tener en cuenta que, por obras, el acceso está cerrado al publico hasta el año 2027.
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