El anfiteatro es el monumento más importante de la antigua colonia romana de Arelate, además está considerado como la plaza de toros en activo más antigua del mundo, no en vano fue construido a finales del siglo I d.C., en el marco de las extensiones flavias de la ciudad y poco después de construirse el Coliseo de Roma, del que toma las principales características. En Arlés, como en todo Occidente, el anfiteatro era, desde finales del siglo I a mediados del siglo III, el signo más evidente de romanización.
Aquí ha tenido lugar diferentes acontecimientos a lo largo de los siglos. Así, en el año 255, el emperador Gallo celebró con juegos la victoria de sus ejércitos contra los galos. Constantino I, a principios del siglo IV, hace representar grandes cazas y combates para celebrar el nacimiento de su hijo mayor. El emperador Mayoriano también ofreció en este edificio varios espectáculos. En definitiva, el anfiteatro siguió funcionamiento hasta el final del Imperio Romano.
Gracias a que, durante la Edad Media, a finales del siglo VI, fue convertido en una fortaleza militar, podemos verlo hoy en un excelente estado de conservación. Llama especialmente la atención las torres que se elevan en tres de los cuatro ángulos de la edificación. Originalmente eran cuatro y fueron añadidas en el remate superior del monumento en el siglo XIII (y restauradas a partir del siglo XIX) durante la época en que fue fortaleza militar. Entre ellas, posteriormente, se integraron más de 200 viviendas y dos capillas.
Esta función residencial continuó hasta que tuvo lugar la expropiación comenzada a partir de finales del siglo XVIII y terminada definitivamente hasta el año 1825. Las arenas del anfiteatro volvieron a salir a la luz, inaugurándose en 1830 mediante una fiesta con motivo de la celebración de la toma de Argel con un espectáculo taurino, función que continúa aún hoy (además de teatros y espectáculos musicales) y que le vale el nombre actual de "Las Arenas".
Hablemos de medidas: posee una altitud de 21 metros, tiene un eje principal de 136 metros de largo y otro más pequeño de 107 metros, ocupa una superficie de alrededor de 11.500 m2 (es por tanto un poco más grande que el de su vecino de Nimes), ocupando el puesto 20 de entre todos los del mundo romano. Tiene una capacidad para albergar a cerca de veintiún mil personas, quienes se distribuían en su interior mediante una organizada red de puertas, escaleras y galería en varios pisos.
Exteriormente su fachada presenta dos niveles de arcadas, cuya parte inferior está realizada en estilo dórico, mientras que los superiores presentan el estilo corintio. Una mayor apertura subraya los extremos de los dos ejes de la forma elíptica que tiene este monumento. La entrada principal no se encontraba, como ocurre en la actualidad, en el norte, sino que estaba en el lado oeste. Su interior, en el espacio reservado a los espectadores, la cávea, estaba dividida en 34 gradas, divididas en 4 partes (o maenaiana) donde la sociedad se dividía de acuerdo a su rango social.
Para permitir a los visitantes acceder a los diferentes niveles, se desarrolló un ingenioso dispositivo de galería circulares, pasajes horizontales y escaleras dispuestas de forma alterna. Es particularmente notable la galería exterior de la planta baja, especialmente por sus grandes losas monolíticas. Ésta daba acceso a una galería cubierta de bóveda de medio punto que se abrió en el Maenianum Primum.
De la galería exterior, las escaleras también permitían llegar a la primera planta, desde donde se accedía a la Maenianum secundum imum. Por tanto, este sistema de circulación vertical y horizontal se creó de manera eficiente para poder alcanzar el nivel más alto del edificio. La parte superior de la fachada, actualmente desaparecida, seguía con las terrazas o ático y donde se colocaban unos mástiles fijos utilizados para estirar un toldo (velarium) que protegía a los espectadores del sol y de la lluvia.
La parte central, la arena propiamente dicha, era el lugar donde tenía lugar los juegos y los combates y se encontraba separada de las gradas por el muro del pódium recubierto por grandes losas de piedra. El suelo de la arena estaba dos metros más alto que a día de hoy, encontrándose formado por planchas de madera que descansaban en un talón de piedra que se encontraba en la parte inferior del pódium.
No hay que olvidar que Las Arenas inspiraron a numerosos pintores en la realización de sus obras, de las que probablemente la más célebre sea la de Vincent van Gogh en 1888, que representa al público acudiendo a una corrida de toros en el anfiteatro. Este monumento fue igualmente fotografiado en los años cincuenta del siglo XIX por Édouard Baldus en el marco de la Mission héliographique y por Dominique Roman hacia 1860.
Al este del anfiteatro, junto a una plaza llena de coches aparcados, se encuentra la iglesia de Notre Dame la Major de Arlés. Se trata de una de las más antiguas de la cuidad, ya que el edificio original se construyó allá por el año 452 sobre el lugar que ocupaba un antiguo templo romano, como lo atestigua un altar que se encontró aquí y que ahora se expone en el Museo Departamental del Arlés Antiguo.
El templo que vemos actualmente fue construido entre los siglos XII y XVII en estilo romano-gótica. Desde entonces y a lo largo de los años ha sufrido muchos cambios y restauraciones, como la adición de un campanario, una nueva fachada, la añadidura de una estructura piramidal coronada por una Virgen María, o incluso las importantes obras que tuvieron lugar tras haber sufrido un bombardeo en 1944. A pesar de los múltiples cambios que ha sufrido, la iglesia conserva en su interior su distribución en tres naves, las cuales se encuentran cubiertas por una bóveda de cañón sostenida por arcos.
El ábside semicircular estaba decorado con ocho columnas de basalto y pórfido, actualmente desaparecidas. Las capillas laterales son de estilo gótico que datan del siglo XVI. En cuanto al mobiliario, destacan un púlpito de mármol del siglo XVIII y un altar de madera dorada proveniente de la iglesia de san Blas. Además, podemos ver varias esculturas también de mármol del siglo XIX y en el retablo del coro tres pinturas del siglo XVIII que representan la Anunciación, la Visitación y la Presentación en el Templo.
De nuevo en el exterior, justo detrás del ábside, y si nos encontramos en la calle contigua, podemos apreciar los restos del muro del antiguo castro romano del siglo I, aunque restaurados durante el siglo XIII, el que se encuentra conformado por grandes bloques de piedra.
Recomendamos una vez visitado el interior de la iglesia, ir al mirador situado a unos pocos metros al norte, desde él se obtendrá bonitas vistas sobre el Ródano y la ciudad. Para una mejor comprensión del entorno que vemos, existe un panel muy útil donde reconoceremos los más importantes edificios que vemos en el horizonte.
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