Iniciamos nuestro recorrido en esta parte de la ciudad partiendo desde la Piazza Cairoli hasta llegar a la Piazza Martiri della Libertà, pasando por la Via Palestro y por la de Sant’ Adrea. La actual Piazza Cairoli fue construida a mediados del siglo XVI, durante el gobierno de Cosme I de Médici y bajo la dirección del superintendente Luca Martini. El proyecto estuvo a cargo de Giovanni Battista Cervelliera, quien anteriormente había trabajado en las obras de la Catedral de Pisa. En el lado occidental de la plaza se levantaron una serie de tiendas ubicadas en antiguos almacenes medievales, a las que se añadió un pórtico con arcos sostenidos por pilares cuadrados. En el centro de la fachada se colocó más tarde el escudo de armas de Cosme I y su esposa Eleonora de Toledo, rodeado por la corona de la Orden del Toisón de Oro.
En el centro del espacio se erigió una columna coronada por la estatua de Dovizia (personificación de la Abundancia en la mitología romana) realizada por Pierino da Vinci. El lugar cumplía dos funciones esenciales: era un mercado de frutas, verduras, vino, pescado, especias y quesos, pero no de cereales que se vendían en la actual plaza de las Vituallas y, gracias a su proximidad al río Arno, era un punto de acceso y escala importante para quienes llegaban a la ciudad por vía fluvial.
Debido a su actividad primero era conocida como Piazza dei Cavoli (Plaza de las Coles) y con el tiempo Piazza della Berlina, por la picota pública que allí se instaló y donde se exponían a los culpables de faltas menores. Durante los siglos modernos y contemporáneos, junto a los puestos hortofrutícolas, el instrumento de castigo siguió ocupando el centro del recinto. Hoy en día, conserva su tradición comercial al albergar un mercado campesino mensual de productos orgánicos cada cuarto sábado del mes.
Al norte de la plaza la Chiesa di San Pietro in Vinculis, conocida antiguamente como San Pierino, se levanta sobre el lugar donde estuvo la más antigua iglesia de san Pietro ai Sette Pini, mencionada por primera vez en el año 763, aunque de ella no quedan restos visibles. Es una de las tres iglesias documentadas en Pisa durante la época longobarda, junto con santa Cristina y santa Margarita. El templo actual fue consagrado en 1118 y pertenece al estilo románico, diseñándose originalmente en dos niveles: la iglesia principal, situada por encima del nivel de la calle, y una cripta inferior con bóvedas de crucería apoyadas sobre columnas de piedra. Esta cripta se utilizó posteriormente como espacio funerario, como lo demuestran las inscripciones sepulcrales grabadas en sus columnas.
La fachada se organiza en dos niveles: el inferior presenta cinco arcadas ciegas adornadas con rosetones y losanges, y tres portales de entrada con arquivoltas decoradas, de las que el central está coronado por un arquitrabe esculpido con motivos florales. En el nivel superior destacan tres arcadas con una bífora central. El campanario se encuentra en una torre cercana que en origen tuvo función residencial. Por su parte el interior se compone de tres naves separadas por dos filas de columnas y pilares con capiteles románicos. El suelo conserva mosaicos de mármol policromado del siglo XII con diseños geométricos. Antes de la conquista florentina, este templo albergó un valioso manuscrito jurídico: el Digesto de Justiniano I, parte del Corpus Iuris Civilis, conocido como las “Pandectas Pisanas”, hoy conservado en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia.
Doblamos ahora por Via Palestro, donde a pocos pasos nos topamos con el teatro Verdi de Pisa, el cual fue inaugurado en noviembre de 1867 con el nombre de Regio Teatro Nuovo (Nuevo Teatro Real). El nuevo edificio fue diseñado por Andrea Scala y decorado por destacados artistas como el pintor Annibale Gatti, autor del fresco “El Triunfo del Amor” y del telón con la representación de Goldoni recitando un soneto. La ornamentación del edificio combina estucos (como los tres mascarones alegóricos de la Comedia, la Tragedia y la Poesía), dorados y pinturas con figuras alegóricas y grotescas que rodean un gran rosetón central. Dedicado a Giuseppe Verdi desde el año 1904, el edificio ha sufrido varias restauraciones que modificaron parte de su aspecto original, la última entre 1985 y 1989 por Massimo Carmassi, quien recuperó el equilibrio original de sus colores y espacios.
En la misma calle, a pocos pasos, encontramos la sinagoga de Pisa que fue inaugurada en 1595 y aún presta servicio a la comunidad judía local. La presencia hebrea en la zona está documentada desde finales del siglo XIV, cuando una familia alquilaba una vivienda en el lugar actual del templo. Originalmente, el edificio era una sola casa, pero con el tiempo se fue ampliado para incluir nuevas estancias, como un matadero kosher y un baño ritual, y en el siglo XVIII, tras la visita del Gran Duque Pedro Leopoldo, se convirtió en símbolo de orgullo para la comunidad. Su aspecto actual se debe a la restauración realizada entre 1861 y 1865 por el arquitecto Marco Treves, quien le dio un estilo inspirado en el Renacimiento toscano. Destacan la bóveda decorada, el “Aron” con columnas corintias y la tribuna sostenida por elegantes columnas jónicas.
Sin abandonar la calle, ahora llegamos a la Chiesa di Sant’Andrea in Foriporta, actualmente utilizada como espacio teatral. La iglesia se menciona por primera vez en 1104. Estaba situada al este de la antigua ciudad medieval, en una zona que empezó a desarrollarse notablemente desde el siglo XII. Su fachada, construida con piedra bien labrada, muestra una nave central más alta que las laterales y una cubierta a dos aguas. Presenta tres portales de acceso con arcos de medio punto, en el central se reutilizaron mármoles antiguos en las jambas. En la parte superior destacan cuatro arcos ciegos separados por pilastras, decorados con óculos y rombos. Esta fachada parece haber sido añadida con posterioridad a los muros originales, reflejando las múltiples fases de reconstrucción del edificio, iniciadas posiblemente antes del siglo XII.
En los muros laterales aún se distinguen fragmentos de distintas etapas constructivas. El campanario, de base cuadrada, combina piedra en la parte inferior y ladrillo en la reconstrucción superior. Bajo el tejado se conservan pequeñas arcadas ciegas donde originalmente se incrustaron cuencos cerámicos del siglo XII provenientes de diversas regiones mediterráneas (los originales están hoy en el museo de San Mateo). También la torre estuvo decorada con cerámicas similares. En los lados exteriores se abren dos capillas de piedra y ladrillo, incorporadas durante las restauraciones del siglo XIX. En el interior, seis columnas (cuatro antiguas y dos románicas atribuidas a Biduino) y dos pilares dividen las naves. En el altar mayor se conserva un tabernáculo del siglo XVIII, coronado por un fresco de Grazzini de comienzos del siglo XIX.
No hay que irse muy lejos para encontrar otro rincón importante de Pisa: Casa Ammannati, la casa natal de Galileo Galilei. Durante mucho tiempo existieron distintas teorías sobre el lugar exacto donde nació Galileo Galilei. Una de las más difundidas lo situaba en la llamada Casa Bocca, en Borgo Stretto, basándose en el registro bautismal que mencionaba la parroquia de san Andrés como su lugar de origen. Por ello, hasta mediados del siglo XIX se creyó que la vivienda se encontraba junto a la iglesia de san Andrés en Chinzica y próxima a la fortaleza de los Médici. Esta creencia estaba tan arraigada que en 1864 se colocó allí una placa conmemorativa que afirmaba que Galileo había nacido en ese sitio en 1564.
Sin embargo, estudios posteriores demostraron que esa identificación se debía a una confusión. En realidad, la parroquia de san Andrés mencionada en el bautismo se refería a la iglesia de San Andrea Foris Portam, situada en la zona donde vivía la familia materna de Galileo, los Ammannati. Aquí residían su madre, Giulia Ammannati, y su padre, Vincenzo Galilei.
De acuerdo con esta interpretación, Galileo nació el 15 de febrero de 1564 en este edificio, la casa de los Ammannati, cerca de la iglesia de San Andrea Foris Portam. En el parto estuvieron presentes su madre, su abuela Lucrezia y su tía Dorotea, mientras su padre y su tío Leone ya habían decidido llamarlo Galileo. El acta bautismal, redactada en la catedral con la mención incompleta “en la capilla de san Andrés”, fue el origen de la confusión que durante siglos desconcertó a historiadores y habitantes de Pisa.
Ahora nos dirigimos hacia el norte a través de la Via Sant'Andrea, calle en la que destaca la Casa Pardo Roques y la plaza e iglesia de San Francisco. En aquella primera soldados alemanes asesinaron el 1 de agosto de 1944 a Giuseppe Pardo Roques (presidente de la Comunidad Israelita de Pisa) y a once personas más. El hecho, aún recordado con una placa conmemorativa, marcó a la ciudad. Pardo Roques, muy querido por su cultura y generosidad, vivía en un edificio que formaba parte de un antiguo complejo del siglo XIV. Por su parte, la iglesia de san Francisco, originaria de 1233, fue ampliada en 1261 por Giovanni di Simone, aunque su fachada quedó incompleta hasta la época de los Medici. Entre los siglos XV y XVII se añadieron capillas y altares, perdiéndose parte de los frescos. Varias obras fueron trasladadas al Museo de San Mateo y al Louvre, aunque aún conserva valiosos frescos y esculturas de artistas como Pisano, Bartolo y Gerini. Seguimos el recorrido y llegamos a la Piazza Martiri della Libertà, la cual fue diseñada por el arquitecto Alessandro Gherardesca e inaugurada en 1833 por iniciativa del Gran Duque Fernando III de Toscana. Su trazado, de forma casi rectangular, refleja los criterios urbanísticos y estéticos propios del periodo de la Restauración.
En el centro del espacio arbolado se alza la estatua de Pedro Leopoldo I, obra del escultor Luigi Pampaloni (1829), colocada sobre un pedestal de mármol adornado con relieves de E. Santarelli. La zona donde hoy se encuentra la plaza posee un gran valor histórico, pues en la Edad Media se conocía como “Civitate Vetera” debido a las ruinas romanas allí presentes. Hoy el entorno arquitectónico conserva elementos de gran interés: al norte se sitúa el antiguo monasterio femenino de Santa Anna, hoy sede de la prestigiosa Scuola Superiore Sant’Anna; al este, la iglesia de santa Catalina del siglo XIII y la plaza de enfrente que en época medieval sirvió como cementerio tras la demolición de varios edificios. En este mismo lado se conserva también el pequeño oratorio de la Compagnia del Crocione, suprimido en 1782 y actualmente convertido en sala de teatro.
Desde finales del siglo XI, el área central estaba ocupada por la iglesia de San Lorenzo alla Rivolta, junto a su hospital y monasterio, así como por el palacio del conde Neri di Donoratico, derribado hacia finales del siglo XIV. En 1815, el Gran Duque cedió el complejo de san Lorenzo a la comunidad de Pisa para su demolición y la planificación de la nueva plaza. Sin embargo, el proyecto final tardó unos quince años en concretarse, durante los cuales el espacio se utilizó provisionalmente por domadores de caballos y lavanderas, situación que causó gran malestar entre los habitantes de la ciudad.
De todos los edificios que rodean la plaza, nosotros nos vamos a centrar en la iglesia de santa Catalina de Alejandría, la cual fue edificada a comienzos del siglo XIII, aunque adquirió su forma actual tras ser entregada a los dominicos en 1222, cuando se levantó también el convento adyacente. La fachada, concluida en la primera mitad del siglo XIV, está revestida con mármol blanco de San Giuliano Terme y presenta un diseño gótico con franjas bicromas en blanco y gris. Sus arcos y columnas decorativas, junto con los bustos de santos en altorrelieve que rodean un gran rosetón central, evocan el estilo de la Catedral de Pisa. El campanario de ladrillo se atribuye a Giovanni di Simone, el mismo autor del de san Francisco y del Camposanto Monumental.
Su interior cuenta con una única nave y estructura sencilla que se completó hacia mediados del siglo XIII para servir principalmente como espacio de predicación, además de acoger ceremonias litúrgicas y enterramientos. La nave, cubierta con cerchas, se cruza con un transepto en forma de “T”, en cuyos brazos se abren cuatro capillas abovedadas con arcos de crucería.
Tras sufrir un incendio su interior fue reconstruido en 1650. Aquí vemos notables obras de arte, entre ellas el monumento sepulcral del arzobispo Saltarelli, realizado por Andrea y Nino Pisano; el retablo del Triunfo de san Tomás, atribuido a Lippo Memmi y Francesco Traini; y una cátedra de madera del siglo XVII que resguarda la que utilizó santo Tomás de Aquino para predicar. En el altar mayor se encontraba originalmente el políptico de Simone Martini, mientras que en la capilla de San Domingo (hoy capilla de los Caídos) se erigió un dosel con escenas de la vida del santo, obra firmada por Francesco Traini. Ambas piezas se conservan actualmente en el museo de San Mateo.
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