ALBEROBELLO

BASÍLICA DE LOS SANTOS COSME Y DAMIÁN


Subiendo por el Corso Vittorio Emanuele, ya se distingue la silueta inconfundible de los dos campanarios de la basílica, los cuales están coronados por cúpulas piramidales. Esta iglesia, la más importante de la ciudad, constituye el punto central de la historia cristiana de Alberobello. Se tienen noticias parciales de que aquí se levantaba en los primeros años del siglo XVII una pequeña iglesia, de apenas 32 metros cuadrados, dedicada a la Madonna della Grazia. A partir del año 1636 comenzó el culto a los santos Cosme y Damián, al parecer introducido en la pequeña comunidad por los propietarios del feudo, los condes de Acquaviva, mediante un pequeño cuadro en el que se representaba a la Virgen de Loreto y los dos hermanos gemelos.

En el año 1725 la pequeña iglesia, debido a la creciente devoción del culto a dichos santos, comenzó a agrandarse en varias ocasiones. En el año 1785 llegaron desde Roma las reliquias de los santos y, diez años después, en el 1797 nació la voluntad de convertirla en parroquia, de hecho, nuevamente se tuvo la intención de ampliarlo, hecho que ocurrió a partir del año 1814. En el 1881, el ayuntamiento decidió renovar la fachada, encomendándole tal labor al arquitecto Antonio Curri, quien en 1885 lo construyó en piedra caliza, marcada por pilastras y columnas. Las obras continuaron a lo largo de los siglos, hasta que fue terminada en 1914, con el aspecto neoclásico actual.

Diecisiete escalones nos llevan al porche, donde vemos el portón de bronce de la entrada, realizado por el artista Adolfo Rollo en 1975, en el que vemos ocho bajorrelieves en los que se representan las Bienaventuranzas: en el ala izquierda, los pobres, los mansos, los que lloran y los que tienen hambre y sed de justicia, mientras que, en el ala derecha de la puerta, se representan los misericordiosos, los puros de corazón, los pacíficos y los que sufren.

En el arquitrabe y las jambas vemos 59 figuras, entre las que se encuentran las cuatro virtudes morales y las teologales, cinco rostros de hombre y cinco de mujeres, que representan a los anónimos de la Iglesia y, de pie, Mateo, Lucas, Isaías y Jeremías a la izquierda y Marcos, Juan, Ezequiel y Daniel a la derecha. Arriba, en la luneta, está representado Jesús crucificado junto a su Madre y los santos Juan, Pedro, Pablo, Cosme y Damián, todos estos bajorrelieves, colocados en 1973, también son obras del maestro Rollo.

Nos disponemos a acceder al interior del templo. Como hemos mencionado anteriormente, desde 1887 hasta el 1914 se fueron construyeron algunas de las capillas y se ampliaron otras, se abrieron seis grandes ventanales a lo largo de la nave central y se alargó el ábside, asumiendo una forma octogonal. El único elemento nunca construido y que estaba presente en el proyecto de Curri, fue la majestuosa cúpula ideada para el punto de intersección de los brazos de la planta con forma de cruz latina.

Pero posteriormente a 1914, el templo siguió creciendo, de hecho, en 1935 la basílica se enriqueció con la capilla del Santísimo Sacramente, adornada posteriormente con un lienzo en el que se representa “La última cena”, obra de Marco Sgobba, en cuyas paredes laterales cuelgas otros dos lienzos realizados por Francesco De Biase, el mismo artista que pintó las siete obras en las que se narran la historia de los santos, situadas en el ábside de la iglesia, que después veremos.

Sobre el Altar Mayor vemos colgando un crucifijo con la figura de Jesucristo crucificado, obra de 1976 del maestro Adolfo Rollo, al igual que las grandes figuras colocadas en los brazos del crucero de esta iglesia, cuyos altares están dedicados uno a san Pascual Bailón y el otro a la Virgen del Rosario, ambos construidos en 1795.

El altar mayor fue realizado en 1966 con granito rojo, luciendo ochos paneles del escultor Giuseppe Pirrone, en los que se representa, en la parte frontal, el misterio pascual de Jesús, la Muerte, la Resurrección (entre los trullos) y la Ascensión, los paneles laterales representan la Anunciación y el Pentecostés, mientras que en el tríptico trasero se muestra un resumen de la celebración del Concilio Vaticano II, donde se representan, entre otros personajes, a los Papas Juan XXIII y Pablo VI. Detrás del Altar Mayor, en el ábside y sobre el coro, como señalábamos anteriormente, se sitúan los cuadros realizados entre 1919 y 1922 por el pintor local Francesco De Biase, en los que se representan el martirio sufrido por san Cosme y san Damián, hasta su ascenso del Paraíso.

En las décadas de 1940 y 1950 se ampliaron aún más los brazos del crucero y se construyó el santuario de mármol que alberga las esculturas de madera de los dos santos, las cuales fueron encargadas por un campesino, Giuseppe Domenico Rinaldi, al escultor Antolini di Andria. Este artista sólo pudo entregar, antes de su muerte, la estatua de san Damián realizada en el año 1782, por lo que la estatua de san Cosme, hecha en el año 1784, fue encargada a otro escultor, Luca Abbatista, conocido como Tammurro. Ambas obras desfilan en profesión los días 27 y 28 de septiembre, siendo un evento muy multitudinario por los numerosos devotos que asisten al evento y, como manda la tradición, realizan el recorrido íntegramente a pie. Es importante señalar que en este templo se custodian los relicarios que contienen fragmentos óseos del brazo de san Cosme y el cráneo de san Damián.

Adolfo Rollo también realizó en 1971 los diez paneles que representan a la Virgen con el niño en medio de los Santos y Cristo Rey, y rodeada de profetas y santos del Nuevo y Antiguo Testamento. Estas obras decoran los dos semicírculos de los brazos de la iglesia. Completa la decoración, dos lienzos realizados por Onofrio Bramante, “La misericordia de Dios” y “Jesús el Maestro” del año 1979. De ese mismo autor son las catorce pinturas del Vía Crucis y el cuadro que representa a la Virgen de Pompeya.

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