El nuevo museo de la Acrópolis es algo más que un espacio donde albergar y preservar los restos hallados de la Roca Sagrada, es también un claro mensaje para aquellos países que tienen en sus museos restos de los diferentes edificios que compone la Acrópolis, de que Grecia tiene un lugar a la altura de los mejores museos del mundo donde custodiar de manera segura las diferentes piezas. Sobre todo, es un mensaje para Reino Unido que llegó a justificar la no entrega de los mármoles que fueron tomados del Partenón en 1802 por Lord Elgin y que se exponen en el British Museum alegando que en Grecia no había un edificio adecuado para preservar tales piezas.
Los griegos y el Gobierno de Grecia consideran que aquellos restos se sacaron del país de manera ilícita (lo autorizó el gobierno turco de entonces) y deben regresar a su lugar de origen. Polémicas aparte, este museo se sitúa muy cerca del acceso a la Acrópolis, a unos 300 metros. El edificio, construido para tal fin, es una importante obra contemporánea. Ha sido realizado con hormigón reforzado, acero laminado, cristal y mármol. Su área total es de 25.000 m2, aunque la parte destinada para exposiciones es de unos 14.000 m².
En el patio de acceso se pueden ver los restos arqueológicos descubiertos entre 1997 y 2004 en el solar donde se levanta el museo. Se trata de un antiguo barrio ateniense compuesto por calles, baños, restos de templos, viviendas, talleres, tumbas, etc. Estos restos arqueológicos están fechados desde los siglos VI y V a.C. hasta los siglos XII-XIII. Lo que vemos es sólo una parte de los casi cuatro mil metros cuadrados que abarca esta parte de la antigua Atenas, el resto del yacimiento espera aún bajo tierra, aunque una zona se tuvo que eliminar para dar cabida a los niveles subterráneos del museo y para crear la estación de metro “Acropoli”.
Así queda constancia que la falda de la Acrópolis estuvo habitada desde el Neolítico. Ya en el siglo V a.C. la zona contaba con un entramado urbanizado con calles estrechas con casas, tiendas y talleres, pero en el año 86 a.C. fue arrasada por el general romano Sila. En el silgo II se vuelven a levantar casas más grandes con mosaicos, patios, letrinas, etc.… pero de nuevo fue destruido en el 267 por los hérulos. Nuevamente se volvió a urbanizar a partir del siglo IV, donde se combinan las casas grandes de los ciudadanos acaudalados con las pequeñas. En el siglo XIII vuelve a convertirse en un barrio activo hasta que fue abandonado durante la Edad Media.
Estos restos arqueológicos se pueden seguir viendo en la planta baja, una vez hayamos accedido al edificio, mediante un suelo acristalado. Centrándonos ya en la exposición, esta zona del museo recibe el título de Galería de las laderas de la Acrópolis, donde se exhiben los hallazgos realizados en diferentes santuarios edificados en la ladera de la Acrópolis, así como objetos que los atenienses utilizaban en su vida cotidiana en todos los períodos históricos, como recipientes de cerámica, joyas y juguetes.
En el lado izquierdo se exhiben las piezas encontradas en importantes santuarios, como relieves, exvotos, cerámicas y elementos decorativos de los templos de Dionisos Eleuthereus o el de Asclepio, situados en la ladera sur, mientras que en el lado derecho podemos ver las piezas encontradas en santuarios, casas, talleres y otros asentamientos más pequeños. Y es que las laderas de la Roca Sagrada constituían en la antigüedad la zona de transición entre la ciudad y la zona sagrada.
Casi coronando esta galería encontramos las esculturas de terracota de la diosa de la Victoria, Niké, estas figuras posiblemente eran un elemento decorativo del techo de algún templo (quizás de la acrótera) de entre el siglo I y III d.C. En cuanto al edificio del museo, nos llama poderosamente la atención las perforaciones que se encuentran en las paredes de hormigón prefabricado, que tienen una función acústica.
Desde aquí una suntuosa pendiente acabada en una escalera, que alude al ascenso a la acrópolis, nos lleva al primer piso. Aquí comienza la exhibición dedicada a la época arcaica de la Acrópolis. Nos recibe el frontón este del Hekatompedon (540 a.C.), nombre con el que se conocía al edificio construido en el mismo solar que después ocuparía el Partenón. En él vemos los restos de dos leonas que cazan un tauro. En las esquinas izquierda y derecha del frontón se representan, respectivamente, a un tritón y un monstruo de triple cuerpo.
El período arcaico abarca todo el siglo VII a.C. hasta el final de las Guerras Persas (480 – 479 a.C.). Este período se caracteriza por el desarrollo de la ciudad-estado y la transición de la aristocracia hacia la tiranía y, finalmente, a la democracia. Durante este período se consiguieron grandes logros en la economía, el arte y la vida intelectual.
En esta sección vemos, entre otras piezas, el frontón de la Gigantomaquia (batalla entre dioses y gigantes) del templo arcaico, es decir, el segundo templo de la diosa Atenea Polias (525-500 a.C.) en la Acrópolis. Esas estatuas fueron talladas en mármol de Paria y se atribuyen al taller de uno de los escultores atenienses más importantes, aunque no se sabe si a Antenor o a Endoios.
Aquí también vemos diferentes ofrendas votivas que, desde la época de Pisístratos en adelante, comenzaron a ser depositadas en el sitio de la Acrópolis como muestras de piedad o para pedir algún deseo a la diosa Atenea. Las ofrendas más distintivas fueron las korai, que son estatuas de mármol de mujeres jóvenes, talladas en diferentes tamaños. Seguían un tipo escultórico definido consistente en una postura corporal austera, pero a mediados del siglo VI a.C. se les viste con un fino quitón de lino y prendas de manto que resaltan su feminidad. Las Korai solían representarse ofreciendo una ofrenda en una de las manos, mientras que con la otra se levantaban su plisado vestido mientras caminaban.
Subimos la escalera y llegamos ya al nivel 2. Es importante señalar que el museo está diseñado para hacer una ruta preestablecida, de manera que iremos viendo la exposición en la parte derecha del edificio e ir subiendo para después, en el descenso, ver la exhibición de la parte izquierda del museo. Este nivel corresponde a la terraza, a la tienda del museo, una sala multimedia y a una cafetería, por tanto, no hay exposición como tal, aunque es un lugar imperdible ya que desde aquí tenemos unas vistas preciosas sobre la Acrópolis.
Y así llegamos al nivel 3 que acoge la Galería del Partenón. Esta sala la vamos a rodear por completo antes de iniciar el descenso. Aquí se custodia las decoraciones del friso, las metopas y los frontones del Partenón, además de inscripciones asociadas a éste. Estas piezas se han colocado de manera similar a como se encontraban en el Partenón originalmente. Como ya sabemos, una gran parte de mármoles originales se encuentran en el Museo Británico, entre otros museos, por lo que en su lugar se realizaron copias de yeso de esos elementos decorativos.
El nivel 3 comienza, tras subir la escalera, en una sala central donde vemos justo en frente un espacio para proyecciones y a ambos lados las maquetas de los dos frontones del Partenón, se trata de las esculturas que ocupaban los espacios triangulares formados por las cornisas horizontales del techo en cada extremo del templo. Después veremos los restos de los frontones originales.
Accedemos ya a rodear esta galería por completo, así nos damos cuenta que este último piso del museo se ha diseñado para estar alineada con la Acrópolis, para ello se desvió veintitrés grados con respecto al resto del edificio, de tal forma que nada más entrar en la estancia nos topamos con un gran ventanal desde donde vemos una bella estampa de la Roca Sagrada.
Este espacio acristalado permite el aprovechamiento total de la luz natural, luz que cambia de manera natural según el momento del día, por lo que este concepto permite ver las piezas como si estuvieran colocadas en el exterior. Pero estas obras necesitan ser conservadas y la luz puede perjudicarlas, por ello se ideó un mecanismo automático consistente en una doble cortina semitransparente que regula la cantidad de luz que puede entrar.
Centrémonos en el Partenón: una vez finalizadas las Guerras Persas, los atenienses limpiaron y restauraron el templo en ruinas de Atenea Polias. No se construyó el nuevo templo hasta mediados del siglo V, cuando Pericles ordenó levantarlo. Las obras comenzaron en el 447 a.C. bajo el mando de los arquitectos Ictino y Calícrates quienes diseñaron el Partenón, mientras que las esculturas que la decoraban, incluida la estatua de oro y marfil de la diosa Atenea que se encontraba en su interior, fueron obras de Fidias y su escuela.
Las metopas, el friso y los frontones fueron realizadas con mármol pentélico y embellecidas con elementos metálicos y pintura. Recorremos ya el espacio expositivo y vamos viendo los bajorrelieves que conformaban el friso del Partenón, colocados según su orden original sobre un espacio cuadrado que tiene el mismo tamaño que la cella del templo. Aquí se exponen 50 metros, mientras que 80 metros está en el Museo Británico, 1 bloque en el Louvre y otros fragmentos repartidos en diferentes museos del mundo. El friso está compuesto por 115 bloques de 1,02 metros de alto, completo mide unos 162 metros de largo. En contraste con los temas mitológicos de las metopas y los frontones, aquí Fidias eligió representar la procesión de las fiestas más importantes de la ciudad en honor a la diosa Atenea: las Grandes Panateneas.
Ese festival tenía lugar cada cuatro años, con una duración de doce días en los que tenía cabida rituales, sacrificios, eventos musicales y deportivos, por eso vemos tantos jinetes con caballos y carros. En el friso se representan unas 378 figuras humanas y deidades y más de 200 animales. En el lado este del friso vemos representada la procesión del sacrificio con hombres y mujeres cargando vasos y ofrendas ceremoniales, concluyendo con la entrega de un peplo (una túnica bordada en oro), como ofrenda del pueblo ateniense a la estatua de la diosa. A la izquierda y derecha de esa escena se encuentran sentados los doce dioses del Monte Olimpo.
Sostenidas por columnas discurren las 92 metopas, es decir las placas de piedra esculpidas en relieves situadas en el entablamento del Partenón. Estas fueron las primeras piezas del templo en ser esculpidas. En cada placa se reproducen escenas independientes, generalmente incluyendo dos figuras. El tema tratado fueron las legendarias batallas atenienses y sus victorias sobre los persas. En la cara este se escenifica la Gigantomaquia, esto es la batalla de los dioses olímpicos contra los gigantes quienes intentaron derrocar el orden establecido en el Monte Olimpo.
En el lado oeste, el tema tratado fue la Amazonomía, es decir la lucha de los jóvenes atenienses contra las amazonas que amenazaron, incluso, la Acrópolis. En la cara sur se representó la Centauromaquia, esto es la lucha de los jóvenes tesalianos contra los centauros quienes intentaron secuestrar a sus mujeres durante la celebración de una boda. Finalmente, el lado norte se ilustra el saqueo de Troya. Se exponen, además, otras piezas, como la gárgola con forma de cabeza de león que estaba situada en la esquina noroeste del Partenón.
Nos queda por ver los frontones, como ya hemos dicho anteriormente, son los espacios triangulares formados por las cornisas horizontales del techo en cada extremo del templo, los cuales se decoraba con estatuas colosales, obra de Fidias y su escuela. En el frontón de la cara oeste del templo se representó la lucha entre Atenea y Poseidón por el dominio del Ática, ambos también rodeados por personajes mitológicos de la Antigua Grecia, y cuya pelea legendaria dio como resultado final la victoria de Atenea.
Por su parte, en el frontón este, que estaba situado justo encima de la puerta de entrada al templo, se narró el nacimiento de Atenea. En el centro se representó a Atenea y a Zeus, a cuya derecha se encuentran Hera, Hefesto, Iris, Deméter y Perséfone, Dionisio y finalmente el carro de Helio. En el lado contrario, justo a la izquierda de Atenea, encontramos a Poseidón, Parcas y Selene, entre otros. Este frontón se conserva en el Museo Británico de Londres.
Finalizada la visita al nivel 3, descendemos y nos disponemos a realizar el recorrido por el lado izquierdo del museo. Así, tras saltarnos el nivel 2, llegamos de nuevo al nivel 1, donde giramos a nuestra derecha para ver la parte dedicada a los Propileos, aquí destaca el busto de mármol pentélico de Hermes Propileo. Le sigue la sección monográfica de Templo de Atenea Nike o Victoriosa donde podemos ver el friso de ese templo, en el que se representan a dioses y diversas batallas, un relieve de Niké alada atándose la sandalia, una de Atenea sentada y el parapeto decorado del bastión sobre el que se levantaba el edificio.
La siguiente es la parte dedicada al Erecteion, cuya zona era considera por los antiguos atenienses como la parte más sagrada de la Acrópolis. El Erecteion era un complejo de edificios de mármol de orden jónico, que no estaba dedicada a una sólo divinidad, sino que estaba constituido por varios santuarios: la parte oriental estaba dedicada a Atenea, mientras que la occidental estaba consagrada al héroe local Butes, Hefesto y otros dioses y héroes. Por tanto, este era un templo de múltiples funciones que albergaba cultos nuevos y antiguos.
El templo tenía dos porches: el del norte sostenidas por seis columnas jónicas, debajo de cuyo suelo los atenienses señalaron la marca ocasionada por el rayo enviado por Zeus para matar al legendario rey Erecteo; y en el sur, el más famoso por sus seis columnas con formas de doncellas, conocidas como Cariátides. Debajo se encontraba la tumba de otro legendario rey: Cécrope. Aquí podemos ver 5 de ellas, una se encuentra en el British Museum.
Las Cariátides fueron realizadas sobre el 420 a.C., y cuya obra se atribuye a un escultor discípulo de Fidias: Alcámenes. Existen varias versiones interpretativas sobre las cariátides, la opinión que tiene un mayor número de adeptos es la que dice que estas doncellas-columnas constituían la parte visible de la tumba de Cécrope. El nombre de Cariátides fue asignado posteriormente, ya que una inscripción de construcción del Erecteion se refería a ellas simplemente como Korai. Se cree que ese nombre se refiere a las habitantes de Kary, una antigua ciudad griega, a la que los griegos convirtieron en esclavas como castigo por haber ayudado al enemigo persa. También hay quien piensa que se tratarían simplemente de cantantes y habilosas bailarinas.
El edificio principal y el porche norte estaban rodeados por un friso jónico decorado con imágenes de dioses, héroes y mortales, en el que se narran escenas relacionadas con los antiguos cultos. Esas figuras fueron talladas por separado en mármol de Paria y fijadas después en losas de piedra caliza gris eleusina, y cuyos restos se exponen aquí.
Ese nivel lo completa la sección “La Acrópolis desde el siglo V a. C. al siglo V d. C.” donde se exhiben relieves, inscripciones, estatuas y otros restos comprendidos en los períodos clásico, helenístico y romano. Procedente del santuario de Artemisa Brauronia se conserva un busto colosal de esa diosa, protectora de las futuras madres, que perteneció a una estatua de 3,5 metros tallada en el 330 a.C. por Prexísteles.
De las ofrendas votivas de los período clásico y helenístico destacan una estatua de mármol de Procne que ilustra el dramático momento en que decide matar a su hijo, Itis, para castigar a su esposo, datada a finales del siglo V a.C. y realizado por Alkámenes; un busto de Alejandro Magno , atribuido al escultor Leochares o Lyssipos; un relieve en el que se representa un trirreme ateniense, posiblemente el recipiente sagrado Paralos; un busto que quizás retrate a Plutarco, etc.… Del período romano destacamos parte de una estatua de la diosa Atenea del siglo II d.C.; diferentes bustos, como el del rey Sauromates II de finales del siglo II d.C., etc…
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