La segunda parte del museo está formado por diferentes salas situadas en la segunda planta, a través de las cuales haremos un recorrido por las diferentes colonizaciones que han dejado su impronta por todo el Mediterráneo. Así en la sala I conoceremos más sobre la importancia de este mar en la Antigüedad mediante objetos de colonias de Ibiza y Ampurias fechados desde el siglo VI a.C. hasta el siglo II a.C. Lo primero que vemos es una vitrina donde se exponen varias ánforas: de tipo fenicio, massaliota, púnicas y romano-republicanas.
A la isla de Ibiza, estratégicamente situada en las rutas de navegación entre el Mediterráneo Oriental y el Occidental, llegaron los fenicios a partir de la primera mitad del siglo VII a.C., primero se establecieron en Sa Caleta y posteriormente en la bahía de Ibiza.
De éste destaca su necrópolis, el Puig des Molins, usada durante un largo periodo de tiempo, gracias a lo cual, sus miles de tumbas han proporcionado varios ajuares. Asentamientos como el santuario rupestre de Es Cuiram, donde se hallaron cientos de terracotas que representan a la diosa Tanit, muestran la personalidad de la Cultura Púnica de la isla.
El asentamiento de Ampurias fue fundado por los focenses en torno al 600 a.C. en la parte meridional del golfo de Roses en Gerona. Se trata sin duda de una de las mejores colonias griegas mejor documentadas en la península ibérica.
Sus habitantes promovieron una importante influencia con las poblaciones indígenas, generando procesos mutuos de cambios socioeconómicos. Aunque la ciudad estuvo ocupada hasta época romana, conocemos, de la etapa colonial griega, parte de su urbanismo, algunas estructuras portuarias y áreas de enterramiento, de cuyas tumbas proceden los materiales arqueológicos más completos.
Desde la sala II hasta la VIII se ofrece una amplia cobertura de la Cultura Ibérica, así esta sala, la II, es una introducción general a dicha civilización: la vitrina 68 expone una selección de cerámicas de varios yacimientos ibéricos valencianos, datados desde los siglos V al II a.C. Las piezas presentan decoraciones vegetales y geométricas, destacando la figurada con escenas de caza de la tinaja del Tossal de la Cala. Las cerámicas de barniz negro son producciones griegas e itálicas, importados por los iberos mediante contactos comerciales.
Las ánforas y las grandes tinajas halladas en ámbitos domésticos ibéricos son indicativos de la existencia de, por un lado, actividades comerciales complejas entre los mismos grupos ibéricos y, por otro, del almacenaje de los productos obtenidos bien del trabajo del campo o bien de estas mismas actividades comerciales. En el expositor vemos, entre otras, unas tinajas del Tossal de San Miquel, datadas entre los siglos III y II a.C.
Los Villares es un gran asentamiento excavado desde 1956, cuya secuencia cronoestratigráfica permite estudiar la trayectoria histórica de los periodos del Hierro Antiguo e Ibérico Antiguo ininterrumpidamente. En la vitrina se muestran contenedores cerámicos hechos a mano junto a otras producciones a torno pintadas con motivos geométricos que reconocemos como cerámicas ibéricas. Además, es de destacar la presencia de una copa jonia del siglo VI a.C.
Una de las obras cumbres de la Cultura Ibérica es, sin duda, la Dama de Elche. La que vemos en este museo se realizó en escayola a partir de una copia realizada por el escultor Ignacio Pinazo directamente de la escultura original cuando se encontraba expuesta en el museo del Louvre de Paris en 1908. Por otro lado, en esta sala también hay piezas procedentes de las necrópolis de la Solivella, de Altea la Vella, Cabezo de Monleón y del Boverot.
La sala III nos introduce en la vida cotidiana de las ciudades ibéricas a través de piezas como las procedentes de la Bastida de les Alcusses de Moixent. En el centro de la estancia se encuentra situada una de las piezas más conocidas de este museo: un exvoto de bronce fundido del siglo IV a.C. que representa a un hombre desnudo armado montado sobre un caballo. En una mano empuña una falcata (espada) y en la otra una caetra (escudo redondo), aunque lo que más destaca es el casco con un gran penacho, símbolo del poder de estos hombres.
En otra vitrina vemos una colección de objetos de hierro y bronce: por un lado, armas (como puntas de lanza, espadas, un mango de escudo y puntas de flecha), arreos de carros y elementos de caballería (bocados de caballo y espuelas); por otro lado, elementos de adorno y cuidado personal como botones, colgantes, broches de cinturón, fíbulas y pinzas de depilar.
No hay que olvidar otros objetos relacionados con diversas actividades como un compás articulado, un anzuelo y ponderales o pesas de precisión y un plato de balanza, utilizados para actividades de intercambio.
Nos llama la atención dos exvotos procedentes de los poblados de la Bastida de les Alcusses y Covalta. El primero, de bronce fundido, representa a un buey con timón y actitud de tiro del siglo IV a.C., mientras que el segundo representa un arado de reja del siglo III a.C. Ambos muestran la importancia de las actividades agrícolas en la vida cotidiana de algunos grupos ibéricos. Cerca vemos las ofrendas que se depositaron cuando la entrada principal del poblado de la Bastida de les Alcusses fue reconstruida hacia mediados del siglo IV a.C. Hay fragmentos quemados de la puerta anterior, vasos de cerámica, semillas y frutos, restos de animales, armas, etc... El hallazgo es, hasta la fecha, único en el ámbito del Mediterráneo occidental.
Los poblados ibéricos valencianos han deparado una colección excepcional de instrumental agrícola y del trabajo artesanal relacionado con la cantería, la carpintería o el curtido de las pieles. Se trata de instrumentos de hierro como horcas, rejas de arado, palas, picos, legones, azuelas, sierras, escoplos, taladros, chiflas, paletas de albañil o agujas.
La sala IV está dedicada a la casa ibérica, de hecho, lo que primero llama la atención es la recreación de una de ellas de entre los siglos V-III a.C. Las áreas más importantes de la casa son las de la molienda, cocina y almacenaje. El ajuar cerámico se compone de ánforas y tinajas, así como platos, copas, botellas, ollas de cerámica tosca, etc... La vitrina que se encuentra delante expone restos constructivos hallados en los poblados ibéricos edetanos del Castellet de Bernabé y el Puntal des Llops.
De aquel periodo Ibérico Pleno, siglos V-III a.C., vemos aquí piezas como la vajilla de mesa de barniz negro y objetos decorados con técnica de figuras rojas procedentes del área griega y de la Península Itálica en casi todos los asentamientos ibéricos. También vemos una selección de copas, platos y vasos encontrados en los Villares, que atestiguan la importancia que tuvo la bebida como medio para establecer relaciones sociales.
Cerca, en una vitrina de la izquierda, también del mencionado yacimiento, son las piezas de producción local usados como vajilla de mesa. Justo al lado, en el expositor de enfrente, vemos otras piezas empleadas como almacenaje de comida, tanto sólida como líquida. Los recipientes de cocinas tienen pastas poco depuradas aptas para su exposición al fuego, así las ollas expuestas se utilizaron para hervir alimentos.
El mundo religioso y funerario de los iberos es tratado en la sala V, donde lo primero que llama la atención son dos enterramientos infantiles del Castellet de Bernabé y de la Seña. Los recién nacidos y niños de pocos meses estaban apartados de la tradición y del espacio funerario de los adultos, de tal manera que eran depositados en urnas con platos a modo de tapaderas e inhumados bajo el suelo pavimentado de las casas y no incinerados ni enterrados en las necrópolis.
Una de las necrópolis más destacadas del área valenciana es la del Corral de Saus, cuyas tumbas de incineración están datadas entre el siglo V a.C. y finales del siglo II/principios del siglo I a.C. Las más antiguas corresponden a monumentos funerarios del tipo pilar-estela y cipos en las que se depositaban las cremaciones en urnas decoradas con motivos geométricos, florales y figurados, de las que podemos ver ejemplos en una vitrina.
A continuación vemos unos fragmentos escultóricos que corresponden a diversas tumbas monumentales del tipo del pilar-estela halladas en el Corral de Saus y fechadas entre los siglos V-IV a.C. Entre ellas se expone una cabeza femenina con tocado con decoración vegetal, un fragmento de ave o sirena (animal relacionado con el viaje al más allá), un pilar con representación en bajorrelieve de caballo y jinete, etc...
En otra vitrina vemos objetos relacionados con las creencias y rituales de los íberos, entre ellos, por un lado, unos exvotos (imágenes que los devotos ofrecían a las divinidades para agradecer o pedir favores). Por otro, terracotas y quema perfumes relacionados con cultos a ancestros y rituales de fertilidad llevados a cabo en espacios domésticos. Destacan los que representan a la diosa Deméter-Tanit del siglo III a.C.
El Tossal de Sant Miquel (Llíria), excavado entre los años 1933 y 1953, es conocido sobre todo por su colección de vasos decorados del llamado estilo narrativo de Llíria-Oliva y por los textos escritos que acompañan estas decoraciones, constituyendo el mayor archivo epigráfico ibérico conocido, los cuales están expuestos en la sala VI. Su relevancia reside no sólo en la extraordinaria calidad de sus materiales sino también en la relación que se estableció con otros asentamientos del entorno.
Aquí vemos otras de las piezas más destacadas del museo: el “Vaso de los Guerreros”. Constituye un ejemplo excelente del tipo de actividades festivas de la aristocracia edetana: una serie de jinetes e infantes hacen gala de su destreza en el manejo de las armas y la monta de caballos en desfiles y competiciones relacionados con festividades o con ritos de paso. Vasos como éste son una fuente de información riquísima para conocer aspectos como la vestimenta, peinados, etc...
En otra vitrina está el Kalathos de la danza y el “Vaso de los guerreros y Flautistas”. Se tratan de encargos, piezas únicas por su excepcional decoración, de la elite social edetana que se hace representar en actividades colectivas idealizadas con ocasión de festividades, celebraciones y ritos de paso. El “Vaso de los Guerreros y flautistas” presenta una escena central con dos guerreros enfrentados.
Otros vasos también del Tossal de Sant Miquel son los que se encuentran en otro expositor, de los que destaca el llamado vaso "de la batalla naval" por presentar una escena central en la que se ve un enfrentamiento entre dos barcas de poco calado. Un guerrero a pie lanza su jabalina desde la orilla y hay peces representados alrededor de las barcas. Además, se exponen grandes tinajas con representaciones de escenas de caza y de recolección de granadas.
También en la parte central de la sala vemos otra gran tinaja, hallada en el Puntal dels Llops, con decoración figurada compleja con motivos de granados. La distribución desigual y restringida de las cerámicas figuradas en el conjunto de los yacimientos edetanos ha llevado a sugerir que estas piezas circularon entre grupos sociales de rango que tenían a su cargo fortines como el Puntal y que mantenían relaciones con otros grupos similares del territorio edetano.
La sala VII muestra la colección de epigrafía ibérica formada por textos pintados, incisos y grabados en soportes diversos como vasos, planchas de plomo o estelas de piedra. La lengua ibérica es un elemento cultural distintivo de los pueblos que habitaron entre el río Guadalquivir y el río Hérault (Francia), desde el s. V a.C. hasta el s. I a.C. Esta lengua ha quedado registrada en inscripciones que todavía no se han podido traducir. En tierras valencianas se utilizaron dos tipos de escritura, denominados oriental y meridional, cuya frontera se sitúa en torno al río Xúquer. Los sistemas de escritura íberos son semi silábicos, que constan de signos que tienen valores fonéticos simples y otros compuestos. Los textos se grabaron o pintaron sobre soportes variados, como piedra, cerámica, monedas, hueso y plomo.
La vertiente narrativa de la escritura ibérica aparece a finales del siglo III a.C. en la cerámica edetana. Los mismos artistas que pintan los vasos con escenas figuradas añaden inscripciones que hacen referencia a las escenas representadas y escriben fórmulas dedicatorias y conmemorativas en los bordes de los vasos. Todo ello muestra un sector de la población alfabetizado que está vinculado a las esferas de poder representadas por damas y caballeros.
La estela de Sinarcas de piedra caliza escrita, apareció en la partida de El Pozo. La inscripción consta de 90 signos repartidos en siete líneas en una cartela que ocupa la mitad superior de la estela. En otra vitrina vemos una falcata ibérica con inscripción del siglo IV-III a.C. Esta pieza que se encuentra actualmente doblada formaba parte del ajuar funerario de un guerrero. Y como tal, esta arma simbolizaba su poder que le acompañará más allá de la muerte. Es interesante la inscripción que podemos ver en su contrafilo.
Llegamos ya a la sala VIII, dedicada a la numismática ibérica y a la aparición de las primeras monedas. Desde el siglo V a.C. los iberos emplearon como dinero lingotes, objetos y recortes de plata y oro, junto a unas pocas monedas griegas o púnicas. Las primeras emisiones peninsulares griegas (Emporion, Rhode) y más tarde ibéricas (Arse) facilitaron los pagos en su entorno al introducir monedas con un peso estándar y una calidad metálica garantizada.
Arse (Sagunto) fue, en el siglo IV a.C., la primera ciudad ibérica que acuñó moneda. En el siglo II a.C. se extendió esta práctica y más de 200 ciudades de la península Ibérica fabricaron emisiones de bronce propias, imprescindibles para las transacciones cotidianas, aunque unas pocas también acuñaron plata para pagos importantes. Los talleres monetales valencianos fueron Arse, Saitabi, Kelin y Kili.
Las monedas ibéricas y celtibéricas se realizaron entre los siglos III y I a.C. Tomaron como referencia el sistema monetario romano, pero utilizaron diseños autóctonos y sistemas de escritura locales, aunque en el sur de la Península muchas leyendas estaban escritas en latín. Se fabricaron una a una empleando la técnica tradicional de acuñación a martillo. Una vez finalizado el recorrido por la Cultura de los iberos, comenzamos ya la parte dedicada en el mundo romano que comienza en la siguiente sala.
La sala IX está presidida por el mosaico de Font de Mussa datado entre los siglos I-II, muestra el proceso de adopción de la cultura romana en nuestras tierras. Este mosaico de opus tessellatum presenta una decoración bicroma de motivos geométricos y vegetales. El medallón central, polícromo, representa al pastor Faustolo y su hermano delante de la cueva donde una loba habría amamantado a Rómulo y Remo.
A un lado vemos la réplica en mármol blanco del Baco de Aldaia (el original del siglo II se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid), es una escultura que representa al joven dios Baco sosteniendo un kantharos en la mano derecha cuyo vino cae a la boca de la pantera sentada a sus pies. En su mano izquierda empuñaba el tirso. En definitiva, esta sala está dedicada a la romanización, largo y complejo proceso de interacción entre la población indígena y sus conquistadores romanos. En torno al mosaico se reparten diferentes piezas relacionadas con el armamento, la lengua y escritura, la vajilla, la construcción, el arte, la religión, etc...
Uno de los motivos que explica la presencia romana en Hispania fue el interés por obtener productos y recursos con el fin de integrarlos en sus circuitos comerciales: la sala X trata de sobre esto, el comercio, el cual se realizaba fundamentalmente por vía marítima y fluvial, mientras que los intercambios terrestres se efectuaron a través de una amplia red de vías y caminos. El recorrido del comercio se inicia con una recreación de un pecio y en el casco de una nave mercante se exhiben monedas, vajillas de importación y ánforas de todo el periodo romano.
La sala XI se dedica a la ciudad a partir de temas como la planificación urbana, el abastecimiento de agua, la construcción o la vida cotidiana. Las ciudades fueron centros de redistribución e intercambio comercial. El estado romano las utilizó para ejercer y consolidar su soberanía. Las colonias eran ciudades de nueva fundación y los municipios poblaciones a las que se concedía un estatuto jurídico romano; en ambos casos la autoridad recaía sobre magistrados locales.
En la sala XII se exponen los hallazgos de la villa de Font de Mussa y del Pla de l´Arc, acompañados por la magnífica escultura en bronce del Apolo de Pinedo ayudan a conocer la vida rural. En diciembre de 1963, en las aguas de la playa de Pinedo, cuatro submarinistas descubrieron esta estatua. El proceso técnico de la cera perdida fue el método utilizado para fabricar las diferentes partes de la escultura que posteriormente debían soldarse.
El Apolo de Pinedo, de claro estilo helenístico, es una copia de época imperial del Apolo Delphinios de finales del siglo II a.C. La posición doblada del brazo izquierdo indica que debió apoyarse sobre algún objeto o instrumento, probablemente la lira o la cítara, su atributo más representativo.
La sala XIII trata el tema del mundo funerario, vemos la ambientación de varias tumbas y lápidas funerarias del área valenciana, completada con los ajuares de la necrópolis de Tisneres y una importante colección de inscripciones y lucernas, paganas y cristianas, de diversas procedencias. También trata el tema de la religión: los romanos eran politeístas, pero a partir del siglo I el cristianismo se introdujo como religión monoteísta y fue perseguida en sus comienzos, tolerada desde el 313 y oficialmente adoptada en el 391.
Los ritos funerarios romanos ponían de manifiesto su temor al más allá. Se celebraban velatorios, cortejos fúnebres, banquetes, o música y danzas a lo largo de varios días. El difunto habitualmente se enterraba con un ajuar y ofrendas que podían incluir alimentos, ungüentos, objetos cerámicos y de vidrio, adornos personales y una moneda en la boca como pago para el paso a la otra vida. Los sepulcros eran individuales o familiares y podían tener inscripciones alusivas a los difuntos.
La sala XIV está dedicada a la época visigoda, mostrando la transformación gradual de la sociedad romana durante los últimos siglos del Imperio. Los visigodos organizaron el territorio en obispados y las ciudades en torno a edificios de culto, produciéndose importantes cambios urbanísticos. Establecieron sedes episcopales, construyeron iglesias y monasterios, etc... que conformaron el paisaje de la antigüedad tardía y de los inicios de la Edad Media valenciana. Entre la exposición vemos la reconstrucción de una ventana geminada de arcos de herradura con un capitel visigodo de tradición bizantina y frisos decorados con trifolios, roleos y veneras.
Se encontraba en el Pla de Nadal, villa nobiliaria del siglo VII que conserva la nave rectangular con ventanas y contrafuertes en sus muros, dos vestíbulos y tres pórticos flanqueados por habitaciones. Entre sus más de ochocientos elementos arquitectónicos destacan arcos de herradura, capiteles, celosías y piezas decoradas que presentan relieves de roleos, vegetales, trifolios o flores de loto y veneras.
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