Situado en la calle Caballero, muy cerca de la Casa de la Fortuna, se encuentra este yacimiento arqueológico que alberga los restos de lo que parece ser la sede colegial de los augustales, que rendían culto al emperador Octavio Augusto, datado en el siglo I d.C. Pero además también, debido a su situación próxima, se exponen restos procedentes del antiguo foro que era el centro neurálgico de la ciudad romana. La visita siempre es guiada y para poder realizarla es necesario preguntar en la Casa de la Fortuna, donde te indicarán el horario. Esto es muy importante, puesto que el yacimiento permanece cerrado excepto para las personas que hayan manifestado su deseo de visitarlo previamente en la Casa de la Fortuna.
La primera zona, al entrar a la izquierda, es un área expositiva que mediante dibujos y objetos se explica la localización y la función del foro. Aquí se encontraban los edificios más importantes de la ciudad, desde el punto de vista político, administrativo, religioso y comercial, destacando los templos dedicados a la triada capitolina y la curia. Entre las piezas expuestas en las vitrinas destaca el pie de una estatua togada con los calceus patricii (posiblemente representaba al emperador Augusto), fragmentos de mármol, algunos fragmentos de cornisas, columnas y estucos con decoración vegetal.
Nos dirigimos ahora al templo en sí, pero antes nos detenemos para observar algunos restos de una calzada y de una alcantarilla. La segunda zona es el templo del Augusteum, que estaba precedido por un patio de entrada. A principios del siglo I d.C. la figura del emperador se identificó con la divinidad, por ello se empezó a rendir culto en muchas provincias del Imperio, creándose en las principales ciudades cofradía religiosas que se dedicaban a practicar ese culto y a engrandecer la figura de los Augustos. Todo ello, en verdad, era una excusa que escondía los verdaderos intereses del César que pretendían asentar ideológicamente su régimen político.
Probablemente este templo se encontraba en la esquina nororiental del foro. Estaba precedido por un patio de entrada o espacio sagrado pavimentado con losas calizas sobre mortero del que sólo han llegado a nuestros días una pequeña parte de su límite oriental. Este patio estaría rodeado de un pórtico de columnata corintia desde el que, seguramente, se podría ver el porche adelantado y flaqueado por dos estancias estrechas y alargadas terminadas en dos pequeños ninfeos semicirculares cubiertos por una media cúpula a pechina, albergando en su interior una fuente.
Gracias a algunas monedas se puede saber que el templo poseía un pórtico tetrástilo (de cuatro columnas) elevada sobre una escalinata de tres escalones. Actualmente se conservan los vestigios de los basamentos incrustados en la argamasa o el hueco dejado en la misma por algunas de esas cuatro columnas.
En el suelo de esa estancia porticada o pronaos podemos ver en la actualidad gran parte del enlosado original consistente en placas cuadradas blancas y negras alternadas. En el lugar donde no se hallan losas se ven sus huellas dejadas en el mortero de preparación. En el centro del pavimento se distingue un cuadrado donde el mortero aparece más deteriorado y que podría corresponder con un elemento que se alzaría en ese mismo lugar, como un altar.
Al fondo de la estancia porticada o pronaos se sitúa el aula central del culto, donde estaba, en el muro del fondo, un nicho semicircular de 2,70 metros con la imagen del emperador Octavio Augusto. Parece ser la sala más importante del edificio como así lo demuestra su situación en el templo y la calidad de construcción, destacando las losas rectangulares de mármol vetado de su pavimento. Por otro lado, el nicho semicircular estaba revestido con mármoles y se podía acceder a su interior desde estrechos pasillos laterales.
El conjunto monumental se completa con otras habitaciones secundarias de servicio: dos de ellas eran estrechos pasillos a los que se accedía a través de unas puertas semiocultas junto a los ninfeos, otras dos estancias cuadrangulares (ocupando las esquinas NE y SE del conjunto) estaban abiertas por umbrales a la calzada oriental.
El templo de los augustales queda flanqueado en su lado occidental por otra construcción romana del siglo II d.C. de planta basilical con columnas de arenisca pintadas de rojo y basas de caliza de color azul.
Como curiosidad, en este lado, podemos comparar el muro del templo, como decimos levantado en el siglo I d.C. y otro construido más de mil quinientos años después, en el siglo XVIII por Felipe V y podemos comprobar que el muro romano se ha mantenido mucho mejor que el otro, más contemporáneo, mandado construir por Felipe V.
La última zona de la exposición hace un recorrido por elementos ornamentales y decorativos de la ciudad imperial, albergando objetos como monedas y varios utensilios.
Entre ellos nos llama la atención un amuleto antropomorfo con un falo que, mediante un cordel, se colgaba alrededor del cuello para evitar el mal de ojo. Del mismo modo se encuentra un falo pintado en estuco, símbolo de buena suerte.
También destacan los fragmentos de mármol pertenecientes a esculturas encontradas en el foro. Y, por último, también sobresalen especialmente en esta parte las antefijas, elementos ornamentales que se encontraban en el remate del tejado del patio de acceso del templo del Augusteum. Éstos estaban decorados con diferentes motivos, los que vemos en esta vitrina representan unas máscaras teatrales.
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