El primer edificio que se construyó para el ayuntamiento fue en el siglo XIII, el cual fue pequeño y modesto. Gracias al desarrollo político y económico de la ciudad se reconstruyó de manera mucho más grandiosa e imponente durante los años 1332 a 1340. De esta época son los calabozos subterráneos y la großen Rathaussaal o Gran Sala cuya utilidad era la de ser lugar de reuniones y salón de baile.
El actual edificio se construyó durante tres siglos, comenzando las obras en el XIV. En el siglo XVI, debido a un incendio, fue restaurado y ampliado por H. Beheim, además la Rathaussaal tuvo que ser remozada por completo y en parte reconstruida, esa redecoración se hizo bajo la supervisión de Durero quien, por otra parte, estaba en la época de sus grandes pinturas murales.
Con la confianza de ser una ciudad imperial floreciente, se decidió, 100 años más tarde, volver a ampliar y, entre los años 1616 y 1622 fue revestido con una fachada monumental, todo ello de la mano de Jakob Wolff, quien planeaba realizar un edificio-palacio donde se reflejara las influencias del Renacimiento italiano. Posteriormente se construyeron las 3 magníficas portadas principales. En la fachada vemos elementos góticos y otros pertenecientes al alto renacimiento.
El complejo fue destruido durante las bombas caídas en 1945. La großen Rathaussaal, la parte del ayuntamiento más antigua, se quemó completamente, permaneciendo sólo en pie los muros perimetrales, inclusive se perdieron los murales de Durero. La reconstrucción del edificio se llevó a cabo entre 1956 y 1962.
En la actualidad es posible visitar el Ehrenhalle, el pequeño patio donde se encuentra la Puttenbrunnen y justo enfrente, y bajo la gran sala, la Lochgefängnisse o prisión subterránea. Ésta se estableció en el siglo XIV para servir como celdas para presos en espera de juicio o, una vez juzgados, para ser custodiados hasta su ejecución.
Evidentemente los principios que rigen el derecho actual nada tienen que ver con los de la época Medieval y por tanto, para entender mejor la historia de la prisión, es necesario tener en cuenta las actitudes y condiciones de vida de aquella época. No se utilizaron como un centro de reclusión en el sentido en que lo conocemos en la actualidad, sino principalmente como prisión preventiva mientras tanto se investigaba la causa. El acceso a la prisión subterránea se realiza únicamente mediante visitas guiadas, normalmente en alemán. Para tours en inglés es necesario pedir cita (abierto desde marzo a octubre de 10h. a 16,30h.)
En aquel momento era conocido como Prisión del Sacro Imperio, pero también, y muy gráficamente, como el Agujero. Por otro lado, hay que recordar que las condenas más largas se cumplían en las torres de la ciudad, mientras que las más cortas se realizaban en la torre de la “Luginsland”, en la Torre de las Aguas en el Henkersteg o en la Torre de la culpa. Por su parte, las celdas aquí miden 2 x 2 metros aproximadamente y normalmente eran para dos presos. Desde que se construyeron hasta el año 1945, también existía un pasadizo subterráneo realizado en el año 1543 que unía la prisión con un paraje, conocido como Kuhberganlage.
Desgraciadamente ese pasadizo quedó interrumpido en varios puntos de su trayectoria, por lo que hoy en día es intransitable. Finalmente señalar que el sitio se utilizó como prisión hasta el 1808, año en que se abolió la tortura en Baviera. Después de estos pequeños apuntes, iniciamos la visita a los sótanos, para ello, después de descender una escalera, llegamos primero a una sala en la que hay un pozo cuya profundidad es de 10 metros, y que abastecía de agua a la prisión.
A lo largo de estos túneles veremos una cámara de tortura, quince celdas y otras habitaciones adicionales. Las cuatro primeras que nos encontramos son celdas de la muerte, o como se les llamaba en el siglo XVI, celdas de la agonía. Aquí los condenados a muerte permanecían vigilados por dos guardianes para evitar posibles suicidios. Curiosamente, tres días antes de la ejecución, se les proporcionaba a los presos abundante comida y bebida para calmarlos.
En estas mazmorras había una lámpara encendida durante el día y la noche, mientras que el resto permanecía en una completa oscuridad. Podemos comprobar que cada una de ellas contaban con el mismo equipamiento: las paredes están revestidas con tablones de madera y el techo posee forma de tejado.
También disponen de un camastro con cabecera y bancos trabajado en bruto. En algunas de estas celdas también se puede apreciar las huellas de una calefacción muy simple consistente en un fogón hecho de loza.
Hay que destacar los distintos dibujos y grafitis que si prestamos atención veremos grabados en la madera, como iniciales, flechas, una herradura, etc. De entre ellos destacamos un escudo de armas que grabó un guardián en el año 1557, muy probablemente porque estaba aburrido.
A continuación entramos en la Capilla, llamada así debido a su bóveda ojival. Pero su cometido dista mucho de aquella, este lugar tenía la función de ser la cámara de tortura en la que los prisioneros eran sometidos a métodos muy crueles para poder sacarles una confesión si anteriormente habían negado los crímenes por los que se les imputaban.
En esta cámara podemos ver restos y reproducciones de los instrumentos de tortura que eran utilizados aquí durante la Edad Media. Es importante señalar que la martirización a los acusados no existía en la ideología legal del mundo germánico, sino que se introdujo en el siglo XVI a través de los procedimientos adoptados por la Inquisición alemana, una de las más sanguinarias y activas de Europa. De esta manera se creía que la confesión era la mejor base para que el crimen pudiera ser castigado.
Cada vez que se ponía en funcionamiento la cámara de tortura estaban presentes el juez municipal (quien fijaba el tipo de tortura e intensidad), los empleados del ayuntamiento, el verdugo y su ayudante. La tortura fue un método eficaz para hacer confesar a muchos malhechores, pero también hizo cumplir penas por crímenes no cometidos a inocentes que no tuvieron más remedio que admitirlos ante el dolor provocado. En esta cámara podemos ver una garrucha, un potro escalera, un aplastapulgares....
El aplastapulgares es una de las torturas más antiguas y simples que se conocen. Consistía en el aplastamiento de uñas, falanges y nudillos de manera lenta y progresiva, haciendo que el dolor se extendiese sin provocar la muerte a la víctima. El nivel de desgarramiento podía ser controlado, llegando incluso a la mutilación total del miembro. Normalmente este tipo de tortura se realizaba para crímenes graves, permitiendo que el martirio pudiera aplicarse lentamente, de tal manera que se podía comenzar por las uñas, después por las falanges y finalmente por los nudillos.
Otra de las cámaras que nos llama la atención es una estancia con bóveda rebajada en la que, probablemente, se escondían y emparedaban los documentos municipales más importantes en caso de emergencia, como podría ser una guerra.
Otras dos celdas están equipadas con el llamado "cepo", método de tortura evidente. Con él se inmovilizaban los pies y las manos de los presos y generalmente, este no es el caso, eran expuestos en la plaza principal y sometidos a todo tipo de vejaciones.
Completan la serie de celdas otras siete normales. La prisión es rodeada por un corredor de forma circular a través del cual es posible acceder a todas las células que componen los calabozos municipales. Se encontraba pobremente iluminado por lámparas de aceite colocadas en nichos de la pared, lo que le daba y le da un aspecto mucho más siniestro si cabe.
Las aberturas eran cerradas por cuatro puertas que estaban revestidas de hierro, de las que dos tenían la función de bloquear la entrada y otras dos el paso por el corredor. Éstas últimas, que fueron colocadas en el año 1478, debían evitar cualquier intento de fuga y la posibilidad de que los prisioneros hablaran entre ellos.
El corredor nos lleva hasta la llamada sala del verdugo en la que sólo había una silla y una mesa donde el preso que era condenado a muerte podía disfrutar de su última comida un día antes de la ejecución, que podría ser por horca, decapitación con espada, hoguera, etc., y que se produciría fuera de las murallas de la ciudad. Después del recorrido el viajero caerá en la cuenta que este es la única estancia con luz natural de los calabozos.
El camino hacia el lugar de la ejecución, que podía ser en Rabenstein (Piedra del Cuervo) o en Galgenhof (patio de la Horca), se iniciaba en el pequeño patio del ayuntamiento para continuar a través de una antigua puerta con cerradura que está datada en la misma época de construcción que la prisión, es decir en la primera mitad del siglo XIV.
Seguimos nuestro recorrido encontrando, inmediatamente después, dos celdas que estaban reservadas para un determinado tipo de ocupante, de tal manera que en una de ellas, sobre la puerta, se puede ver un gallo rojo, el símbolo de los incendiarios, mientras que en la otra vemos dibujado un gato negro para identificar a los difamadores.
El siguiente habitáculo es la sala de la fragua en la que se fabricaban y reparaban los diferentes instrumentos de tortura, grilletes, etc... Aquí podemos ver muy de cerca algunos instrumentos para encadenar a los delincuentes y para causarles dolor.
Desde allí llegamos a la cocina en la que destacamos un armario empotrado datado en el siglo XV. Para finalizar la visita ascendemos por una escalera, situada a la derecha de la cocina, que nos lleva al piso donde vivía el guardián de los calabozos, además de una bodega del año 1800 conocida como "Fonda de la rana verde".
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