Los restos de la Antigua Corinto se encuentran a unos 4 kilómetro de la ciudad moderna. Aquella ciudad fue conquistada y arrasada por los romanos en el año 146 a.C. Después la reconstruyeron por lo que nos han llegado muy pocos restos de la ciudad primigenia griega. Llegamos a la zona arqueológica y nada más dejar el coche encontramos a la derecha de la entrada, antes de introducirnos en el sitio arqueológico, el odeón con capacidad para 3000 personas y el teatro.
Nos adentramos ya al interior de las excavaciones, quedando a la izquierda los restos de la fuente Glauké colindando con los restos del templo de Hera. Junto al museo se encuentran los restos del llamado “templo E”, un templo romano que según Pausanias estaba dedicado a Octavia, hermana de Augusto y del que se conserva el basamento y tres capiteles corintios con arquitrabe.
Seguidamente bajamos por unas pequeñas escaleras y encontramos las tiendas del oeste, también romanas, precedidas de una columnata. Aquí se vendían gran variedad de artículos. En el umbral de un negocio se puede leer una inscripción en el que pone “Lucio, el carnicero”.
Frente a ellas se encuentra el ágora que posee una extensión aproximada de 200 por 100 metros, reformado en época romana, contando con dos niveles y tiendas ubicadas a lo largo de la línea que separaba la sección superior de la inferior. Muchas de las tiendas estaban provistas de agua dulce mediante un canal subterráneo que desembocaba en pozos individuales de cada tienda, lo que permitía sumergir los alimentos en el agua para mantenerlos frescos, además de ayudar a conservar los perecederos. Esta plaza también hizo las funciones de estadio, y en ella se hizo carreras, pudiéndose ver las marcas de la meta cerca de la Basílica Julia.
En el lado occidental del ágora se encuentran una serie de templetes romanos, de dudosa precedencia, exceptuando el circular, el cual fue donado por una persona llamada Babbius Philinus. En el centro está el Bema o Rostra, una tribuna monumental de mármol blanco con grabados decorativos desde la que predicó San Pablo. Junto a ésta, en el nivel inferior, había dos salas de espera donde los ciudadanos esperaban su turno para presentarse ante un magistrado.
Detrás quedan las ruinas del pórtico sur del siglo IV a. C., aunque reconstruido por los romanos. En su parte inferior albergó tiendas y la parte de arriba fue usado para alojamientos. Entre los vanos está el acceso al aula del Senado y la llamada Basílica Sur, una gran construcción con pórtico de época romana. En el lado extremo al de la entrada, encontramos el edificio sureste quizás se tratase del archivo romano, a su izquierda se encuentra la Basílica Julia, construida en época de Augusto.
A su vez, a la izquierda de ésta se sitúa la fuente Pirene, utilizada desde los orígenes de la ciudad hasta la época bizantina. Las seis pilas para el agua arrancan de las arcadas del fondo. Esta fuente posee este nombre por la hija del rey Asopo que tuvo una hija con Metope, más concretamente una ninfa a la que llamaron Pirene. Ésta tuvo dos hijos con Poseidón, una de los cuales fue asesinado accidentalmente por Artemis. Pirene están tan dolorida que lloró tanto que acabó transformándose en una fuente.
Otra de las leyendas cuenta que Pegaso, el caballo alado que nació de la unión de Medusa y Poseidón, fue encontrado por el Belerofonte cuando bebía agua precisamente de esta fuente, gracias a lo cual el héroe pudo domar al animal místico.
Historias aparte, a lo largo de su historia sufrió al menos nueve transformaciones. La forma que presenta actualmente con los tres ábsides laterales se lo debemos a la orden de remodelación que dio Herodes Ático en el siglo II.
Volvemos sobre nuestros pasos, y nos dirigimos al templo de Apolo (540 a. C.), el templo más antiguo del que se conservan restos. Se levantó sobre un promontorio rocoso desde el que se dominaba el ágora. Este templo, de estilo dórico, posee 21,5 metros de ancho por 53,8 de largo. Aunque es un templo períptero hexástilo, cuenta en el lado largo con 15 columnas, cuando lo habitual en este tipo de construcciones eran de 13.
Estaba dividido en dos y tenía tres naves, pronaos y opistodomo, según el modelo posteriormente adaptado en el Partenón de Atenas. En época romana fue reformado. Sus columnas, de 7, 2 metros de altura, están construidas en una sola pieza, en contra de lo que era habitual. A pesar de estar en ruinas, la grandiosidad que transmite es impresionante, esto es debido a que los antiguos corintios elevaron la parte exterior del estilóbato , tanto en los flancos como en el frente, en la parte en que se apoyan las columnas para dar una sensación de grandeza.
Un edificio tan grande, no en vanos es el templo griego más grande del Peloponeso, no pasó desapercibido por los diferentes viajeros que visitaron Grecia, entre ellos Jacques Spon y George Wheler que la visitaron en 1676. El primer estudio científico del monumento se debe al célebre arquitecto y arqueólogo alemán Wilhelm Dörpfeld en 1886. La exploración de la zona ha demostrado igualmente que en el mismo lugar se había levantado antes un templo todavía más arcaico, del siglo VII a. C.
Volvemos a recorrer el ágora en dirección a la salida, dejando a nuestra izquierda las tiendas del Noroeste, que están por debajo del templo de Apolo. de época imperial poseen pórticos helenísticos.
A continuación, encontramos el muro de los triglifos que servía para ocultar la entrada a una fuente sagrada que formaba parte de un antiguo culto del lugar. Después se ve la Fachada de los Prisioneros y cuyas grandes estatuas que adornaban la puerta se exponen en el Museo Arqueológico de la Antigua Corinto, dándole nombre al lugar.
Los propileos de mármol del siglo I, con forma de arco del triunfo, es el comienzo del Lykáon (la calzada que unía la ciudad y el puerto). Volviendo a bajar por las escaleras y dejando a la derecha la fuente Pirene, encontramos a la izquierda los restos de una basílica romana, bajo la cual se encuentran los cimientos de un antiguo mercado griego del s. V a.C. En el otro lado de la calzada están los restos de la plaza porticada del siglo I, del períbolo de Apolo. Y ya cerca de las escaleras de la salida encontramos los restos de un templo griego del siglo IV y las termas de Euricles.
Para visitar Acrocorinto, es necesario subir por una carretera que parte desde el recinto de las excavaciones. Arriba encontraras en el interior del recinto y de distintas épocas: una iglesia (s. X-XII), una mezquita turca, un castillo franco (s. XIII-XIV), la fuente Pirene Superior de época helenística y el templo de Afrodita. Pero quizás lo más destacado sean las vistas que al parecer son impresionantes. Nosotros no llegamos a subir por cuestión de tiempo, pero tomamos esta foto desde el recinto de excavaciones.
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