Entre los rincones menos conocidos de Pisa se esconde uno de esos lugares que merecen mucho la pena dedicar algo de tiempo de nuestra visita a Pisa: el enorme mural de Keith Haring, Tuttomondo. Esta vibrante obra, ubicada en pleno centro histórico y muy cerca de la estación, es una de las pocas piezas del artista estadounidense que pueden admirarse en Italia, además de ser la única obra concebida para perdurar en el tiempo, no como las creaciones efímeras a las que solía acostumbrar. A diferencia de otros murales que realizaba en un solo día, Haring dedicó una semana completa a darle vida a esta pieza. La pintó en 1989 en la pared del convento de los Siervos de María, junto a la iglesia de Sant’Antonio Abate, con la colaboración de varios estudiantes. El resultado es una explosión de energía, color y movimiento, además de constituir, casi por casualidad, su testamento pictórico antes de morir al año siguiente.
Nacido en Reading en 1958 y fallecido en Nueva York en 1990, Haring alcanzó pronto fama internacional por su estilo inconfundible. Desde sus inicios en el Nueva York de los años 80, Haring convirtió el arte en una herramienta de comunicación abierta, nacida en las calles y destinada a todos. Sus obras hablaban de temas de gran relevancia social (el apartheid, el sida, el ecologismo o la desigualdad generada por el capitalismo) mediante un lenguaje visual accesible y optimista. Su objetivo era cuestionar las convenciones, denunciar las injusticias y dar voz a los olvidados. Para ello, en sus primeros dibujos, utilizaba tiza para dibujar en los carteles vacíos del metro, además de realizar sus primeros murales en muros abandonados.
Al alejarse del circuito tradicional de las galerías, consiguió que el arte formara parte de la vida cotidiana, transformando espacios grises y anónimos en lugares llenos de color, movimiento y alegría. Pensaba que su arte no debía permanecer encerrado en museos, sino que tenía que ser libre y accesibles para todos. Su estilo combinaba influencias de los cómics, la cultura industrial, los medios de comunicación y, sin duda, el arte informal estadounidense de Jackson Pollock. Desde el punto de vista artístico, el mural de Pisa puede considerarse algo distinto dentro de su obra: fue concebido como una pieza permanente en una ciudad con una enorme riqueza artística, no en un entorno urbano degradado, y además contó desde el principio con un título pensado por el propio Haring.
Aunque se le asocia con el grafiti, Haring nunca utilizó el aerosol. Su técnica, basada en el trazo firme y continuo, el color plano y la energía del movimiento, convirtió cualquier superficie en un lienzo de libertad. En los años de Reagan, junto a otros artistas como Jean-Michel Basquiat o Kenny Scharf, reaccionó al sistema y al mercado del arte, creando un lenguaje visual nuevo que mezclaba cultura pop, cómic, música y televisión. Su producción fue tan variada como prolífica: murales, carteles, portadas de discos, alfombras, camisetas… cualquier soporte servía para transmitir su mensaje de fraternidad y esperanza. En palabras del propio artista: “Mi esperanza es que algún día los chicos que pasan su tiempo en la calle se acostumbren a estar rodeados de arte y que puedan sentirse cómodos si van a un museo.”
La historia de la creación de Tuttomondo nació de un encuentro fortuito en Nueva York en 1987 entre Haring y el joven estudiante italiano Piergiorgio Castellani. En tono de broma, Castellani le preguntó cuándo haría algo grande y accesible para todos en Italia. Aquella conversación informal se transformó en realidad dos años después, cuando Haring viajó a Pisa y, con el apoyo del ayuntamiento y la colaboración de varios estudiantes universitarios, pintó su último gran mural público. Durante su estancia en Pisa, el artista quedó profundamente conmovido por la ciudad y así describió aquel sentimiento: “Estoy sentado en el balcón mirando la parte superior de la Torre Inclinada. Es realmente muy agradable aquí. Si hay un paraíso, espero que se vea así”.
En definitiva, fue en Pisa, una ciudad cargada de historia, donde el artista encontró el escenario perfecto para condensar toda su trayectoria creativa. El muro, situado entre la estación de tren y la de autobuses, le permitió volver a sus orígenes artísticos, dejando al mismo tiempo un testimonio duradero de su lenguaje visual revolucionario. Con Tuttomondo, Haring invitó al público a participar de su visión del arte y mandó un mensaje universal de paz, representado a través de las treinta figuras entrelazadas que cubren sus 180 metros cuadrados, como si formaran un gran rompecabezas.
Cada una de esas figuras coloridas encarna un aspecto diferente de un mundo en equilibrio: las tijeras con forma humana simbolizan la cooperación entre las personas para vencer al mal (representado por la serpiente que intenta devorar a la figura vecina); la mujer con un niño en brazos evoca la maternidad y la protección de la vida; mientras que los dos hombres que sostienen un delfín reflejan la conexión entre la humanidad y la naturaleza. A más de veinte años de su muerte, su obra continúa inspirando eventos, exposiciones y manifestaciones artísticas en todo el mundo.
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