Los restos arqueológico vieron la luz en el año 1985, tras adquirir esos terrenos la Basílica de la ciudad con el fin de ampliar el templo. Enseguida empezaron a salir los primeros restos arqueológicos, por lo que dicho proyecto no pudo llevarse a cabo y se tuvieron que paralizar las obras para las intervenciones arqueológicas. Una vez constatada la importancia de las mismas, el ayuntamiento compró los terrenos y tras 20 años de estudios y excavaciones (desde 1985 a 2005), el conjunto se puso en valor tras ser convertido en Centro Arqueológico de la Almoina, inaugurado en 2007.
En una superficie que ocupa 2500 metros cuadrados, se han encontrado diferentes edificios que forman un compendio de la evolución urbana de Valencia desde su fundación en el año 138 a.C. hasta épocas de Jaime I, gracias a la superposición de construcciones que arrasan y, paradójicamente, conservan a las inferiores. Así veremos restos de la primera ciudad romana, tanto de época republicana como imperial, además de restos visigodos, islámicos y de la Baja Edad Media (siglo XIV). Esa abundancia y superposición de los diferentes edificios de distintas épocas, puede resultar un problema a la hora de que el visitante entienda estas excavaciones, objetivo que se hace más sencillo gracias a la instalación de modernos medios visuales con que cuenta el complejo.(HORARIO: Lunes a sábados de 9:30h a 19:00h; Domingos y festivos de 9:30h a 15:00h: Cerrado: 1 y 6 de enero, 1 de mayo y 25 de diciembre).
Pero además de los edificios monumentales, aquí se han hallado restos de inscripciones, elementos arquitectónicos sueltos, más de 1000 monedas y más de 500 piezas cerámicas de categoría expositiva, junto a una inmensa documentación técnica, que representa una buena parte de los fondos arqueológicos de Valencia. Sobre estas ruinas se ha construido un moderno complejo museístico en cuya parte superior se ha realizado una alberca con suelo de cristal que al incidir el sol en el agua se produce un bonito reflejo sobre las piedras de las termas, lo más importante de todo el conjunto arqueológico.
Vamos a comenzar nuestro recorrido por este sitio descendiendo las escaleras tras dejar atrás el mostrador de tickets. Para una mejor comprensión del itinerario establecido, hay que tener en cuenta que la parte oriental está ocupada por el Alcázar islámico, por tanto, el lugar idóneo para entender el período musulmán; en el centro la primera ciudad, la republicana, representada por las termas; en el lado occidental se enfatiza en los restos romanos, como el foro y la curia; en la zona sur destaca la etapa visigoda, con la zona martirial y episcopal. Por otro lado, hacia el oeste, norte y este se han dispuestos puntos de fuga virtuales que nos permite continuar el recorrido por la ciudad romana más allá de los límites del centro arqueológico.
Lo primero que vemos son los restos del santuario de Asclepio (1) que se situaba junto a la muralla y que estaba rodeado por otro muro; superpuestas, vemos las huellas musulmanas en la que encontramos una alberca y un patio que pertenecían a uno de los monumentales palacios que alojaba el Alcázar (2) (más adelante veremos un muro), sede del gobierno. Los musulmanes conquistaron Valencia en el siglo VIII, pasándola a llamar Balansiya que llegó a ser una floreciente ciudad en el siglo XI.
Giramos y al avanzar nos encontramos de frente (ocupando casi el centro del complejo museístico) con las termas (3) del siglo II a.C., pequeña joya ya que es uno de los escasos ejemplos que se conocen en todo el mundo romano de la época republicana. Llama la atención que todo el complejo estaba pavimentado con losas cerámicas con forma de escamas de pez. Las termas eran edificios destinados al baño público, estructuradas en diferentes salas que tenían una función específica: la primera sala era el vestuario o apoditerium, a continuación se encontraba la sala templada o tepidarium y finalmente la sala caliente o caldarium.
Así, el visitante combinaba una sucesión de baños caliente y fríos con masajes o ejercicios gimnásticos. A nuestra derecha vemos las letrinas que se enfrenta con el tepidarium, entre ambos un pasillo lleva hasta el apoditerium. Justo frente a nosotros se encuentra la sala del caldarium, donde vemos el alveus o bañera para el agua caliente. Aquí también se realizaba el sudario o baño de vapor conseguido a través de un brasero. El banco de piedra que vemos en esta sala y en la del tepidarium, eran utilizados para realizar masajes mediante el uso de aceites y ungüentos.
El agua utilizada se extraía de un pozo situado al norte del complejo, cuyo líquido era calentado en un horno que se encontraba en una habitación anexa, conocida como praefurnium. El suelo del edificio tenía una leve inclinación para que el agua pudiera dirigirse por sí misma hacia el desagüe, garantizando el reciclaje de la misma.
En el extremo derecho vemos otro pozo y unos muros de abobe de las primeras construcciones de la antigua Valentia republicana, datadas en el año 138 a.C. Si ahora giramos hacia la derecha dejando las termas a nuestra izquierda estaremos caminando paralelamente al Cardo Máximo, del siglo I d.C. al igual que el decumano.
El cardo máximo (4) atravesaba la ciudad de norte-sur, mientras que el decumano máximo (5) lo hacía de este a oeste. La fundación de una ciudad romana comenzaba por el trazado de estas dos calles principales que cruzaban toda la urbe, a partir de las cuales se alineaban otras paralelas que formaban una retícula de donde emergían las insulae o manzanas de casas. En L'Almoina los principales edificios se articulan a partir de esas dos vías principales (ninfeo, foro, hórreo, curia y basílica) que después comentaremos.
La Vía Augusta, a su paso por la ciudad, coincidía con el cardo máximo, que actualmente es la calle del Salvador. Esta vía estaba pavimentada con grandes losas, debajo de las cuales discurría la cloaca principal. Por su parte el decumano máxima era la vía de acceso al foro y conducía hacia el circo. Mediante el uso interactivo tecnológico podremos recrear cómo eran las calles de valencia, e incluso salir del perímetro urbano para ir más allá de los límites de este sitio arqueológico.
Como por ejemplo al circo o a la necrópolis. De ésta última, se han encontrado diversas lápidas que han permitido reconstruir el mausoleo (6) del silgo I d.C. que vemos procedente del extenso cementerio de la Boatella. En época romana existieron dos ritos funerarios: la inhumación y la incineración. Del período republicano (del II al I a.C.) sólo se ha descubierto un cementerio de la calle Quart, con muchas inhumaciones sencillas y algunos hipogeos excavados en la tierra.
Sin embargo, de la época imperial se conocen muchas zonas funerarias, la mayoría de los siglos II y III d.C., en los que se practicaba exclusivamente la inhumación. La incineración se utilizó en el siglo I d.C., momento en que se construyeron muchas tumbas monumentales como la que estamos viendo aquí. Las necrópolis romanas más importantes estaban alrededor de la zona del Mercado Central, junto a las Torres de Quart, en la calle de Sagunto y en la calle de san Vicente Mártir. También se exponen otras inscripciones funerarias, como la de un regidor o el coronamiento de un altar funerario.
El muro (7) que vemos a continuación pertenece al alcázar musulmán del siglo XI, la cual ya habíamos visto una parte justo al descender la escalera de entrada. A continuación en una vitrina, podemos ver algunas monedas romanas, especialmente importantes la que se acuñó en la antigua Valentia con la imagen de la cornucopia y unos rayos saliendo de ella, datada en el siglo II a.C.
A nuestra espalda volvemos a ver la zona donde se encontraba el templo de Asclepio y el alcázar musulmán, pero ahora se trata de los restos del ninfeo (8) o fuente monumental de época Imperial del siglo I, levantado en el lugar que ocupaba el santuario. Y es que en el trazado urbano romano no sólo eran importantes elementos como los edificios del foro, sino también otras construcciones que contribuían a incrementar el valor de la ciudad, como en el caso de estas grandes fuentes (llamados a partir del siglo II ninfeos).
El ninfeo era una gran fuente pública consagrada a las Ninfas, divinidades de las aguas y la salud. Con el paso del tiempo su arquitectura evolucionó, incorporándose complejas fachadas monumentales que contribuían a la ornamentación urbana. El agua fluía por diferentes caños y era vertida en una pileta estrecha y alargada de donde se podía recoger. De nuevo el uso de las tecnologías, en este caso de un video, hace que tengamos más compresión sobre esta fuente y entendamos lo monumental que era.
Seguimos nuestro camino, casi paralelo al decumanus maximus, y vemos el hórreo (9) o granero del siglo I a.C. (época Romano-Republicana). Los romanos llamaban así a las construcciones públicas donde se guardaban las cosechas de cereales y otros productos de primera necesidad, para garantizar así el abastecimiento de la ciudad. Por ello estabas situadas en un lugar céntrico, junto al foro, bien vigilado y de cómo acceso.
El horreum que vemos era un edificio de notables dimensiones construido con grandes sillares de arenisca. Medía 24 metros de lado y ocupaba una manzana completa o, como lo romanos lo llamaban, insula. Actualmente sólo se aprecia una pequeña parte de esa gran edificación consistente en cuatro grandes naves paralelas. En una de ellas se ha dispuesto una estantería con ánforas (10) de la misma época del horreum (siglo 100. a.C.), colocada como en una taberna de Herculano en Italia.
Seguimos recto y nos topamos con columnas que formaron parte del pórtico del foro (11) del siglo I, más concretamente están datadas entre el año 70 y 100. Ese espacio era el elemento principal en la composición de la urbe romana. Se trataba de una gran plaza pública donde se desarrollaba la vida religiosa, comercial y jurídica de la ciudad. Era aquí donde estaban los edificios públicos vinculados al gobierno municipal, donde se levantaban estatuas dedicadas a los benefactores y donde se construían templos a los dioses.
El foro tenía una superficie de alrededor de 6900 metros cuadrados, tenía una forma rectangular delimitada por pórticos a los que se accedía por una escalinata. En uno de los lados cortos de la plaza se encontraba el templo principal de la ciudad. A lo largo del porticado se abrían diferentes edificios públicos como la curia o la basílica que veremos inmediatamente. Por último, señalar que esta gran plaza se ubicaría en la actual Plaza de la Virgen. Aquí también se exponen elementos arquitectónicos que formaban parte del foro, como un sillar con decoración en bajorrelieve del siglo II.
Llegamos ya a los restos de la curia (12), lugar donde se reunían los senadores de la ciudad, levantado en el siglo I. era un edificio de planta cuadrangular construido sobre un zócalo de piedra caliza encima de los que se levantaría los muros de hormigón revestidos de mármol. Sobre ella podemos ver, por un lado, la base de una estatua dedicada a Caio Virio Nepos, y por otro un pedestal dedicado a Marcia Postuma Messenia, ambos datados entre los siglos I y II. Muy cerca, bajo nuestros pies, encontramos un pozo monumental (13) de época visigoda, fechado en la segunda mitad del siglo VI.
Seguimos nuestro camino hacia la basílica y antes de llegar, nos encontramos a mano derecha el esqueleto (14) de un legionario romano hecho prisionero por las tropas de Pompeyo y con claras señales de haber sufrido tortura. Y es que la primera Valentia apenas duró 63 años, ya que en el 75 a.C. la ciudad fue destruida por el general Pompeyo en el transcurso de la guerra civil que asoló el mundo romano.
Posteriormente la primera Valencia quedó cubierta de ruinas y abandonada por un espacio de cincuenta años, hasta que aparecen los primeros signos de actividad humana que harían renacer la nueva ciudad romana. De aquella guerra se han conservado diferentes piezas como puntas de lanzas, cuchillos, umbo de escudo, pilum ligero, etc...
Nos adentramos ya en la zona de la basílica (15), este edificio de planta rectangular con tres naves, era el lugar donde se realizaban las transacciones comerciales y donde se impartía justicia, además de ser el sitio donde se reunían los ciudadanos para discutir otros asuntos. Se trataba de un suntuoso edificio que ocupaba un lugar preferente dentro del foro, poseía planta rectangular de tres naves separadas por columnas. La basílica tenía una sala llamada aedes austi presidida por la escultura del emperador, utilizada como tribunal de justicia y donde se rendía culto imperial.
De época visigoda es el cercano ábside (16) del siglo VII que formaba parte de una iglesia. A principios del siglo IV el diácono Vicente fue martirizado en Valencia y desde entonces este santo fue venerado por la comunidad cristiana. Sobre los escombros de la cárcel donde se supone sufrió martirio se levantó este ábside de herradura, único testimonio de ese edificio, tal vez una iglesia pequeña que conmemoraría este lugar sacro. Su entorno fue utilizado como cementerio durante tres siglos.
Volvemos a retroceder en el tiempo, hasta épocas de la Roma Imperial, ya que el siguiente edificio es una factoría de finales del siglo III. Estos lugares estaban destinados a la elaboración de productos alimenticios a pequeña escala. Su fachada principal daba al cardo máximo y sus estancias se articulaban alrededor de un patio cubierto, en cuyo centro había una balsa. En la habitación más grande se encontraba una estructura destinada al prensado. Sobre su pavimento, aplastado por el derrumbe del edificio, se encontraron ánforas de distinta procedencia y contenido.
Seguimos el camino preestablecido y llegamos a una zona donde la pasarela es acristalada dejando ver un enterramiento que contiene dos esqueletos, estamos en el lugar de las tumbas monumentales (17) de la etapa visigoda. Esas tumbas, de carácter familiar o colectivo (algunas llegaron a tener restos de 31 personas), están datadas a finales del siglo VI y se encontraban al norte de la catedral visigoda y alrededor de la pequeña iglesia martirial de san Vicente. Estaban construidas con grandes bloques de piedra y una cubierta de opus signinum, en el que se representaban, en algunas de ellas, motivos cristianos.
Aquellos fieles cristianos eran enterrados con los cuerpos orientados con la cabeza hacia el oeste y acompañados de un rico ajuar que estaba formado por ungüentarios, botellitas de vidrio, hebillas de cinturón, collares de cuentas de pasta vítrea, pendientes, anillos o pulseras. Algunos de estos objetos se exponen aquí mismo en el interior de una vitrina de cristal.
Seguimos hacia la zona donde se encuentran los restos del baptisterio (18) correspondiente a la época visigoda y datado en la mitad del siglo VI. En primer lugar, podemos ver una maqueta de la primera ciudad cristiana y a continuación los restos del baptisterio que se encontraba anexo al norte de la cabecera de la catedral de la Valentia visigoda. Presentaba una planta cruciforme y fue construido con potentes muros de sillares romanos.
En la pared norte se observa un canal de evacuación de aguas con pendiente hacia la calle, donde a través de una especie de fuente los fieles cristianos recogían el agua bendecida. Aquí encontramos también una fuente de época romana imperial que se hallaba junto al cardo máximo.
Terminada las visitas al conjunto arqueológico volvemos a ascender a la planta de acceso donde se exponen diferentes piezas encontradas durante las excavaciones. La primera vitrina contiene cerámica del siglo XIV descubiertas al noroeste de l'Almoina en dos conjuntos cerámicos, el más prolífico se encontraba en un pozo de más de 7 metros de profundidad, junto con otro, un pequeño silo y que después los veremos. En ambos las piezas cerámicas estaban completas, lo que sugiere una intencionalidad por deshacerse de ellas.
Probablemente esa acción obedecería a algunas ofrendas relacionadas con epidemias o revueltas. Los materiales ofrecen una amplia representación tipológica y formal, en la que abunda la vajilla decorada con verde y manganeso sobre fondo blanco. Los motivos usuales son figuras zoomorfas, así como elementos vegetales y geométricos, además de escudos y epigrafía. También hay cerámicas vidriadas en un solo color, generalmente verde como morteros, jarros, cuencos, etc. Aparecen igualmente cazuelas, ollas, cántaros, etc...
En otra vitrina se exponen los objetos encontrados de la época de Balansiya (siglos XII al XIII), momento en que fue una de las ciudades más importantes de Al-Andalus, reflejada en el control de un amplio territorio, en la acuñación de monedas de oro y plata y en la construcción del alcázar y de una nueva muralla, necesario debido al crecimiento de la urbe, debido a la cual se crearon arrabales alrededor de la medina.
El Cid la ocupó a finales del siglo XI durante 8 años hasta que, ante el empuje almorávide, los castellanos tuvieron que abandonar la ciudad después de arrasarla. A lo largo del siglo XII fue ampliada y reconstruida, pero sin llegar a recuperar la importancia que tuvo durante el siglo XI, al estar supeditada a los imperios africanos y al reino de taifa con Ibn Mardanis con sede en Murcia. Precisamente a ese momento corresponden la mayor parte de los edificios conservados en l'Almoida.
Junto al pequeño espacio acondicionado como sala de proyecciones, se encuentra una escalera que desciende hacia los pozos (19) anteriormente comentados donde se hallaron las piezas cerámicas, algunas de las cuales estamos viendo en esta exposición: uno ovalado de más de 7 metros de profundidad y otro más o menos cuadrados de poca profundidad.
Volvemos arriba y seguimos viendo objetos de la época visigoda y de la época romana, todo ello con paneles informativos que nos sitúan en un contexto necesario. De la época romana destacan las diferentes piezas del siglo I a.C., entre las que destacan los diferentes modelos de lucernas, un cáliz, una tapadera, copas, etc...
Ya hemos acabado la visita al centro arqueológico y una vez fuera, nos fijamos en los alrededores de la plaza Décimo Junio Bruto, entre los que destaca al norte el palacio de la Marquesa de Colomina. Fue construido en 1863 sobre el solar donde se encontraba la antigua Casa del peso de la harina, cuya función era lo que indica su nombre. Por eso se sitúa cerca del Almudín (almacén de grano). Originariamente en su estructura original, contaba en la planta baja con cocheras, almacenes, cocinas, etc..., en el primer piso era de uso exclusivo de los propietarios del palacio, mientras que el segundo piso se dedicaba al personal de servicio.
Como hemos señalado al lado de este palacio se encuentra el Almudín, edificio destinado al almacenamiento, distribución y venta del trigo. Aunque fue el principal, no fue la única construcción que tenía tal menester, se conoce la existencia de uno de época árabe cercano a la antigua mezquita y otros edificios posteriores, ya de época cristiana, que aunque de carácter provisional, también custodiaban el trigo. El edificio que nos ocupa, el Almudín, fue construido hacia 1307 sobre el antigua alcázar musulmán y posteriormente ampliado durante los siglos XV y XVI, cuando adquirió su configuración actual.
Durante el siglo XVII se realizaron las pinturas al temple-cola que decoran tres de los muros interiores del edificio (la pintura más antigua está fechada en el año 1609), las cuales hacen referencia a la entrada del trigo, los patrones de los Gremios que intervienen en el funcionamiento y organización del Almudín e imágenes del mundo popular, social y religioso de los siglos XVII y XVIII. En la actualidad el edificio es de propiedad municipal y está dedicado a Sala Municipal de Exposiciones temporales.
Al lado se encuentra la iglesia parroquial de san Esteban, si bien fue construida sobre una antigua mezquita, la primera piedra de su fisonomía actual fue colocada en 1472. Posee la típica planta de las iglesias parroquiales valencianas de época gótica, con una sola nave y capillas entre los contrafuertes. Durante el siglo XVII el templo sufrió una profunda reforma que le dio un aspecto barroco. Exteriormente tiene una apariencia sobria, sin embargo, su interior posee una sorprendente y recargada decoración de yeserías y esgrafiados.
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