El origen de la catedral hay que buscarlo en tiempos del primer obispo de la ciudad, san Segundo, hacia el año 63 d.C. Tras la ocupación musulmana y la posterior reconquista por Alfonso VI, a finales del siglo XI, se ideó el primer templo dedicado a san Salvador. El actual edificio de la Catedral de Ávila se comenzó a construir sobre aquella iglesia anterior hacia el año 1172, cuyas obras son atribuidas al Maestro Fruchel. Su aspecto exterior de fortaleza presenta decoraciones según los cánones del románico cisterciense, aunque al prolongarse las obras durante más de trescientos años, hizo que el estilo gótico dominara su decoración, lo que la convierte en la primera catedral en utilizar este estilo en Castilla.
Las intervenciones más destacables sobre el edificio de la catedral tuvieron lugar a finales del siglo XV y mediados del XVI, en que cambió radicalmente su fisionomía: se trasladó la portada occidental al lado norte, realizándose una nueva entrada en el espacio liberado, así como la construcción de un nuevo coro en el centro de la nave para destruir el que estaba en el Altar Mayor, derribándose la tribuna románica sobre la girola para dar mayor luminosidad al espacio de la cabecera. Todo ese proceso dio como resultado un templo de 85 metros de largo por 42,5 de ancho. Aquí se aúnan diferentes estilos e influencias, siendo el conjunto exterior sobrio, mientras que el interior presenta una ligereza gótica con toques renacentistas.
La Puerta Occidental, actual acceso principal al templo, no es original, sino que fue rehecha en el siglo XVII, presentando una mezcla de estilos y elementos superpuestos. El portón está compuesto por un arco de medio punto sobre el que se sitúa un pequeño tímpano en el que se representa la escena del Martirio de san Segundo. En las jambas vemos dos esculturas o salvajes que custodian la entrada al templo, conocidos popularmente como Gog y Magog, constituyendo una de las muchas curiosidades de la Catedral.
El conjunto está coronado por un remate de piedra blanca del siglo XVIII realizado por el arquitecto Ceferino Enríquez de la Serna, compuesto por esculturas de algunos de los santos locales como santa Teresa, san Segundo y los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta. La imagen central corresponde con el Salvador, bajo el cual se encuentra el escudo catedralicio y la estatua de san Miguel Arcángel.
Por su parte, la Puerta de los Apóstoles o Puerta Norte fue realizada a finales del siglo XII o principios del siglo XIV. Hasta el año 1470 se situaba entre dos torres, pero fue recolocada en el emplazamiento actual por el arquitecto Juan Guas. En el tímpano se representa el tema del Juicio Final, la Última Cena y el Lavatorio, mientras que las jambas contiene las esculturas de tratamiento alargado (característica del gótico francés) que representan al colegio apostólico.
El conjunto está rematado por cinco arquivoltas con escenas que hacen alusión a la resurrección de los muertos, la condena de los pecadores y a los Ancianos del Apocalipsis. En las enjutas del arco se representa el tema de la Anunciación, en la que aparecen san Gabriel y la Virgen. Finalmente, todo el conjunto está coronado por un arco carpanel en el que se encuentra el Salvador, el cual procede del parteluz de la primitiva portada.
Incrustado en la muralla de Ávila, como un torreón más, se encuentra la cabecera del templo, conocido como el Cimorro, cuyo claro carácter de fortaleza le otorga el sobrenombre de Fortior Abulensis. Una de sus características es la piedra arenisca ferruginosa utilizada en este espacio, denominada Piedra Sangrante, por el óxido de hierro que presenta.
Ya en el interior, la esbeltez de la nave central asegura la luz para sus tres naves y doble girola gracias a sus vidrieras, las cuales siguen una evolución paralela a la del resto de la construcción, siendo los de mayor importancia los que corresponden con la girola, la capilla mayor, el presbiterio y el crucero, datadas todas ellas entre los siglos XV y XVI, aunque la vidriera central superior de la capilla mayor data del siglo XIV. Volvemos a bajar la mirada hacia la nave, en cuyo centro se sitúa el coro. Pero lo primero que vemos es el trascoro, pieza renacentista que está dividida en tres calles mediante pilastras, en las que se representan de izquierda a derecha: la presentación en el templo, la Adoración de los Reyes y la matanza de los Inocentes. En las entrecalles podemos ver escenas del abrazo de san Joaquín y santa Ana y la Visitación, mientras que en el formato vertical aparece Jesús entre los Doctores y la Huida a Egipto. Rematando el conjunto vemos a los profetas sentados, sobre los que se encuentra, en el centro, la figura del Padre Eterno.
Originalmente, el coro se concibió en la capilla mayor, pero la tradición renacentista española de situarlo en el cuerpo de la nave, hizo que el cabildo sustituyera el original del siglo XIV por el que vemos actualmente, cuya sillería se comenzó a realizar en madera de nogal en el año 1536, según bocetos de Cornelius de Holanda. En el traslado del coro participaron, entre otros, y desde 1527, Juan Rodríguez y Lucas Giraldo, ya que hubo que realizar tribunas para los órganos y el cerramiento exterior de la sillería.
En definitiva, el coro es una pieza renacentista con dos órdenes de asientos. En los respaldos de la primera fila se representan, mediante medio relieve, las vidas de algunos santos, cubiertos por una cornisa ornamentada. En la parte superior vemos figuras monstruosas y fantásticas, además de la representación de los Apóstoles en la parte central, todas esas figuras son atribuidas a Isidro de Villoldo. Sobre la silla episcopal, en el centro, se encuentra la escultura policromada del primer obispo, san Segundo. Finalmente, destacar la rejería que cierra el conjunto, colocada aquí en el año 1760.
En la Capilla Mayor destaca su retablo, obra maestra de la pintura abulense, iniciado por el pintor Pedro Berruguete en 1499, quien realizó las trazas generales, así como el cuerpo inferior, las dos tablas de la parte superior izquierda y, antes de morir en 1503, comenzó las tablas de la Anunciación y la Crucifixión, que fueron terminadas por Santa Cruz. A la muerte de este último en 1508, le siguió Juan de Borgoña quien terminó el conjunto en 1512 en estilo cuatrocentista, frente al estilo gótico y flamenco de los anteriores pintores. Borgoña realizó las escenas de la Presentación, el Descenso de Cristo a los infiernos, el Nacimiento y la Anunciación. Por su parte, el marco de madera dorada que acoge las tablas fue comenzado por el Maestro Roldán, también en 1499, y fue terminado por Vasco de la Zarza en el 1508.
La girola es la parte más primitiva del templo, cuyo diseño fue realizado por Fruchel, Está compuesto por un doble deambulatorio separado por finas columnas que a su vez dividen las nueve capillas semicirculares del entorno, distribución, por otra parte, adoptada en las reformas del siglo XV. Aquí destacan los capiteles originales de la primera época constructiva, con escenas bíblicas y representaciones de animales fantásticos. En la zona interna de la girola, en el trasaltar, vemos el sepulcro renacentista del obispo Alonso Tostado y Ribera, más conocido como El Tostado, trabajado a modo de retablo pétreo por el escultor Vasco de la Zarza en 1518, considerándose el cuerpo central como una de las obras magnas de la escultura renacentista en España.
Las capillas que vemos en la Catedral son: la capilla de la Virgen de la Piedad o de los Dolores del siglo XVI, la capilla de la Concepción del XVI, la capilla de san Pedro que fue trasladada hasta aquí en el siglo XV, la capilla de san Antolín cuyo retablo es del 1551, la capilla de san Rafael (antigua capilla de san Vidal) con un retablo del siglo XVIII y una reja del XVI, la capilla del Sagrado Corazón (antigua capilla de los Velada) cuya fundación se remonta al 1603, capilla de san Nicolás, capilla de Santiago, capilla de Nuestra Señora de la Gracia con un retablo de 1496, capilla de san Juan Evangelista, capilla de san Segundo terminada en 1615, capilla de santa Teresa (antigua capilla de san Blas) y la capilla de san Ildefonso con un retablo del siglo XV.
Con la entrada a la catedral también podremos visitar el Museo Catedralicio, al cual se accede desde la primera capilla de la girola en la que se abre una puerta al estilo hispanoflamenco que conduce hasta la sacristía (estancia abovedada en estilo cisterciense). Nada más atravesar la puerta desembocamos en una dependencia de referencias románicas, relacionada con la primitiva catedral. Después llegamos, tras atravesar una portada plateresca, a la antesacristía o sacristía de los Beneficiados, una construcción del siglo XIV, donde destaca una cajonería del siglo XVI atribuida a Cornelius de Holanda y un retablo del siglo XVI, en la que se muestra en sus tablas inferiores la prisión y liberación de san Pedro, coronado por otra tabla con el santo apóstol vestido de pontifical.
Le sigue la sacristía principal, conocida como capilla de san Bernabé, que sirvió de Sala Capitular. Esta sala, cuadrada y cubierta por una bóveda octogonal, está decorada en los testeros de las paredes con diferentes grupos escultóricos que representan escenas de la Pasión de Cristo, realizados hacia el 1555 por Isidro de Villoldo, Juan Frías y Pedro de Salamanca. Un retablo de alabastro, realizado también por Villoldo junto con Frías, completa el mensaje pasional con la Flagelación y Cristo Ecce Homo, además de los relieves de san Bernabé, san Andrés y san Pablo junto a las Virtudes Cardinales. Este espacio es importante, no sólo desde el plano artístico, sino también en el histórico, puesto que aquí se reunieron los nobles castellanos para proclamar la Farsa de Ávila en 1465 contra Enrique IV, o cuando se reunieron los Comuneros de Castilla para unificar criterios de cara a la Junta de Ávila de agosto e 1520.
Estamos inmersos de pleno en el Museo Catedralicio que ocupa la Sala Capitular, la Capilla del Cardenal, la Sala de la Pasión y la de los Cantorales. La Sala Capitular se construyó en el siglo XVIII, ante la necesidad de convertir la ya vista capilla de san Bartolomé en sacristía, cuya obra fue ejecutada por Alberto de Churriguera. Tras su construcción, se planeó levantar un altar y un retablo para acoger la talla de la Inmaculada, la cual aun puede verse hoy en día presidiendo el conjunto.
Junto a la Inmaculada se encuentran las tallas flamencas de los bustos relicarios de santa Emerenciana y santa Eufemia, realizados a principios del siglo XVI para representar a las dos santas ligadas al martirio de santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes. En esa misma vitrina se puede ver otro relicario con el Apóstol Santiago y dos peregrinos realizados en azabache a principios del siglo XVI, y la talla barroca de san Vidal, realizada en el siglo XVIII.
El espacio central de esta sala está ocupado por una vitrina que contiene algunos ejemplos de casullas pontificales ricamente bordadas, capas pluviales hechas entre los siglos XVI y XVIII y dos dalmáticas moriscas del siglo XV. También merecen atención las pinturas que cuelgan de las paredes, entre ellas destaca la tabla románica del siglo XII en la que se representa a san Pablo, una de las pinturas más antiguas del museo que procede del cenotafio de la basílica de san Vicente, o el lienzo donde se ve a san Juan de Dios con un ángel, relacionado con la escuela de Murillo, o la pintura de san Jerónimo que se encuentra traduciendo la Vulgata, relacionado con los discípulos de José de Ribera.
Pero la sala principal del museo corresponde con la gótica Capilla del Cardenal, mandado construir por el arzobispo Quiroga en el 1490. La estancia se encuentra cubierta por bóvedas de crucería y es iluminada por la luz externa que entra por sus dos vidrieras renacentistas. Asimismo, es la capilla funeraria del cardenal Francisco Dávila y de Garcibáñez de Mújica, cuyo retrato, realizado por el Greco entre 1604 y 1614, preside la sepultura. El centro de la sala lo ocupa una Custodia Procesional de plata realizado en 1571 por Juan de Atarfe. Entre las muestras pictóricas destaca un gran lienzo en el que se representa a Francisco de Asís realizado por Bartolomé Román, discípulo de Velázquez. También destaca la Madonna de Lorette, una imagen de la Sagrada Familia, relacionado con alguno de los discípulos de Rafael Sanzio, como Giulio Romano o Giafrancesco Penni. En cuanto a la escultura, este espacio expositivo cuenta con seis Crucificados de marfil, entre los que destaca uno románico del siglo XII y otro barroco del siglo XVIII. Las tallas en madera más importantes son dos Vírgenes con el Niño del siglo XIII y un sarcófago de madera de nogal del siglo XVIII.
La siguiente, la sala de la Pasión, alojaba antiguamente una Custodia Procesional de Juan de Arfe además de haber servido como Archivo Catedralicio. Su nombre actual se debe a la temática de las piezas que expone, como el Calvario que preside el espacio, compuesto por tres esculturas: las de un Cristo crucificado, un san Juan y una Virgen, realizados en 1550 por el escultor renacentista castellano Pedro de Salamanca. Del escultor Vasco de la Zarza se muestra una Santa Faz de alabastro del año 1512. De las piezas pictóricas destacan un Ecce Homo realizado en el siglo XVI por Luis de Morales “el Divino”, una Virgen Dolorosa ligada a la escuela de Tiziano, o una Piedad realizada a principios del siglo XV. Finalmente, en la Sala de los Cantorales se exponen un total de seis cantorales miniados del siglo XV, realizados en pergamino por Juan de Carrión.
Y para finalizar la visita al interior de la Catedral vamos a realizar un recorrido por el claustro, cuya construcción comenzó en el siglo XIV en estilo gótico y rematado en el XVI con una crestería renacentista de granito, realizada por los maestros Mateo, Pedro de Viñegra y Vasco de la Zarza.
Las galerías interiores están cubiertas por bóvedas de crucería, las cuales se abre al patio mediante grandes ventanales propios del estilo gótico, aunque en su mayor parte son resultados de las restauraciones llevadas a cabo en el año 1980. Al claustro se abren tres capillas: la de las Cuevas, fundada en 1540 por el Arcediano Daza; la de la Virgen o la Mayor en la que en su origen acogía una talla de María y el Niño que se encuentra hoy en día en el lado derecho del Altar Mayor; y la del Crucifijo, fundada por el Canónigo Anaya en el año 1580 , cuyo nombre provine de la cruz del siglo XVI que contiene.
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