Este museo tiene como objetivo principal preservar y difundir la historia de las comunidades judías de Cataluña, especialmente de Gerona, quienes, a lo largo de los siglos, formaron parte de aquella sociedad contribuyendo al desarrollo cultural y científico. Este espacio expositivo se encuentra situado en el lugar donde se levantaba la última sinagoga de la ciudad. El recorrido por el museo, articulado en once salas, cuenta con explicaciones ilustradas con ejemplos procedentes de la historia de la Gerona judía, ya sean en forma documental como arqueológicos o iconográficos, que ofrecen al visitante una visión genérica de la vida judía en la Cataluña medieval, tanto en aspectos culturales, como de la vida cotidiana.
Empezamos el recorrido en la primera sala titulada “La Girona Judía” en la que nos cuenta cómo, a partir de la persecución de esta comunidad en tiempos del Imperio Romano, el pueblo judío se fue dispersando por todo el Mediterráneo en un viaje sin fin. Así, las primeras familias que se establecieron en Gerona tuvieron lugar en el siglo IX, a partir del cual fueron creciendo y prosperando, creando una comunidad con vida e identidad propias. Aquellas gentes vivían según la Torá, la ley escrita por Moisés, y el Talmud, la tradición oral transmitida a lo largo de generaciones que marcaban unas normas de vida. Aquí podemos ver un audiovisual que nos ofrece, a vista de pájaros, la presencia judía en Gerona.
El barrio judío de Gerona en nada se diferenciaba del resto de barrios de la ciudad, estaba formado por casas pequeñas de una o dos plantas donde vivían comerciantes y jornaleros, pero también por mansiones nobles donde habitaban las familias judías más acomodadas. Nada los distinguía de los barrios de las villas y ciudades medievales, con excepción de la Mezuzá, pergamino diminuto con textos bíblicos que hablan de la grandeza de Dios, y recordaba la pertenencia de los habitantes de la casa al pueblo de Israel. Este pergamino permanecía enrollado y guardado en un estuche que se colocaba en la jamba derecha de la puerta de entrada de los hogares, de tal manera que todo aquel que entraba debía pasar la mano por encima del Mezuzah como señal de respeto y veneración. Algunas casas de Gerona conservan todavía las ranuras donde se insertaban los estuches para la Mezuzá.
En la siguiente sala, titulada “El Call, el Barrio Judío”, se profundiza más en él. El término Call proviene del latín y significa “calle” y es utilizado en Cataluña para referirse a sus diferentes juderías las cuales se formaban, normalmente, en el núcleo medieval, por ello sus calles eran estrechas y a menudo tortuosas. Tras la llegada de las primeras veinticinco familias en el año 898 a Gerona, la comunidad fue creciendo, hasta que en el siglo XII ya tenía un barrio propio donde los judíos contaban con todo lo necesario para vivir según su vida religiosa, sus costumbres y tradiciones. Entre los siglos XIII y XIV existen evidencias que la coexistencia entre judíos y cristianos era buena, a pesar de que en el 1215 el IV Concilio de Letrán decretó la separación de las comunidades de judíos y musulmanes que vivían en ciudades cristianas, aunque en la mayoría de los casos, las órdenes de segregación no se cumplieron.
Pero en el siglo XV el gobierno municipal prohibió a los judíos establecerse en el lado oeste del Call, más allá de la actual calle de la Força, y les obligó a cegar y clausurar puertas y ventabas abiertas sobre esa calle, además de cortar otras vías para aislar más al barrio. Tres años más tarde, en 1448, se obligó a todos los judíos que vivían fuera del recinto del Call a que se mudaran dentro de aquel entorno cerrado. Por tanto, ya a finales del siglo XIV y todo el siglo XV ya se practicaban masivamente las medidas restrictivas contra la población judías. En esta sala podemos ver un panel donde se puede observar los cambios de los límites del Call a lo largo de los siglos y una maqueta que nos ayudará a situar mejor el barrio judío a finales del siglo XIV en la ciudad medieval de Gerona.
Así llegamos a la sección “La aljama. La vida en comunidad”. La aljama era la estructura en que se organizaban las comunidades judías en la Corona de Aragón. Jurídicamente eran propiedad del rey y por tanto las aljamas debían tributar, a cambio las protegía con privilegios. En cuanto a la vida diaria de la aljama se sabe poco, sólo, a grandes rasgos, que los hombres se encargaban del espacio público, mientras que a las mujeres se le confiaban asegurar la descendencia y mantener la tradición, aspecto fundamental en la cultura judía. En esta sala podemos ver algunos de los hallazgos arqueológicos que fueron usados en la cotidianidad de aquellas personas, como hilos de oro y cuero del siglo XIV, un anillo de oro del siglo XIV, o unos pendientes de plata con trabajo de filigrana del siglo XIII-XV que nos acerca a la intimidad de la mujer.
También se expone un plato de cerámica con engobe verde y manganeso del siglo XIV o un cántaro de cerámica vidriada de color verde de tres asas del siglo XIII que fue encontrado encastado dentro de los muros interiores de la casa del siglo XIII situada en el patio interior de este museo (y que después comentaremos) colocado ahí expresamente, ya que el muro se levantó alrededor, constituyendo otro de los misterios pendientes de resolver de la judería de Gerona. En otra vitrina vemos una hebilla de bronce con baño de oro de entre los siglos XIII y XV, la cual está decorada con un extraño animal fantástico que podría corresponder con el Leviatán, uno de los principales seres que forman parte del mundo mitológica de la cultura judaica. Junto a esta pieza también vemos un dedal de bronce del siglo XV y un alfiler del mismo material de entre los siglos XIII y XIV.
Seguimos profundizando más en la vida de aquellas gentes en la siguiente sala llamada “La familia. Tradición y ritual”, y es que sus vidas estaban marcadas por episodios que corresponden con el cumplimiento de mandamientos divinos y preceptos legales, así como la celebración de diferentes festividades a lo largo del año. Aquí vemos diferentes testimonios documentales y gráficos de aquellos episodios, como el del matrimonio, por ejemplo, una Ketubá (contrato matrimonial). El que vemos aquí es el de David, hijo de Meshulam de Gallac, y Astruga, hija de Abraham ben Jucef datado en 1377, uno de los mejores conservados de Cataluña. En él se regulaban los derechos de la novia en cuestiones como dote o vida familiar. También se exponen objetos utilizados en las celebraciones del calendario judío, como la reproducción de un plato de Pésaj del siglo XV, en el cual los alimentos rituales se depositaban de una manera precisa, o la de un sello del siglo XIV para marcar las Matzot, panes de Pascua sin levadura, o una lámpara de Janucá del siglo XIX utilizadas durante la Fiesta de las Luminarias.
Adyacente se sitúa la sala “La sinagoga. Espacios comunitarios”, en la que nos introduciremos en el espacio sagrado de la sinagoga, lugar donde la comunidad se reunía, oraba, leía la Torá, estudiaba y discutía sobre el Talmud, o celebraba diferentes eventos. Aquí se exponen varios elementos rituales y de culto, además de hallazgos arqueológicos y documentales relacionados con las sinagogas que existieron en Gerona, más concretamente se han documentado tres que existieron sucesivamente: la primera del siglo IX se encontraba muy cerca de la actual catedral, de la cual sólo se ha conservado un documento fechado en el 985 que la menciona. Las otras dos posteriores, de los siglos XIV y XV, se encontraban dentro del Call y han sido localizadas, gracias a documentos y estudios arqueológicos, en los inmuebles que actualmente ocupa la casa Boschmonar en el 21 de la calle de la Força, y en el Centro Bonastruc ça Porta en la calle Sant Llorenç. Probablemente Girona contó con dos sinagogas que funcionaron simultáneamente en la segunda mitad del siglo XIV.
Cuando en julio de 1492 se hizo efectiva el decreto de expulsión de los judíos, la aljama vendió las dos sinagogas que tenía en propiedad, junto con el resto de edificios que conformaban la vida comunitaria: los baños, las escuelas y el matadero. De aquellas sinagogas, la más antigua, del siglo XIV, hacía ya más de ochenta años que no se utilizaba como tal, pero pertenecía a la aljama. Es de ella de donde procede la gran puerta de acceso que se reproduce en la sala, puesto que la original fue desmotada y trasladada a la casa Torre del Governador, en Fornells de la Selva, donde se encuentra todavía hoy en día. La sinagoga más nueva, la del siglo XV, se encontraba en el mismo sitio que ocupa este centro y el museo y funcionó hasta la noche anterior de la expulsión.
De aquella segunda sinagoga del siglo XIV, nos ha llegado una piedra con una inscripción sinagogal que debió de estar colocada al lado del hejal o arca sagrada donde se guardaba el rollo de la Torá. Su inscripción es un llamamiento a los fieles para que sigan los mandamientos de la Ley judía, comenzando con el versículo bíblico "¡Casa de Jacob, andad y caminemos a la luz de Yahveh!" (Isaías 2:5), y continuando con diferentes versículos del Libro de los Salmos.
Los judíos no necesitaban grandes espacios para ser utilizados como sinagogas, podían emplear habitaciones acondicionadas para tal fin. Para ello el espacio destinado para la oración tenía que estar orientado hacia el este, de manera que el muro que miraba hacia Jerusalén pudiera albergar el armario o arón ha-qódesh donde se custodiaba el Séfer Torá, el libro de la ley que contiene, en forma de rollo, los cinco primeros libros de la Biblia, constituyendo toda la base del judaísmo. El Séfer Torá es la parte más importante y ornamentada de una sinagoga, el verdadero tesoro de la comunidad. Aquí vemos expuesto uno del siglo XIX procedente de Alemania.
Antes de seguir con nuestra visita por el mueso, conviene ver los restos estructurales arqueológicos de una casa de la judería construida en el siglo XIII y descubierta durante las excavaciones de entre los años 2012 y 2013. Los indicios confirman que a finales del siglo XIV sufrió un incendio y que, en el siguiente siglo, en el XV, fue reutilizada como una carnicería judía que formaba parte del complejo de la sinagoga. Tras la expulsión de los judíos en el año 1492, se derribó y se convirtió en un patio donde, en los siglos XIX y XX, se construyeron nuevas paredes y alcantarillas. Fue aquí donde se descubrió la piza de cerámica de tres asas, comentada anteriormente, que se encontraba encastada dentro de los muros interiores de la casa.
A continuación, accedemos a la sala denominada “El foso de los judíos. Montjuïc”, donde se exponen diferentes lápidas que proceden del antiguo y único cementerio que los judíos tuvieron en una de las colinas de la montaña de Montjuïc, topónimo que significa “montaña judía”. Este cementerio, situado al norte de la ciudad, fue mencionado por primera vez en un documento de principios del siglo XIII. Aquellos terrenos pertenecían a la comunidad judía quienes colocaron aquí su campo santo porque cumplían con las normativas de pureza y ubicación al estar situados fuera de las murallas, en una zona sin cultivar, en pendiente y próximos a una corriente de agua. En esta sala vemos, en un panel luminoso, el camino que tenían que recorrer las comitivas fúnebres desde la Judería hasta llegar a aquel cementerio.
Estos elementos fúnebres, cuya colección está formada por 29 lápidas o fragmentos con inscripciones hebreas, contienen bellos epitafios escritos en recuerdo de aquellas personas que vivieron en Gerona y formaron parte de la comunidad judía de la ciudad entre los siglos XII y XV y que ya no están, convirtiéndose, en definitiva, en piedras con nombres catalizadoras de la memoria que constituyen uno de los grandes tesoros de este museo. Esos nombres, junto con investigaciones realizadas en documentos de los archivos de la ciudad, han permitido conocer detalles de las historias de vida de aquellos hombre y mujeres.
Gracias a lo cual sabemos que Dolça pertenecía a la familia de los Ravaia, o que Salomó Cabrit perteneció a un antiguo linaje de médicos, o que Salomó, el hijo del rabino Jucef ben Teca, murió a los veintidós años, sabemos también que Jucef fue un niño encantador cuya muerte prematura debió romper el corazón de sus padres, o que Caravida fue un rico hombre que pudo haber sido médico o mercader, incluso que Estelina poseía joyas de plata y una de las fortunas del barrio.
Profundicemos un poco más en algunas de las historias de esas piedras con nombres: en esta última, la de Estelina, en cuyo epitafio de 1411 menciona a su padre y no a su marido, lleva a pensar a los investigadores que murió siendo joven. Su padre, Astruc Cohen, es denominado “nasí” (príncipe), título que tenían los hombres más influyentes de la comunidad judía. Astruc ejerció como adjunto en 1388 y fue uno de los nuevos consejeros de la reforma de 1391. Ya con anterioridad a este último año, su nombre aparece en documentos en hebreo como contribuyente de la aljama. A principios del siglo XV Astruc fue ordenado como uno de los doce regidores que la reina nombró para satisfacer una antigua pensión a los herederos del caballero Joan Janer. Por tanto, y en conclusión, Esteleina formaba parte de la élite judía de Gerona.
Por su parte, la lápida de Salomó, hijo de Jucef ben Teca, del año 1198, es la más antigua y única de toda la colección, en la cual se nos indica la edad del difunto, veintidós años. Su epitafio comienza diciendo “Entonaré llantos, lamentos y elegías por la madre y los hermanos”, lo que podría indicar que éstos serían sus familiares vivos más próximos y que, por lo tanto, su padre ya habría fallecido y Salomó no tuvo tiempo de formar su propia familia. A pesar de estas suposiciones se desconoce la biografía del difunto.
Otra lápida, la de Hanoc, hijo de Saltell Saporta, está datada en el año 1312. No se ha encontrado documentación del fallecido, ya que a principios del siglo XIV en Girona se documentaron otros hombres con el mismo nombre, pero con diferentes apellidos, pero ninguno con el de Saporta, apellido, por otro lado, muy antiguo en Gerona, aunque presenta varias variantes: Porta, Saporta, ça Porta. Algunos hombres de ese linaje fueron secretarios y personas influyentes de la aljama, destacando de la familia Bonastruc ça Porta, Mossé ben Nahmán, autoridad talmúdica más importante del siglo XIII. Paralelamente, otra pista nos lleva al año 1305, cuando el barcelonés judío de nombre Saltell de Porta, hijo de Vidal de Porta, vendió a dos cristianos un censo anual sobre una parcela de tierra situada en la montaña de Gerona.
Subimos ya al segundo piso donde la exposición continúa con el título de “Cultura judía. Girona, ciudad madre de Israel”. Los judíos en España se distinguieron en el estudio y ejercicio de las matemáticas, la medicina, la astronomía, las lenguas y todas las ciencias en general, y Cataluña no fue una excepción. En esta tierra nacieron personalidades destacadas cuya producción científica, literaria y filosófica fueron muy valiosas, y en Gerona estuvo representada fundamentalmente por la escuela de Cábala y el estudio del Talmud. En el panel de gran formato que preside esta sala podemos aprender más sobre algunos de aquellos hombres ilustres. De entre ellos destaca Mossé ben Nahmán o Nahmánides, el Maestro de Gerona, cuya obra sobresale por su calidad y notoriedad.
Este personaje ilustre vivió casi toda su vida aquí, en Gerona, donde ejercía como médico, aunque también tenía discípulos que venían de todas partes para aprender de él. Hacia el año 1267 partió hacia la Israel, donde contribuyó a reconstrucción de la vida judía y a edificar una sinagoga en Jerusalén, actualmente en pie. También estuvo en Acre, donde pronunció un sermón de Año Nuevo de 1270, que todavía hoy se lee en algunas sinagogas de todo el mundo. Desde estas tierras, Mossé ben Nahmán escribió bellas y emotivas cartas en las que muestra los sentimientos de nostalgia hacia su ciudad y su gente. Durante los años setenta del siglo XX se encontró cerca de Acre, donde falleció, su sello personal de bronce en la que reza la inscripción "Mossé hijo de rabino Nahmán, el gerundense, ¡ten coraje!", aquí podemos ver una copia del mismo, el original se encuentra en Israel.
La siguiente sala se titula “Ganarse el pan. La actividad económica” que nos habla de los oficios de los judíos de Gerona. Principalmente se dedicaban a la artesanía, al comercio y al préstamo monetario, además, la alfabetización impuesta a los hombres por la religión judía, dio lugar a una destacada especialización científica, con reconocidos médicos, cartógrafos o astrónomos. A tenor de esto último, hay que señalar que la brújula, el astrolabio y los relojes fueron inventos judíos. En 1361 Jacob David Bonjorn de Barri, de origen gerundense, confeccionó por encargo unas tablas astronómicas que calculaban de manera muy precisa los eclipses, conocidas como Las tablas de Perpiñán. Otro ejemplo es el llamado Atlas Catalán o Mapamundi de los Cresques realizado en siete tablas por dos judíos de Mallorca, Cresques Abraham y su hijo Jafudá y cuya reproducción podemos ver en la pared. Este atlas del mundo conocido, por aquel entonces, fue un encargo del rey Juan I de Aragón para presentárselo como regalo de bodas al Delfín de Francia. Aquí también vemos un fragmento de un tratado de medicina, con algunas palabras en catalán, que habla sobre cómo provocar la menstruación, las afecciones de los genitales masculinos y la perdida de deseo sexual.
Seguimos el recorrido por la sección “Una relación difícil. De la coexistencia a la marginación”, y es que la radicalización de las mentalidades, los cabios políticos y sociales y las situaciones de crisis hicieron que la coexistencia relativamente pacífica se convirtiera en una situación de extrema violencia, tanto físicas como psicológicas, contra las personas judías. Son muchas las representaciones difamatorias y caricaturescas en documentos y obras de arte, donde los judíos se representaban con atributos físicos absurdos como narices largas, ojos y orejas diabólicas, incluso con cuernos y colas de demonio. Del mismo modo se les acusaba de manera general de practicar sacrilegios con hostias sagradas, envenenar aguas para provocar pandemias o la de matar a niños cristianos para realizar rituales. A finales del siglo XIV la comunidad judía estuvo obligada a coserse en la ropa una señal circular cada vez que salían de la judería. Aquí vemos una reproducción del documento de esa obligación del año 1394 y redactado en el Reino de Mallorca.
Ya desde el siglo XIII se extendió unas prácticas conocidas como disputas, las cuales eran debates públicos convocados por la Iglesia en la que se obligaba a los expertos de la Torá y el Talmud a defender el judaísmo ante sabios y teólogos cristianos, para así demostrar los supuestos errores del judaísmo y enaltecer el cristiano. Bajo este pretexto, las numerosas disputas que tuvieron lugar en toda Europa, derivaron en varios textos que pretendían refutar los postulados del judaísmo con el uso de sus propias fuentes. Bajo esta premisa, aquí se muestra un ejemplar del Liber de Confutatione Hebraicae Sectae, editado en Roma en 1500, en el que presenta una refutación del pensamiento de algunas grandes personalidades judías medievales, como Maimónides (Mosse Cordovensis) y Nahmánides (Mosse Gerundensis).
En el año 1414 tuvo lugar la Disputa de Tortosa, convocada por el Papa Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna, quien forzó a los rabinos más destacados de las comunidades judías de la Corona de Aragón a defenderse en su palacio. Aquella disputa tuvo consecuencias muy trágicas ya que, después de un año de humillante debate, provocó la desmembración del judaísmo en la Corona de Aragón, con la conversión masiva de gran parte de su población, más de la mitad de los judíos.
Y es que, a partir del siglo XIV, aumentó la violencia física contra barrio, personas y bienes judíos. En Gerona, el 10 de agosto de 1391, en la noche de san Lorenzo, el Call fue atacado por un grupo armado al grito de “bautismo o muerte”, matando y robando a unas 40 personas. El rey intentó proteger a la comunidad judía, trasladándola a la torre Girondella, donde permanecieron en condiciones lamentables durante más de diecisiete semanas. Aquí vemos una carta que los miembros del Jurado de Girona escribieron al rey, comunicándole el ataque a la judería. Así pues, estas grandes violencias provocaron conversiones masivas e importantes alteraciones para los judíos. Las de Gerona hicieron que su comunidad judía se debilitara y diezmara, y al finalizar el siglo XV ya sólo quedaba una sombra de su pasado, al llegar el decreto de expulsión de 1492, cuya copia se expone en esta sala (el original se encuentra en el Archivo Municipal de Gerona), cuando el rey ordenó que antes del 31 de julio de ese mismo año, todos los judíos y judías que no quisieran convertirse al cristianismo debían abandonar España para no volver jamás.
Y así llegamos a la etapa “Sociedad conversa e Inquisición”: antes de la expulsión definitiva de los judíos en 1492, los Reyes Católicos crearon en 1478 el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, cuya función fue la de perseguir la herejía e imponer la fe cristiana. Tras los hechos que hemos comentado, y muchos otros, hicieron que muchas de las familias judías se vieran forzadas a pasarse a la fe cristiana, algunas de ellas la abrazaron con sinceridad, pero otras seguían practicando el judaísmo a escondidas. Por ello toda esa población conversa era sospechosa para la Inquisición que controlaba y perseguía con insistencia el hecho de judaizar en secreto. Tal era el control hacia estas personas que bastaban tener ciertos objetos para ser acusados de judaizar, como una mezuzá, libros (como la Torá, libro de la Ley Judías, etc.) o el uso de amuletos que se utilizados durante el parto para proteger a la nueva vida y a la madre de los malos espíritus. Un amuleto, como el que vemos aquí expuesto, podía consistir en un simple pergamino con símbolos y textos en hebreos que conformaban los nombres de ángeles protectores.
Este Tribunal llevó a cabo una brutal persecución, entre 1484 y 1503 procesó a 1263 personas en Cataluña, de las que 609 fueron quemadas en “estatuas” (muñecos que simbolizaban al huido) y 629 quemadas vivas. En esta sala podemos ver un mapa de los procesos de la Inquisición contra disidentes en tierras gerundenses que incluyen, no sólo el delito de judaizar, sino también la herejía y apostasía, la brujería y prácticas mágicas, los delitos sexuales y otros delitos que incluyen irreverencia, sacrilegio, poner impedimentos a la actuación de la Inquisición, etc.… Al lado se sitúa el escudo de piedra de la Inquisición de Gerona del siglo XVIII, y es que la sede del Tribunal en Cataluña se encontraba en Barcelona, pero tras un brote de peste fue trasladada al convento de Sant Domènec de Girona entre 1490 y 1491. En el escudo se aprecia una cruz (símbolo cristiano), una espada (símbolo de la persecución de la herejía) y una rama de oliva (símbolo de la reconciliación fruto del arrepentimiento).
Un proceso inquisitorial se iniciaba con una denuncia anónima, ya sea auténtica o falsa. A partir de ahí se activaba el macabro mecanismo consistente en una investigación detallada del comportamiento de las personas denunciadas, lo que provocaba su detención, la formulación oficial de la acusación, y la tortura sistemática. A todo ello hay que unir las condiciones de vida en las cárceles que eran infrahumanas. Posteriormente el tribunal dictaba sentencia pública durante la celebración del auto de fe, la más grave suponía la muerte en la hoguera. En esta sala se exponen un cepo o yugo del siglo XIV procedente del castillo de Foixà, utilizado para torturar a los acusados.
Otro de los objetos utilizados por la Inquisición fue el llamado sambenito o zamarra. Se tratan de telas de saco que tenían una cruz roja pintada en el pecho y otra en la espalda que los acusados debía llevar durante el tiempo en que se dictaba la sentencia. Los sambenitos simbolizaban el castigo físico y social no sólo del acusado, sino también de su familia, que iba más allá del cumplimiento de la condena de los acusados, pues tras ésta, se colgaban en iglesias a vistas de todos, como escarnio perpetuo de toda la familia. Evidentemente, estos objetos no eran bien visto por los familiares de los ajusticiaos y, al cabo de unos años, los retiraban, por lo que, ya en el siglo XVIII, apenas quedaban en Cataluña. Por ello, se han perdido la mayoría, aunque en Galicia se han conservado lo únicos ejemplos de toda España, como el que se expone aquí, datado en 1619 procedente de Tui.
Salimos de nuevo al exterior encontrándonos en esta ocasión con el Patio de la Estrella o de los Rabinos, un bonito y relajado espacio que invita a reflexionar y cuyo nombre toma de la estrella de David que engalana el suelo del mismo. Este rincón del Centro Bonastruc ça Porta posee forma trapezoidal de unos trescientos metros cuadros. Desde aquí, podemos subir a un mirador desde donde ver a vista de pájaro los restos de la casa judía que comentamos anteriormente, además de obtener una maravillosa panorámica del propio Patio de la Estrella.
A un lado del patio se encuentra L'escultura de Colom, obra realizada en 1994 por el artista israelí Fran Meisler y donada al Centro Bonastruc ça Porta por la familia Schalit. Este panel escultórico, de 2,75 metros de altura por 1,85 de ancho, conmemora la contribución judía que hizo posible los viajes del descubrimiento de América, sin olvidar que dos hechos trascendentales estaban estrechamente relacionados: la expulsión de los judíos y el viaje de Cristóbal Colón al Nuevo mundo, ambas decisiones tomadas por los Reyes Católicos en el mismo año, 1492, con pocos días de diferencia, 30 y 31 de marzo respectivamente.
Esta obra posee dos caras y está repleta de elementos simbólicos, como ornamentaciones de la cultura azteca, fragmentos del Atlas Catalán o las Tablas astronómicas del rey Pedro III el ceremonioso, además de referencias históricas, como la mención de algunos de los judíos que aportaron conocimientos astronómicos y geográficos como el rabino Abraham Zacuto (inventor del astrolabio), Joseph Vecinho, o Jacob Corsino, sin cuyas aportaciones al mundo de la náutica no hubiera sido posible aquellos viajes.
Desde el patio se accede a los restos del mikvé o baño ritual del siglo XV, el cual conserva su estructura original, aunque fue transformado posteriormente en una cisterna. Se descubrió tras las excavaciones acaecidas en torno al espacio de la vieja cisterna en febrero de 2014. Este mikvé, de pequeñas dimensiones, fue utilizado por la comunidad judía de Gerona entre los años 1435 y 1492. Todo hace indicar que el baño ritual se situaba en la planta baja de la desaparecida sinagoga, aunque la estructura excavada conformaba un espacio cerrado alrededor de la piscina ritual, al que se accedía a través de una puerta.
El interior del mikvé contaba con un pequeño vestíbulo, un vestidor con baldosas y la piscina. La planta descendía salvando el umbral que estaba conectado con un rellano de losas, desde el cual se pasaba probablemente a una escalera sumergida, actualmente perdida. En el patio había un depósito donde se acumulaba el agua de la lluvia, tras filtrase de manera natural, iba al interior del baño a través de una canalización. Durante las excavaciones se encontraron fragmentos de cerámica, material considerado por la ley judía como siempre puro, intencionadamente vertidos como relleno en el colector de agua pluvial para ayudar a filtrar el agua.
El micvé, cuyo significado literal es “agua viva”, era un lugar necesario para la vida de los judíos, puesto que, desde los inicios del judaísmo, la inmersión ritual periódica en el agua purificadora, tanto para hombres como para mujeres, era obligatoria, aunque eran ellas las que, por su condiciones físicas y biológicas, lo utilizaban más frecuentemente. El ritual garantizaba la santidad de la concepción, asegurando así el precepto bíblico de “sed fecundos y multiplicaos (…)”. El agua debía proceder de una fuente natural, ya sea de un río, lluvia, corriente subterránea, etc., y no podía ser, en ningún caso, manipulada o vertida de manera artificial.
El ritual de purificación consistía en introducir en el agua totalmente el cuerpo desnudo, limpio y libre de cualquier elemento que impida la circulación natural del agua. La inmersión había que realizarla tres veces seguidas mientras se seguía la ceremonia llamada tevilá. Pero no sólo las personas podían purificarse en el mikvé, también se podían sumergir aquellos utensilios de metal o vidrio adquiridos a personas no judías. Como curiosidad, el micvé más antiguo documentado en Gerona es del siglo XIII, cuando estaba dentro de los actuales Baños Árabes, en una estancia alquilada expresamente por la comunidad judía de la ciudad. Se trató de una solución temporal, muy poco común, pero se explica porque los judíos de Gerona debieron quedarse sin el baño ritual adecuado y apto, tras la destrucción de la judería por parte de los almogávares en 1285.
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