CARTAGENA

Y LA CRIPTA DE LA DESAPARECIDA ERMITA DE SAN JOSÉ


Este yacimiento se sitúa en la ladera sur del monte de San José o, según la denominación romana, de Alétes. Estamos ante los restos de la primera muralla que rodeó la antigua ciudad de Quart-Hadast, actual Cartagena, levantada por los cartagineses en el siglo III a.C., coincidiendo con la fundación de la urbe por el general Asdrúbal en el año 227 a.C., que más tarde se convertiría en la capital de los territorios hispanos bajo dominio cartaginés.

Pero antes de acceder a su interior vamos a detenernos en el edificio que protege los restos, ya que se construyó para recrear la forma, altura y dimensiones con que contó la muralla original. De esta manera el visitante podrá hacerse una idea exacta de qué sentían sus primeros moradores recorriendo la muralla por su parte más elevada.

Una vez en el interior comenzamos el recorrido viendo un audiovisual que hará que entendamos mejor lo que vamos a ver situándonos en el contexto histórico de la muralla, mediante un cortometraje en el que se recrea Quart-Hadast y las Guerras Púnicas. Después pasamos por una sala de exposición con paneles y fotos en los que se cuenta la evolución de los pueblos del Mediterráneo y de Cartagena en época púnica. En esta sala hay un mirador oval que nos permite obtener la primera panorámica, vista desde arriba, de la cripta.

Así pues, nos dirigimos hacia ella bajando unas escaleras. Se trata de la cripta (siglos XVII-XVIII) de la desaparecida ermita de San José, datada en los siglos XVI-XIX. Como curiosidad señalar que los restos de la muralla púnica aparecieron por casualidad cuando se estaba buscando los restos de la ermita.

Los cofrades de San José fueron enterrados en ataúdes de madera dentro de los 110 nichos que se sitúan alrededor de la pared. Una vez llevados a cabo los enterramientos se enlució toda la pared tapando los nichos funerarios y se decoró con pinturas, en un primer momento se realizaron trazos negros delimitando la forma de cada nicho y en un segundo momento se realizó una decoración pictórica cuya temática es la "Danza de la muerte", que nos recuerda la fugacidad de la vida y la victoria de la muerte sobre los poderes temporales, como podemos ver en el dibujo en que un esqueleto pisa una bandera con una corona real y una tiara pontificia.

Este tipo de criptas tenía la función de facilitar a los componentes de la confradía el tránsito al Mas Allá. Para ello los miembros pagaban unas cuotas con la finalidad de que, una vez fallecido, la cofradía se encargaba de su sepultura y de las misas. En los primeros años del siglo XIX desaparecería la práctica de enterrar intramuros de las iglesias, y por tanto en las criptas. A pesar de ello la iglesia siguió funcionando hasta que un terremoto en el año 1829 la destruiría.

Abandonamos la cripta y nos dirigimos ahora a los restos de la muralla púnica, especialmente importantes al ser unos de los pocos vestigios de la civilización cartaginesa en la península Ibérica. Se alzaba en la zona que se encuentra entre el monte de San José y el de Despeñaperros, ocupando una extensión de 1200 metros cuadrados aproximadamente. En esta zona, según Polibio, se ubicaba el istmo, único punto de acceso a la ciudad desde tierra, donde también se situaría la puerta de entrada.

La muralla se construyó según modelos de fortificaciones helenísticas, compuesta por dos muros paralelos construidos con bloques de arenisca en el paramento exterior, y arenisca y adobe en el interior. Según parece, todo iría enlucido con estuco blanco para ocultar a la vista las imperfecciones, haciéndolas más resistentes al uso y darle una apariencia más noble.

Entre ambos muros se disponían las estancias inferiores que eran usadas como establos y lugar de alojamiento de los soldados que custodiaban la muralla. La parte superior de esas estancias poseía una cubierta entre las dos murallas sustentadas por muros interiores y gruesas vigas de madera. De esta manera se obtenía en los niveles superiores un amplio espacio donde realizar de manera más efectiva la defensa de la ciudad.

Originariamente los muros tenían una separación entre ambos de 6 metros y poseían una altura de 10 metros. El lienzo exterior de la muralla posee en la actualidad una longitud de 15 metros, mientras el interno posee 30 metros, mientras que, con respecto a la altura, algunos tramos llegan a los 3,20 metros.

Volvemos a la parte superior donde en seis vitrinas se exponen las piezas halladas en las excavaciones del lugar, entre ellas destacan fíbulas ibéricas, un exvoto cartaginés, monedas púnicas y romanas, y los ajuares funerarios, compuestos de medallas de santos, cruces y anillos, con los que los cuerpos eran enterrados en la cripta.

Y así terminamos la visita a este importante yacimiento. Una vez en el exterior debemos destacar la Casa de la Misericordia, antiguo convento de San Diego desamortizado en el año 1839 y convertido por el ayuntamiento en una institución benéfica dedicada al cuidado de los niños desamparados. En 1929 se le encarga la construcción de un nuevo edificio al ya anciano Victor Beltrí.

Durante los años 80 del siglo XX se produjo una intervención que desfiguró por completo la fisonomía del patio y su entrada principal quedó aislada en medio de la calle. Actualmente el edificio está restaurado y la Universidad Politécnica de Cartagena ocupa el centro y el ala este, mientras que el ala oeste alberga la concejalía de Servicios Sociales y el de la Mujer.

Pulsar para invitarme a un café