Al entrar nos topamos con unas primeras celdas cuyo aspecto se remonta al año en que la cárcel fue construida, en el año 1842. Como podemos observar, cada calabozo es individual contando con una superficie que sirve de cama, además de un lavabo y un inodoro.
En esa década de los ochenta del siglo XIX, como decimos, la prisión fue ampliada, se mejoraron las instalaciones y aumentó el número de celdas de 12 a 16, además de construir baños comunitarios que albergaban un lavadero y dos inodoros en cada planta, por eso estos elementos ya no necesarios en las celdas.
También se agregó un tercer piso para albergar las habitaciones del Provost-Marshal, el oficial responsable del buen funcionamiento de la prisión. Cada planta contó finalmente con ocho celdas de afinamiento.
La reforma se trató de una versión a tamaño más reducido de las grandes prisiones civiles de la época, como la de Barlinnie en Glasgow. Algunas de las celdas reconstruidas nos dan una idea de lo que se consideraba en ese momento ejemplo de cómo debían ser las reformas ilustradas de las prisiones.
Los prisioneros eran mantenidos en régimen de aislamiento total, además cada día eran obligados a hacer más de cuatro horas de duro castigo, como trabajar con una especie de máquina no muy diferente a una bicicleta estática.
Algunas de las celdas nos cuentan la historia de soldados, como la de Robert Ewing, de 24 años, acusado, tras 4 años de servicio en el ejército, por estar borracho durante la guardia (una falta muy seria) y sentenciado a dos meses de trabajo forzado y dos meses de aislamiento en julio de 1844. En la celda este soldado se encuentra representado cumpliendo la primera parte de su castigo, separando las hebras de una vieja estopa para su reutilización. Otros castigos consistían en romper piedras o limpiar el jardín. El resto de sus 21 años de servicio militar las pasó en las Indias Orientales, China y Bermuda.
O la historia de John Tool, apresado por deserción en abril de 1891. Este soldado, de 28 años, sirvió en Egipto, Malta, Gibraltar y, en el momento que fue acusado de deserción, en Sudán. Ya había cumplido 5 años de condena cuando le trajeron hasta aquí para someterse a otro consejo de guerra, cuyo motivo es un misterio. Fue condenado nuevamente a nueve meses, sentencia que principalmente pasó en la prisión militar de Stirling, pero regresó voluntariamente hasta aquí para completarla. En la celda se encuentra representado en el momento en que está siendo examinado por un médico.
En 1916, durante la I Guerra Mundial, la prisión fue nuevamente reabierta cuando David Kirkwood, el revolucionario marxista de la famosa "Red Clydeside", fue encarcelado por pronunciar discursos que infringían la Ley de Defensa del Reino.
Aunque esta cárcel fue cerrada en 1923, cuando el castillo dejó de tener una guarnición permanente, durante la II Guerra Mundial la Prisión Militar volvió a utilizarse temporalmente, cuando fueron capturados los pilotes alemanes de la Luftwaffe. Durante aquella época se construyeron los vestuarios con duchas que vemos en la actualidad.
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