PISA

PRINCIPAL ARTERIA PEATONAL DE PISA LLENA DE COMERCIOS


Corso Italia (antigua Via San Gilio) es la arteria comercial y peatonal principal del sector meridional del centro histórico de Pisa. Arranca prácticamente desde el Ponte di Mezzo y avanza hasta la Piazza Vittorio Emanuele II (muy cerca de Pisa Centrale, la estación central). Hoy se presenta como una calle animada, con tiendas, cafeterías y mucho tránsito peatonal, especialmente al atardecer. El trazado de Corso Italia tiene raíces medievales. En distintas épocas la vía recibió nombres diferentes, como Carraia San Gilio (por una iglesia hoy desaparecida) o Via del Carmine, hasta adoptar, tras la unificación italiana, denominaciones modernas. Con la llegada del ferrocarril y la apertura de la estación en la década de 1860 se produjeron obras urbanas importantes: se suprimieron antiguas puertas y tramos de muralla en esa zona para facilitar la conexión con la estación.

Durante la Segunda Guerra Mundial varios edificios sufrieron daños y la zona experimentó procesos de reconstrucción y reordenación urbana en décadas posteriores. A lo largo de Corso Italia conviven fachadas comerciales modernas con palacios y templos históricos. Vamos a ir paseando por esta calle y comentando los inmuebles más destacables, comenzando con el Palazzo Simoneschi del siglo XVII. Originalmente perteneció a la familia Mecherini y más tarde a los Simoneschi, su fachada de piedra labrada y su balcón de mármol evocan la grandeza de otra época. Su antigua colección de arte y antigüedades, hoy en el Palacio Blu, testimonia el legado cultural que albergó entre sus muros. Justo enfrente se levanta el Palazzo Mastiani Brunacci, con raíces medievales, fue remodelado por Gherardesca en estilo neoclásico en el siglo XIX, albergando el célebre salón de la condesa Elena Mastiani Brunacci, frecuentado por intelectuales como Leopardi. Más tarde, fue el primer edificio de Pisa en disponer de electricidad y uno de los pioneros en proyectar cine.

A continuación encontramos el Palazzo Vincenti que también tiene raíces medievales, aunque fue renovado en el siglo XVIII por la familia Vincenti, de origen francés. En 1924 se convirtió en la sede de la Cámara de Comercio de Pisa y fue restaurado para la ocasión, además de añadirse un conjunto de frescos pintados por Galileo Chini en 1928. Más tarde, cuando la Cámara se trasladó al nuevo Palazzo degli Affari en los años cincuenta, el edificio pasó a albergar distintas entidades bancarias, entre ellas la Banca Popolare di Pisa e Pontedera, la Banca Popolare di Novara y posteriormente el grupo Credem-BNP Paribas. Desde 2014, el histórico palacio acoge una tienda de ropa de la marca H&M. Todavía se conserva en su el interior el conjunto de frescos de estilo modernista pintados por Galileo Chini, los cuales celebran la historia y el espíritu de Pisa, con la Virgen como guardiana de la ciudad, además de contar con escenas simbólicas de su pasado artístico, religioso y académico.

Más adelante, a la izquierda de la calle, se abre una pequeña plaza con la estatua de Nicola Pisano, en cuyo extremo se levanta la Chiesa di Santa Maria del Carmine. Fue fundada por monjes carmelitas en 1325, aunque profundamente transformada entre finales del siglo XVI y 1612, año en que se volvió a consagrar. Durante la II Guerra Mundial sufrió graves daños por los bombardeos, visibles aún en el techo reconstruido en 1965 con vigas de hormigón armado.

El interior perdió su aspecto medieval tras las reformas impulsadas por el Concilio de Trento, que introdujeron altares barrocos y cubrieron la mampostería original del siglo XIV. Aun así, en el exterior todavía se reconoce la fachada gótica de ladrillo del muro norte. Entre sus tesoros destaca la capilla encargada por Giuliano di Colino degli Scarsi en 1425, donde Masaccio pintó un célebre retablo hoy repartido entre museos de Pisa, Londres, Berlín, Nápoles y Malibú. También se conservan obras como la “Virgen en el trono y santos” de Aurelio Lomi (1590), “La Ascensión de Cristo” de Alessandro Allori (1581), así como fragmentos de una Anunciación del siglo XIV y frescos del siglo XVII en el claustro que narran escenas de la vida de santos carmelitas y de Cristo.

Unos pocos metros más hacia el sur encontramos la Chiesa di San Domenico y anexa a ella el convento, conjunto que perteneció originalmente a la orden de monjas dominicas de clausura. Tras los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, las religiosas se trasladaron al monasterio de san Domenico Nuovo, en la vía Uguccione della Faggiola, llevándose consigo los relicarios y las obras de arte más valiosas para el culto. En la actualidad, el antiguo edificio conventual ha sido transformado y en su mayor parte está ocupado por locales comerciales. El convento fue fundado a finales del siglo XIV por Chiara Gambacorti, una monja de Santa Croce en Fossabanda y miembro de una influyente familia de comerciantes. En 1382 estableció la primera comunidad devocional de la Orden Dominicana, dedicada no sólo a la ayuda de los necesitados, sino también a la renovación espiritual de la propia Orden.

La construcción del conjunto, que incluía la iglesia y otras dependencias, se completó en 1408. La sencillez de la fachada refleja los ideales dominicos, al igual que el interior del templo que está dividido en dos zonas: detrás del altar se encontraba el llamado “coro de las monjas” o iglesia interior, separado del espacio público por dos rejas. La beata Chiara fue sepultada aquí poco después de su muerte en 1420. De su tumba queda hoy una losa de mármol, conservada en la iglesia de san Domenico Nuovo. Trece años más tarde, su cuerpo fue trasladado a un ataúd y la lápida colocada en un nicho decorado con un gran fresco de la Crucifixión con santos, todavía visible en el interior del templo. En el siglo XVIII la iglesia fue completamente restaurada: en esa época se instaló el elaborado altar mayor y se añadieron los lienzos de Giovanni Battista Tempesti, que representan escenas de la vida de la beata Chiara (1782).

El Corso Italia (antigua carraia pontis veteris romana) desemboca en la Piazza Vittorio Emanuele II, la cual está presidida por la estatua del monarca que le da nombre, una obra del escultor Cesare Zocchi que fue inaugurada el 22 de septiembre de 1892 en presencia del rey Umberto I. Según una tradición local, llena del característico humor pisano, la larga pluma del casco se añadió para que la figura pareciera más esbelta, ya que el monarca italiano tenía una complexión algo redondeada, robusta o rechoncha. De ahí surgió el apodo irónico de “spiombato”, palabra que no tiene un significado común en el lenguaje cotidiano, pero que en este contexto se trata de un apodo irónico local, por lo que literalmente, “spiombato” vendría de piombo (plomo) y podría traducirse como “desplomado”, “sin peso” o “aligerado”, pero en este caso se usa con tono humorístico. Por tanto, se refiere al intento de hacer que la estatua del rey pareciera más delgada o menos “pesada” visualmente gracias a la pluma del casco y a pesar de la figura del rey.

El monarca Vittorio Emanuele II fue conocido por sus numerosas aventuras amorosas. A los veintisiete años conoció al gran amor de su vida, Rosa Vercellana, conocida como la Bela Rosin. Aunque ya estaba casado con María Adelaida de Habsburgo-Lorena y tenía cuatro hijos (y un quinto en camino), se enamoró perdidamente de la joven Rosa, de sólo catorce años. A pesar de no ser de origen noble, el rey la nombró condesa de Mirafiori. Y hablando de amores y desamores, y dejando aparte la historia pasional de aquel rey, en el lado noreste de la plaza se alza un edificio que a priori desentona con el aspecto medieval del espacio y de toda Pisa: el de la Camera di Commercio di Pisa (Cámara de Comercio de Pisa) diseñado por Lamberto Bartolucci en 1952.

A pesar del contraste actual, en la plaza antiguamente pasaban las murallas medievales, como así lo atestiguan los restos de la Porta San Gilio y de las estructuras del puente levadizo exterior del siglo XII que fueron descubiertos durante las obras del aparcamiento subterráneo. Por otro lado, desde aquí se puede observar la parte trasera y el campanario de la Chiesa de Sant’Antonio Abate, destruida durante los bombardeos del 31 de agosto de 1943. La iglesia, fundada en 1341, fue monasterio hasta la Primera Guerra Mundial, cuando se utilizó como almacén de grano. De su aspecto medieval sólo se conserva la parte inferior de la fachada que está decorada con arcos ciegos y bandas alternas de mármol blanco y gris.

A la derecha del antiguo monasterio se encuentra el famoso mural “Tuttomondo” de Keith Haring, pintado en 1989. De igual manera, desde la plaza también se puede ver la estación central de Pisa, inaugurada en 1871 y hoy una de las más transitadas de Italia, con casi veinte millones de pasajeros al año.

Los costados sureste y suroeste de la plaza están ocupados por, respectivamente, el edificio de Correos, de estilo neogótico y proyectado por Federigo Severini en el año 1929, y el antiguo edificio de la Provincia de Pisa, del mismo arquitecto, construido en 1935 con un estilo neomedieval más sobrio. Ambos edificios se enmarcaron en el proyecto que formaba parte de una renovación urbana más amplia que transformó la plaza. Entre los dos edificios se encontraba la antigua barrera aduanera Vittorio Emanuele.

Fuera de la plaza, hacia el oeste, se encuentra otro grafiti digno de admirar: el mural que rinde tributo a Galileo Galilei, realizado por el brasileño Eduardo Kobra, obra que celebra el vínculo entre tradición e innovación. El grafiti fue realizado en noviembre de 2023, ocupando más de 160 metros cuadrados en la Via Silvio Pellico. La pintura muestra a Galileo observando atentamente a través de un telescopio que adopta la forma de la icónica Torre Inclinada de Pisa. Con su estilo característico, lleno de color y dinamismo, Kobra expresa la dimensión universal de los descubrimientos del astrónomo, cuyos aportes transformaron el curso de la ciencia y el pensamiento humano. Además, la obra evoca la conexión entre el pasado y el futuro, conectando la historia de Pisa, desde su época como República Marítima hasta su papel como ciudad portuaria, con el surgimiento de internet, la red global que ha convertido al mundo en un espacio cada vez más conectado. También es un mensaje de optimismo: incluso en una época globalizada y compleja, es posible tender puentes entre culturas, ideas y visiones distintas del mundo.

La Piazza Vittorio Emanuele II también sirvió como escenario de algunas escenas de la película “Imbarco a mezzanotte”, dirigida por Joseph Losey en 1952. La cinta, basada en el relato La bouteille de lait de Noël Calef, se rodó en los estudios Pisorno y en las calles de Pisa y Livorno, que aún mostraban las huellas de la guerra: destrucción y pobreza. El protagonista, interpretado por Paul Muni, es un hombre desesperado que mata al dueño de una tienda tras intentar robar comida y huye perseguido por la policía. En su fuga se encuentra con Giacomo, un niño que también corre pensando que lo buscan por haber robado una botella de leche.

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