POREČ (parenzo)

BASÍLICA EUFRASIANA


Los mosaicos que decoran el interior y la fachada de este templo están considerados como una obra maestra del legado del arte bizantino, los cuales además constituyen un verdadero documento histórico ya que en ellos se pueden leer los períodos de construcción y renovación del edificio. Pero es que, además, más del 80% de su superficie es original, datando del siglo VI, como así se lo demostró una investigación llevada a cabo en la década de 1990. El interior de la basílica cuenta con tres naves, presentando en las ornamentaciones una gran influencia de Constantinopla, de hecho, las columnas y los capiteles, obras maestras de la mampostería de piedra, fueron traídos hasta aquí desde los talleres de la isla de Proconeso (actual Mármara), situada cerca de aquella.

Y precisamente esas dos filas de nueve columnas dividen el espacio en tres naves, cuyos capiteles son verdaderas obras maestras de la mampostería en piedra. Sobre los capiteles vemos los bloques de mármol que conforman las impostas, los cuales son del mismo tamaño y forma, realzados sólo por la talla de discos redondos en la cara que da hacia la nave central de la iglesia, en el interior de los cuales se inscribió dieciocho veces el monograma del obispo Eufrasio.

Sobre las impostas se apoyan los arcos, cuya parte interna se encontraba decorada con diferentes motivos en estuco, cuyos relieves poseen vestigios de los colores originales. Actualmente sólo se ha conservado en la arcada norte, ya que la sur fue reconstruida en el siglo XV, tras haber quedado destruida por el terremoto de 1440. También en la nave lateral norte, más o menos a mitad el muro, se encuentra incrustado un bloque de piedra que contiene una inscripción tallada, en la que se menciona al obispo Mauro, cuyo cuerpo se trasladó aquí, el mismo lugar donde se encontraba su casa y donde secretamente se reunían los primeros cristianos, considerada la primera iglesia de la ciudad. Se trata pues de la primera mención escrita del santo y probablemente formaba parte del sarcófago donde se encontraba su reliquia y que se situaba en la capilla adyacente construida en el siglo IV o V.

En diferentes partes del suelo de la iglesia vemos varias aberturas, a través de las cuales podemos ver parte de los mosaicos de las dos basílicas anteriores. En una profundidad de aproximadamente un metro se sitúa un fragmento del que fue el suelo de la basílica preeufrasiana del siglo V, el cual se extiende bajo toda la superficie de la actual iglesia. Unos sesenta centímetros más profundos se encuentra el suelo de la iglesia del siglo IV que llega hasta la actual arcada norte. La explicación de por qué estos mosaicos se hayan conservado tan bien hasta el día de hoy se debe a que sólo se usaron unos cien años, tras los cuales quedaron bajo el suelo de la actual basílica que se construyó sobre ellos. Seguramente esta iglesia también contaba con un suelo policromando, pero tras más de mil cuatrocientos años de uso se desgastó casi por completo, quedando una pequeña parte en el ábside sur.

Pero lo primero que llama la atención a todo aquel que entra en la basílica es el ábside central que acoge el santuario y que se encuentra decorado con magníficos mosaicos. Pero vayamos por partes: el muro semicircular contiene un banco de mármol para el clero, en medio del cual se sitúa el trono del obispo que está adornado únicamente con delfines tallados en el extremo del banco y que simboliza la resurrección. Sobre el banco y el trono discurren unos paneles rectangulares con decoraciones geométricos realizados con la técnica del opus sectile. Se tratan de incrustaciones de baldosas de mármol de diferentes tonalidades, de pastas de vidrio, de nácar y ocasionalmente de marfil. Algunas de ellas tienen su origen en los antiguos templos paganos de la primera mitad del siglo I.

El Recinto de este santuario se encuentra rodeado por una balaustrada que fue restaurada en 1932 sin columnas (las cuales se conservan en el atrio), constando actualmente por paneles de mármol, de los que se conservan fragmentos originales, así como algunos completos. Los muros de los tres ábsides se cubrieron por completo con mosaicos, de los que sólo se han conservado hoy los del central, en los que se representa una imagen teológica y simbólica.

En la parte superior vemos a Jesucristo que porta en una mano un libro del que se puede leer “Ego sum lux vera” (“Yo soy la luz verdadera”) mientras está sentado sobre un globo y acompañado por los Doce Apóstoles. La bóveda del ábside está decorada con la imagen de la Santísima Virgen sentada en su trono celestial y rodeada de ángeles, mientras tiene a su hijo en el regazo. Sobre ella, y emergiendo de una nube, sale la mano del Padre Celestial para coronar a María. A la izquierda de la Virgen, junto al ángel, se encuentran los mártires de Poreč: probablemente son los Santos Eleuterio, Acolito y Proyecto. Al otro lado de María se sitúa otro ángel, san Mauro, el obispo Eufrasio representado con la maqueta de la basílica en sus manos, su hermano el archidiácono Claudio y el pequeño Eufrasio (sobrino del obispo e hijo de Claudio).

A lo largo del borde interno del arco se extienden una serie de medallones con el retrato de diferentes santas y mártires, a excepción del superior que representa el Agnus Dei, es decir a Cristo como el Cordero de Dios, que fue insertado aquí durante la restauración de principios del siglo XX. Debajo de cada retrato se sitúa una inscripción que las nombra, hecho que indica que fueron muy populares y veneradas en Istría. Entre las ventanas centrales del ábside podemos ver en el centro un mensajero celestial que porta entre sus manos los símbolos de Jesucristo Salvador del mundo, a cuyos lados se encuentran: a la derecha Juan el Bautista, y a la izquierda sacerdote Zacarias, padre de aquél. En los paneles laterales se encuentran representadas escenas de, a la izquierda la Anunciación y a la derecha de la Visitación.

En el centro del santuario se encuentra un ciborio o baldaquín que, a pesar de que encaja visualmente a la perfección con el resto de decoraciones, no data del siglo VI, sino que fue construido en el año 1271 por el obispo Otón. Probablemente la iglesia debió tener otro ciborio mucho más antiguo que el actual (que es quizás una copia de aquél), ya que, a diferencia del cuerpo del monumento, los cuatro capiteles sí datan del siglo VI, los cuales probablemente formaron parte de la estructura anterior, contando además con capiteles que fueron tallados de manera muy similar a la arcada de la basílica. La parte superior del baldaquín fue creada por maestros venecianos, quienes a la vez también estaban trabajando en el interior de la basílica de san Marcos de Venecia. Los mosaicos que luce también son obras de artistas venecianos, de hecho, estilísticamente son comparables con algunas de las partes de los mosaicos de las cúpulas del nártex de la mencionada basílica veneciana. Entre ellos vemos medallones que contienen los retratos de santos como san Mauro, san Acolito, san Eleuterio, san Proyecto, san Demetrio y san Julián.

En lugar del anterior altar de mármol donde Eufrasio colocó las reliquias de san Mauro y san Eleuterio, el obispo Johann colocó uno más grande, encargando además un antipendio de plata dorada en 1456. Desgraciadamente partes del altar fueron robadas en 1669 cuando fueron arrancados los relieves que representaban a los santos, por lo que fueron sustituidos por otros nuevos en estilo barroco, los cuales fueron nuevamente sustraídos en 1974, por lo que todo lo que queda del altar es el marco original decorado. Finalmente, en la pared sur de la basílica se abren dos capillas más modernas, la primera de ellas está dedicada a la Santa Cruz y contiene un crucifijo renacentista de finales del siglo XV; le sigue otra capilla que alberga el altar de mármol del Sagrado Corazón de Jesús y la sillería del coro de madera tallada a mediados del siglo XV, en cuyo extremo se encuentra la imagen esculpida del obispo Johann, quien lo mandó construir.

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