PISA

CATEDRAL DE SANTA MARÍA DE PISA


La referencia más antigua de la catedral data del año 748, aunque se supone que antes existía una iglesia episcopal, ya que desde el 313 d.C. se tiene constancia de un obispado en Pisa. Investigaciones arqueológicas recientes han sacado a la luz los restos de un amplio edificio religioso anterior al templo románico actual, pero que sólo se remonta al siglo X, por lo que no se trata del mencionado en los documentos longobardos. La catedral románica que vemos hoy comenzó a edificarse en 1064, según la tradición, poco después de la victoria de Pisa sobre los musulmanes Palermo, destinando parte del botín de guerra a su construcción.

A Buscheto se le atribuye el diseño inicial del templo, cuyo estilo definido como románico pisano existe en otros lugares de Italia, principalmente en Toscana, Cerdeña, Córcega e incluso en Campania y Apulia. La catedral posee una planta basilical de cinco naves, un crucero de tres naves y una cúpula situada sobre su intersección, además del esquema decorativo exterior. Fue Buscheto quien dirigió las obras hasta el año 1100, combinando una gran variedad de influencias en su obra, al estar inspirado por el ambiente cosmopolita que tenía la ciudad en aquella época: incorporó en la estructura elementos bizantinos, islámicos, lombardo e incluso clásicos.

La fase final de construcción, cuando se amplió la nave y se levantó la fachada, fue dirigida por el maestro de obras Reinaldi. La consagración tuvo lugar el 26 de septiembre de 1118 por el papa Gelasio II, bajo la advocación de santa María, probablemente el templo aún estaba sin terminar. La construcción no se completó hasta el último cuarto del siglo XII. La catedral posee unos 100 metros de largo y 70 de ancho, con esas medidas es considerada una de las iglesias del siglo XI más grande de Itallia. Con el tiempo, diversas restauraciones fueron transformando la catedral, una de las más importantes fue la realizada tras el devastador incendio de 1595, que obligó a rehacer por completo el tejado.

Una característica singular de los muros exteriores, construidos con mármoles de distintos orígenes, es el abundante uso de materiales reutilizados, incluyendo elementos arquitectónicos e inscripciones romanas. Los muros norte y sur presentan piedras de distinta procedencia, reflejando la parte realizada bajo Buscheto y la completada por Rainaldo. Precisamente, en el muro norte existen unas marcas que según una antigua leyenda son las dejadas por las garras o uñas del diablo. Se dice que, al contemplar la imponente catedral, el diablo intentó derribarla sin conseguirlo. Como único rastro de ese fallido intento quedaron unas marcas en un bloque de mármol sin trabajar, aproximadamente a cinco arcos de la fachada en dirección al crucero. Se dice que al contar los pequeños orificios alineados el número nunca coincide, incluso se advierte que lograr obtener la cifra correcta es presagio de muerte.

En cuanto a su fachada, la zona inferior se organiza en siete arcos ciegos semicirculares apoyados en columnas con capiteles, de las cuales las dos centrales situadas en la puerta principal están decoradas con espirales vegetales. Sobre la puerta principal se sitúa la Virgen con el Niño, obra de Andrea Pisano. Los rombos bajo los arcos y los espacios superiores muestran incrustaciones policromadas. Sobre esta base, la fachada se eleva en cuatro pisos de galerías con columnas, muchas de ellas sustituidas en los siglos XVI y XIX. El friso esculpido sobre la primera galería, con escenas de caza, se atribuye al taller de Guglielmo y Rainaldo.

Las puertas de bronce de la fachada fueron realizadas por distintos artistas florentinos a principios del siglo XVII, según un diseño de Raffaello Pagni, como sustitutas de las que realizó Bonanno Pisano hacia 1180 y que se perdieron tras el incendio en 1595. La puerta de San Ranieri, situada en la parte posterior frente a la torre de Pisa fue la única puerta de Bonanno que sobrevivió a aquel fatídico incendio (hoy en el Museo dell'Opera del Duomo). Esta obra, semejante a la que el mismo artista creó poco antes para Monreale, se compone de veinte paneles en los que se narran escenas de la vida de Cristo, desde la Anunciación hasta la Resurrección, concluyendo con la Dormición de la Virgen. Por su parte, las puertas de bronce actuales de la fachada principal, financiadas por el gran duque Fernando I de Médici, cuentan con representaciones de: en la central de la Inmaculada Concepción y en las laterales del nacimiento de Cristo y el camino al Calvario y la crucifixión y en la tercera puerta pasajes del Ministerio de Jesús.

Las influencias internacionales son visibles no sólo en la fachada, el interior recuerda en parte a una mezquita: la cúpula elíptica, los arcos de mármol blanco y negro y la sensación de amplitud lo demuestran. También se distinguen rasgos bizantinos, como las enormes columnas de granito y las galerías elevadas. El interior también fue remodelado en varias ocasiones, como a comienzos del siglo XVIII cuando artistas locales decoraron las paredes con escenas de santos de Pisa, financiadas por ciudadanos devotos. Originalmente el templo estaba diseñado con planta de cruz griega y gran cúpula central, pero luego se transformó en planta de cruz latina, con una nave central que culmina en un ábside, cuatro naves laterales y un transepto.

La nave central está delimitada por dos hileras de columnas monolíticas de granito procedente de la isla de Elba con capiteles esculpidos en estilo corintio. Aquí, al igual que en las decoraciones del exterior, el espacio se encuentra revestido con mármol que forman bandas blancas y negras, añadiendo color al motivo ondulado de las arcadas a lo largo de la nave. A ambos lados se abren cuatro naves laterales, separadas por columnas más pequeñas y con amplias tribunas superiores destinadas a las mujeres, cubiertas con bóvedas de arista y abiertas hacia la nave mediante ventanales de dos y cuatro arcos. La Catedral de Pisa destaca por su fastuosa decoración, fruto de una historia accidentada marcada por episodios trágicos, cuyo momento más crítico fue el mencionado incendio de 1595. El techo de la nave principal, actualmente de casetones de madera recubierto con pan de oro, fue añadido en el siglo XVII por Domenico y Bartolomeo Atticciati, en sustitución de los armazones originales que se quemaron en aquel incendio. En el centro del techo se distingue el escudo de los Médici, la familia que financió gran parte de la restauración del templo.

Comenzamos el recorrido y enseguida comprobamos que la catedral de Pisa no tiene capillas en el sentido de espacios laterales con altares o monumentos específicos en su interior, sino que su estructura principal es el espacio de la nave central y los transeptos, que a veces albergan tumbas, reliquias y altares. En la nave lateral derecha encontramos en primer lugar el monumento fúnebre del arzobispo Francesco Frosini atribuido a Vaccà Ferdinando en el siglo XVIII. Junto a él, se sitúa el altar que contiene la pintura de la “Vergine in gloria” o “Madonna in mezzo alle Vergini” realizada en el siglo XVII por Cristofano Allori, con la participación de su discípulo Zanobi Rosi. En la escena vemos a la Virgen con el Niño rodeada de santas vírgenes, entre las que están Catalina de Alejandría, Cecilia y María Magdalena.

A partir de aquí se extienden obras pictóricas manieristas de gran tamaño datados en su mayoría en el siglo XVIII hasta llegar al altar del siglo XVI, concretamente en el año 1540, atribuido a Stagi Stagio. Antiguamente era conocido como altar de la Concepción, de la Cátedra de san Pedro y de los Doctores. Se desconoce la magnitud de los daños tras el incendio de 1595, sin embargo, Gino di Stoldo Lorenzi realizó algunas intervenciones.

El siguiente que encontramos es el de Altare delle Grazie (altar de las Gracias), cuyo marco clasicista de mármol con frontón triangular contiene el óleo sobre tabla de 235 × 194 cm de la “Madonna delle Grazie”. La pintura fue iniciada por Andrea del Sarto y terminada por Giovanni Antonio Sogliani tras la muerte de Del Sarto en 1530. La tabla representa a la Virgen entronizada con el Niño, a cuyos lados se encuentra un san Giovannino (san Juan Bautista niño) y un querubín, mientras que en la zona inferior vemos a los santos Francisco (con el hábito franciscano y un libro), Jerónimo penitente (fíjate en el sombrero cardenalicio rojo en el suelo) y Bartolomeo. Originalmente la obra se encontraba en la Compagnia di San Francesco de Pisa, pero tras su supresión de 1785, Pietro Leopoldo ordenó su traslado a la catedral. En 2017 fue restaurada, realizándole laboras de limpieza, fijación de película pictórica y reintegración cromática, tras lo cual volvió a exhibirse en todo su esplendor.

El final de esta nave lateral derecha, antes de llegar al crucero, lo conforma el altar de los Santos Abibo, Nicodemo y Gamaliel, conformado por un monumento funerario que fue trazado entre los años 1532 y 1535 por el escultor Stagio Stagi, siendo uno de sus momentos de mayor virtuosismo. El monumento contiene una urna con inscripción que alberga las reliquias de aquellos santos, y una luneta superior hecha con mármol de Carrara, en la que se representó a Dios Padre entronizado sosteniendo un Evangelio abierto por el versículo “Ego sum lux mundi”, obra realizada en 1536 y atribuida al joven Bartolomeo Ammannati. Gamaliel fue maestro de san Pablo, Nicodemo fue el fariseo del Evangelio de Juan, mientras que Abibo/Abibas fue el hijo de Gamaliel, venerado por la tradición medieval. Según los relatos antiguos, en el 415 el sacerdote Luciano, tras tener varias visiones, localizó el sepulcro de san Esteban en Kefar Gamlà y en el mismo lugar los de aquellos santos. En el contexto de la Primera Cruzada, las reliquias de los tres santos llegaron a Pisa hacia 1100, descansando hoy en este altar.

Llegamos ya al transepto sur o derecho en el que destaca la capilla de san Ranieri. Pero antes de centrarnos en ella, debemos mencionar las diferentes pinturas sobre madera y lienzo que serpentean a lo largo de las paredes de las dos naves laterales (y de la tribuna absidal), que son un buen ejemplo de la pintura tosco-romana de entre finales del Renacimiento y los primeros signos del neoclasicismo, entre las que destacan las obras maestras de Andrea Del Sarto y Domenico Beccafumi. Seguimos en el transepto sur, aquí se encuentra, a nuestra derecha, el altar que contiene la “Madonna in trono e Santi” (Virgen entronizada con santos) concebido por Perin del Vaga (discípulo de Rafael) y terminado por Giovanni Antonio Sogliani entre 1536-1537. En la composición la Virgen con el Niño aparece en lo alto de unos peldaños, rodeada por ocho santos, y por dos querubines que sostienen un cortinaje en la parte superior.

La capilla de San Ranieri (Cappella di San Ranieri) fue construida entre 1563 y 1621, conteniendo esculturas de Giovan Battista Lorenzi, Paolo Guidotti, Francesco Mosca, conocido como Moschino, y Stoldo Lorenzi. En ella vemos un altar donde se encuentra la urna de mármol con ornamentos de bronce diseñada por el escultor florentino Giovan Battista Foggini en 1687, en el cual reposa las reliquias de san Ranieri (fallecido en 1161), patrón de Pisa y traídas aquí en 1688 por orden del gran duque Cosme III de Medici. La arquitectura y decoración del recinto se vinculan al escultor Giovan Battista Lorenzi (conocido como Battista del Cavaliere): las estatuas laterales de San Efisio (a la derecha) son suyas (1592), mientras que la de San Potito (a la izquierda) fue iniciada por él y concluida por Paolo Guidotti. Detrás, presidiendo la capilla, vemos una luneta en relieve de la “Madonna in gloria” o Asunción del artista pisano Francesco Traini (siglo XIV).

A la izquierda se encuentra parte del sarcófago del emperador Enrique VII de Luxemburgo, fallecido en 1313 durante un fallido asedio a Florencia. Esta obra fue esculpida por Tino di Camaino entre ese mismo año de 1313 y 1315 (parte de la pieza se encuentra conservado en el Museo dell'Opera), aunque antiguamente se encontraba detrás del Altar Mayor. Los ángeles pintados dentro del arco son obra de Domenico Ghirlandaio.

Estamos ya en el crucero, justo delante del Altar Mayor, pero antes de centrarnos en él, vamos a fijarnos en los dos pequeños altares situados a ambos lados del mismo: a la derecha se encuentra el de la “Crocifisión (Cristo in croce)” realizado por Giovanni Biliverti en el siglo XVII. La composición muestra la Crucifixión, en cuyo primer plano aparece María Magdalena, arrodillada y con los brazos abiertos, mientras que a su lado están la Virgen y San Juan. El juego de luces y sombras otorga fuerza expresiva a las figuras, mientras que el cuerpo de Cristo se encuentra bañado por una luz descendente que se recorta sobre un fondo oscuro. Bilivert, discípulo de Cigoli y activo en Florencia, utiliza un lenguaje pictórico típico del barroco florentino de la época, basado en el claroscuro y en un controlado grado de emotividad. La pintura se encuentra enmarcada por una estructura arquitectónica de mármol, con columnas estriadas y un frontón roto, que la integra en el espacio monumental de la nave.

Al otro lado se encuentra el altar de la Madonna di Sotto gli Organi (“Madonna bajo los órganos”), nombre que recibe porque justo está en el lado izquierdo del presbiterio, en el inicio del transepto norte, bajo uno de los grandes órganos. La base del altar data del 1225, cuando la pintura entró en el Castillo de Lombrici (Camaiore). Dicha pintura, situada en el centro del gran panel, representa a la Virgen con el Niño (como decimos, datada del siglo XIII, por lo que es una de las pinturas más antiguas de la catedral), muy venerada en Pisa y considerada un punto de encuentro entre el arte bizantino y la tradición occidental, cuya autoría aún es debatida, aunque es atribuida a Berlinghiero Berlinghieri.

A dicho icono le rodea elementos decorativos de plata y latón dorado, con composiciones de fondo compuestos por esmaltes vítreos rojos y azules y la inscripción “PROTEGE VIRGO PISAS”. Este gran marco fue realizado en 1887 y restaurado por la Opera della Primaziale Pisana en 2018. La invocación “Protege, Virgo, Pisas” es tradicional en la ciudad y está asociada precisamente a esta imagen. Cada 25 de octubre Pisa celebra a la Madonna di Sotto gli Organi para conmemorar, entre otras cosas, cuando la imagen se salvó del incendio de 1595.

Nos centramos ya en el Altar Mayor, cuyo elemento que más llama la atención es el imponente mosaico del ábside, en el que se representa a Cristo entronizado, uno de los pocos vestigios de los importantes encargos que completaron la decoración de la Catedral a principios del siglo XIV (junto con el nuevo púlpito de Giovanni Pisano y el monumento sepulcral del emperador Enrique VII que vimos anteriormente) que sobrevivieron al incendio del año 1595. Esta obra, realizada por Francesco da Pisa, Vincino da Pistoia y, sobre todo, por Cimabue, recuerda a los mosaicos bizantinos y normandos de Sicilia donde aparecen, además de Cristo en el centro, las figuras de la Virgen María y san Juan Bautista, quien resulta especialmente importante, ya que su rostro fue pintado por Cimabue en 1302, poco antes de su muerte.

Tras la intervención de Cimabue, el trabajo fue continuado por Francesco da Pisa y finalizado en 1320 por Vincino da Pistoia. Hay que señalar que Cimabue es considerado uno de los precursores del Renacimiento italiano, al romper con la tradición bizantina predominante. Esta obra tiene aún más valor porque es la única de la que se tiene documentación contemporánea que confirma su autoría.

Detrás del altar mayor, y encima del coro de madera del siglo XV, cuelgan 27 lienzos que narran episodios del Antiguo Testamento y de la vida de Cristo, los cuales fueron realizados por varios pintores toscanos de los siglos XVI y XVII, entre ellos Andrea del Sarto y Domenico Beccafumi, Sogliani, Salimbeni, etc. El altar del siglo XVIII está presidido por el gran Crucifijo de bronce de Giambologna. El suelo es de opus alexandrinum de mediados del siglo XII y, de nuevo detrás del altar, se encuentra un jarrón de pórfido que fue parte del botín de la Primera Cruzada, considerado uno de los vasos utilizados en las celebraciones de las bodas de Caná.

Sin abandonar el crucero, ahora toca mirar hacia arriba para admirar la cúpula, en forma de bóveda celeste, que se eleva a unos 48 metros de altura desde el suelo. La cúpula no es circular, sino elíptica, algo inusual en Europa cuando se levantó el edificio. Diversos estudios señalan que el tambor sobre el que se apoya data de entre 1090 y 1100 y que la compleja forma elíptica venía dictada por el contorno rectangular del crucero creado por la unión de la nave, el coro y el transepto. Los constructores unieron las esquinas de esta abertura bajo la base de la cúpula con trompas de inspiración bizantina, sobre las cuales se pueden ver arcadas ciegas sutilmente incisas, una solución singular para su tiempo. Ya en la Edad Media la cúpula se percibió como un elemento de inspiración “oriental” o islámica dentro del eclecticismo del románico pisano.

Tras el devastador incendio de 1595 se impulsó un amplio programa de renovación, que incluyó también la decoración de la cúpula. El colorido fresco que representa a la "Virgen en gloria y santos" (tradicionalmente identificada con la Asunción) se añadió con la técnica del encausto (óleo sobre muro) entre 1627 y 1631 por el pisano Orazio Riminaldi y, tras su fallecimiento por peste en 1630, fue terminada por su hermano Girolamo en el más ostentoso estilo barroco romano. Riminaldi concibió un torbellino ascensional de ángeles y santos que conduce la mirada hacia el vértice luminoso, con la Virgen (manto azul y túnica roja) avanzando en diagonal. La ilusión espacial y el dinamismo son plenamente barrocos, pero atemperados por una luz dorada que recorre toda la elipse. Entre 2015 y 2018 se llevó a cabo una restauración integral de la zona del presbiterio y, en particular, de la pintura de la cúpula de Riminaldi, consolidando y reintegrando la película pictórica.

Desde el arco contiguo cuelga una lámpara de bronce de Vincenzo Possanti, la cual sustituyó a la lámpara original (que se encuentra ahora en el Camposanto) que Galileo Galilei observó en la Catedral en 1581 cuando tenía tan solo 17 años. Tras ver con atención el movimiento de la lámpara, sus reflexiones lo llevaron a formular la teoría conocida como isocronismo del péndulo, según la cual el tiempo de oscilación de los péndulos de igual longitud es constante, independientemente de la amplitud de la oscilación. En realidad, esta teoría sólo es válida si las oscilaciones son de pequeña amplitud, pero aun así constituyó la base de estudios posteriores. Es por ello que este candil es conocido como la lámpara de Galileo Galilei.

Volvemos a dirigir la vista a nuestro nivel, para ver otro de los tesoros de la catedral: el Pérgamo (o púlpito) de Giovanni Pisano, considerado una de sus creaciones más notables y máximo ejemplo del expresionismo medieval. Su construcción comenzó en 1302 y concluyó en 1310 para sustituir al anterior de Guglielmo, quien emigró a Cagliari, llevándose consigo su obra que fue colocada en la catedral de Santa Maria di Castello. El púlpito de la catedral de Pisa posee forma octogonal (toda una novedad en su tiempo) con paneles ligeramente curvos y una rica decoración escultórica. Tras el incendio de 1595 fue desmontado completamente para preservarlo, dispersándose sus fragmentos en distintos lugares. No se volvió a ensamblar hasta 1926, aunque en el proceso, lamentablemente, se introdujeron algunas alteraciones respecto a su diseño original.

La obra está repleta de figuras expresivas, muchas de ellas desnudas o heroicas, que transmiten emoción y movimiento, alejándose de la rigidez habitual del arte gótico y anticipando rasgos del Renacimiento. Las escenas se estructuran en tres niveles superpuestos (soportes, ménsulas y balaustradas), erigiéndose como una de las representaciones escultóricas más completas y sistemáticas de la doctrina cristiana sobre la salvación y la redención. El nivel inferior (parte terrenal), correspondiente con los soportes, está cargado de significados simbólicos: las Virtudes Cardinales sostienen a la Iglesia, los Evangelistas sostienen a Cristo y, en el centro, se disponen las Artes del Trivium y el Quadrivium junto con las Virtudes Teologales.

El registro de las ménsulas, en cambio, tiene un carácter más visionario y profético, poblado por figuras de Sibilas, Profetas y Evangelistas que actúan como portadores y difusores de la fe. Los paneles narrativos constituyen el núcleo más expresivo: entre santos y profetas se despliegan episodios de la vida y la pasión de Cristo, desde la Anunciación hasta el Juicio Final, tratados con gran energía y una notable intensidad dramática. Aquí el relieve de las figuras adquiere una dureza inquietante, la narración se vuelve vertiginosa, mientras las formas se condensan en gestos breves y cargados de significado, lo que confiere a la escena un efecto de inmediatez vibrante.

La escultura de Giovanni, caracterizada por su emotividad y humanidad, alcanza su máxima fuerza en los últimos cinco paneles, donde se produce un crescendo de tensión emocional y movimiento. Escenas como la Matanza de los Inocentes o el Juicio Final se distinguen por su dramatismo y desgarro: las composiciones abarrotadas, los gestos convulsos y los rostros deformados por el sufrimiento, el espanto o la crueldad intensifican la sensación de un relato doloroso, cruel y de horror.

Entramos ya en el transepto sur o izquierdo de la catedral, en el que destaca la capilla del Santísimo Sacramento (originalmente consagrada a Nuestra Señora de la Anunciación) que fue construida entre los años 1545 y 1563. La capilla destaca por su suntuosa decoración de mármol realizada por Stagio y Giuseppe Stagi. Por su parte, la balaustrada fue realizada por Francesco Cioli, mientras que el conjunto escultórico del ábside (que incluye representaciones de Dios Padre rodeado de querubines, Adán y Eva, la Virgen de la Anunciación junto al Arcángel Gabriel, además de las alegorías de la Fe, la Esperanza y un ángel) se debe a Francesco Mosca, conocido como Moschino. El altar y el ciborio de plata y bronce fueron diseñados por Giovan Battista Foggini, y el mosaico absidal se atribuye al artista pisano Francesco Traini.

El ciborio, que tiene forma de templo hexagonal, se encuentra sostenido por tres esculturas de ángeles que miden más de un metro de altura. Su estructura está rodeada por doce columnas dispuestas en parejas sobre plintos, acompañadas de doce querubines que portan los símbolos de la Pasión. Su parte frontal cuenta con la figura de Cristo Resucitado, bajo la cual aparece el escudo de armas de los Medici. Por su parte, los laterales del ciborio muestran cinco pequeños nichos vacíos, mientras que en la parte superior se distribuyen seis paneles con figuras que sirven de transición hacia la cúpula bulbosa, decorada con volutas y racimos, y coronada por una cruz pisana.

Detrás de altar se encuentra el sagrario que está precedido en su base por una placa ornamentada con volutas, frutos y querubines que enmarca la inscripción: “Este es mi cuerpo. Este es el cáliz de mi sangre, de la nueva y eterna alianza, misterio de la fe, que será derramado por vosotros y por muchos en remisión de los pecados”. La estructura del sagrario presenta un perfil con bordes inclinados decorados con racimos, mientras que el frente está delimitado por dos cariátides con volutas, coronadas por un arquitrabe y una inscripción “Hic est charitas” (Aquí hay caridad). Sobre este conjunto se alza un tímpano con un querubín central rodeado de volutas, y más arriba, un crucifijo. La pequeña puerta de plata del sagrario muestra la escena de la Cena de Emaús, donde Cristo se revela a dos discípulos, mientras una sirvienta vierte agua en una palangana.

En este transepto también podemos ver pinturas de los siglos XVI y XVII de artistas destacados como Andrea del Sarto, Perin del Vaga o Francesco Vanni, además de altares: el de la izquierda es el de Dottori della Chiesa, mientras que el de la derecha es el monumento sepulcral de los Pannocchieschi d’Elci.

Éste último conmemora al cardenal Scipione Pannocchieschi d’Elci, arzobispo de Pisa (1636–1663), y a su sobrino y sucesor Francesco Pannocchieschi d’Elci (1663–1702). Sobre el sarcófago se ve una hornacina oval cerrada por reja dorada: ahí estuvo, entre 1742 y 1986, el célebre “Crocifisso d’Elci”, lo que explica el apellido del conjunto. Hoy ese crucifijo se conserva en el Museo dell’Opera del Duomo. Iconográficamente, las figuras laterales representan a las virtudes, típicas de los monumentos barrocos de prelados (a la izquierda se sitúa la Fe con la cruz y a la derecha la Caridad con los niños).

Recorremos ya la nave lateral izquierda, yendo en dirección a la salida. En nuestro camino volvemos a encontrar importantes pinturas y obras de arte, como el altar del Beato Guido della Gherardesca realizado también por Giovan Battista Lorenzi en 1592. Está encuadrado por dos columnas de “verde antico” y coronado por un relieve de “La Virgen se aparece a san Ranieri en Tiro”, realizado por el propio Lorenzi. En el centro una reja dorada protege el arca que contiene las reliquias del beato Guido della Gherardesca, trasladadas a la catedral en 1459, pero no ocupó este espacio hasta 1668, ya que este altar primero custodió los restos de san Ranieri hasta que ese año fue trasladado al nuevo altar del transepto sur.

El siguiente es el Altare dell’Eterno in Gloria (o Padre Eterno in gloria), en cuya pintura se representa a Dios Padre en la parte superior de la escena rodeado de ángeles, siendo una obra realizada en 1609 por Ventura Salimbeni.

Le sigue el altar del Spirito Santo e Santi que contiene la pintura del siglo XVII titulada “Spirito Santo e Santi Martiri” de Domenico Cresti, llamado “il Passignano”. La obra muestra la paloma del Espíritu Santo sobre un grupo de santos martirizados, entre los que se encuentra san Torpes, san Sebastián, san Lorenzo, santa Catalina, santa Lucía, santa Margarita y san Esteban, entre otros. La arquitectura marmórea del altar es de Stagio Stagi (1542), el cual contaba con una obra de Beccafumi, pero tras el incendio de 1595 se perdió y terminada la restauración se colocó la obra actual de Passignano.

Antes de finalizar la visita a la catedral de Pisa, haciendo esquina encontramos, por un lado el altar de la Exaltación de la Cruz, con una pintura barroca realizada entre 1606 y 1611 por Giovanni Battista Paggi, mientras que por el otro se sitúa el monumento funerario del arzobispo Francesco Moricotti, fallecido en 1394, quien en su testamento o durante su vocación como arzobispo mandó erigir este monumento, presumiblemente mientras aún estaba en vida, lo cual coincide con los años 1360 durante los cuales Nino Pisano (a quien se le atribuye la autoría) aún trabajaba, por lo que el monumento está datado a mediados del siglo XIV. La simbología (tiara arzobispal, panoplia episcopal, etc.) y el diseño escultórico corresponden claramente con el programa funerario litúrgico del arzobispo.

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