Montpellier es una ciudad que ha llegado hasta nuestros días con una configuración dada a través de los siglos, especialmente en el periodo de las Guerras de Religión, cuyas consecuencias fue, por ejemplo, que allí donde se derrumbaba una iglesia se construía un parque. Y es que esta ciudad se vive en la calle, su casco histórico es toda una delicia, en el que el viajero encontrará bellos rincones entre sus estrechas calles.
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Nuestra visita: | agosto de 2021. |
Idioma Oficial: | francés. |
Moneda: | Euro €. |
Población 2019: | 295.542 hab. |
Superficie: | 56,88 Km². |
Prefijo telefónico: | +33 467. |
Web oficial: | montpellier-tourisme.fr |
Montpellier es una ciudad joven en comparación con sus vecinas romanas de Nimes y Narbona, ya que el primer asentamiento que se conoce data de finales del siglo X, el cual pasaría a manos de la familia Guilhem que lo gobernarían hasta principios del siglo XIII. La ciudad creció rápidamente en el siglo XI gracias a que se encontraba cerca de las transitadas rutas de la sal y ser el lugar favorito de los peregrinos donde parar a descansar. A finales del siglo XII, la floreciente ciudad fue rodeada por murallas, cuyas reminiscencias actuales son la Tour des Pins y la Tour de la Babotte.
En el siglo XIII Montpellier alcanzó su mayor apogeo al convertirse en un próspero centro comercial situado entre el norte de Europa y el Mediterráneo. En aquella época perteneció al rey de Aragón y, posteriormente, a los reyes de Mallorca. Fue un reputado centro de aprendizaje, particularmente abierto al pensamiento judío e islámico, por lo que en 1289 las Escuelas de Medicina y Derecho recibieron el reconocimiento como Universidad por parte del Papa Nicolás IV. En el año 1349, Montpellier fue vendido al reino de Francia, pasando a ser la segunda ciudad más importante del reino. En los últimos años de ese siglo, la urbe sufrió sucesivas plagas que causaron la muerte a más de un tercio de la población. Habría que esperar hasta el siglo XV a que la ciudad se recuperase económicamente, gracias al florecimiento del cercano puerto de Lattes y al genio mercantil del tesorero real Jacques Coeur, cuyo nombre aún se honra en Montpellier.
En la década de 1530 el astrónomo Nostradamus, famoso por sus profecías, estudió medicina en Montpellier. Durante el reinado de Enrique IV se estableció en la facultad de medicina un jardín botánico, el más antiguo de Francia. En 1553, el obispo se trasladó aquí en detrimento de Maguelone, lo que ocasionó que se construyera la catedral, hecho que no frenó a los muchos conversos de Montpellier y del sur del país que se convirtieron a la Reforma Protestante. La ciudad, al ser un importante bastión de los hugonotes, como se llamaba a los protestantes franceses, poseía una de las iglesias protestantes más bellas de la época, pero durante las diferentes Guerras de Religión se fueron destruyendo todos los edificios religiosos intramuros, a excepción de la catedral. Tras varios periodos en el que se alternaban la guerra y la paz, en 1622 el rey de Francia Luis XIII supervisó el asedio de la rebelde ciudad protestante (que resistió dos meses de bombardeo) hasta llegar a un acuerdo negociado. Así, se restableció de nuevo el dominio católico sobre la ciudad con la revocación del Edicto de Nantes de 1685.
La fisionomía de Montpellier fue cambiando debido a aquellas guerras, ya que se establecieron plazas donde antes se levantaban iglesias, ello unido a las renovaciones de los siglos XVII y XVIII transformaron la ciudad. La ciudadela construida junto a la ciudad tras el asedio de 1622 tuvo la función de garantizar la lealtad de la ciudad a la corona más que para su propia protección, incluso se construyó el Arco del Triunfo para glorificar la figura del monarca, además como gesto de agradecimiento por haberla convertido en la capital real del Languedoc, lo que ocasionó que aquí se instalase la nobleza, quienes levantaron muchos de los palacios, aquí llamados hôtels, proporcionando una arquitectura distintiva al centro histórico. De esa época son hitos como el Hôtel St Côme, la Promenade du Peyrou y la Place de la Comédie, entre otros.
Durante el siglo XIX, el desarrollo de la vinificación de la región ayudó a impulsar la economía de la ciudad dando lugar a otra ola de renovación urbana. Si bien algunos de esos proyectos nunca se completaron, muchos siguen siendo una parte característica de la ciudad, como el Palais de Justice o el incompleto St Roch. Un brote de filoxera, enfermedad fúngica, en la década de 1890 junto a la expansión de los viñedos en Argelia, hicieron que se destruyera más de un tercio de las vides de la zona. Durante la mayor parte del siglo XX, Montpellier fue una ciudad de provincial sin pretensiones. En la década de 1960, su población aumentó más de un tercio con la llegada masiva de expatriados e inmigrantes de Argelia. Este rápido crecimiento hizo que se crearan proyectos cada vez más lujosos, como el nuevo distrito neoclásico de Antigone. Actualmente Montpellier se ha convertido en un importante centro administrativo, dotado de importantes instalaciones de investigación, universitarias y médicas, además de ser la octava ciudad más grande de Francia.
Montpellier es una ciudad que ofrece al visitante muchas caras, diferentes entre sí, que harán las delicias del turista. Y si bien sus calles ya de por sí merecen un paseo relajado y pausado, la visita al interior de museos y edificios destacados hace que se necesiten, al menos, un día y media.
Dia 1: la primera jornada se debería empezar desde el corazón palpitante de Montpellier, lleno de ambiente y vida y rodeado de edificios interesantes como la Opéra Comédie, la Fontaine des Trois Grâces, etc., estamos hablando de la Place de la Comédie. Desde aquí introducirse al interior de barrio de Écusson es inmediato: calles como Rue de l'Argenterie, la Place Saint-Ravy, la Rue du Bras de Fer, la Place des Martyrs-de-la-Résistance, la Rue Foch, la Rue de la Valfere, etc., etc. y edificios como Hôtel Saint-Côme, la Église Saint-Roch, el Musée du Vieux Montpellier, la Œuvre de la Miséricorde, la capilla Sainte-Foy, la Église Sainte-Anne, etc. etc.
Comentábamos al principio que Montpellier tiene diferentes caras, una ha sido el barrio de Écusson con sus calles estrechas y medievales, la otra sería la Promenade du Peyrou, un espacio amplio que posee elementos tan interesantes como el Arco del Triunfo, la escultura ecuestre de Luis XIV, el Château d’eau o Torre de agua, el Aqueduc Saint-Clément…
Tras comer y beber algo y descansar por la zona, es el momento de visitar la catedral de san Pedro y la anexa Facultad de Medicina que acoge el Jardin des Plantes, el parque botánico más antiguo de toda Francia, el salón de actos, el salón del Consejo, el guardarropa de los profesores, el Museo de Anatomía, el Museo Atger… Tras la visita merece la pena acercarse hasta la Tour des Pins, situado a la espalda de los anteriores edificios.
Dia 2: el segundo día se podría comenzar en una de las zonas verdes más importantes de Montpellier, la Esplanada de Charles de Gaulle que posee también diferentes edificios interesantes, como el Pavillon populaire, el antiguo cine Pathé, el Corum, etc… además de encontrarse muy cerca el Museo Fabre que posee una colección pictórica de cerca de 900 obras y la basílica de Notre Dame des Tables.
Desde aquí nos queda a un tiro de piedra uno de los barrios mas interesantes, con permiso de Écusson, de la ciudad, el Antigone. Este distrito neoclásico, con varios elementos que evoca la antigüedad clásica, fue realizado por Ricardo Bofill, siendo uno de los mayores desarrollos individuales realizados en Francia.
Sinceramente creemos que el atractivo de Montpellier reside en sus calles medievales, en perderse en el distrito de Écusson (el barrio antiguo) y encontrar bonitos rincones. Y eso es lo que hicimos mayormente en esta ciudad: recorrerla y vivirla a través de sus vías. Nos sorprendió la cantidad de palacios que nos íbamos encontrando a nuestro paso, y que aquí reciben el nombre de “hôtel”.
Lo que más nos gustó fue la vida de la place de la Comedie, donde el trasiego de personas es constante, no en vano es uno de los espacios peatonales más grandes de Europa. También nos encantó la catedral, tanto interior como exteriormente, y el sistema hidráulico de la Promenade du Peyrou, con sus acueducto y cisterna, y también el Arco del Triunfo, y muchos rincones más… Como ves, todo lo que nos ha gustado de Montpellier está en la calle, fuera de museos.
Pero de museos también vive el viajero y vamos a destacar dos: el museo Fabre, para quien guste del arte pictórico, y el museo de Anatomía de la Universidad, el cual, aunque nosotros no lo visitamos al estar cerrado por vacaciones en el momento de nuestra visita, sabemos a ciencia cierta que es muy interesante.
En cuanto a la gastronomía, es muy difícil comer mal en Francia, salvo que lo busques, claro está. Aquí las especialidades son el pato, el cordero, los quesos de cabra y oveja, la Cassoulet, dulces como las Grisettes (bolas hechas con una mezcla de azúcar, miel, agua y regaliz) o la tarta de albaricoque, sin olvidar los vinos de la zona, entre otros.
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