Esta iglesia-concatedral tiene su origen en el siglo XIII cuando, poco después de la Reconquista de la ciudad por Alfonso IX, se construyó un templo románico, aunque tras su destrucción se levantó, entre los siglos XV y XVI, una nueva iglesia, en esta ocasión en estilo gótico tardío. Desde el año 1957 posee el rango de Concatedral, compartiendo sede episcopal con la catedral de Coria. Su exterior, de decoración sobria, es un claro ejemplo de la arquitectura medieval española. De la etapa románica quedan aún restos visibles como los canecillos, es decir las cabezas de la viga que sobresalen al exterior, situados sobre las puertas occidental y meridional.
Y hablando de las portadas, las comentadas siguen modelos góticos, destacando en la occidental o del Evangelio (la puerta situada justo en frente del palacio Episcopal) una estatuilla moderna de una Virgen situada sobre una ménsula que a su vez se apoya sobre una columna que divide la puerta en dos. En esa zona vemos unos bancos esculpidos que antiguamente servían de asiento para las reuniones de los miembros del Concejo Municipal. La otra portada, la meridional, era la puerta principal al templo, es de origen gótico y es conocida como “la de los pies”. Sobre ella podemos ver el escudo de Orellana.
Por su parte, la torre es de estilo renacentista, su parte superior se encuentra coronada por cuatro flameros, mientras que su estructura está compuesta por tres cuerpos, en el central de los cuales vemos un medallón que contiene un jarrón de azucenas, símbolo de la Virgen. La torre fue construida por Pedro de Ybarra y finalizada en tan sólo dos años, entre 1554 y 1556. Es posible ascender hasta la cima desde donde se obtendrá una panorámica de trescientos sesenta grados de toda la Ciudad Monumental de Cáceres. Además, sobre la torre suelen haber cigüeñas, las cuales normalmente hacen sus nidos en las diferentes torres de esta ciudad antigua, contribuyendo a hacer aún más especial el lugar.
Ya en el interior del templo vemos que el estilo gótico es visible en todas partes. Está compuesto por una planta rectangular, dividida en tres naves (la del Evangelio, la central y la de la Epístola), separadas por pilares cruciformes y coronadas por bóvedas de crucería, de las que destaca las tres absidiales situadas en tornos a la Capilla Mayor. Todo el conjunto está adornado por las ventanas con rosetones por los que entran la luz. A los pies de la iglesia se eleva la tribuna del coro, con sus tres arcos desiguales, realizada a mediados del siglo XVI por el maestro Pedro de Marquina.
En la Capilla Mayor, destaca el retablo mayor, considerado una de las joyas no sólo de la Concatedral, sino también del Renacimiento español. El retablo fue realizado en estilo plateresco y en madera de cedro y roble por Roque Balduque y Guillén de Ferrant en 1551. Quedó sin pintar y sin dorar y por eso se aprecia mejor la finura de su talla, por ello estamos ante el primer retablo sin policromar de España. Es, por tanto, aconsejable, acercarse todo lo que se pueda, para ver las distintas partes que lo integran, e intentar adivinar todas las escenas representadas y el propio simbolismo.
A lo largo de las naves se reparten diferentes capillas, destacando la del Sagrario, la cual cobija el Sancta Sanctórum de la Concatedral y donde vemos un retablo dieciochesco y diferentes esculturas y pinturas, además de la pila bautismal que conserva el agua del primer sacramento de la iniciación cristina.
La capilla de la Milagrosa es un ejemplo del patrocinio que las familias nobles daban a la catedral, evidenciado por las continuas referencias heráldicas no sólo en esta capilla, sino también en todo el templo. También destacan la capilla de Santa Ana de 1446 y la de San Miguel de 1551, esta última patrocina por la familia de los Carvajal, donde vemos un magnífico retablo barroco. Pero la que es la más visitada, a pesar de su reducido espacio coronado por una bóveda de crucería, al que da paso un arco de medio punto con heráldica nobiliaria, es la capilla del Santísimo Cristo que contiene la talla gótica del Cristo Negro del siglo XIV, muy venerado por el pueblo cacereño y protagonista de unas de las procesiones más importantes de la Semana Santa de la ciudad.
La portada plateresca realizada por Alonso de Torralba sirve de entrada a la sacristía, donde se custodiaban los vasos sagrados y las vestiduras sacras. En la actualidad alberga el Museo Catedralicio y el sepulcro de Francisco de Godoy. A decir verdad, este museo se distribuye entre la sacristía y una estancia superior a la que se accede a través de un pasillo que hizo la función de Sala Capitular. Aquí se exhiben piezas sacramentales y obras de plata como una custodia procesional del Corpus, antiguas cuces, vasos sagrados, una Virgen gótica del siglo XV, el relicario de los Santos Justo y Pastor, una escultura de Santa Lucía, etc., etc.…
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