Los primeros Reyes escoceses eran coronados en una ceremonia al aire libre en Moot Hill en Scone, en ella el rey probablemente ante los asistentes permanecía sentado en la Piedra del Destino, símbolo de la unión del monarca, la tierra y el pueblo. Es probable que no hubiera coronación, aunque el rey sería investido con otros emblemas monárquicos: la espada, el cetro y un relicario. El lugar donde se realizaban las ceremonias está ocupado actualmente por el mausoleo de los condes de Mansfield, donde hay una réplica de la Piedra del Destino, la cual es un símbolo muy valioso para Escocia y su pueblo.
Esta tradición de cuatro siglos se vio truncada de golpe en 1296, cuando el rey Eduardo I de Inglaterra robó La Piedra, conservándose desde entonces y durante más de 700 años en la Abadía de Westminster en Londres. La Piedra del Destino fue finalmente devuelta a Escocia en el año 1996, momento histórico para los escoceses. El verdadero origen de la Piedra se ha perdido con el paso de los siglos, aun así se ha convertido en un poderoso símbolo de la monarquía escocesa y la nación.
En 1306 Robert I The Bruce fue coronado con un aro de oro. Esta corona se hizo especialmente para este evento puesto que Eduardo I de Inglaterra se había llevado, además de la Piedra del Destino, las anteriores insignias escocesas. Existe una leyenda que asegura que el oro de aquella corona utilizada por Bruce fue reutilizado para fabricar la corona actual, aunque no hay pruebas ni indicios que lo atestigüen. El aro de Robert I The Bruce fue el pistoletazo de salida que dio comienzo a la historia de las Joyas de la Corona Escocesa.
Jacobo IV fue el primer rey escocés coronado con una Corona Imperial, rematada con arcos agregados por su padre Jacobo III. Durante su reinado (1488 - 1513) llegaron a Escocia el cetro y la espada. Ambas piezas fueron regaladas al rey por varios Papas: el cetro fue obsequiado por el Papa Alejandro VI en 1494 y la Espada del Estado, la vaina y el cinto en 1507. Estos tres últimos objetos están decorados con las armas del Papa Julio II, quien los regaló, y con elementos simbólicos de la Cristiandad, como delfines, bellotas y hojas de roble. (1460 - 1488).
Jacobo V (1513 - 1542) llevó a cabo algunas transformaciones en las insignias. El monarca ordenó a sus artesanos, entre los que se encontraba el orfebre de Edimburgo John Mosman, que renovaran la guarnición de la Espada, que alargaran el cetro y mejoraran la corona con el empleo de más oro y piedras preciosas. Los artesanos del rey también confeccionaron un nuevo bonete de color púrpura decorado con armiño.
Los Honours of Scotland, ya transformados y mejorados, se usaron juntos por primera vez como insignias de coronación en la de María como Reina de Escocia en 1543, cuando sólo contaba con nueve meses de vida. Posteriormente volvieron a usarse en 1567 con su primer y único hijo, Jacobo, y después, en 1633, con su nieto Carlos I. El hijo de María, que también era heredero al trono de Inglaterra, se convirtió en 1603 en Jacobo VI y I de Inglaterra. Desde ese año ambos reinos ya no tendrían monarcas distintos.
Tras la Unión de las Coronas en 1603, sólo hubo dos coronaciones más en Escocia: la de Carlos I, que se celebró en la Abadía de Holyrood en Edimburgo en 1633 y la de Carlos II en Scone el 1 de enero de 1651. A pesar del éxito en la Batalla de Dunbar en 1650 y la posterior ocupación del Castillo de Edimburgo, Oliver Cromwell no pudo detener esta última coronación, la de Carlos II. Por ello estaba decidido a destruir las Joyas de la Corona de Escocia, tras haberse desecho de las insignias inglesas.
Así pues, después de la coronación de Carlos II, en 1652 las insignias fueron llevadas secretamente al Castillo de Dunnottar, fortaleza que fue sitiada por las fuerzas inglesas de Cromwell, quien las reclamaban. Por fortuna dos valientes mujeres del pueblo lograron sacarlas del castillo clandestinamente, atravesando las líneas de los hombres de Cromwell. Posteriormente, los Honours fueron enterrados en la iglesia de Kinneff.
Ocho años más tarde, tras la muerte de Cromwell en 1660, las insignias fueron desenterradas y transportadas al Castillo de Edimburgo. La función principal de estas insignias era la de representar al monarca en el Parlamento escocés, de tal manera que el rey, que desde 1603 residía en Inglaterra, estuviera presente de manera simbólica en las sesiones parlamentarias, dando así su consentimiento a cada ley aprobada.
La última vez que se usaron las insignias en el Parlamento fue cuando el cetro tocó las Actas de Unión (Escocia e Inglaterra formaría parte del reino unificado de Gran Bretaña) como símbolo de aprobación del rey a esta fusión. Tras este acto, los Honours, que ya no tendrían ningún papel simbólico en el nuevo Parlamento británico de Londres, se guardaron en un cofre en la Sala de la Corona del Palacio Real, el cual fue sellado con un candado que podemos ver en la exposición.
Las insignias permanecieron ocultas durante 111 años, hasta que en febrero de 1818 el escritor Sir Walter Scott consiguió una autorización real para abrir la Sala de la Corona. En presencia del gobernador del castillo se rompió el candado y se abrió el cofre: allí estaban las insignias tal y como se habían guardado en 1707, envueltas en lino. Al año siguiente, las joyas de la Corona de Escocia se expusieron al público de forma permanente en dicha sala, exceptuando el período de 1941 a 1953, durante la II Guerra Mundial, escondidas por miedo a una invasión alemana.
Llegamos ya a esa sala blindada donde se conservan los Honours, las insignias más antiguas de las Islas Británicas. La corona, hecha de oro escocés de la mina Crawford Moor, cuenta con 42 piedras preciosas (20 de la anterior corona y 22 añadidas posteriormente por Jacobo V) y pesa 1644 gramos. El cetro posee una esfera de cristal de roca pulida con una perla escocesa en la parte superior. La espada, exhibida junto con la vaina y el cinturón, mide más de un metro de largo; en 1652 fue cortada por la mitad, cuando se ocultaba de las tropas de Cromwell, para poder desplazarlas a un lugar seguro con mayor facilidad.
Junto a las Joyas se encuentra la Piedra del Destino o Piedra de Scone, bloque de piedra arenisca sobre el cual eran coronados los reyes escoceses. A lo largo del recorrido anterior ya hemos conocido su devenir en el tiempo: en 1296 fue llevada a la Abadía de Westminster la Piedra se instaló en una silla especialmente diseñada, la llamada Silla de San Eduardo, sobre la cual y desde entonces han sido coronados los reyes británicos, a excepción de María II de Inglaterra. Los ganchos de los extremos de la piedra fueron añadidos en aquella época, para facilitar su transporte desde Escocia a Inglaterra.
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