Merece mucho la pena, antes de acceder al interior del Museo de Arqueología de Cataluña- Monestir de Sant Pere de Galligants, dar un paseo por las inmediaciones más próximas al mismo. Así, el primer espacio importante que nos encontramos es la Plaça dels Jurats que posee ese aire medieval que le ha valido ser escenario de una de las escenas de la famosa serie Juego de Tronos, en la que Arya Stark se encuentra mirando una actuación teatral, curiosamente hoy en día el espacio también se utiliza para conciertos y representaciones de obras de teatro. Esta plaza está presidida por el edifico de la Escuela de Música Moderna, en el que destaca su porche formado por dos grandes arcadas.
Desde aquí una escalera va hacia el Paseo Arqueológico (que lo recorreremos después, tras terminar la visita al interior del museo) por un lado y por el otro, un puente sobre el río Galligants comunica esta plaza con el museo de Arqueología. Por cierto, aquel puente también fue usado como escenario para Juego de Tronos, cuando en la cinta el entorno se convirtió en Braavos y sobre él permanecía Arya Stark mientras mira la enorme escultura que da entrada al puerto de la ciudad ficticia.
Tras atravesar aquel puente llegamos hasta la sede en Gerona del Museo de Arqueología de Cataluña, el cual acoge las piezas, desde la prehistoria hasta la Edad Media, halladas en diferentes excavaciones de varios yacimientos arqueológicos de la provincia de Gerona. El origen del museo hay que buscarlo allá por el año 1846, cuando existía el Museo Provincial de Antigüedades y Bellas Artes, por tanto, es uno de los más antiguos de la comunidad autónoma catalana.
A lo largo de los años, la colección se cobijó en diferentes ubicaciones, hasta que finalmente, en 1857, se instaló el en edificio actual: el monasterio de Sant Pere de Galligants, compuesto por su iglesia y su claustro románico. Se trata de una de las construcciones más notables del periodo románico en Cataluña del siglo XII. Aunque no se conoce la fecha de su fundación, la comunidad benedictina ya se mencionaba en la primera mitad del siglo X, en el testamento de Ermengarda. En el año 1836, durante la época de la desamortización, el monasterio fue abandonado por los monjes.
La iglesia actual comenzó a construirse hacia el año 1131, bajo el patrocinio de Ramon Berenguer III. Posee planta basilical de tres naves y crucero con cuatro ábsides, uno de los cuales, en el lado del campanario, está orientado al este. Los dos ábsides de dimensiones inferiores situados al otro lado del crucero, cuentan en su parte interior con capiteles atribuido al taller del maestro de Cabestany en los que se representan el martirio de un santo, quizás san Juan.
El campanario es el único elemento e la cabecera que conserva su decoración lombarda, aunque está muy reconstruida. Esta torre cuenta con una planta octogonal de dos pisos con ventanas geminadas, y en cuya base están adosadas medias torres. En el piso inferior del campanario, correspondiente al bazo norte del transepto, se abren dos ábsides semicirculares, en los que se abren ventanas de medio punto, una de las cuales conserva su decoración externa consistente en un motivo escultórico con forma de cuerda y una flor de ocho pétalos. En el ábside principal también hay tres ventanas, la central conserva parte de su decoración original.
A lo largo de los siglos el edificio fue muy modificado y dañado, como las destrucciones que sufrió durante el asedio de las tropas de Felipe el Atrevida a finales del siglo XIII, o las crecidas del río Galligants durante los siglos XVI y XVII, o los especialmente daños ocurridos durante la Guerra del Francés que lo dejó en prácticamente en estado de ruina. Desde 1835 fue cuartel de la Guardia Civil hasta el año 1870, momento en que volvió a ser museo, añadiéndose dos plantas nuevas en el lado este del claustro. Actualmente vemos el resultado de las obras de restauración realizadas durante los años sesenta del siglo XX. Nos fijamos en la fachada principal donde destaca la portada y el gran rosetón situado encima.
La puerta de acceso está conformada por cinco arquivoltas de medio punto apoyadas en columnas, las cuales tienen capiteles decorados con formas vegetales y zoomórficas, como águilas, cabra, toro, etc., también se ven figuras humanas como el de un hombre que se coge la barba con manos. Por su parte las arquivoltas están decoradas con motivos vegetales y geométricos, aunque también vemos algún animal. A la izquierda de la puerta, incrustado en el muro, vemos un sarcófago gótico, el otro elemento escultórico de la fachada es el rosetón, diseñado con dos círculos a modo de arquivoltas. En la absidiola del lado norte del transepto podemos ver de cerca este rosetón gracias a una reproducción colocada ahí.
Ya en el interior se nos abre la nave principal de la iglesia, compuesta por una bóveda de cañón reforzada por arcos fajones apoyados en columnas adosadas y divida en tres naves, la central es más alta que las laterales. Los capiteles están esculpidos con diferentes ornamentaciones con temas vegetales, formas zoomórficas, humanas, monstruos, etc.… Aquí empieza la colección que se reparte en cuatro ámbitos o espacios expositivos: Prehistoria, Edad de los Metales, las colonizaciones y época ibérica, y el mundo romano.
En la sección de la Prehistoria se habla de la actividad humana desde su aparición, pasando por el Paleolítico y Neolítico, hasta la Edad de los Metales. La Edad de los Metales comienza con la introducción de la metalurgia y el descubrimiento del cobre. La Edad del Bronce (2200-1800 a. C.) se inició con el empleo de la aleación del cobre y estaño. Durante el Bronce Final (1200 – 700 a.C.) se intensifica el uso del bronce, además de aumentar las aldeas y las prácticas agrícolas y ganaderas. Al final de la etapa se comenzó a dominar la producción de un nuevo metal: el hierro.
En las colonizaciones y la época ibérica se habla de los contactos de los diversos pueblos mediterráneos, fenicios, púnicos, griegos y etruscos tuvieron con poblaciones costera de la península Ibérica durante el siglo VII a.C. Durante ese mismo siglo se produce una evolución de las poblaciones indígenas de la Edad del Bronce que conducirá a la formación de la cultura ibérica que presenta rasgos característicos comunes: urbanismo, escritura, utilización del torno de alfarero, estamentos sociales, etc. En el mundo romano se habla, mediante la exposición de diferentes piezas, del paso del mundo ibérico al romano, que en Gerona se efectuó a partir del año 218 a.C. Los nuevos gustos se reflejan en los diferentes objetos expuesto, además de una nueva religiosidad mostrada en amuletos y representaciones de dioses y mitos.
Por su parte, el claustro es de pequeñas dimensiones con una planta rectangular. Aquí destacan varios de sus capiteles que presentan diferentes estilos ornamentales, sobre todo, geométricos, vegetales, zoomórficos, etc., y en los que se representan escenas del Nuevo Testamento. Finalizada la visita del interior de este museo, vamos de nuevo a la calle, donde encontramos, justo enfrente del mismo, la capilla románica de Sant Nicolau datada en el siglo XII. Fue la capilla gremial de los curtidores que trabajaban en esta zona. Originalmente contaba con una planta central cuadrada con cuatro ábsides semicirculares y cubierta con una cúpula octogonal. En el siglo XIII se construyó una nave con bóveda de cañón que sustituyó al ábside occidental, dándole el aspecto que vemos actualmente.
Nos disponemos ahora a pasear por el cercano Passeig Arqueològic que constituye uno más de los atractivos de Gerona y un excelente complemento a la visita al Museo de Arqueología. Su trazado discurre siguiente la muralla carolingia y las torres medievales de la zona norte del antiguo recinto amurallado de la ciudad, más concretamente en la vertiente que da al río Galligants. Durante el paseo nos toparemos, no sólo con el lienzo de la muralla, sino también con los monumentos más importantes de la ciudad, situados a muy poco pasos: a medio camino está la catedral, a sus pies el ya visto Museo Arqueológico, los baños árabes, etc., hasta llegar al arco de Sobreportes y la iglesia de Sant Lluc y, subiendo la colina, hasta la torre Gironella.
La propuesta de un paseo arqueológico, a pesar de haberse construido a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX, ya la presentó Rafael Masó, quien, como concejal, y con el criterio moderno de respeto a la trama urbana y a la conservación de los valores históricos y arqueológicos de la zona, promovió el 28 de noviembre de 1930 la propuesta de estudio de un paseo arqueológico, que realizara el recorrido del perímetro de la muralla carolingia de la ciudad, desde la plaza de las Sarraïnes hasta el portal de Sant Cristòfol y la Torre Gironella. Así, este paseo fue inaugurado en 1961 en la calle de Sacsimor, el punto de acceso al Paseo, con la presencia de los arquitectos del proyecto Pons Sorolla, Gordillo y De Ribot.
Más tarde, ya en democracia, en el año 1979 se continuaron las obras respetando más, a diferencia de las obras anteriormente efectuadas, los principios y propuestas iniciales de Rafael Masó y los criterios de simplicidad que los caracterizaba, es decir, austeridad de la intervención y predominio del tratamiento vegetal y paisajístico para reforzar el valor de los monumentos y del perímetro amurallado. Entre 1983 y 2003 se continuó el paseo arqueológico con sucesivas intervenciones en las murallas y el convento de la Mercè, con proyectos de los arquitectos Joan Tarrús, Jordi Bosch y Santi Vives, así como en el mismo paseo, proyectado por los arquitectos Jeroni Moner y Josep Zazurca, que se ejecutó entre los años 1990 y 1995.
Copyright© 2018 ESTurismo.