Vamos a disponernos a recorrer el santuario de Delfos, uno de los sitios religiosos más importantes de la antigüedad griega. Para ello, tras haber cruzado la puerta de entrada, lo primero que veremos será el Ágora Romana, que constituye una de las últimas construcciones que se hizo aquí, ya que en algún momento del siglo IV d.C. el ágora anterior fue renovada por los romanos cuando éstos tomaron el control de Delfos. A lo largo del lado noroeste discurría una larga stoa, constituida por un pórtico con columnas que ofrecía descanso y sombra al visitante, además de albergar cinco tiendas en la parte trasera. Y es que, aunque la palabra ágora significa en griego literalmente “lugar de encuentro”, aquí los comerciantes instalaron sus tiendas donde vendían bienes y servicios, inclusive suvenires (probablemente con significado religioso) y exvotos para los visitantes del santuario.
Hoy en día todavía se pueden distinguir las diversas áreas construidas en la colina que albergaron aquellas tiendas, algunas de las cuales se convirtieron en capillas después del surgimiento del cristianismo, de hecho, algunas piedras presentan cruces grabadas que fueron realizadas en aquella época. Probablemente, entre aquellas columnas, se habrían instalado otros puestos comerciales temporales. Igualmente, a lo largo de los lados noreste y sureste habían stoas similares a aquella, pero apenas han sobrevivido algunos elementos arquitectónicos. El ágora se situaba justo en la entrada principal al recinto amurallado que se encontraba en su ángulo oriental, aunque también había otros accesos secundarios en varios puntos, alineados con las calles del yacimiento arqueológico.
Centrándonos en esta entrada, a partir de aquí discurría el Camino Sagrado o Vía Sacra que asciende suavemente en zigzag hacia el templo de Apolo. A lo largo del recorrido se colocaron a ambos lados diferentes monumentos conmemorativos de diferentes tamaños que fueron erigidos aquí tanto por individuos como ciudades y reinos. La mayoría de aquellos monumentos rememoraban victorias, tanto en el campo de batallas como en los Juegos. Así al entrar, a la izquierda vemos la base de la Ofrenda de Atenas, edificada para celebrar su victoria en Maratón, mientras que a la derecha vemos los restos de la Ofrenda votiva de Corfú y al lado la Ofrenda votiva de los lacedemonios. A continuación, encontramos dos semicírculos a cada lado que corresponden con la Ofrenda votiva de Argos.
Seguidamente se encuentran, antes de llegar a la curva, a la izquierda los tesoros de Sición y Sifnos y a la derecha el de Mégara. El primero, el Tesoro de Sición, es una estructura dórica construida a mediados del siglo VI a.C., el de Sifnos fue construido alrededor del 525 a.C., siendo la primera estructura religiosa hecha en el santuario enteramente de mármol y finalmente el de Mégara que poseía en su fachada inscripciones, en gran parte honoríficas, de las cuales la mayoría (26 en total) se refieren a la ciudad y a sus ciudadanos.
Fuera de la curva del camino, en el extremo suroeste y junto a una puerta de entrada secundaria al santuario, se encuentran los tesoros de Tebas erigido en el año 346 a.C. y el de Beocia de finales del período Arcaico (alrededor del año 525 a.C.). Le sigue el Tesoro de Potidea que fue construido en el período Arcaico o Clásico, frente al cual se sitúa la reproducción de la Sagrada piedra Omphalos (el ombligo del mundo), situado en el lugar donde se originó la vida según la mitología griega: Zeus soltó dos águilas en los extremos opuestos del planeta y les ordenó volar a través de la tierra para encontrarse en su centro, haciéndolo en este punto, por lo que el Padre de los dioses colocó la piedra como una señal para la Humanidad. Por ello este objeto, según el pensamiento religioso helénico, permitía la comunicación directa con los dioses. Existe una leyenda posterior que cuenta que el dios Apolo mató a la gran serpiente Pitón para poder establecer su templo oracular en Delfos, y que el “omphalos” marcaba el lugar exacto donde la mató. Esta historia a veces se representó en monedas antiguas mediante un "omphalos" con una serpiente enrollada a su alrededor.
A continuación se sitúa, en una situación privilegiada del Camino Sagrado, y levantado sobre terraza cuyas fachadas sur y principal están rematadas por un contrafuerte triangular, el edificio que más llama la atención a los turistas por su nivel de conservación y por haber sido el único monumento del santuario de Delfos que fue casi enteramente restaurado: el Tesoro de los Atenienses. Para ello, la Escuela Francesa lo volvió a erigir en 1906 con el propio material de construcción original del edificio que se conservó en gran medida, consistente en mármol de Paros.
La mayoría de los tesoros fueron construidos por cada ciudad-estado para albergar los trofeos y exvotos dedicados a los dioses, y este pequeño templo dórico no iba a ser menos. El edificio fue levantado por la República Ateniense a finales del siglo VI a.C. o principios del V a.C. como símbolo de la victoria de la democracia sobre la tiranía, aunque existe otra interpretación del porqué de su construcción, basados en los textos de Pausanias, que afirma que fue edificado en agradecimiento a los dioses por la victoria sobre los persas en Maratón en el año 490 a. C.
Su decoración en relieve (hay que tener en cuenta que los que vemos in situ son moldes, mientras que el friso original se encuentra en el Museo Arqueológico de Delfos) es un ejemplo notable de la escultura arcaica tardía, comparable en elegancia, movimiento, postura y solidez con la pintura ática temprana de jarrones de figuras rojas. En la fachada trasera y norte, el friso representa los famosos trabajos de Hércules y, en la parte frontal y sur, los logros de Teseo. La yuxtaposición de los dos héroes simboliza el cambio de régimen y el establecimiento de la democracia en Atenas, de hecho, Teseo se convirtió en un tema predominante en la iconografía del siglo V a. C., mientras que Hércules dominó el arte del siglo VI a.C.
Aquí es donde los atenienses exponían el botín de la batalla de Maratón y otros trofeos guardados dentro del edificio durante las grandes fiestas y procesiones. Varias inscripciones en las paredes del edificio nos informan sobre fiestas y costumbres antiguas: la Pyrphoria, la Tripodiphoria, la Pythais y la Dodecais, es decir, las cuatro procesiones oficiales de los atenienses en Delfos. Otra inscripción cerca de la esquina oriental del muro sur es extremadamente útil para el estudio de la música antigua, ya que, de todos los himnos griegos escritos, son los únicos que contienen también anotaciones escritas de la melodía (expuestos en el Museo Arqueológico de Delfos). En el interior, otras inscripciones contienen importantes decretos honoríficos que datan del siglo III a. C. y posteriores, así como los nombres de los prestamistas que utilizaron el local en años posteriores.
Detrás del Tesoro de los Atenienses se sitúan los restos del asclepeion, templo curativo consagrado al dios Asclepio y gestionado por sacerdotes llamados iatromantes. En el costado del Tesoro se encuentra el bouleuterión, edificio donde se reunían la boulé que estaba compuesta por representantes de los ciudadanos que se reunían aquí para debatir y finalmente decidir sobre asuntos públicos. Más allá se sitúa la Roca de la Sibila, sobre la cual, según recabó Pausanias en su viaje a Delfos, antes de que el dios Apolo concediera los oráculos, ya lo hacía una mujer llamada Sibila Eritrea o Herófila, la primera profetisa de Delfos, quizás canalizando las palabras de la diosa de la tierra, Gea. Así, la Sibila era una sacerdotisa profética que era una de las cinco más importantes de la cultura grecorromana. Junto a la roca podemos ver el pedestal sobre el que se erguía los 12 metros de altura de la columna de Naxos, que estaba coronada por una esfinge expuesta en el Museo Arqueológico de Delfos.
Desde aquí se extiende la Estoa de los Atenienses, ocupando una posición central, justo debajo del gran templo de Apolo. Este edificio fue utilizado para albergar botines de guerra, principalmente de las victorias navales contra los persas, incluidas las de Mykale, Sestos, Salamina y el Helesponto. Esta stoa fue construida en la época de Pericles, en el año 478 a.C., en estilo jónico, utilizándose ocho columnas monolíticas, es decir, hechas en un solo bloque de mármol procedente del monte Pentélico en la región de Atenas.
El edificio consistía en una base de piedra caliza con unos escalones, en la que se elevaban la columnata jónica y una hilera de pilares apoyados contra la pared de la terraza. Su interior, que fue restaurado, contenía un podio que albergaba la exhibición de ofrendas votivas. Frente a la stoa, al noroeste, se abría un área circular conocida como Halos, es decir una era, donde se representaban obras en honor a Apolo, para conmemorar su victoria sobre la serpiente Pitón.
La Estoa de los Atenienses se construyó contra el llamado muro poligonal que sostiene la plataforma sobre la que se asienta el gran templo de Apolo. Fue construido en la segunda mitad del siglo VI a.C., probablemente tras la destrucción del primer templo en el año 548 a.C. Antes de la construcción de esta pared, el área fue nivelada y varios edificios y tesoros arcaicos tempranos, incluida la famosa estructura absidal, fueron destruidos o enterrados. El muro, que cuenta con noventa metros de largo, está constituido por bloques irregulares entrelazados.
Se construyó en mampostería poligonal de estilo de Lesbos, mientras que las cuatro o cinco hileras superiores consistían en mampostería isodómica, ahora desaparecidas, ya que originariamente tenía dos metros más de altura con respecto a la actualidad. La fachada se cubrió durante los siglos III y II a.C. con más de ochocientas inscripciones relacionadas sobre todo con la emancipación de los esclavos.
Algo más adelante, y mirando hacia el sureste, se encuentran las ruinas de los edificios del Tesoro de Corinto, el del Prytaneion (es decir el lugar donde se reunían los magistrados de la ciudad, el equivalente de nuestros Ayuntamientos) y el Tesoro de Cirene. Ascendiendo unos pocos pasos, más arriba y a nuestra derecha, se situaba la Ofrenda votiva de Rodas.
Queda algunos pocos metros para finalizar el Camino Sagrado, el cual, por cierto, tiene su origen en la época Arcaica, aunque fue pavimentado en el período tardorromano con la piedra extraída de los edificios que en otra época eran casas que ocupaban el recinto sagrado. Ya hemos visto que bordeando toda esta vía sacra había estatuas, podios y los Tesoros de cada ciudad, de hecho, según Pausanias, había unas tres mil estatuas en el lugar y es, precisamente por las descripciones de este viajero, que hoy se sabe mucho sobre ellas. Muchos fueron destrozados y destruidos por los primeros cristianos, mientras que otros, hechos de bronce o incluso de oro, hace tiempo que fueron fundidos. En resumen, como ya vimos, a lo largo del primer tramo del Camino Sagrado se repartían esculturas votivas, y a lo largo del segundo los Tesoros.
Como ya habrás comprobado a estas alturas, se camina durante doscientos metros por el Camino Sagrado o Vía Sacra de igual manera que los peregrinos lo hacían hace miles de años, aunque aquellos iban a consultar al oráculo, conocidos como theopropoi, haciéndolo el noveno día de cada mes, momento en que sacrificaban un animal en el altar y se les asignaba su lugar en la cola que era dada dependiendo de su ciudad de origen, ya que los habitantes de algunas ciudades-estados concretas tenían prioridad. También hay que señalar que los ciudadanos de Corinto, Naxos, Quíos y Tebas, y algunos personajes ilustres, como Felipe II de Macedonia, habían recibido promanteia, es decir, derecho a una consulta al oráculo, y por lo tanto no tenían que esperar su turno.
Ya estamos en lo alto de la terraza, donde vemos el Gran Altar de los Quiotas, en el que se hacían los sacrificios. Fue construido por los habitantes de Quíos en el siglo V a.C., como así reza una inscripción en su cornisa, utilizando para ello mármol negro, excepto en la base y la cornisa que se hicieron de mármol blanco, dando como resultado un impresionante contraste cromático. Enfrente se sitúa la Columna Serpentina, también conocida como Trípode de Delfos o Trípode de Platea, que fue erigida por los estados griegos que habían derrotado a los persas en el 479 a.C. El monumento constaba de un cuerpo de oro que estaba coronada por tres cabezas de bronce de serpientes.
El trípode dorado fue robado por los focios durante la II Guerra Sagrada (357-346 a. C.) y la serpiente de bronce de tres cabezas fue llevada por Constantino el Grande para su nueva capital en Constantinopla, donde la utilizó para decorar el hipódromo. Detrás se encuentra una gran base que contenía el Auriga de Delfos (expuesto en el Museo de Delfos), construido por los isleños de Rodas en el 474 a. C. para conmemorar la victoria del tirano Polizalo de Gela en la carrera de cuadrigas de los Juegos Píticos. Antes de aproximarnos al templo de Apolo, en los alrededores de la base, tanto hacia el norte como hacia el este, se encuentran las ruinas del Tesoro de Acanto, el pórtico de Atalo, el santuario de Neoptólemo y la Ofrenda votiva de Daochos.
Estamos ya en el corazón del santuario de Delfos: el templo de Apolo, cuyo emplazamiento fue elegido probablemente por los vapores que salía de una grieta y que eran utilizados por el oráculo. Según la leyenda, se construyó seis veces utilizando diferentes materiales: el primer edificio fue realizado con ramas de laurel recogidas en el valle de Tempe, en el norte de Grecia; el segundo con cera de abejas y plumas que fueron enviadas por Apolo desde la tierra de los hiperbóreos; el tercero con bronce, mientras que el cuarto fue construido con piedra de mano de los legendarios arquitectos Trofonio y Agamedes y, según la tradición, con la ayuda del propio Apolo. Sin embargo, ese edificio fue destruido por un incendio en el año 548 a.C., por lo que fue reemplazado por otro que fue completado alrededor del año 510 a. C. por la familia Alcmeónidas de Atenas, quienes utilizaron para tal menester recursos provenientes de todas partes de Grecia y de regiones más lejanas. Los Alcmeónidas eran una destacada familia ateniense que había sido exiliada de la ciudad por motivos políticos.
Se trataba de un templo de peristilo dórico, con seis columnas en los extremos y quince en los laterales. Como hemos mencionado anteriormente, fue construido con piedra y revestido de mármol, estando suntuosamente decorado con esculturas del famoso artista Antenor. El frontón este representaba la epifanía de Apolo cuando llegó a Delfos con su hermana Artemisa y su madre Leto; el carro de los dioses ocupaba el centro de la escena y estaba enmarcado por figuras masculinas y femeninas. Del frontón occidental, que representaba la Gigantomaquia, sólo han sobrevivido las figuras de Atenea, un gigante caído, una figura masculina y dos caballos. El interior, además de guardar las estatuas y otras ofrendas del dios y custodiar el chresmographeion o archivo que contenía las listas de vencedores de los juegos Píticos, era el lugar donde se llevaban a cabo los rituales de culto, incluyendo el de la adivinación.
Aquel templo fue destruido por un terremoto en el año 373 a.C., y con él también desapareció el chresmographeion. El último templo que se levantó en su sustitución es el que vemos en la actualidad, para lo cual se utilizó piedra porosa y caliza. Su construcción finalizó después de la II Guerra Sagrada, en el año 330 a.C. Este imponente templo dórico fue levantado por los arquitectos corintios Spintharos, Xenodoros y Agathon, quienes mantuvieron la misma planta y aproximadamente las mismas dimensiones que su predecesor, con seis columnas en los fondos y quince en los lados, y tanto prodomos como opisthodomos in antis. La cella estaba dividida en tres naves por dos series de ocho columnas jónicas cada una. La ceremonia de adivinación tenía lugar en el adyton, o santuario interior, una cámara a la que sólo tenían acceso los sacerdotes que interpretaban las palabras proféticas dichos a través de la boca de Pitia.
Las esculturas del frontón de mármol de Paros son obra de los escultores atenienses Praxias y Andróstenes. El frontón oriental representaba a Apolo y las Musas, y el frontón occidental a Dioniso y las Ménades. Poco se sabe de la disposición del interior del templo, aunque los escritores antiguos mencionan que las paredes del pronaos estaban inscritas con aforismos de los siete sabios, como "conócete a ti mismo", "todo con moderación" y la letra E. Había una efigie de bronce de Homero y un altar de Poseidón, y, en el adyton, una estatua de Apolo y el omphalos. Este templo sufrió graves daños durante las incursiones tracias del año 88 a.C. y restaurado por Domiciano casi 200 años después. Después de las excavaciones realizadas por los franceses, se reconstruyeron los cimientos de la columnata exterior y la cella junto con algunas de las columnas. En el Museo Arqueológico de Delfos se exhiben fragmentos de las esculturas del frontón tanto del templo arcaico como del clásico/helenístico.
Cuando los franceses excavaron en el interior del templo, descubrieron una serie de características que eran inusuales para un edificio de la época: en primer lugar, el adyton (el espacio donde tenían lugar los oráculos) estaba hundido entre 2 y 4 metros por debajo del nivel del suelo que lo circundaba. También notaron la presencia de un elaborado sistema de drenaje construido en los cimientos adyacentes y diseñado para transportar el agua de manantial. Cerca de allí los excavadores encontraron un bloque de piedra caliza (que podemos ver en la parte oeste del templo, junto al Exvoto de Crátero) de unos 35 centímetros de espesor, 1,35 metros de largo y casi 1 metro de ancho que casi con seguridad habría formado parte de ese suelo. El bloque contiene un agujero de unos 10 centímetros de ancho en la parte superior y 18 en el fondo, además de otras cuencas que forman un conjunto triangular que están rodeadas por un canal. Según los estudiosos, los pequeños hoyos era el lugar donde se colocaba el trípode donde se sentaba la sacerdotisa, el canal transportaba el agua del manantial Kassoris y el agujero dejaba pasar los vapores sagrados que manaban debajo del suelo.
Estas teorías se apoyan en los estudios geológicos realizados en la década de 1980 en los que se determinaron que en la ladera sur del monte Parnaso existen unas fallas que atraviesa el santuario al este y oeste. Resulta muy extraño que estas deducciones pasaran desapercibidas en su momento para los arqueólogos, sobre todo porque se mencionaba frecuentemente en los textos antiguos. Las fallas son grietas en la corteza terrestre provocadas por el movimiento de placas tectónicas y, si llegan a una profundidad suficiente, son bastante capaces de conducir gases a la superficie. En 1996 se rastreó la línea de falla este-oeste, la falla de Delfos, y descubrieron una segunda que corre de noroeste a sureste que fue denominada falla de Kerna. Fue trazado por una línea de manantiales, incluido el Kassotis, que atravesaba el sitio por encima y por debajo del templo, donde las dos líneas se cruzaban.
Se sabe que fallas como estas en áreas de piedra caliza bituminosa en otras partes del mundo producen gases de hidrocarburos como metano y etano, los cuales se encontraron en muestras de travertino recolectadas en Delfos. Se encontraron rastros de ambos en muestras de agua recolectadas en varios manantiales de los alrededores. Además, el agua del manantial Kerna dentro del santuario mostraba rastros de etileno, un gas de olor dulce, como así lo describió en su momento Plutarco. Los experimentos realizados en la década de 1920 demostraron que, si bien grandes dosis de etileno (más del 20%) pueden provocar que el sujeto se desmaye, cantidades más bajas conducen a un estado de trance en el que el se permanece despierto y se responde a las preguntas de manera clara y lógicas. También podían experimentar sensaciones extracorporales y eufóricos, incluso reacciones más violentas, en el que el sujeto comenzaba a delirar incoherentemente y a retorcerse, a menudo perdiendo el equilibrio y cayéndose, síntomas que coinciden nuevamente con las descripciones que hacía Plutarco, que era sacerdote en el templo y testigo de numerosas profecías, de la Pitia en acción.
Al noroeste del templo podemos ver los restos del Ischegaon, un antiguo muro de contención datado en el siglo IV, aunque reconstruido en época imperial romana. Es aquí donde se encuentra el Exvoto o Monumento de Crátero, constituido por un edificio rectangular de 15,27 por 6,35 metros, cuyos muros tienen una altura de cuatro metros. Probablemente el edificio era un pórtico con columnas jónicas o dóricas en la fachada, mientras que en su pared trasera se descubrió una inscripción dedicatoria en diez versos, según la cual el edificio se identificaba con un santuario panhelénico, conocido en fuentes antiguas como el ex voto de Crátero, el general macedonio y amigo cercano de Alejandro Magno. Según la inscripción, el ex voto no fue dedicado por el propio Crátero, sino por su hijo, tras la muerte de su padre, probablemente alrededor del 320 a.C., o a finales del siglo IV a.C.
Plutarco menciona que Crátero dedicó en Delfos un grupo escultórico de bronce realizado en el siglo IV a.C., cuya autoría es atribuida a Lisipo, en el que se representó una escena de caza de leones, en alusión a la vez que Crátero salvó la vida de Alejandro durante una cacería de leones en Oriente. La escultura, hoy perdida, habría sido colocada sobre un pedestal contra la pared trasera del edificio, mientras que las figuras estarían dispuestas una al lado de la otra. Se ha sugerido que la escena de la caza del león del pavimento de mosaico de la "Casa de Dioniso" en Pella repetía el patrón original de aquella obra. En el exvoto de Delfos, Alejandro y Crátero, ya sea a caballo o a pie, probablemente estaban a derecha e izquierda del león, enfrascados en una heroica batalla contra él.
Hacia el oeste, y ya fuera del recinto sagrado, se extiende el Pórtico Occidental, también conocido como Estoa de los Etolios. Este edificio estaba provisto de una doble columnata, una exterior de 29 pilares y otra interior de 15. Tenía unas dimensiones de 72,60 metros de largo por 11,60 de ancho, y su construcción se inició probablemente en el siglo IV a.C., Se ha asociado con la Liga Etolia, cuyo poder e influencia sobre Delfos fue creciendo paulatinamente en el siglo III a.C. Por eso se ha especulado en que aquellos construyeron esta estoa para albergar las armas dedicadas por los etolios como parte de su botín tras su victoria sobre las tribus galas en la Batalla de las Termópilas en 279 a. C.
Un estudio detallado de los restos del edificio arrojó luz sobre la forma en que las armas y armaduras se sujetaban en el interior del monumento para ser expuestas. También existen algunos estudiosos que creen esta construcción pudo utilizarse como arsenal desde el principio, mientras que otros concluyen que obtuvo ese uso tras el fin de las invasiones galas. A pesar de todo, existe un consenso general que señala que el edificio fue el resultado de la Liga Etolia en su empeño de tener un lugar conmemorativo en el santuario que contuviera una serie de exvotos y monumentos menores.
Si seguimos ascendiendo por un camino llegamos al antiguo teatro de Delfos, situado en la esquina noreste del períbolo, o muro circundante, del santuario. Se trata del edificio más grande del sitio arqueológico, de uno de los mejores teatros conservados de toda Grecia y uno de los pocos del país del que se conoce la fecha y diseños exactos. Aunque se sabe que fue construido con piedra caliza del Parnaso en el siglo IV a.C., se desconoce la forma original del teatro primigenio, por lo que los historiadores suponen que durante sus primeros años de vida los espectadores se sentaban en asientos de madera o directamente en el suelo.
A lo largo de los años el monumento fue renovado en varias ocasiones, tomando su forma actual, con su orquesta empedrada, asientos de piedra y escenario decorado, en el año 159 a.C. cuando fue restaurado, según las inscripciones, por el rey de Pérgamo Eumenes II, y posteriormente por los romanos. En el año 67 a.C. se le añadió una plataforma con esculturas en relieve que representaban escenas de la vida de Hércules.
El escenario, del que sólo quedan los cimientos, probablemente estaba dividido en proscenio y escenario propiamente dicho, cuyo frente estaba decorado con un friso de los Trabajos de Heracles, ahora en el Museo de Delfos. La cávea, construida en parte sobre el lecho de la roca y en parte sobre relleno, está dividida en dos secciones irregulares por un rellano pavimentado, poseyendo 35 filas de asientos y una capacidad de entre 4.200 a 4.500 personas. También está dividido verticalmente por una serie de escaleras de seis y siete cunei para los tramos superior e inferior respectivamente. La orquesta posee forma de herradura, mientras que su pavimento y parapeto son de época romana. En las paredes de los parodoi (pasajes situados a cada extremo de la orquesta y frente al escenario) había inscripciones relacionadas con la emancipación de los esclavos, pero sus textos se han vuelto ilegibles.
El teatro estaba estrechamente relacionado con Dioniso, el dios del éxtasis, las artes y el vino, que reinaba en Delfos durante los meses de invierno, cuando el oráculo guardaba silencio. Aquí se celebraban los concursos musicales, como cantos y música instrumental, los juegos Píticos y otras fiestas religiosas que hicieron que este teatro adquiriera un valor tanto espiritual como artístico, convirtiéndose en el equivalente en la zona del estadio de atletismo de Olimpia. Por supuesto, también se utilizó para otras representaciones el resto del tiempo, incluidas obras de teatro y lecturas de poesía. En la actualidad alberga obras de teatro antiguas y otros eventos culturales, principalmente durante los meses de verano.
Muy por encima del teatro se encuentra el estadio de Delfos, al que se llega caminando a través de un pinar. La palabra stadion (en griego) o stadium (en latín) hace literalmente referencia a una medida de longitud, una carrera a pie. Con el devenir de los años su significado cambió, usándose para referirse a toda actividad deportiva. El estadio de Delfos, uno de los mejores conservados de su tipo, acogía los Juegos Píticos que se realizaban para conmemorar la muerte de la serpiente Pitón a manos de Apolo, por lo que la importancia de este recinto aumentó al convertirse en un espacio sagrada. Aquel evento se celebraba cada cuatro años, comenzando dos años después de los Juegos Olímpicos, de hecho, ambos eventos, junto con los de Nemea y los Ístmicos, eran los cuatro grandes festivales deportivos y religiosos de la antigua Grecia.
Los Píticos, según las inscripciones encontradas durante las excavaciones, acogían cuatro deportes de carreras: stade (carrera de unos 183 metros), diaulos (una doble carrera stade, de ida y vuelta), dolichos (carrera de larga distancia que se probablemente equivalía a 20 stades de distancia) y hoplitodromos (básicamente era una carrera diaulos sin ropa, con casco, escudo y grebas). Posteriormente se incorporaron la lucha libre, el boxeo, el pankration (combinación de boxeo y lucha) y el pentatlón. El último día de los juegos se dedicó a las carreras ecuestres, una de las cuales fue ganada por el Auriga que dio lugar a la famosa escultura. Las representaciones o concursos musicales, de danza y arte también tenían cabida aquí.
Se evidencian cuatro fases constructivas realizadas a lo largo de los años, cada uno de las cuales reflejan nuevos métodos arquitectónicos, adiciones estructurales y funcionales, dando como resultado su forma actual. El estadio original data del siglo V a.C., como así lo atestigua una inscripción en la pared sur de la terraza, cuando el terreno de la montaña fue nivelado para construir una pista de carreras, estando los espectadores sentados en el suelo o en asientos de madera. El estadio fue construido parte excavado en la propia roca en su lado norte y parte sostenido por un muro de mampostería levantado en su lado sur enteramente con piedra caliza del monte Parnaso alrededor de la segunda mitad del siglo IV a.C.
La entrada principal al estadio se realizaba por el lado norte, donde había un arco de triunfo construido por Herodes Ático, el famoso filántropo ateniense, en el contexto de remodelación romana del estadio en el siglo II d.C., en época del emperador Adriano, cuando también se añadieron asientos de mármol. Aquella entrada estaba formada por tres arcos sostenidos sobre cuatro pilares, de los que los dos centrales contaban con hornacinas para estatuas, a través de los cuales los jueces y atletas de los juegos Píticos entraban al interior del estadio, mientras el público los aclamaba. Detrás de la entrada hay un podio excavado en la roca con cinco escalones de una fase de construcción anterior y los restos de una fuente.
El edificio tiene forma de horquilla, con dos gradas de asientos paralelos: el lado norte, el mejor conservado, tenía 12 filas de asientos y una plataforma para acomodar a los presidentes de los juegos e invitados de honor. El extremo oeste curvo y el lado sur sólo tenían 6 filas de asientos debido a la pronunciada pendiente. En total se podrían alojar unos 6.500 espectadores. Por su parte, la pista tenía una longitud correspondiente a la de un estadio romano, es decir 178,35 metros de largo por 25 de ancho, medidas que no fueron constantes en su evolución a lo largo de los siglos. El punto de salida de los atletas, es decir el “aphesis”, al igual que pasa con el de llegada, el “terma”, tenían alféizares de piedra con cavidades donde aquellos ponían sus pies, además de para colocar los postes de madera que los separaban. El estadio fue finalmente abandonado en el año 394 d.C.
Llegados a este punto, antes de abandonar el recinto arqueológico, queda descender para visitar el Museo Arqueológico de Delfos. Tras finalizar el recorrido por el interesante espacio expositivo, ahora sí se sale del yacimiento para poner rumbo a la zona arqueológica inferior, donde se encuentran el gimnasio arcaico y el recinto del santuario de Atenea Pronaia. Este santuario se construyó originalmente a las puertas de Delfos y se dedicó a Atenea, puesto que era quien debía proteger a su medio hermano Apolo, de hecho, según Heródoto, se construyó en este lugar en el 480 a. C., porque fue el sitio donde la diosa hizo bien su trabajo al mandar un terremoto que fue decisivo para detener el avance de los persas que se dirigían a saquear Delfos.
En el santuario de Atenea Pronaia, que fue ampliado en varias ocasiones, vemos los restos de diferentes edificios que son, comenzando desde el extremo situado al este: templos o tesoros arcaicos, altares (de los que el más antiguo data del siglo VI a.C.), el primer templo de Atenea Pronaia del 500 a.C. que es un edificio dórico períptero, de 6 por 12 columnas, con 28,45 metros por 14,25 y con pilares de 4,6 metros de altura; le siguen dos edificios más pequeños correspondientes al Tesoro Dórico del siglo V a.C., y al Tesoro jónico de Massilia (Marsella) del siglo VI a.C.; a continuación el fantástico Tolos datado entre los años 390-380 a.C. del que hablaremos después; junto a este último se sitúa el último templo de Atenea Prinaia que fue construido después del terremoto del 373 a.C., y finalmente vemos las ruinas de la llamada "Casa de los sacerdotes". La terraza en la que se sitúa el santuario se creó mediante muros de contención y cuya entrada principal se encuentra en el lado norte hacia el extremo oriental, aunque también había otros accesos más pequeños.
El edificio más importante de este pequeño santuario es el comentado Tolos, ya que por sí mismo constituye una de las obras maestras de la arquitectura clásica, al ser una hazaña matemática en la que se calculó de forma precisa las proporciones basadas en el número áureo. Fue realizado, según Vitruvio, por el arquitecto Teodoro de Focea o Fócide. Contaba con 14,76 metros de diámetro exterior y 13,5 metros de altura. Se desconoce el propósito de esta construcción de forma circular, aunque se cree que tuvo relación con el culto a los dioses del inframundo. Se apoya sobre un podio de tres escalones, sobre el que veinte columnas dóricas sostenían un friso de triglifos y metopas con decoración en relieve que representa la batalla entre las amazonas y los centauros. Dentro del tolos había delicadas molduras y tallas tanto en bajorrelieve como en forma redonda. La decoración en relieve del edificio fue desfigurada por los cristianos en años posteriores. El Tolos fue parcialmente restaurado en 1938, mientras que varios elementos arquitectónicos y escultóricos supervivientes se exhiben ahora en el Museo Arqueológico de Delfos.
Más hacia el oeste vemos los restos del antiguo gimnasio de Delfos, el cual es uno de los ejemplos más completos de un antiguo complejo de gimnasios, que incluía el gimnasio propiamente dicho, una palestra y baños. Data del siglo IV a.C., aunque reconstruido en época romana cuando se le añadieron las termas. Originalmente se utilizaba exclusivamente para el entrenamiento de deportistas, como lucha libre, boxeo, etc., sin embargo, durante el periodo helenístico albergó eventos culturales, incluidas conferencias de oradores, filósofos y poetas. El gimnasio está construido en dos niveles: en la terraza superior se encuentra el xystos (nombre que deriva del hecho en que el suelo debía ser raspado y nivelado periódicamente) con una columnata cubierta de siete metros de ancho y ciento setenta y ocho metros de largo, donde los atletas practicaban con mal tiempo, además de contar con una pista paralela al aire libre de seis metros de ancho.
La terraza inferior estaba ocupada por la palestra, un patio de doce metros cuadrados rodeado por una columnata y habitaciones en los cuatro lados. Esta parte se usaba como vestuario, foso de lucha, juego de pelota y posiblemente como santuario de Hermes o Hércules. Aquí también podemos ver una piscina circular de diez metros de diámetro y 1,80 metros de profundidad. En el muro de contención de la parte trasera se encuentra una serie de duchas para los atletas, que consistían en grifos por los que corre el agua procedente de la fuente Castalia y que era vertida en diez lavabos de arcilla comunicados. Los baños calientes del oeste son una adición romana (120 d. C.). Varios siglos más tarde, el recinto del gimnasio fue ocupado por un monasterio bizantino, cuya iglesia principal, construida sobre la palestra, fue demolida en 1898 por los excavadores. Durante una visita a Delfos, Lord Byron inscribió su nombre en una de las columnas dóricas reutilizadas en el monasterio.
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